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Francisco de Alberro

Biografía

 

Alberro (o Alberró), Francisco de. España, p. m.s. xvii – ?, 1682 post. Juez oficial de la Casa de Contratación de Sevilla, veedor y contador de Armada de Indias, gobernador y capitán general de la provincia de Venezuela entre los años 1677 a 1682.

El historiador venezolano J. Llavador (1969) lo apellida “Alberro Caballero”, pero el segundo apellido es erróneo, pues se trata de una mala interpretación de la Real Cédula de nombramiento en la que se dice: “Don Francisco de Alberro Caballero del Orden de Santiago”. Para sustituir al fallecido gobernador y capitán general de Venezuela, don Francisco Dávila Orejón, la reina gobernadora, doña Mariana de Austria, designa por Real Cédula de 11 de agosto de 1675, a un alto funcionario de la Casa de Contratación, Francisco de Alberro, que tenía el puesto de juez oficial (designado el 27 de mayo de 1662) y era, además, veedor y contador de la Armada de Indias (designado el 9 de mayo de 1672). Este nombramiento tiene una singularidad: Alberro obtuvo su designación luego de haber ofrecido 28.000 pesos para “ayuda de las necesidades presentes de la Monarquía”, con lo que se inicia una serie de designaciones de gobernadores donde en el nombramiento priva el sentido monetario; es decir, que de los dotes de “experiencia, inteligencia y satisfacción real” que eran los motivos de las designaciones precedentes, se entra en una compraventa del empleo. La adminis tración del Estado demostraba así su decadencia; corre el año 1675.

El historiador venezolano J. Llavador (1969), publicó íntegra la Real Cédula de nombramiento, firmada por doña Mariana de Austria en Madrid, que comienza así: “Don Carlos, etc., y la Reyna, etc. Por quanto teniendo consideración a lo que vos don françisco de Alverro Caballero del orden de Santiago Juez Oficial de la casa de contratación de sevilla y veedor de la Audiencia de ella mehaveis servido y de lo que haveis ofrecido hazer para ayuda de las necesidades pressentes de la monarchia con veynte y ocho mill pesos en que se an de benefiçiar vuestros dos oficios os hizo merced por decreto de diez y nuebe de junio pasado deste año del puesto de Governador y Capitan General de la provincia de Benezuela para cuando vacase por haver cumplido el Maestro de Campo D.

françisco davila orejon que al presente le servia o por cualquier accidente de muerte promoción o suspensión con calidad de que se os aya de mantener en goze de los gajes y hemolumentos de vuestros dos oficios hasta que os embarqueis para ir a servir el referido cargo de Governador de Caracas u respecto a haverse beneficiado dichos dos oficios en la cantidad referida de veynte y ocho mil pesos para la Real hazienda y haver constado que ha fallecido don francíscp davilña orejon con que se halla vaco el dicho puesto he tenido por bien elegiros y nombraroscomo por la presente os elijo y nombro por Gobernador de la Provincia de Benezuela en lugar de Don Françisco davila orejon y es mi Merced y voluntad que ahora y de aqui adelante seais mi Governador de ella por espaçio de çinco años mas o menos el que fuere mi voluntad demas de los quales os señalo dos meses para llegar a tomar posesion deste cargo que han de correr y contarse desde el dia que os hiçierades a la vela en uno de los Puertos de san lucar de Barrameda o cadiz para seguir vuestro viaje [...]”.

El nuevo gobernador sale de Cádiz en una flota de cinco buques: tres para reforzar la escuadra de Barlovento, uno para Cumaná y uno para La Guaira; en éste viajaba Alberro, con el capitán Juan de Arrechederra, procurador de Venezuela en Madrid, y otros caballeros. Arribó la flota a La Guaira el 6 de julio de 1677 y fue recibido en solemne sesión por el Ayuntamiento de Caracas, según ceremonial establecido, el día 13. Acto seguido inicia su gestión, que fue bastante activa y, sobre todo, dedicada a la muy importante tarea de las fortificaciones costeras e, incluso, al amurallamiento de Caracas.

El Consejo de Indias ya le había dado instrucciones sobre la conveniencia de fortificar “Caracas o La Guaira”. Alberro, dispuesto a realizar esta misión, se instruye por medio del cabildo y de personas competentes.

Y celebra un cabildo abierto, en donde se decide que lo que habría de fortificarse debería ser Caracas, la capital, y no La Guaira, su puerto de mar.

Alberro es de opinión contraria: debe fortificarse La Guaira y, además, amurallarse Caracas. Con su decisión escribe al rey y envía los planos, diciendo, de paso, que los vecinos de Caracas “están faltos de toda experiencia militar”. Designa, en 1677, a su hijo Cipriano de Alberro teniente gobernador de Maracaibo.

En agosto de 1678 se produce una alarma sobre posible invasión de La Guaira por una flota francesa, lo que hace reavivar los trabajos de defensa. Alberro hace, además, un informe sobre el ruinoso estado de los caminos de Caracas al mar. En septiembre de 1679 hace cumplir la Real Cédula de 28 de mayo de 1672 de abolición del servicio personal de los indios.

En la noche del 26 de junio de 1690 el pirata francés Grammont de la Mothe asalta por sorpresa el fortín de Salto del Agua, en La Guaira; con sólo 47 hombres hace prisioneros a 150, entre ellos el castellano y jefe de las fuerzas Cipriano de Alberro, hijo del gobernador.

Al día siguiente la noticia causa tal espanto en Caracas que salen mulas con los fondos y los libros de la Real Hacienda hacia escondites. Pero en La Guaira el capitán Juan de Laya reúne a unos cuantos dispersos y ataca al enemigo; ante el decidido ataque y la noticia de que desde Caracas bajaban muchas tropas, Grammont opta por reembarcarse y huir, sin “llevarse un buen botín y los cañones de bronce de Su Majestad”; se llevó algunos prisioneros, dejó nueve muertos y el pirata huyó malherido, con un machetazo en el cuello. Cipriano Alberro fue liberado sano.

Como consecuencia de este ataque se procedió a construir una muralla alrededor de Caracas. Se recibe una Real Cédula que le ordena iniciar primero la fortificación de La Guaira y después construir las murallas de Caracas; dado el estado de las obras, ejecuta los dos trabajos al mismo tiempo.

Su mandato finalizó el 3 de julio de 1682, pero gobernó hasta el 22 de diciembre, puesto que su sucesor, Melo Maldonado, no se presentó hasta dicho día.

Melo le hizo un juicio de residencia, “uno de los más voluminosos que se conservan en el Archivo de Indias” en el que se imputaron diversos abusos de poder, cobros, exacciones y apropiaciones ilegales; la ciudad de Caracas lo demandó por la construcción de la muralla, aunque parte de ella había sido pagada por Alberro de su propio bolsillo.

 

Bibl.: R. M. Baralt, Resúmen de Historia de Venezuela [...], vol. I, París, Imprenta de H. Fournier y C.ª, 1841, pág. 443 [“Alverro”]; L. A. Sucre, Gobernadores y Capitanes Generales de Venezuela, Caracas, Litografía y Tipografía del Comercio, 1928, págs. 179-181; VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, vol. LVII, Madrid, Espasa Calpe, 1929, pág. 1066; R. Magdaleno, Títulos de Indias, Valladolid, Archivo General de Simancas-Patronato Nacional de Archivos Históricos, 1954, págs. 10 y 17; M. Briceño Perozo, Documentos para la Historia de la Fundación de Caracas existentes en el Archivo General de la Nación, Caracas, Archivo General de la Nación, 1969, págs. 18, 139-140, 155-156, 199, 246, 250-251; J. Llavador Mira, La Gobernación de Venezuela en el Siglo xvii, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1969, págs. 8, 11, 26, 51, 63, 75, 92, 95-96, 190-195; G. Morón, Historia de Venezuela, vols. I-IV, Caracas, Italgráfica Impresores Editores, 1971, págs. 161-162, 400-408, 411, y págs. 427, 454, 642; J. P. Lobies (ed.), Index Bio-Bibliographicus Notorum Hominum, vol. II, Osnabrück (Alemania), Biblio Verlag, 1975, pág. 1711; “Alberro, Francisco de”, en VV. AA., Diccionario de Historia de Venezuela, vol. I, Caracas, Fundación Polar, 1988, págs. 86-87; L. Vaccari San Miguel, Sobre Gobernadores y Residencias en la Provincia de Venezuela (siglos xvi, xvii, xviii), Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1992, págs. 83, 85, 95, 195; VV. AA., Gran Enciclopedia de Venezuela, vols. III y X (Biografías), Caracas, Globe, 1998, pág. 112 y pág. 39, respect.

 

Fernando Rodríguez de la Torre