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José Pérez Díaz

Biografía

Pérez Díaz, José. Baltasar Díaz. Auñón (Guadalajara), 10.III.1692 – Santo Domingo de Silos (Burgos), 24.IV.1776. Abad benedictino (OSB).

Recibió las aguas bautismales en la iglesia parroquial de Auñón nueve días después de nacer. Posiblemente su familia estaba emparentada con dos monjes benedictinos que fueron abades de San Benito de Huete (Cuenca), los padres Gaspar Díaz y Miguel Díaz, naturales, como él, de Auñón. Esto explicaría el ingreso de José en el lejano Monasterio de Santo Domingo de Silos, del que dependía la Abadía de Huete. Tomó el hábito el 16 de diciembre de 1707, cambiando su nombre de pila por el de Baltasar de San Anselmo. Profesó el 12 de febrero de 1708 e inmediatamente, según costumbre de la Congregación de San Benito de Valladolid, a la que Silos pertenecía, comenzó los estudios filosófico-teológicos en el Monasterio y Universidad de Irache (Navarra). Allí se encontró con otro monje estudiante de su mismo nombre y apellido y para evitar confusiones suprimió su apellido paterno, siendo conocido desde entonces como fray Baltasar Díaz.

De 1717 a 1721 fue pasante y luego lector de Artes (1721-1725) en el Colegio de San Andrés de Espinareda (León). De allí volvió a Irache como maestro de estudiantes hasta 1729; fue entonces cuando, el 2 de enero de 1727, se doctoró en Teología y Derecho Canónico. El capítulo general de la Congregación lo nombró abad de Silos en mayo de 1729 cuando sólo contaba con treinta y siete años de edad. Durante su cuatrienio (pues de acuerdo con las Constituciones vallisoletanas los abades eran temporales) se realizaron en Silos obras de gran importancia. Recién nombrado abad comenzó la construcción de la escalera de los leones y del nuevo claustro barroco; en 1732 decidió el traslado de las reliquias de santo Domingo de Silos desde su antiguo sepulcro en la iglesia a una hermosa urna de plata, para la que se hizo ex profeso una nueva y suntuosa capilla. El 19 de abril de 1733 todo estaba dispuesto para proceder, como así se hizo, a la solemne traslación de santo Domingo de Silos.

Con tal motivo, fray Baltasar Díaz consiguió del papa Clemente XII la extensión del rezo del santo a todos los dominios del rey de España y su inclusión en el martirologio romano.

Terminado su abadiato, el padre Díaz fue destinado a San Vicente de Oviedo como regente de estudios y definidor de la Congregación. Allí estuvo hasta 1737, año en que fue nombrado procurador general de la Congregación de San Benito de Valladolid en Roma. Ocho años estuvo en la Ciudad Eterna, de donde volvió con una rica colección de pinturas para su Monasterio de profesión, del que fue elegido abad por segunda vez en 1749. Sus proyectos arquitectónicos para esta ocasión eran mucho más ambiciosos: derribar la ruinosa iglesia románica y sustituirla por una nueva, cuyos planos encomendó a Ventura Rodríguez, considerado el mejor arquitecto español del momento. El 21 de octubre de 1751 colocó la primera piedra del nuevo templo; hasta 1753 las obras marcharon a buen ritmo, pero a partir del cambio de abad fueron cada vez más lentas hasta su total paralización en 1757, año en que fray Baltasar recibió el honroso título de maestro general de la Congregación.

En 1765, cuando fue nombrado por tercera vez abad de Silos, reemprendió los trabajos con la esperanza de ver pronto concluido el nuevo templo. Al finalizar su último mandato en abril de 1769, cuando ya contaba con setenta y siete años de edad, Díaz permaneció en su Monasterio, donde vio con disgusto los cambios que se imprimían en al magnífico proyecto inicial y una nueva paralización de las obras en 1773, cuyo final no llegó a ver. Murió a los ochenta y dos años de edad, el 24 de abril de 1776, siendo el primer monje enterrado en el nuevo cementerio, situado dentro de la iglesia, ante la capilla de Santo Domingo de Silos.

El padre Díaz redactó las llamadas Memoriæ Silenses, una especie de crónica de los sucesos más relevantes acaecidos en el Monasterio de 1732 a 1774 y, por tanto, un precioso testimonio de las obras de la capilla del santo y de la nueva iglesia. También ha dejado una descripción de los Monasterios de Montecasino y Subiaco, que visitó en 1742 y 1743, durante su estancia romana, y un Tratado de oración, inspirado en la doctrina de santa Teresa de Jesús. Suya es la aprobación del tomo VII del Theatro crítico universal de Feijoo, publicado en Madrid en 1736.

 

Obras de ~: Memoriæ Silenses, s. l., s. f.; Tratado de oración, s. l., s. f.

 

Bibl.: M. Férotin, Histoire de l’Abbaye de Silos, Paris, E. Leroux, 1897, págs. 179-183 y 246-247; E. Zaragoza Pascual, Abadologio de Santo Domingo de Silos (siglos x-xx), Burgos, Institución Fernán González, 1998, págs. 67-69; C. J. Palacios Palomar, Patrimonio artístico y actividad arquitectónica del monasterio de Santo Domingo de Silos, Silos, Stvdia Silensia 2001 (series maior IV), págs. 168-172; S. López Santidrián, “El Tratado de Oración de Baltasar Díaz, maestro general y abad constructor”, en Stvdia Silensia, XXV (2003), págs. 269-304.

 

Miguel C. Vivancos Gómez, OSB

 

 

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