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Rafael Menacho y Tutlló

Biografía

Menacho y Tutlló, Rafael. Cádiz, 22.V.1766 baut. – Badajoz, 11.III.1811. Militar de Infantería, mariscal de campo.

Fue bautizado en la Catedral de Cádiz el 28 de mayo de 1766. Era hijo de Benito Menacho-Fajardo y de la Parra, coronel y comandante de Dragones de Arequipa, que levantó a su costa tropas de milicias, y de Francisca Tutlló de Fajardo y Guzmán.

Recibió sus primeras enseñanzas en Cádiz, en casa de sus padres, donde aprendió Gramática, Lengua Francesa y Filosofía; pasó luego a la Academia Militar de El Puerto de Santa María, dirigida por Gonzalo O’Farrill, y realizó, entre otros, los estudios de Matemáticas Superiores y otros estudios militares.

El 3 de octubre de 1784 sentó plaza de cadete en el Regimiento de Infantería de la Victoria n.º 38, donde permaneció diez años. Fue ascendido a subteniente el 15 de julio de 1787; a segundo teniente, en 17 de agosto de 1791; a segundo teniente de Granaderos, en 2 de diciembre de 1793; a primer teniente en 11 de julio 1794, y a teniente de Granaderos, en 9 de mayo de 1795, habiendo pasado a Cazadores Voluntarios de la Corona donde estuvo nueve años. El 4 de septiembre recibió el grado de teniente coronel; el 18 de octubre siguiente, el empleo de capitán; y el 12 de agosto de 1798, el de capitán de Granaderos. En 26 de diciembre de 1802 pasó de sargento mayor al batallón de voluntarios de Campo Mayor, de los que fue comandante el 10 de julio de 1808, y el 24 del mismo mes fue promovido a coronel vivo y efectivo. El 18 de abril de 1809 obtuvo el empleo de brigadier, dejando el mando de campo mayor. Finalmente, en 23 de septiembre de 1810, fue nombrado “Mariscal de Campo, Gobernador Militar y político de Badajoz, y General de la guarnición con facultades en todas sus jurisdicciones”.

Se dijo de él que era de buena presencia, amable y discreto, firme de carácter, eficaz y osado, si bien seco en corresponder a los halagos. Oficiales y tropa lo admiraban. Su grandeza de espíritu se refleja en una carta que escribió a su esposa durante el sitio, en la que dice: “¡Yo prisionero... ¡Yo á Francia...! ¡Yo atado al carro triunfal del vandido Soult...! ¡Quanto tus temores ofenden mi gloria! Tu amor recela lo que ni aún en el delirio de su ambición se atreve él á desear. Te amo, sí; amo á nuestros hijos; pero este mismo amor me enciende más en el amor á mi Patria. ¿De qué pues podré servirle en París, dando un espectáculo...? ¡Idea horrible! Si Dios tiene decretada la ruina de Badajoz, no mi ignominia. Sus divinos arcanos están envueltos en una noche inescrutable aún á los Angeles: bástale al hombre que incesantemente le llame á la virtud. ¿Y qué otra más sagrada pudo prescribiese quando armó mi brazo con la espada vengadora de su nombre, de sus altares, de sus...;? ¡Odio eterno hasta más allá del sepulcro! Yo se lo juré: yo lo cumpliré. Sostenido por su omnipotente brazo, y por el valor que inspira en cada uno de estos héroes que me ha dado á gobernar, seré exemplo al mundo de lo que puede un caudillo amado y obedecido.

”¡Capitular...! ¡O día de gloria! ¡Véote llegar, y mi alma regocijada se exála á recibirte! Vedles, compañeros: ya llega...! ya llega el término señalado para que sirváis de admiración á todos los siglos. Llegó... ¡Ved los fosos convertidos ya en sepulcros de esos abominables enemigos de Dios y de los hombres: ved á aquellos correr despavoridos huyendo de la muerte, y que á su despecho la encuentran en la ignominia: ved sus huestes ominosas reducidas ya á un corto número de desalentados. ¡Más ah! ¡que ya de los defensores de estos muros faltan los más señalados! ¡Más ah! ¡que los pocos que quedamos, debemos mirar á los que nos han precedido! ¡Debemos dexar menos enemigos á los que han de vengarnos! Esto es ya lo único que de nosotros esperan: esto es ya lo único que podemos hacer: hagámoslo, pues, por nuestra religión, y por nuestra Patria. Ella llora como igualmente perdidos sus hijos muertos ó aherrojados: no lo seamos para su gloria, ni para la nuestra. Muramos, sí; pero sea sacrificando antes á su justicia, quantas víctimas alcance la espada de nuestra indignación: hagamos á nuestros hermanos más fáciles los triunfos que deben coronarlos.

”Estos son, amada esposa, mis votos de tí bien sabidos.

Felicítome desde ahora, de que por mí seas el objeto de la gratitud y del amor de los buenos. Sí; cualquiera que sea mi suerte, vencedor ó muerto, la tuya será siempre envidiable. Aquella es, dirán todos señalándote con el dedo, aquella es la muger ó la viuda, y aquellos son los hijos de Menacho”.

Toda su vida se vio marcada por el breve pero heroico período de la defensa de Badajoz, y sus biógrafos pasan por alto sus múltiples méritos desde el inicio de su carrera hasta mariscal de campo. Durante el tiempo que estuvo de guarnición en Ceuta, bombardeada y sitiada durante 1791 por el emperador de Marruecos, asistió y participó muy activamente en su defensa.

Con su Regimiento pasó de guarnición a la plaza de Valencia, donde se encontraba al declararse la guerra a Francia el año de 1793, solicitando en tres ocasiones ser destinado a campaña. Cumpliéndose sus deseos, se dirigió con toda urgencia al Rosellón. Entró en Francia al tiempo que nuestras tropas se retiraban de Argelés, el día 3 de octubre de 1793, fue herido gravemente en el ataque de ese día, en el brazo izquierdo y contusionado en la rodilla del mismo lado, de golpe de bala de cañón; lesiones que le obligaron a permanecer tres meses en el Hospital de San Fernando de Figueras, con el brazo entablillado.

El 30 de abril de 1794, cuando atacaron los franceses, estuvo en vanguardia con los granaderos, en un continuo fuego toda la noche; al día siguiente se emprendió la retirada hasta el Coll de Portell, en la que el general en jefe, conde la Unión, ordenó a Menacho que cubriese la retirada del ejército; en esta retirada fue herido de bala de fusil en una rodilla el día 1 de mayo.

En el ataque de la Muga, el 19 del mismo mes de mayo, con su unidad de granaderos, se distinguió, rechazando al enemigo, por lo que dicho general pasó informe al Regimiento de Valencia, para que constase en su hoja de servicios tan distinguida operación, cuyo pormenor se publicó en la Gaceta de Madrid.

Estuvo comisionado Menacho, en las partidas de guerrillas, escuchas y descubiertas, la mayor parte del tiempo que guarnecieron las tropas las líneas del Campo de Maxarrach y sus alturas, aseguró y protegió con ellas este puesto; y en las referidas posiciones en donde estaba avanzado sostuvo varios ataques en junio y julio.

Participó en la maniobra de diversión a Cantallops, del 13 de agosto, en la que llevó el mando, y aquella misma tarde en el ataque enemigo. Sus guerrillas lucharon hasta bien entrada la noche, conteniéndolo sin perder su posición. En el ataque de la batería de la Trompeta, fue herido en el muslo de bala de fusil.

Asistió a toda la campaña del año de 1795, donde participó en múltiples acciones de guerra. Se distinguió en el asalto de la plaza de Bellegarde y en su socorro, antes de su pérdida, introduciendo de noche víveres con sus partidas. Por sus méritos en esta campaña fue graduado por Real Orden de 4 de septiembre, de teniente coronel.

En la retirada de San Lorenzo de la Muga, cuando se iba a retornar a Bellagarde, reunió las tropas del general Solano que venían dispersas, por lo que desistió el enemigo de su persecución, por ello el general en jefe, conde de la Unión, le elogió y abrazó en público, recomendándolo al Rey.

Participó en los combates de Truillas y Perestorts, ganados a los franceses por el general Antonio Ricardos.

En la pérdida de San Fernando de Figueras, hallándose accidentalmente dentro de la plaza, se salió de ella y recogiendo cuanta tropa pudo se presentó después en Gerona al marqués de las Amarillas. En la acción que en 1795 tuvo en el Rosellón con sus partidas contra fuerzas francesas, viéndose en peligro, mandó formar su batallón y tocar a degüello, con lo que logró desanimar al enemigo, retirándose éste en fuga precipitadamente; por esta intervención, lo recomendó el general Urrutia y la Gaceta de Madrid publicó la acción.

Fue destinado al Regimiento de Voluntarios de Cazadores de la Corona el año de 1795, y en este Cuerpo le fue conferido mando de Compañía efectiva de fusileros, el 18 de octubre. En el año de 1797, marchó con los referidos Cazadores a formar parte del ejército contra Portugal, a las órdenes de los generales Urrutia y Pardo. En agosto se le confirió la Compañía de gastadores, y con ellos concurrió a las entradas y toma de Aronches, Puerto Alegre y Castel Davide, así como varias acciones en 1801, como las tomas de Olivenza y de Campo Mayor.

Creado el batallón Ligero de Campo Mayor, el año de 1802, fue nombrado, en 26 de diciembre, sargento mayor de él. Estando con el batallón de guarnición en la plaza de Cádiz, sufrió la epidemia de 1804, que por Real Orden se reputó como campaña.

Al declararse la guerra a la Gran Bretaña, a principios de 1805, salió de Cádiz, para unirse al bloqueo de Gibraltar, y continuó en el bloqueo hasta la suspensión de las hostilidades. Al iniciarse la guerra contra los franceses, marchó con su Regimiento, el 1 de junio de 1808, de la ciudad de San Roque, para unirse al ejército a las órdenes del general Pedro Agustín de Echevarri.

Fue muy útil a Echevarri este refuerzo para contener al general Dupont; logrando hacer con orden la retirada de las posiciones de los visos de Andújar, en el puente de Alcolea, en Córdoba, donde se fortificaron los de su batallón hasta quemar el último cartucho.

El 10 de junio, pasó con el batallón Campo Mayor, a la vanguardia del ejército que mandaba Castaños, y el 10 del siguiente mes, recibió el despacho de comandante de su batallón. El 15 se le confió el mando de la vanguardia de la división del teniente general Manuel de la Peña, la cual se componía además de su batallón de Campo Mayor, de varias unidades de Infantería y Caballería y cuatro piezas de Artillería. El día 19 del mismo mes, concurrió a la gloriosa batalla de Bailén, fue premiado con la medalla que se creó para todos los que asistieron a esa jornada, y en 24 de julio fue ascendido a coronel efectivo.

Siguió con el ejército de Castaños a Madrid y participó en las acciones del 26 de octubre en San Adrián y, el 12 de noviembre, en el ataque y ocupación de Argoncillo; el 23 en la acción de Cascante, cubriendo la retaguardia de todo el ejército. En la retirada de estas divisiones, volvió a ocupar la retaguardia con su tropa, conduciendo la artillería por las sierras de la Alcarria.

El 25 de diciembre se encontró en el ataque de Tarancón, en que el mariscal francés Víctor fue batido y arrojado de la villa. En los días 3, 4, 5 y 6 de enero de 1809 se halló en la defensa y retirada del dicho Tarancón y Santa Cruz de la Zarza y en la desgraciada batalla de Uclés, dada el 13 del mismo mes, después de la cual se replegó con su batallón.

El duque del Infantado, general en jefe del Ejército, elogió los conocimientos militares de Menacho.

Se unió por fin al ejército que se estaba organizando en Sierra Morena, para cubrir Andalucía, y de ésta lo destacaron para las acciones de Mora el 18 de febrero, en la que mandaba una de las divisiones del Ejército que iba encomendado al duque de Alburquerque, y en la defensa y retirada de Consuegra, el 22 del mismo mes.

Pasó luego a Extremadura y se batió en Medellín el 28 de marzo, por lo que el 9 de abril fue ascendido a brigadier y recibió el escudo de distinción.

Destinado a la expedición de Mérida, ganó el paso del Guadiana y puso sitio a una casa fuerte el 15 de mayo, y el 16 fue herido por una bala de fusil que le atravesó el muslo izquierdo, pero no quiso retirarse de su puesto hasta el 18, que se le agravó la herida. Una vez curada, se incorporó a su batallón.

Al mando de la tercera división del Ejército de Extremadura, defendió y auxilió el 19 de noviembre el Puente del Arzobispo, y tomó parte en las acciones de las Mesas de lbor, en Extremadura, después de la batalla de Talavera.

Habiendo recibido oficio del marqués de la Romana para que hiciese por auxiliarlo, pues se hallaba en Badajoz sin guarnición para su defensa, consiguió entrar en la plaza a media noche; cuyo suceso refiere la Gaceta de Badajoz del mes de enero de 1810.

Seguidamente le mandó el marqués de la Romana que cubriese la plaza de Olivenza, y el 6 de febrero salió de ella a la cabeza de su división, con orden de situarse en la posición de Santa Olalla; pero al llegar a Santa Marta el día 8, tuvo noticia de que los enemigos, después de ocupar Sevilla, se habían apoderado del citado campamento, por lo cual emprendió su retirada por Feria, en donde se presentaron los franceses y lo sitiaron el día 9; los batió y rechazó. Marchó a Salvatierra, en donde estuvo cercado y sin víveres, hasta que el día 10 en la noche, recibió la orden de elegir dirección y pasar a Badajoz, amenazado por el enemigo.

Maniobró hábilmente, y el 11 atravesó la línea francesa que circundaba la plaza, entrando en ella la madrugada del día 12, entre las aclamaciones del pueblo, reforzando la guarnición con su división. El brigadier Menacho se mantuvo cubriendo la plaza, y el 27 de abril hizo una salida, porque se presentaron de nuevo los enemigos con fuerzas, por el lado de Gébora; y tomando posiciones en las alturas de San Cristóbal, los desalojó de ellas y de la línea de Bervick, que ya ocupaban.

El 11 de agosto ya estaba destinado de segundo jefe de las tropas del mando del general Francisco Ballesteros, y se halló en la acción de Canta el Gallo y en la de Jerez de los Caballeros el día 16. El 6 de septiembre siguiente se encontró en la de Arocena, persiguiendo con su división a los enemigos.

El 23 de septiembre de 1810, el Consejo de Regencia lo promovió al empleo de mariscal de campo, y lo nombra gobernador militar y político de Badajoz, y general en jefe de la guarnición. Trabajó con el mayor acierto y vigilancia para defender la plaza y reforzó la fortaleza, porque los enemigos habían formalizado el sitio de ella desde fines de enero de 1811.

“Desde el 30 de enero —dice Gómez Villafranca en su libro Extremadura en la Guerra de la Independencia Española— comenzaron los sitiados en Badajoz, a hacer salidas de la plaza, con objeto de impedir ó desbaratar las obras que emprendían los sitiadores para apretar el cerco; y aquellos actos de temerario arrojo, aún costando muchas vidas, estrecharon los lazos entre militares y paisanos, porque juntos arrostraban los peligros y dabanse mutuas pruebas de intrépida resolución á defenderse, adquiriendo así confianza en el triunfo.

”Imaginó Soult que la escasa guarnición y el vecindario se intimidarían solamente con ver el aspecto bélico que desplegaba y formuló enseguida las primeras proposiciones de rendición el 2 de Febrero; pero Menacho las rechazó gallardamente, y con esto creció el entusiasmo de las tropas y vecinos de Badajoz, que cobraron más esperanza de vencer cuando supieron que el día 4 habían llegado á Elvas los 12.000 hombres que se suponían formaban las divisiones de O’Donnell y La Carrera.

”El General en Jefe, Mendizábal, aprovechó este favorable suceso y dejando á Menacho que dirigiera nuevas salidas contra los sitiadores, algunas de las cuales, guiadas por los brigadieres España y La Carrera, produjeron excelentes resultados, aunque otros los dieron incompletos y lamentables, empleó la caballería de La Carrera en distraer á los franceses para despejar él mismo de enemigos las inmediaciones de la plaza y penetrar en ésta, como lo consiguió el día 7; desde el cual quedó aumentada considerablemente la guarnición.” Cuando el 7 de febrero, se realizó la tercera salida, para desalojar a los sitiadores, subió como acostumbraba al muro, para dirigirla y protegerla con sus acertadas disposiciones; mas una bala de fusil le hirió en el muslo derecho. Ocultó esta novedad, para que no desmayara el ánimo de los sitiados, viéndole como siempre acudir a los sitios de más peligro y dictar las más acertadas disposiciones, que a cada paso eran indispensables.

Nuevo chasco dio Menacho a Soult, cuando éste reiteró sus propósitos de entrega de la plaza, habiéndose hecho la ilusión de que el descalabro del día 19, llevaría el espanto al ánimo del pueblo, de la guarnición y hasta del propio gobernador, y recibió de este general un billete en el que con laconismo militar, le expresaba su firmeza; terminando de este modo: “¡Viva la Patria!, Menacho”. Frase que se hizo celebre y popularísima en España, y la recoge el Diccionario Popular de Extremadura.

Con la respuesta a las proposiciones de Soult, dice Gómez Villafranca, en su ya citado libro “se manifestó la resuelta disposición de los sitiados por el, y al comenzar el mes de Marzo, no podía dudarse de que la conquista de Badajoz, había de ser trabajosa empresa, del genero de las que prometen terminar con una hecatombe. Arreció en sus ataques el Duque de Dalmacia menudeando las embestidas; resistialas la plaza con tesón y firmeza, y llegó la gente á mirar no solo sin pavor, sino hasta con indiferencia las bombas que el enemigo lanzaba sobre la población, cuyo vecindario apedreaba con los guijarros de las calles á los sitiadores, que amenazaron con disparar bala roja contra los sitiados.

”Tropa y paisanos —continúa diciendo el autor citado— rivalizaban en celo por el servicio de la defensa: y Menacho, sacando el mejor partido de aquella venturosa comunidad de actitudes, no desperdiciaba ocasión para repetir las salidas de militares y pueblo al campo enemigo; y, decidido á continuar la defensa dentro del recinto murado cuando fuese imposible ó demasiado imprudente salir de él, ordenó la práctica de obras, como trincheras, parapetos, etc., en las calles; troneras en las casas y fortines en los edificios de mayores proporciones, que serían útiles para que los franceses tuvieran que ir palmo á palmo haciéndose dueños de la ciudad, luego que consiguieran penetrar en ella.

”Bien provista de víveres á beneficio del acopio hecho en previsión de las ocurrencias, y que, si no eran escasos en los almacenes del ejército, tampoco en las despensas de los particulares, acababan de hacer las acostumbradas matanzas; contaba también con suficientes de guerra, para no temer que la falta de armas, ni de proyectiles obligase á prematura rendición”.

No obstante la herida que recibiera Menacho, sobreponiéndose a los dolores que experimentaba, siguió en el gobierno de la plaza, recorriendo con frecuencia las murallas, hasta que habiendo sobrevenido la inflamación de la pierna, se vio obligado a hacer cama.

Bien pronto se echó de menos su presencia sobre el muro, cuando los enemigos tenían practicada la brecha en la cortina de la muralla, entre los baluartes de Santiago y San Juan, llamada del Campo de San Francisco, pues a los tres días de hallarse postrado, le manifestaron algunos oficiales y vecinos amigos suyos, que la tropa y el pueblo estaban descontentos con no verlo mandar. No fue preciso más, para que volviera a tomar el mando de la plaza y se hiciese conducir sobre la muralla, ayudado de sus ordenanzas y apoyado sobre el sargento Hilarión Giral.

Inmediatamente dispuso la cuarta y última salida, que verificaron los sitiados, con número corto de defensores, apoyado por las Compañías de Granaderos de todos los Cuerpos de la guarnición, para clavar la artillería y destruir el fuerte de Pardaleras, y cuando Menacho presenciaba desde el baluarte de Santiago, el estrago que en las líneas francesas causaban los valientes granaderos, una bala de metralla le penetró, dejándolo mortalmente herido, en la tarde del 4 de marzo de 1811. Después todavía habló siete minutos, lamentando no poder ser ya por más tiempo útil a la patria. Su cadáver fue conducido a la catedral, donde recibió cristiana sepultura, siendo muy sentida su muerte por la guarnición y vecindario.

El Consejo de Regencia al comunicar a las Cortes la infausta noticia de la rendición de Badajoz, decía: “[...] una guarnición y un pueblo merecedores de la mayor consideración de la Patria, y á beneficio de los cuales debe eternizarse su memoria como una de las más valientes defensas de este siglo, y de los heroicos hechos de la presente guerra. El dignísimo Gobernador Don Rafael Menacho, perdió la vida antes que la plaza. Este valiente oficial ha dejado familia, que por todos títulos es acreedora al reconocimiento y generosidad de la Patria; y S.A. no puede dejar de recomendarla muy particularmente á S.M, para que se sirva tenerlo en consideración”.

Existe para honrar su memoria varias calles con su nombre, tanto en su ciudad natal como en Badajoz, así mismo en el centenario se levantó un mausoleo en la catedral donde reposan sus restos, y la base de una brigada actualmente lleva su nombre.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar (Segovia), Secc. 1.ª, Exp. personal; Col. Rey Joli; Archivo Personal Eduardo García-Menacho.

A. Castro, Historia de Cádiz y su provincia, Cádiz, 1838; E. Guiu y Marti, El año militar español. Colección de episodios, hechos y glorias de la historia militar de España, Barcelona, F. Giró, 1877; R. Gómez Villafranca, Extremadura en la Guerra de la Independencia Española, Badajoz, Uceda Hermanos, 1908 (reimpr. Badajoz, Editora Regional de Extremadura, 2008); E. Croquer Cabezas, Noticias Genealógicas y Biográficas del mariscal de Campo D. Rafael Menacho, Cádiz, 1912; E. García-Menacho y Osset, Efemérides Artilleras, Segovia, Patronato del Alcázar, 1990.

 

Eduardo García-Menacho y Osset