Sánchez Saornil, Lucía. Luciano de San Saor, La Compañera X. Madrid, 13.XII.1895 – Valencia, 2.VI.1970. Telefonista, poeta, pintora, periodista y sindicalista anarquista.
Menuda y aguda, se mostraba persona reservada. Quienes la conocieron proporcionan escasos datos sobre ella o los mixtifican [Cansinos-Assens: 1985]. La aportación de Mary Nash [1975, 1979], R. M. Martín Casamitjana [1996], más S. Berenguer [2004] y, sobre todo, A. Fontanillas [2014] o la presente biografía completan su perfil. Se discrepa sobre su condición de género [N. Jurado: 2017], pues se habla o bien de lesbianismo [1986], o bien de unión hermanada, desde la familia.
Nacida en un hogar obrero en la calle Labrador, del distrito de Arganzuela de Madrid, en 1908 quedó huérfana de madre, Gabriela Saornil Serrano (1871 – 1908), al tiempo que murió su hermano José, por lo que fue la mujer mayor del hogar familiar, en el que vivían su hermana pequeña, Concha, de salud delicada, y su padre, Eugenio Sánchez Rodríguez (1866 – ?), empleado en la centralita de teléfonos del duque de Alba. La familia provenía del pueblo vallisoletano de Pozal de Gallinas.
Desde temprano sintió un “ardor literario insaciable”, que la impulsaba a rebuscar libros por San Bernardo. Asistió, al menos hasta los 18 años, a la escuela del Centro Hijos de Madrid, que incluía enseñanzas artísticas, a las que se aficionó, y que pudo completar en clases particulares de la Escuela de Bellas Artes de Pintura de San Fernando (pero no en la Real Academia de Bellas Artes, según se afirma).
En 1913 envió a La Correspondencia de España el artículo “Hablan las muchachas”; en el que, con prosa elegante y tono leído, se ocupaba de la educación de la mujer y denunciaba la discriminación que sufrían las niñas frente a los grupos de niños exploradores que salían al campo. Incidió sobre ello en La Libertad (1924), al defender la creación de asociaciones en las que las “mujeres aprendan lo que deben ser”, artículo en el que muestra confianza hacia el cambio en la mujeres del pueblo, prefiguración de su obra posterior, aunque todavía confía en las intelectuales, a pesar de que tengan una carga mayor de prejuicios y primen los logros sufragistas a los culturales.
En 1914 inició con el poema “Nieve” sus colaboraciones en Avante de Ciudad Rodrigo, extendidas hasta julio de 1915; un total de 18 poesías -ya varios sonetos- y un relato. En 1916 envió textos breves a Los Noveles, de Barcelona, así el cuento El príncipe azul, nada sentimentalista, en el que la doncella no alcanzaba su sueño. Igual sentido destilaban “Las canciones ingenuas” (El Progreso, 18 de mayo de 1918, Lugo), donde ya manifiesta su escepticismo hacia el hombre moderno y hacia el género masculino.
A finales de 1916, con el patrocinio de Linera y Cansinos-Assens, fue la preultraísta Los Quijotes la que la recibió. En 1917-1918, acogió sus sonetos y prosa poética la revista Cádiz-San Fernando. Reflejaba un hacer literario enraizado en el modernismo posrubeniano, tal vez autodidacta, adquirido lejos de las tertulias en las que se formaban la mayoría de literatas de la época, algo vetado a ella por su condición proletaria y su carácter reservado. Fue la mujer poeta más integrada en el ultraísmo o creacionismo. Sus versos aparecieron en Grecia, Cervantes, Cosmópolis, Plural, Horizontes, Gran Guiñol, Vida Moderna (con su nombre), Ultra (con su nombre), Tableros (con su nombre), Reflector (con su nombre) o en la borgiana Martín Fierro, a cuya hermana, Norah, dedicó un poema. Sus publicaciones se extendieron también a Vértices (1923) y Plural (1925), año en que Tobogán anunció su libro Estuario (que no vio la luz); asimismo, en Andalucía Comercial (1924) de Córdoba. Por entonces, ya se hallaba incluida en Literaturas europeas de vanguardia (1925) y se mantiene hoy en otras antologías.
Es fácil que estrenara el seudónimo Luciano de San Saor, a un tiempo, en Los Quijotes y en Fígaro 2016, lo que continuó en la primera y en parte notable de su producción ultraísta. Le servía para crear un yo poético que le permitiera osadía en lo sensual y espíritu crítico hacia la situación de opresión femenina. A veces firmó con nombre y seudónimo (Grecia, Cosmópolis), y lo mantuvo hasta las prosas de La Gaceta Literaria (1931).
En 1916 ingresó de operadora en teléfonos de Madrid -Compañía Telefónica desde 1924-. En 1927 lo era de primera (con 7 pesetas), y ese mismo año fue trasladada a Valencia; allí conoció a los pintores Genaro Lahuerta y Pedro Sánchez, y al escritor Juan Lacomba; con ellos estableció lazos de amistad, que se convertirían ‒para ambas partes‒ en vitales durante las épocas convulsas de su vida. Vuelta a Madrid, se afilió a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y participó en numerosos conflictos sindicales, por lo que fue despedida y detenida. En 1936 consiguió el reingreso; figuró en plantilla hasta el 31 de mayo de 1939, en que fue suspendida a causa de la depuración.
Durante la República, convertida en oradora y periodista, abandonó la poesía y adoptó la prosa como símbolo de unión con la dura condición obrera y como vehículo no-burgués de comunicación. Pronto su contribución periodística llegó a ser de las más significadas en la prensa libertaria: El Libertario, de Madrid, Tiempos Nuevos y Solidaridad Obrera, de Barcelona. Fue parte activa en la creación del diario CNT, en 1932, y su secretaria de redacción en 1933.
Con todo, fue en la lucha por la enseñanza de la mujer en donde unió su intuición y capacidad organizativa. Su concepción anarquista -primero la persona, después la mujer y, por último, la trabajadora- la llevó a denunciar las condiciones que padecían las mujeres, impelidas a liberarse de la triple esclavitud: la ignorancia, la explotación laboral y la de hembra (en el matrimonio o en la prostitución). En 1933 coincidió con Mercedes Comaposada, con quien convino en la necesidad de iniciar experiencias propias. Poco más tarde, a ellas se unió la doctora Amparo Poch y Gascón, creando la Agrupación Mujeres Libres, que se fusionó en septiembre de 1936 con la Agrupación Cultural Femenina, creada a fines de 1934 en Barcelona por mujeres de CNT. Mujeres Libres, consiguió la adhesión de unas 20.000 mujeres de la zona republicana, las cuales formaron en 1937 la Asociación Nacional, de cuyo Comité Nacional fue presidenta Sánchez Saornil. En mayo de 1936 apareció la revista Mujeres Libres, con trece números hasta el otoño de 1938. Lucía, además de redactora, asumió la administración y desplegó una voluminosa correspondencia para promocionarla y difundirla.
Con la guerra, en julio de 1936, participó en el asalto al Cuartel de la Montaña, se trasladó a los frentes para sus crónicas ‒multiplicadas en Juventud Libre, Más Allá, Fragua Social, Nosotros, etc.‒ y contribuyó a las colectividades. En poesía, retomó el verso romance, alguno de cuyos poemas recitó en Radio Madrid, declamados después de boca en boca, como ¡Madrid, Madrid, mi Madrid! Se trasladó a Valencia hacia junio-julio de 1937, donde fue redactora jefe de Umbral, y en cuyas oficinas conoció a América Barroso, Mery, 13 años más joven, antes actriz, la que sería su compañera inseparable de por vida. A finales de ese mismo año se trasladaron a Barcelona.
Sánchez Saornil, perteneció al Consejo Nacional de Solidaridad Internacional Antifascista (SIA) desde junio de 1937, por lo que viajó bastante a Francia en busca de mercancías para las guarderías, los combatientes y otras labores asistenciales.
Caída Cataluña, en febrero de 1939 estuvo en Le Perthus y Perpignan, y después en París, con SIA, bajo vigilancia. En enero de 1940, asentada en Orleans, y, ante la invasión nazi, en Montauban, siente dudas y una “angustia permanente” ante el descalabro sufrido y al contemplar que “se nos ha sembrado a voleo por toda Francia”, de modo humillante. Ante el peligro de ser detenida y consciente de la situación de su padre y su hermana, cruzó la frontera, con Mery, hacia fines de 1942. El movimiento libertario en el exilio quedó conmocionado por su marcha -tal era su carisma- y la echó de menos en adelante.
Después de pasar por Madrid, se trasladó con Mary a Valencia en 1944. En la Capital del Turia se alojaron en casa de Elena Samada, sobrina de Mery. Legalizó su situación en 1954, como pintora abaniquera, y trabajó en unos laboratorios farmacéuticos y en la representación de géneros de punto; antes había subsistido realizado pinturas sobre seda y elaborado redecillas para el pelo.
No dejó de escribir poesía, aunque no publicó. Desde la amistad con Pedro de Valencia, realizó tertulias en casa, donde leía. La excepción al anonimato es el poema “Quiero en mi ley cumplirme”, publicado en la burgalesa Estrofa (número 22, octubre de 1955, pág. 8). Dejó 23 poemas escritos a última hora, en los que, en sonetos de tono unamuniano, desplegó sus vivencias ante la cercanía de la muerte.
Un cáncer le invadió con rapidez los pulmones e hizo de su postrer mes de vida un tiempo doloroso, muerta ya su hermana en abril. Su tumba exhibe su verso “¿Es verdad que la esperanza ha muerto?”, después de haber puesto en el juego de la existencia “una fe jubilosa y encendida”.
Obras de ~: “El príncipe azul. Cuentos de otoño”, en F. Madrid, Una aventura del juglar, Barcelona, Los Noveles, 1916, págs. 37-40; Estuario, Madrid, Ediciones Tobogán, 1925; Horas de revolución, Barcelona, Publicaciones de Mujeres Libres, 1937 (Barcelona, Sindicato Único del Ramo de la Alimentación, 1937; Mallorca, Calumnia Edicions, 2019); Romancero de Mujeres Libres, Barcelona, Publicaciones de Mujeres Libres, julio de 1938; et al., Cómo organizar una Agrupación de Mujeres Libres, Barcelona, Publicaciones de Mujeres Libres, 1936-1937; Veintitrés poemas, c. 1970 (inéd.); Poesía (ed. e introd. de R. M. Martín Casamitjana), Valencia, Pre-Textos-IVAM, 1996; “Antología de textos”, en A. Fontanillas Borrás y P. Martínez Muñoz, Lucía Sánchez Saornil. Poeta, periodista y fundadora de Mujeres Libres, Madrid, LaMalatesta, 2014, págs. 71-239; La cuestión femenina en nuestros medios, T. Lemos Silva (ed.), Providencia (Santiago de Chile), Eleuteria Editor; Sao Paulo, Biblioteca Terra Livre, 2016.
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Ignacio C. Soriano Jiménez