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Ricardo Magdalena Tabuenca

Biografía

Magdalena Tabuenca, Ricardo. Zaragoza, 3.II.1849 – 29.III.1910. Arquitecto.

Nació en el seno de una familia modesta, cuyo padre había trabajado en la Audiencia Territorial, pero quedó huérfano muy pequeño y fue el Ayuntamiento de Zaragoza quien le costearía todos sus estudios, desde la escuela primaria hasta la Escuela de Arquitectura de Madrid, donde se tituló como arquitecto en diciembre de 1873; tuvo como compañeros de promoción a Luis Doménech i Montaner y Arturo Mélida Alinari.

Como se deduce de estos hechos, la infancia y juventud de Magdalena no fueron ni fáciles ni desahogadas económicamente y al poco tiempo de haber obtenido su título, siguiendo el ejemplo de otros artistas y arquitectos de la época, intentó conseguir una plaza de pensionado en Roma; al no lograrlo, trabajó en estudios de Madrid y Valencia. Su destino profesional y vital quedó marcado definitivamente desde 1874 al necesitar el Ayuntamiento de Zaragoza cubrir la plaza de arquitecto municipal, puesto ocupado por Segundo Díaz, en baja por enfermedad desde 1871.

Para cubrir dicha vacante fueron convocados los dos becarios cuyos estudios había costeado el Ayuntamiento: Ricardo Magdalena y Elías Ballespín; la elección se decidió a través de un concurso restringido entre ambos, en el que debían diseñar la iglesia de Garrapinillos, barrio rural de la capital aragonesa. Tras vencer, Magdalena ingresó en la Oficina de Arquitectura del Ayuntamiento y en 1876, tras la muerte de su antecesor, se convirtió en arquitecto municipal interino.

Al año siguiente, en 1877, con veintiocho años pasó a ser arquitecto municipal en propiedad tras la redacción del proyecto del nuevo Matadero Municipal de Zaragoza, una obra de arquitectura industrial (entre las primeras de la capital aragonesa) que le granjeó el reconocimiento institucional y el éxito popular y profesional, puesto que por su amplitud, modernidad y funcionalidad fue difundido en numerosas revistas de la época y tomado como modelo en muchos ayuntamientos nacionales y extranjeros.

El éxito del Matadero fue quizás una de las razones que inclinaron al Ministerio de Fomento en 1886 a encargar a Magdalena el proyecto de construcción de un nuevo edificio para las Facultades de Medicina y Ciencias de la Universidad de Zaragoza, de entre una terna de arquitectos locales (Fernando de Yarza y Félix Navarro). Al igual que otros edificios zaragozanos, la Antigua Universidad Literaria se hallaba a comienzos de los años ochenta del siglo XIX en una precariedad de instalaciones lamentable, ello movió a Joaquín Gimeno-Fernández Vizarra, catedrático de Patología General y decano de la Facultad de Medicina, a promover ante las autoridades estatales la construcción de un edificio que cumpliese las necesidades de amplitud, higiene y comodidad que requerían las dos disciplinas universitarias. Como en muchos casos, la clave estuvo en manos de una persona, Julián Calleja, director general de Instrucción Pública, catedrático de Anatomía de la Facultad de Medicina de Madrid y, lo más trascendental para esta historia, senador por la Universidad de Zaragoza desde 1881. La voluntad de estos dos hombres y el entusiasmo colectivo que suscitó el proyecto en la comunidad hicieron el resto.

Tras haberse redactado el proyecto y decidido el emplazamiento extramuros de la ciudad, hacia el sur y junto al río Huerva, las obras comenzaron en marzo de 1887 y concluyeron en julio de 1892. El edificio se inauguró el 18 de octubre de 1893 y el coste total del mismo ascendió a más de 3.000.000 de pesetas.

Los periódicos celebraron con números extraordinarios la inauguración del edificio que ponía a la ciudad a la cabecera de las instalaciones universitarias nacionales.

El interés que suscitó en el medio profesional fue tal que Enrique María Repullés y Vargas, famoso arquitecto madrileño, lo visitó y decidió publicar una monografía sobre el mismo, dentro de una colección de libros sobre arquitectura española contemporánea que dirigía y que editaba la revista Resumen de Arquitectura.

Fue el único edificio aragonés del momento incluido dentro de esta serie y el que consagraría definitivamente su fama como arquitecto más importante en el tránsito de los siglos XIX al XX. Del edificio diseñado para Facultades de Medicina y Ciencias se destacó su monumentalidad y, sobre todo, su inspiración —en el contexto de la arquitectura eclécticohistoricista de su tiempo— en la tradición artística local (el renacimiento y el mudéjar) y la recuperación de la fábrica en ladrillo, elemento básico a partir del cual se desarrollaría la arquitectura aragonesa del siglo XX, como señalaba el arquitecto Regino Borobio, designando a Magdalena como el iniciador de este decisivo cambio.

A la par que planificaba y dirigía las obras de construcción de este edificio, que junto con el Matadero y el Museo de Bellas Artes (obra posterior, construida en 1908) son consideradas como sus obras maestras, Magdalena continuaba con su trabajo como arquitecto municipal de Zaragoza, que incluía no sólo el diseño de numerosos y variados edificios (ampliación y reforma del cementerio municipal de Torrero, 1893; escuelas municipales; reforma del teatro Principal de Zaragoza entre 1890 y 1896), sino también la planificación de importantes proyectos urbanísticos (urbanización de la Huerta de Santa Engracia, 1889-1990; aislamiento de la puerta del Carmen, 1895; urbanización del paseo de Sagasta, 1900 y, finalmente, el proyecto de ensanche de la ciudad en 1906), así como la dirección de la Compañía Municipal de Bomberos (actividad que caía dentro de sus competencias), o la dirección artística de eventos culturales y sociales (arquitecturas efímeras para visitas reales, por ejemplo).

Pero no sólo esto, sino que ocupó otros cargos como arquitecto del Ministerio de Fomento en la zona de Aragón y Cataluña, en los que se encargó de restauraciones de importantes monumentos aragoneses, como el claustro de San Pedro el Viejo (Huesca, 1890), el monasterio antiguo de San Juan de la Peña (Huesca, 1897) y la fachada de la colegiata de Santa María de Calatayud (Zaragoza, 1901). Desde octubre de 1895, formó parte de la plantilla docente de la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza, como profesor de la asignatura de Dibujo Geométrico. En la Escuela de Artes Magdalena estuvo rodeado de colaboradores y amigos, entre ellos el hojalatero y vidriero León Quintana, su ayudante en la Oficina de Obras Francisco de Paula Albiñana, el cerrajero Ramón Martín Rizo y Pascual González, su discípulo más aventajado, quien trabajaría con el arquitecto en numerosas ocasiones, el arquitecto Luis de la Figuera, a quien se puede considerar verdaderamente como su discípulo más cercano, a la vez que uno de sus más fieles admiradores, el topógrafo Dionisio Casañal, y su amigo íntimo, el escultor Dionisio Lasuén. Sus ambiciones en este campo, a pesar de que nunca las reconocería públicamente, se colmaron cuando en mayo de 1900 fue nombrado director del centro (además en 1909 se lo confirmó como director de la nueva Escuela Superior de Artes Industriales y de Industrias de Zaragoza), lo que le supuso hacerse cargo no sólo de la labor docente, sino también de la gestión económica y administrativa, así como de la contratación de nuevos profesores, la organización de actividades diversas, como conferencias dominicales para los obreros que no podían asistir a las clases durante la semana, en las que el mismo Magdalena participaría con varias charlas, o las exposiciones de los trabajos de fin de curso de los alumnos, que eran el principal medio para dar a conocer los importantes logros que conseguía la institución en el campo de la instrucción de los obreros y artesanos locales, uno de los principales intereses del arquitecto, ya que tenía un concepto integral de la arquitectura en la línea del movimiento Arts and Crafts inglés, en el que cobraban decisiva importancia las artes industriales.

En 1903 creó un centro técnico-industrial en colaboración con otros arquitectos e ingenieros, para la realización de cualquier tipo de proyectos, construcciones y representación de productos comerciales relacionados con la construcción; en realidad, pese a que las ordenanzas municipales establecían la incompatibilidad entre el cargo de arquitecto municipal y el ejercicio de la profesión, Ricardo Magdalena llevaba ya años realizando diversas obras para clientes privados, entre ellas teatros y cines (teatro Circo, 1887) y establecimientos comerciales (pastelería Fantoba, 1888; almacenes del Pilar, 1901). Esta nómina de encargos fue creciendo e incluyó algunas de las piezas más importantes de la arquitectura modernista aragonesa, como es la Casa Juncosa (1906), cuyo plano firmó su colaborador el arquitecto José de Yarza. No sólo trabajó en Zaragoza, sino que recibió encargos de diversas ciudades españolas, destacándose entre todos ellos el quiosco para la música, de estilo modernista (1907), situado en el bulevar de San Sebastián y tradicionalmente atribuido, hasta recientes investigaciones, al ingeniero francés Gustav Eiffel.

Su trayectoria profesional concluyó en la práctica —a pesar de que siguió al frente de la Oficina Municipal hasta su muerte— con la celebración de la Exposición Hispano-Francesa de 1908, conmemorativa del Centenario de los Sitios y que pretendía superar la historia de las hostilidades mutuas mediante el progreso científico y cultural. Al escoger a un profesional que dirigiese las obras del recinto que había de acoger el evento, la Junta conmemorativa presidida por Basilio Paraíso, presidente de la Cámara de Comercio y dueño de la próspera empresa La Veneciana, que había participado en numerosas obras del arquitecto, no tuvo ninguna duda: el director debía ser Ricardo Magdalena, pero invitando a los arquitectos más destacados del momento para que diseñaran otros edificios. Éstos serían de dos tipos: definitivos, cuyas funciones ya estaban pensadas antes de su diseño (un edificio para la institución benéfica de La Caridad, el Museo Provincial de Bellas Artes y la Escuela de Artes y Oficios, realizados en diversos estilos pero dominando como nota común el eclecticismo) y los pabellones provisionales realizados en materiales ligeros (madera, yeso, adobe) y de estilo modernista que sólo duraban unos meses (de mayo a diciembre de 1908) y que cumplían funciones diversas como café-restaurante, teatro, espacios de exposición de productos industriales, etc. A pesar del reparto de proyectos, Ricardo Magdalena fue el arquitecto que más edificios diseñó (entre los que se destacan el Museo de Bellas Artes y el Gran Casino), además de distribuir todas las instalaciones, coordinar al resto de profesionales y controlar otras obras relacionadas con la exhibición, como eran la construcción del Monumento a los Sitios y de otras piezas conmemorativas que se distribuyeron por toda la ciudad. Tras la inauguración de la exposición, la prensa y la opinión pública así lo reconocieron y fueron generosas en elogios, calificando el recinto ferial como “la bella ciudad de Magdalena”.

Clausurada la exposición, el año siguiente se pasaría entre honores y premios. Desde finales de 1908 y a lo largo de todo 1909, a Magdalena le llovieron los reconocimientos.

En octubre de 1908 había conseguido el Gran Premio de la Exposición Hispano-Francesa concedido por el jurado del certamen en valoración de todo su extenso trabajo, cuya reciente catalogación alcanza casi los seiscientos proyectos, galardón que se añadía a la Medalla de Oro de los Sitios concedida en junio del mismo año por Antonio Maura como presidente del Consejo de Ministros y al diploma de gratitud de la Primera Asamblea Nacional de Sociedades Económicas de Amigos del País. Además, en mayo de 1909 el Ayuntamiento de Zaragoza le concedía la Medalla de Oro de la ciudad y en este mismo año Alfonso XIII le concedió el título de caballero Gran Cruz de la Real Orden de Isabel la Católica. Todos estos galardones abrumarían a Ricardo Magdalena, poco amigo de ceremonias públicas y actos colectivos.

Más emoción debió causarle el reconocimiento de sus colegas materializado en dos momentos: en noviembre de 1908 la Sociedad Central de Arquitectos de Madrid, uno de los principales órganos de la profesión, le expresaba su felicitación por la trascendencia de su obra. El segundo fue un acto entrañable, una cena homenaje que todos los amigos del arquitecto celebraron en su honor el 31 de septiembre de 1909. A la misma asistieron las personalidades más notables de la ciudad y, sobre todo, sus admiradores, colaboradores y amigos, entre cuyos nombres se encuentran los de zaragozanos de gran prestigio profesional como Basilio Paraíso, Antonio Monpeón Motos, Ramón Mercier, José Valenzuela la Rosa y Julio Juncosa, por citar algunos conocidos.

Durante la cena se regaló al arquitecto un busto suyo realizado por el escultor José Bueno, pieza que en su pie llevaba reproducidas las Facultades de Medicina y Ciencias, la obra que lo consagró, obra conservada en la actualidad en el Museo de Bellas Artes de Zaragoza.

Esta admiración colectiva se manifestó también en el nombramiento de Ricardo Magdalena como presidente de la Asociación de los Arquitectos de la Región Aragonesa, que sería el embrión del futuro Colegio Oficial de Arquitectos de Aragón. De este modo, rodeado de afecto y admiración pública, y con una larga trayectoria vital y profesional a sus espaldas, la muerte de “Don Ricardo”, como se le llamaba en los periódicos de la época, afectado de una bronconeumonía gripal, supuso una conmoción de hondo sentir ciudadano, que sacó a la calle a más de seis mil zaragozanos, según relataban las crónicas periodísticas con motivo de su sepelio.

Fue, además, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Luis (desde 1876), de la de Cádiz y la de Tarragona y socio de mérito de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País (1886). Y entre sus amigos y colaboradores se encuentran artistas de talla nacional como Agustín Querol y Mariano Benlliure.

En cuanto a su vida familiar, casado con Dolores Gallifa, hija de un magistrado del Tribunal Supremo que había llegado a ser presidente de la Junta Revolucionaria y gobernador civil interino en 1878, tuvo con ella once hijos, de los que vivían siete a la muerte del arquitecto. Uno de éstos, Ricardo, siguió la profesión paterna colaborando con su padre en los trabajos de la Exposición Hispano Francesa de 1908. Respecto a su carácter, todas las fuentes destacaron su profesionalidad, su gran capacidad de trabajo, su versatilidad y su ética profesional (dimitió hasta dos veces de su cargo —en 1892 y 1904— por diferencias con los concejales), pero sobre todo su gran calidad humana, su afectividad y la entrega a su familia y amigos.

Su memoria y el reconocimiento a su labor y su papel dominante en la arquitectura aragonesa contemporánea se conservan en la actualidad a través de la actividad de la cátedra Ricardo Magdalena de Arquitectura y Urbanismo de la Institución Fernando el Católico (Diputación Provincial de Zaragoza). Fundada en 1956, la cátedra ha desarrollado una activa difusión de la arquitectura aragonesa contemporánea a través de seminarios, conferencias y, en especial, del Premio Ricardo Magdalena de Arquitectura y Urbanismo concedido anualmente a edificios e intervenciones de mérito destacado en el ámbito de la comunidad autónoma.

 

Obras de ~: Iglesia parroquial de Garrapinillos, Zaragoza, 1874; Matadero Municipal, Zaragoza, 1877; Asilo de las Hermanas de los Ancianos Desamparados en la avenida de San José, Zaragoza, 1880; Reforma en la Casa de Amparo en calle Predicadores, Zaragoza, 1885; Edificio para las Facultades de Medicina y Ciencias de la Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 1886; Teatro Circo, Zaragoza, 1887; Decoración de la pastelería Fantoba, Zaragoza, 1888; Proyecto de urbanización de la Huerta de Santa Engracia, Zaragoza, 1889; Reforma del Casino Principal, Zaragoza, 1889; Reforma del teatro Principal, Zaragoza, 1890; Restauración del claustro del monasterio de San Pedro el Viejo, Huesca, 1890; Ampliación y reforma del cementerio municipal de Torrero, Zaragoza, 1893; Aislamiento de la puerta del Carmen, Zaragoza, 1895; Restauración del monasterio bajo o antiguo de San Juan de la Peña, Huesca, 1897; Proyectos de urbanización del paseo de Sagasta y del paseo de Pamplona, Zaragoza, 1900; Reforma de la Antigua Universidad Literaria, Zaragoza, 1900; Establecimiento comercial Almacenes del Pilar en calle Alfonso I, n.º 17, Zaragoza, 1901; Restauración de la fachada de la colegiata de Santa María, Calatayud (Zaragoza), 1901; Instituto Anatómico- Forense, Zaragoza, 1905; Proyecto de ensanche de la ciudad, Zaragoza, 1906; Edificios de viviendas en el paseo Sagasta (Casa Juncosa), Zaragoza, 1906; Kiosco para la música, San Sebastián, 1907; con J. Bravo, Museo de Bellas Artes, Zaragoza, 1908; Edificios efímeros para la Exposición Hispano-Francesa (Gran Casino, arco de entrada y otros pabellones), Zaragoza 1908.

Escritos: con F. Navarro y F. de Yarza, Dictamen de los señores arquitectos [...] para la reparación de la cúpula mayor y apoyos que la sostienen del Santo Templo de Nuestra Señora del Pilar, Zaragoza, Imprenta Mariano Salas, 1882; [artículo sin título sobre la formación de los artesanos], en El Diario del Pueblo, 18 de octubre de 1893; “Zaragoza artística. Historia de su arquitectura”, en La Construcción Moderna (Madrid), 21 (1908), págs. 449-451.

 

Bibl.: E. Repullés y Vargas, Edificio para las Facultades de Medicina y Ciencias en Zaragoza, Madrid, Imprenta de los Huérfanos, 1894; R. Mainar, “El arquitecto de la exposición” (n.º extraord. dedicado a la Exposición Hispano Francesa), en Revista Aragonesa, n.os 16-21, año II (julio-diciembre de 1908), págs. 44-45; L. de la Figuera Lezcano, “D. Ricardo Magdalena Tabuenca”, en Arquitectura y Construcción, n.º 232 (1911), págs. 327-333; R. Borobio Ojeda, “El arquitecto Ricardo Magdalena” (discurso del arquitecto R. Borobio Ojeda con motivo de su ingreso en la Institución Fernando el Católico), en Zaragoza (Institución Fernando el Católico, Diputación Provincial de Zaragoza), XXII (1964), págs. 8-39; A. Hernández Martínez, “La restauración monumental en el siglo XIX: las intervenciones de Ricardo Magdalena”, en Artigrama (Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza), n.os 6-7 (1989-1990), págs. 345-369; “Ricardo Magdalena, diseñador de mobiliario urbano: el kiosco del boulevard de San Sebastián”, en VV. AA., Actas del VI Coloquio de Arte Aragonés, Zaragoza, Diputación General de Aragón, 1991, págs. 15-26; J. Martínez Verón, Arquitectura Aragonesa: 1885-1920. Ante el umbral de la modernidad, Zaragoza, Delegación en Zaragoza del Colegio Oficial de Arquitectos en Aragón, 1993; G. Fatas, El edificio Paraninfo de la Universidad de Zaragoza. Historia y significado iconográfico, Zaragoza, Universidad, 1993; A. Hernández Martínez, “En el Centenario de las Facultades de Medicina y Ciencias 1893-1993 (estudio histórico-artístico)”, en VV. AA., 1893 Centenario del Paraninfo 1993, catálogo de exposición, Zaragoza, Universidad, 1993, págs. 43-80; “La figura del arquitecto municipal en la España de fin de siglo: las intervenciones urbanísticas de Ricardo Magdalena en Zaragoza (1876-1910)”, en VV. AA., Bienal de Arquitectura y Urbanismo en Zaragoza. Experimenta. Edición I, Madrid, Electa, 1993, págs. 276-293; Ricardo Magdalena. Bienal de Arquitectura y Urbanismo de Zaragoza, Madrid, Electa, 1994; M. P. Poblador Muga y C. Rábanos Faci, “Las dos sedes de la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza: la Antigua Facultad de Medicina y Ciencias y el Edificio de la Plaza de los Sitios”, en VV. AA., Centenario de la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza. 1895-1995, catálogo de exposición, Zaragoza, Ministerio de Educación y Ciencia y Escuela de Arte de Zaragoza, 1995, págs. 91-105; A. Hernández Martínez, Ricardo Magdalena. Cien años de historiografía sobre arquitectura aragonesa, Zaragoza, Cátedra de Arquitectura y Urbanismo Ricardo Magdalena de la Institución Fernando el Católico, 1997; A. Martínez Herranz, Los cines en Zaragoza (1896-1936), Zaragoza, Ayuntamiento, 1997; A. Hernández Martínez, “El arquitecto Ricardo Magdalena y la monumentalización del Teatro Principal de Zaragoza”, en Artigrama, n.º 13 (1998), págs. 51-68; Magdalena, Navarro, Mercadal. Vidas paralelas, Zaragoza, Caja de Ahorros de la Inmaculada, 1999; Vida y obra del arquitecto Ricardo Magdalena (1849-1910), Zaragoza, Prensas Universitarias, 1999; “¿Conservamos o destruimos el patrimonio industrial? El caso del Matadero Municipal de Zaragoza (1888-1999)”, en Artigrama, n.º 13 (1999), págs. 157-182; “La casa de D. Luis Manuel Buñuel en Calanda y su relación con la arquitectura de Ricardo Magdalena”, en La Historia Local en la España, Barcelona, L’AVENÇ-Departamento Historia Moderna y Contemporánea de la Universidad de Zaragoza, 1999, págs. 303-313; A. Martínez Herranz, El Teatro Principal, Zaragoza, Ayuntamiento, 1999; A. Hernández Martínez, “Aproximación a la geografía del modernismo en Aragón: la obra del arquitecto Ricardo Magdalena (1849-1910)”, en Arquitectura y Modernismo: Del Historicismo a la modernidad, Granada, Universidad, Departamento Historia del Arte, 2000, págs. 283-295; J. Martínez Verón, Arquitectos en Aragón: Diccionario histórico, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2001; A. Hernández Martínez y P. Biel Ibáñez, “Precisiones en torno a la arquitectura neomudéjar en Aragón”, en VV. AA., Arte Mudéjar Aragonés. Patrimonio de la Humanidad, actas del X Coloquio de Arte Aragonés, Zaragoza, Institución Fernando el Católico y Departamento de Historia del Arte, Universidad de Zaragoza, 2002, págs. 331-371; A. Martínez Herranz, La arquitectura teatral en Zaragoza. De la restauración borbónica a la guerra civil (1875- 1939), Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2003; P. Biel Ibáñez, Zaragoza y la industrialización. La arquitectura industrial en la capital aragonesa entre 1875-1936, Zaragoza, Institución Fernando el Católico-Gobierno de Aragón, 2003.

 

Ascensión Hernández Martínez