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Atanasio de Lobera

Biografía

Lobera, Atanasio. Herce (La Rioja), p. m. s. xvi – Valladolid, 1605. Monje cisterciense (OCist.), teólogo, filósofo, historiador, cronista de Felipe II, hagiógrafo.

Como otros muchos monjes de Galicia y sus tierras, ingresó muy joven en el gran monasterio de Montederramo, que dio grandes personalidades a la Congregación Cisterciense de Castilla, dada la intensa vida religiosa y de estudio que allí se llevaba. Hallábase este monasterio a seis millas de Orense. Venía el nombre de su fundador don Raimundo, conde de Galicia (Monte de Ramón), hermano del emperador Alfonso. Sin embargo una carta de fundación de 21 de agosto de 1124 señala como fundadora a Teresa, hija de Alfonso VI, rey de León, casada con Enrique de Borgoña, conde de Portugal, para erigir un monasterio de la Orden de San Benito, con el nombre de San Juan de Montederramo. Pasó al Císter, en 30 de marzo de 1153 con el nombre de San Juan de Montederramo. Su primer abad cisterciense fue Pedro. Fue este monasterio un gran centro de estudios filosóficos del que salieron muy célebres y eruditos varones. En él se guardaban los restos de san Adrián de Sil y de san Martín de Pinario.

Desde su infancia estuvo dotado de un talento privilegiado, que, según el dicho evangélico, no escondió bajo la tierra, sino que, bajo la guía de excelentes maestros, trató de cultivarlo debidamente, y así fue como más tarde daría copiosos frutos en su propia Congregación monástica. Henríquez, casi contemporáneo suyo, conocedor de su obra literaria, dice que “aprovechó no poco en los estudios filosóficos no menos que en los teológicos, hasta tal punto que fue tenido entre los sabios más conspicuos de su tiempo. Sin embargo, entre las diversas ciencias que cultivó, destacan los estudios históricos, en los cuales profundizó como pocos, logrando arrancar a la antigüedad los secretos más ocultos que la incuria de los tiempos había echado en olvido”.

El hecho de radicar su monasterio Montederramo en tierras gallegas, sus estudios se centraron con preferencia en Galicia, de tal manera que —al decir del autor anteriormente citado— no hubo asunto o cuestión importante, tanto de su historia como de sus monumentos y personajes importantes, que no fueran objeto de sus investigaciones. Y aun cuando tal afirmación resulta un tanto hiperbólica, demuestra, sin embargo, la importancia que le merecía todo lo relacionado con Galicia. Aunque su cultura era vasta y abarcaba varios campos, sin embargo, los estudios históricos atraían sus preferencias, de modo que habiendo llegado su fama a oídos de Felipe II, éste se mostró deseoso de que el saber de aquel monje llegara a todos los rincones de la patria, y le nombró cronista suyo, por lo que su nombre se hizo más célebre aún en otros ambientes y círculos intelectuales de la época.

En nada disminuyen los grandes méritos de este monje la noticia que sobre él transmiten las definiciones de los Capítulos Generales de la Congregación de Castilla, en la cual se lee esta noticia en 1881: “Iten manda el Sto. Diffinitorio atentas las culpas de Fr. Athanasio de Lovera que esté un año en cárcel con unos grillos y coma pan y agua las quartas y sextas ferias y esté privado por tres años de activo y pasivo”. Era hombre de temperamento fuerte e impulsivo, y probablemente el castigo se debió a la desobediencia de los Estatutos o definiciones de la propia Congregación, que establecían que los monjes no se comprometieran en actividades o cargos eclesiásticos o públicos sin el consentimiento del Capítulo General. El castigo anteriormente expuesto era el que se establecía para ese tipo de faltas. No era la primera vez que algunos de los cistercienses de la época comprometidos en tareas académicas o institucionales un tanto al margen de la observancia monasterial se veían obligados a sufrir.

Hay a quienes les extraña no poco que falleciera en Valladolid, pues allí no existía monasterio alguno; muy probablemente se hallaba prestando servicios en los monasterios femeninos de la Orden. Dado que Palazuelos dista de diez a quince kilómetros de la ciudad. Su producción literaria fue considerable, y para que el estudio de la historia no pudiera apagar el espíritu ni dañar su monástico fervor, encaminó la pluma hacia otras materias, escribiendo con elegante estilo las virtudes heroicas y los hechos gloriosos de los santos Froilán y Atilano, obispos de León y Zamora respectivamente, antes monjes del monasterio de Moreruela, abadía a orillas del Esla en el valle de Tábara (Zamora). En su término se hallan las ruinas de este monasterio, primero de San Salvador, de la Orden de San Benito, fundado por san Froilán, en el siglo ix. Fue célebre su escuela de copistas y pintores en el siglo siguiente.

Describió también con gran maestría las santas muertes de algunos monjes de la Congregación y, particularmente, del monasterio de Moreruela, lo cual indica que también allí vivió un largo período de tiempo.

El padre Atanasio demuestra en sus escritos una acendrada pasión por Galicia, lo cual le llevó a sobrevalorar políticamente este “reino”, lo cual le causó cierta animadversión; pero lo que está fuera de duda es su perspicacia y exactitud para describir tierras, personas y monumentos arquitectónicos, lo cual indica que, por los datos de primera mano que ofrece, y la mayoría de ellos testimoniales, viajó mucho, se informó de forma exacta y no dudó en escribir todo lo que le parecía necesario y útil. Algunas de sus descripciones geográficas y monumentales han servido como fuente de inspiración a otros muchos detrás de él, que no lo citan, pero siguen sus informaciones.

El estilo en que escribe es muy sobrio, pero muy certero en sus apreciaciones, y un tanto cáustico, dando a veces la impresión de cierta severidad; es implacable frente a lo que considera yerros de los demás, lo cual, como se ha dicho, le produjo cierta animadversión y provocó las quejas al Capítulo de la Congregación por parte de algunos de los aludidos o por algún autor ofendido. Las dedicatorias de sus obras muestran que era un hombre excelentemente relacionado con próceres de la época. Sabido es que en aquellos tiempos personas de la nobleza y de diversas alcurnias se avenían a patrocinar como mecenas las obras de muchos escritores eclesiásticos que de otro modo no verían la luz; los autores se veían a veces “obligados” a exaltar a sus ayudadores en las presentaciones y dedicatorias de los libros, y, como siempre, había sus luchas de intereses entre la realidad y la ficción, la debida gratitud y la verdad. El padre Atanasio vertió en sus obras alabanzas a personas que, no de Galicia, eran muy gratas a Felipe II, reflejando, además, en sus escritos y de manera muy sutil, algunas dejadeces del poder “central” frente a la situación gallega. Por esta razón se vio envuelto en alguna que otra polémica, y, en ocasiones, hubo de esconderse y dominar su vehemencia.

Se reconoce, de todos modos, su gran labor intelectual, y todos los estudiosos de la Congregación Cisterciense le reconocen el lugar que le corresponde.

 

Obras de ~: Historia de las grandezas de la muy antigua e insigne ciudad y Iglesia de Leon y de su Obispo y Patron Sant Froylan, con las del glorioso S. Atilano [...] recopilada por fray Athanasio de Lobera, Monge de Sant Bernardo, Valladolid, por Diego Fernandez de Cordoua, 1596 (ed. facs. La Coruña, Órbigo, 2007); Historia de las Grandezas de la muy antigua e Insigne Iglesia de León y de su Obispo y Patron San Froylan, con la del Glorioso San Atilano Obispo de Zamora, Valladolid, 1596; Epistola Historial del Rey de España Felipe II, Madrid, 1601; Cronología de los Reyes de España, Valladolid, 1602; Vida del Bienaventurado fray Benito de Salamanca, Monge de Moreruela, s. f.; Vida del Beato Ignacio, Monge de Moreruela, s. l., s. f.; Coronica grande del Reino de Galicia (ms.).

 

Bibl.: A. de Yepes, Corónica general de la Orden de San Benito, t. VII, Valladolid, 1617, fol. 324v.; C. Henríquez, Phenix reviviscens, Antuerpiae, 1626, pág. 241; A. Manrique, Compendium Observantiæ Hispana, t. IV, en Anales Cistercienses (Cisterciensium seu verius ecclesiasticorum Annalium a condito Cistercio), Lugduni, Iacobi Cardon, 1642, 1642, 1449 y 1659, pág. 673, n.º 8; C. de Visch, Bibliotheca scriptorum ordinis cisterciensis, Coloniae Agrippinae, Joannem Busuaeum Bibliopolam, 1656, pág. 28-29; N. Antonio, Bibliotheca Hispana Nova [...], Romae, ex officina Nicolai Angeli Tinassii, 1672, pág. 646; R. Muñiz, Biblioteca cisterciense española, Burgos, Juan Navas, 1793, págs. 186-187; E. Martín, Los Bernardos españoles, Palencia, Gráficas Aguado 1953, pág. 60; E. Manning, Dictionnaire des auteurs cisterciens, Tilburg (Holanda), 1975, págs. 64-65; M. de la Granja, Estudio histórico artístico [...] del Real Monasterio de Moreruela, Zamora, 1990, págs. 18 y 166.

 

Francisco Rafael de Pascual, OCist.