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Teodoro Noguera Rivarola

Biografía

Noguera Rivarola, Teodoro. Azanuy (Huesca), 26.III.1863 – Buenos Aires (Argentina), 8.X.1942. Escolapio (SChP), teólogo, pedagogo, poeta.

Estudió segunda enseñanza y Latín en el Colegio de Fraga. Terminado su noviciado en Peralta de la Sal (Huesca) profesó en las Escuelas Pías el 22 de julio de 1879 y el 18 de diciembre de 1886 recibió en Lérida la ordenación sacerdotal. Aprobó con brillantes notas sus estudios de Filosofía, Teología, Humanidades, Matemáticas y Pedagogía, y los superiores le asociaron a la instrucción y formación de los juniores españoles. Fue su profesor y maestro en los junioratos interprovinciales de León, Cardeña e Irache (1886-1900). En Cardeña, además, secretario y procurador de la comunidad y director del colegio-seminario para los muchachos internos. El cardenal Segura, discípulo suyo en Cardeña, declaró agradecido: “Yo me formé bajo la dirección del celebérrimo Padre Teodoro Noguera de las Escuelas Pías [...] que educaba a los alumnos en la piedad y en las letras”. En 1901 se hizo cargo del Colegio de Estella, al pasar el centro de la jurisdicción del vicario general de España a la Provincia de Aragón. Durante el curso 1902-1903 enseñó Matemáticas a los alumnos de la Pontificia Universidad de Zaragoza, a la vez que conseguía para sí, suma cum laude, los títulos de doctor en Teología y examinador sinodal.

El resto de la vida del padre Noguera discurrió en América. Se encontraba en Argentina cuando le encargaron que se trasladase a Bolivia para dirigir el seminario de Sucre y abrir un colegio escolapio. La petición de fundación se había dirigido a la Provincia de Aragón. El padre Noguera viajó de Córdoba a Santiago de Chile y desde allí, el 2 de agosto de 1905, a Sucre. Dio clases de Literatura y Teología en el seminario, firmó el 11 de septiembre con el arzobispo Miguel Taborga las bases para que se encargase la Orden Escolapia del gobierno y la dirección del seminario conciliar y retornó a Santiago el 1 de octubre. El padre Adolfo Brattina, general de la Orden y de visita en Chile, se entusiasmó y bendijo el proyecto. Designó de inmediato una comunidad y nombró superior de la misma al padre Noguera. En 1906 vivían en Sucre los padres Noguera y Justo Blanco. Noguera era rector del seminario y los dos enseñaban Teología y Literatura española, predicaban, escribían, daban conferencias... Pero la fundación no prosperó, porque los nuevos superiores de Roma y de España no la creyeron conveniente, por su lejanía y por la falta de personal en la Provincia de Aragón. En 1907, finalizado el curso escolar, regresaron a Chile y Argentina, respectivamente.

Vuelto a Córdoba, continuó con sus clases de Francés y Matemáticas en el colegio de Santo Tomas. Nombrado rector, lo dirigió durante diez años seguidos (1909-1919). En la historia del centro es éste uno de los períodos más fecundos y de mayor prestigio. En 1910 imprimió en la tipografía cordobesa La Maravilla Literaria un completo Reglamento del Colegio de Escuelas Pías de Santo Tomás, que sirvió de inmediato para organizar la marcha académica de profesores y alumnos y elevar la matrícula a cifras desconocidas hasta entonces; en 1911 cobró nueva vida la Academia Calasancia, fundada en 1897; en 1912 se inauguró solemnemente la hermosa iglesia neogótica del colegio, dedicada al Sagrado Corazón; en 1913 nacieron la Asociación del Apostolado de la Oración y los Turnos Eucarísticos; en 1914 apareció la revista Horizontes Calasancios, de la que fue director durante muchos años el padre Noguera; y en 1916 se establecieron en el colegio las Conferencias de San Vicente de Paúl, con el título de San José de Calasanz.

Trasladado a Chile, fue rector del Colegio de Concepción (1919-1922), profesor de Teología en el seminario y examinador sinodal en la curia diocesana, como ya lo había sido en la de Córdoba. Seguidamente dirigió los colegios de Buenos Aires (1921-1925) y Santo Tomás de Córdoba por segunda vez (1925-1928). En 1929 fue destinado definitivamente a Buenos Aires y durante los trece años siguientes fue asistente del padre viceprovincial, vicario ecónomo de la extensa parroquia San José de Calasanz, encargado de la Congregación de los Turnos Eucarísticos y, sobre todo, director de la revista Horizontes Calasancios.

En prosa fue un escritor sin pretensiones, cercano al lector, informador objetivo y preocupado por difundir la pedagogía y la figura del fundador de las Escuelas Pías. Destacaba cuando pasaba al campo de la poesía. Pero conviene distinguir aquí entre sus poemas breves, ligeros, de simple compromiso, y sus tres odas a Cataluña, a la Inmaculada y a las Escuelas Pías, la primera en castellano y las otras dos en latín. Las tres fueron galardonadas en concursos internacionales.

La oda castellana canta a Cataluña a la manera clásica, utilizando como estrofa la estancia libre y los endecasílabos combinados con heptasílabos. Narra el poeta con inspiración sostenida los hechos y los héroes de la historia catalana.

Las dos odas latinas, con argumento distinto, son hermanas por su clásico ropaje horaciano. La que canta a las Escuelas Pías ha gozado de más aplausos, tal vez por haber sido traducida al castellano por el latinista y crítico literario Hermenegildo Torres. En el mismo año, 1894, publicó el padre Torres el primer volumen de sus Odas de Horacio en verso y la oda del padre Noguera.

Hay que reconocer que no era injusta su fama de “latinista eximio”. En 1927, cuando el catedrático de Literatura de la Universidad Central Juan Hurtado puso prólogo al volumen Versiones latinas de poesías hispanas del padre Tomás Viñas, pudo escribir: “La ejecutoria escolapia tiene hoy mismo mantenedores tan insignes en el campo de las decaídas Humanidades como los PP. Jerónimo Córdoba, Teodoro Noguera, Tomás Garrido y Tomás Viñas”.

 

Obras de ~: Ode in laudem Scholarum Piarum, Santiago de Chile, Gandía, 1894 (con versión española del P. Hermenegildo Torres); Apuntes de Pedagogía para los jóvenes escolapios en su último año de Carrera. 1897. Cardeña (Burgos) (ms, en Archivo Provincial de las Escuelas Pías de Castilla, Madrid, fondo San Antón, n.º 40); Ecos de la Inmaculada. Oda, Lérida, 1904; Oda a Cataluña, Barcelona, 1905; Carácter moral del Cid, Buenos Aires, 1908; “Las Escuelas Pías, y su tercer centenario”, en Horizontes Calasancios, 13 (1917), págs. 1-5; “San José de Calasanz pedagogo”, en Horizontes Calasancios, 13 (1917), págs. 29-32; “El testamento de Jesucristo en la víspera de su muerte”, en Horizontes Calasancios (1928), págs. 3-5; “Las avenidas del cielo”, en Horizontes Calasancios, 143 (1928), págs. 6-8; “Monumentos a San José de Calasanz”, en Horizontes Calasancios, 171 (1930), págs. 10-13; “El M. R. P. Federico Vicente ha muerto”, en Horizontes Calasancios, 177 (1931), págs. 5-6; “Cosas del tiempo”, en Horizontes Calasancios, 187 (1931), págs. 7-8; “El Cardenal Alfonso María Mistrángelo”, en El Mensajero Católico (Buenos Aires), 2 (1931), págs. 17- 20; Vida de San José de Calasanz, fundador de las Escuelas Pías y protector de la infancia, Buenos Aires, 1935 (2.ª ed., Zaragoza, 1949).

 

Bibl.: “Artículo necrológico del P. Teodoro Noguera”, en Horizontes Calasancios, 285 (1942), pág. 6; “Necrología”, en Ephemerides Calasanctianae, 5-6 (1943), págs. 158-160; Á. Clavero, Historia de las Escuelas Pías de Aragón, t. III, Zaragoza, 1947, págs. 94-97 (ms.); C. Sanz, Cien de las mejores Poesías de Autores Escolapios, Córdoba (Argentina), 1949, págs. 102-105; Á. Clavero, Historia de las Escuelas Pías en Sudamérica, Córdoba (Argentina) 1959, t. II, págs. 306-341 y 377-385, t. IV, págs. 209-210 (ms.); D. Cueva, “Los escolapios en Cardeña (1888-1901)”, en Analecta Calasanctiana, 55 (1986), págs. 149-189; E. U. Bischoff, Fecunda siembra de Piedad y Letras, Córdoba (Argentina), 1990, págs. 276-328; P. Sanz Navío, Antología poética calasancia, Zaragoza, 1996, págs. 311-356; P. M. Alonso Marañón, La Iglesia docente en el siglo XIX. Escuelas Pías en España y en América. Formación del Profesorado y expansión educativa, Alcalá de Henares, 1996, págs. 378 y 668; D. Cueva, Las Escuelas Pías de Aragón, t. II, Zaragoza, 2001, págs. 28-31 y 244-245.

 

Dionisio Cueva González, SChP

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