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Muyahid Al-Muwaffaq

Biografía

Muŷāhid Al-MuwaffaqAbū l-Ŷayš b. ‘Abd Allāh al-Āmirī. ¿Cerdeña? (Italia), s. m. s. IV/s. m. s. X – Denia (Alicante), 27 dū l-qa‘da 436 H./15.VI.1045 C. Rey fundador de la taifa de Denia y Baleares, c. 400 H./1009 C.-436 H./1045 C.

Era un “eslavo” andalusí o ṣiqlabí, es decir un esclavo procedente de algún territorio cristiano, y seguramente de Cerdeña, isla que atacó y ocupó parcialmente algún tiempo, en 1015-1016, manifestándose —en las noticias de las fuentes sobre esta acción insólita que realizó Muŷāhid— algunas pistas sobre esa procedencia, como veremos. La existencia en al-Andalus de estos “eslavos” (plural: ṣaqāliba) se hizo más notable desde la segunda mitad del siglo X, pues entonces muchos de ellos, bien instruidos, ocuparon puestos significativos en la Administración, tanto palatina y cordobesa como provincial. Solían ser castrados, aunque los destinados a servicios militares no lo serían, como Muŷāhid, luego rey de la taifa de Denia, y el único taifa eslavo (quizás también Sābūr de Badajoz) que inició una dinastía familiar. Su número e importancia palatina creció desde tiempos de Almanzor y sus hijos —la dinastía de los ‘āmiríes—, que se apoyaron ampliamente en los eslavos y en los beréberes ‘nuevos’, grupos advenedizos no implicados en los intereses de los andalusíes, proclives a una lealtad más plena hacia los ‘āmiríes, quienes, al apoyarse en ellos, les dieron en consecuencia mucha influencia, de modo que, eslavos y beréberes ‘nuevos’, iban formando enormes bloques de poder, y atizaron la guerra civil cuando el golpe de Estado de al-Mahdí, desde 1009, les dejó aparte, e incluso enfrente. Los eslavos, que eran manumitidos, sobresalían desde finales del X en la administración del Levante de al-Andalus, y quizás también en Badajoz, y en ambas áreas alzaron sus taifas enseguida, intentando primero continuar en ellas la opción califal de Hišām II, desplazado por ese golpe de Estado, en el cual fue asesinado Abd al-RamāSanchuelo, hijo de Almanzor.

Es posible que Muŷāhid se encontrara entre los eslavos que, en marzo de 1009, fueron desterrados de Córdoba por al-Mahdí, aunque a finales de ese año parece haber ayudado, junto con el general Wāḍi, a ese nuevo califa en contra del candidato de los beréberes, Sulaymāal-Mustacīn, pugna solucionada con la restauración de Hišām II, en julio de 1010, convocándose en ese momento a Córdoba a los eslavos huidos a Játiva, aunque Muŷāhid se apartó entonces, sin participar en esa restauración, y marchó a Tortosa. Al-Mustacīn y sus beréberes ganaron Córdoba otra vez, en mayo de 1013, y de nuevo se produjo una desbandada de eslavos hacia Levante. En esta zona, aparecen jefes eslavos instalados en Tortosa, Játiva, Valencia, Denia, Orihuela, Murcia y Almería, con algunos cambios en la localización que eligen para actuar algunos de estos eslavos. Y algunos de estos eslavos se lanzaron a acuñar moneda desde 1011-1012 a 1015-1016 (como la serie de emisiones con ceca de “Elota”, de Muŷāhid) y desde 1013-1014, los eslavos de Valencia, declarando así muy pronto sus intenciones autonómicas y sus fundamentos políticos.

Tuvo Muŷāhid, afanoso por legitimarse y por sobresalir, la ambición de alzar a un Califa propio, como otros grupos o poderosos venían haciéndolo en aquella desatada Guerra Civil, y en Denia proclamó a un oscuro príncipe omeya, ‘Abd Allāh al-Mucaytí, llegado en su niñez a al-Andalus desde Egipto. Así mantuvo Muŷāhid su poder, bajo esta aureola de legitimidad califal, desde Ŷumādà II de 405/diciembre de 1014 y durante un año, hasta que desterró a “su” califa al Magreb, tanto por la personalidad de su ineficaz candidato cuanto por las reacciones que su proclamación había levantado en los otros régulos eslavos, y sobre todo, entre ellos, del señor de Almería, Jayrān, que jugaba sus bazas por su cuenta, y aún buscó una falaz restauración de Hišām II en Córdoba, pese a que éste en realidad habría fallecido en Córdoba en 1013, y ahora, tres años después, por primera y no última vez “resucitado” por algún rey de taifas.

Ambos líderes eslavos, Jayrān de Almería y Muŷāhid de Denia, siguieron interviniendo en la política general y procuraban controlar lo que ocurría en el agitado trono califal en Córdoba, sobre todo cuando desde 1016 lo detentaron los califas Ḥammūdíes, apoyados por los beréberes. Para contrarrestar esto, ambos líderes eslavos Muŷāhid y Jayrān proclamaron a un nuevo califa omeya, ‘Abd al-Raḥmān IV al-Murtaḍà; éste, proclamado en 407/1016-1017, recibió el apoyo de las taifas de Zarago­za y Alpuente, más las de los eslavos de Tortosa, Valencia, Denia y Almería, e incluso se sumaron a su causa beréberes Zanāta. Pero al-Murtaḍà fue vencido y muerto en 1019 an­te las murallas de Grana­da, pues el jeque de esta taifa, Zāwī ibn Zīrī, encabezó la oposición contra él de los ḤammūdíesA estos califas Ḥammūdíes lograron expulsarles de Córdoba, definitivamente, ambos reyes de taifas, Muŷāhid y Jayrān, que con tal fin acudieron a la decaída metrópolis; Jayrán entonces sólo permaneció allí un mes, más o menos, hasta finales de Rabīc II de 417/mediados de junio de 1026, y Muŷāhid algo más, para marcharse también al cabo, dejando a los cordobeses “desorganizados y muy asustados por si volvían los beréberes”, según palabras del cronista Ibn ‘Idārí.

Muŷāhid aún volvió a intervenir en Córdoba, por lo menos cuando allí llevó consigo, en 1026, a un nieto de Almanzor, llamado Muḥammad ibn ‘Abd al-Malik al-Muẓaffar, a quien tuvo un tiempo acogido en Denia; es interesante notar que el último califa de Córdoba Hišām III nombró a ese ‘āmirí “chambelán” (ḥāŷib) suyo, quizás por influencia de Muŷāhid o quizás por buscar una repetición de su propia figura califal secundado por un ‘āmirí, llamado Muḥammad como su abuelo Almanzor… el peso simbólico del pasado se seguía notando, aunque este Muḥammad escapó pronto de Córdoba, y murió en el Algarbe en 1030; poco faltaba ya para que fuera abolido definitivamente el Califato de Córdoba, como ocurrió el 30 de noviembre de 1031.

Una cierta autoridad sobre los núcleos eslavos del Levante se percibe en las actuaciones de Muŷāhid, quien, ya dijimos, aparece en Tortosa en la segunda mitad de 1010, apoyando al eslavo Labīb, que se había alzado en aquel enclave; Muŷāhid aparece también actuando en Valencia, antes de que allí dominen Mubārak y Muẓaffar, y, precisamente, por estas relaciones entre los eslavos, cuando ambos régulos de Valencia mueren, en mayo de 1018 o de 1019, vino a dominar también en la capital del Turia este Labīb de Tortosa, con quien se asoció Muŷāhid, aunque al cabo Labīb, enfadado, tornó a su taifa tortosina, y quedó sólo en Valencia Muŷāhid, hasta que los eslavos ‘āmiríes forzaron el reconocimiento en la taifa valenciana de ‘Abd al-cAzīz, hijo de ‘Abd al-Raḥmān Sanchuelo, y nieto por tanto de Almanzor, posiblemente en marzo o abril de 1021: así pues, Muŷāhid se concentró desde entonces en su taifa de Denia y Baleares.

La personalidad de Muŷāhid, fundador de la taifa de Denia, ha quedado de manifiesto en lo hasta ahora expuesto sobre algunos de los episodios en que hizo aparición, a lo largo de las luchas civiles, desde el golpe de Estado de al-Mahdí, en 1009, hasta que Muŷāhid intervino en Córdoba, parece que por última vez, hacia 1026. Su poder en Denia aparece en fecha imprecisa “de comienzos de esta guerra civil”, como indica el cronista Ibn ‘Idārí, añadiendo que Almanzor le había encargado de aquella ciudad y que también mandaba, cuando estalló esa guerra en 1009, en las islas Baleares. Al desencadenarse los conflictos, y “cuando tuvo por seguro que la guerra civil era un hecho, se dirigió a Denia y la aseguró, e hizo otro tanto con los distritos de ella dependientes, adoptando el sobrenombre de al-Muwaffaq bi-Allāh” (“el triunfador por Dios”), según ese mismo cronista Ibn ‘Idārí (Bayān, III, 156) aunque en otras fuentes sólo consta como al-Muwaffaq.

Su nombre completo es muy significativo: Abū l-Ŷayš significa “el padre del ejército”, o más en general “el del ejército”, aludiendo a su dedicación militar, como también alude a ello su nombre propio Muŷāhid, “combatiente del ŷihād”, y a continuación se le adscribe un patronímico genérico, Ibn ‘Abd Allāh: “hijo del siervo de Allāh”, para arabizarle y prestigiarle, aunque lo dudoso de una filiación árabe se demuestra en que alguna fuente árabe le designa como “hijo de Yūsuf ibn ‘Alī”, en dudas significativas. Es seguro que era de origen cristiano, por el apelativo de al-Rūmí que también se le aplica, y posiblemente procedía de Cerdeña y mantenía algún vínculo allí, porque alguna mujer de su familia prefirió quedarse en aquella isla, después de la expedición que contra Cerdeña efectuó Muŷāhid.

Estaba Muŷāhid, desde luego, muy arabizado, por la formación que recibían estos eslavos palatinos, como indica el cronista Ibn Ḥayyān (citado por Ibn Bassām e Ibn ‘Idārí): “era Muŷāhid el fatà (“que había sido esclavo palatino”) más destacado entre los emires de su tiempo y el más cultivado entre los reyes de su época, por su conocimiento de las ciencias filológicas y su profundo saber de las ciencias coránicas, cultivadas por él desde su mocedad, al principio de su carrera, hasta su edad madura”. Y la crónica anónima ikr bilād al-Andalus puntualiza: “era un esclavo (mamlūk) de [Almanzor] al-Manṣūr Ibn Abī ‘Āmir que se había educado con sus hijos, aprendiendo bellas letras, el uso del arco y equitación”, es decir una educación principesca, junto a los ‘āmiríes en Córdoba, lo cual explica la categoría que siempre reivindicó para sí mismo. Alguna fuente le atribuye incluso la composición de un tratado de métrica, del que nada se ha conservado, y más bien parece que la atribución se hizo por elogiarle.

Su corte literaria fue una de las más famosas, y, en esta época en que las taifas rivalizaban en cultura, Denia destacó en la especialidad de las lecturas coránicas, con la gran figura de Abū ‘Amr “el de Denia” (al-Dāní; muerto en 444/1053), y en Denia y Mallorca vivieron o por allí pasaron literatos y estudiosos famosos, como Ibn Ḥazm, al-Bāŷí, Ibn Darrāŷ al-Qastallí, Ibn ‘Abd al-Barr, Sā‘id de Bagdad, el lexicógrafo Ibn Sīda de Murcia, Aḥmad Ibn García…. y otros, como Ibn Burd al-Aṣgar (muerto en 445/1053-1054), que de forma alusiva compuso una “Epístola de la espada y el cálamo” (Risālat al-sayf wa-l-qalam), pues en ambos aspectos, milicia y cultura, y con ambos instrumentos, espada y cálamo, sobresalía Muŷāhid, a quien dedicó este “debate entre las armas y las letras”, que plantea la armonía de ambas. Es también muy interesante que en Denia aparezca un texto, con mucho de convencionalismo literario, “nacionalista” o reivindicador de las etnias locales, y en este caso de los ‘eslavos’ frente a los árabes, como es la “Epístola nacionalista” (al-Šu‘ūbiyya) del citado Ibn García, que fue también poeta cortesano y secretario de Muŷāhid, y de quien Ibn Sa‘īd en su al-Mugrib (II, 406) dice que “fue uno de los prodigios de su época, pues, aunque era de origen no árabe, su famosa “Epístola” prueba cómo dominaba las riendas de la lengua árabe. Era hijo de cristianos vascos, apresado de niño y educado por Muŷāhid ”. Es muy interesante que en cortes literarias de algunas dinastías taifas de origen árabe se compusieran, en el mismo siglo XI, cuatro de la docena de refutaciones que desencadenó el texto de Ibn García; una de ellas, la del poeta zaragozano Abū Bakr al-Ŷazzār fue compuesta hacia 1076, cuando el rey de Zaragoza se anexionaba, precisamente, la taifa de Denia.

Instalado en Denia, seguramente desde la segunda mitad de 1010, Muŷāhid, como los demás reyes de taifas, procuró legitimar su poder de facto a través de varios reconocimientos califales, y acuñando moneda, las primeras que se apartaron de las oficiales cordobesas como muestra la interesantísima serie numismática de “Elota”, desde el año 402/agosto de 1011-julio de 1012, con esa ceca local no del todo identificada de “Alwt”, lugar que con seguridad se sitúa en los dominios de Muŷāhid, cuyo nombre figura en uno de los dirhemes de la serie, del año 405/1014-1015, en donde también proclama como califa “al suyo”, al omeya al-Mu‘aytí, a quien mantuvo hasta 1016, como antes dijimos; el respaldo legitimador de este califa se concreta no sólo en el reparto entre ambos del poder de derecho/poder de facto, sino en los títulos que Muŷāhid pudo exhibir, como el de “doble visir” (ḏū l-wizāratayn), que, si en principio o en algunas ocasiones puede indicar doble competencia, en los asuntos civiles y en los militares, más bien parece significar doble -es decir, suprema- dignidad visiral, ya rozando el rango soberano, aunque sin querer o poder titularse más, pues vemos a soberanos fundadores de taifas que llevaron el título, como Muammad b. Ismā‘īl b. Abbād en Sevilla, Man b. umādi en Alme­ría, y Muammad b. Ṭāhir en Murcia; a Muŷāhid figura en las fuentes que “su” califa al-Muaytí le concedió el espaldarazo de este “doble visirato”, según indica el polígrafo granadino Ibn al-Jaṭīb en su libro histórico Acmāl al-aclām.

La ceca de Elota se anticipa un año a la ceca de Ceuta, con la que en 403/1012-1013, Alī ibn Ḥammūd rompía por su parte también —la parte “de los beréberes”— la tradición monetaria de las dos únicas cecas existentes hasta entonces en al-Andalus (Córdoba y Madīnat al-Zahrā’) para proclamar desde la orilla magrebí al también omeya Sulaymāal-Musta‘īn. La trascendencia y las consecuencias de la acción política de Muŷāhid son evidentes: con su ruptura numismática buscaba declarar otro foco de legalidad, propuesto por los eslavos y en concreto por también omeya (como era al-Muaytí), pero ya no situado en Córdoba, y que estaba dirigido tanto contra la opción omeya cordobesa como contra la opción omeya de los beréberes ‘nuevos’. Y ello, también, nos permite apreciar el protagonismo de Muŷāhid en el conjunto andalusí. Con el respaldo de “su” califa –aunque fuera efímero– Muŷāhid instaló o afianzo su dominio sobre las Baleares, donde dejó instalado al califa al-Muaytí, a partir de finales de 1014, mientras Muŷāhid emprendía su expedición contra Cerdeña, en agosto-septiembre de 1015.

Todos estos actos de Muŷāhid están conectados, como captó el polígrafo Ibn al-Jaṭīb, bien informado a través de la crónica del cordobés Ibn ayyān, contemporáneo de los hechos: “Muŷāhid colocó en sus dominios un califa, a quien la gente invocó en la oración; era al-Muaytí… con todos los reconocimientos como soberano en sus dominios de Denia, Mallorca y otros lugares, y el sobrenombre califal de al-Mustanir bi-Allāh, inscribiendo su nombre en sus monedas y estandartes a principios de 405/segunda mitad de 1014. Le dejó en su corte, y cuando volvió derrotado de su expedición a Cerdeña, encontró que acaparaba todo el poder”, y Muŷāhid le expulsó.

La expedición de Muŷāhid contra Cerdeña está confusamente narrada en las fuentes árabes y en las cristianas; estas últimas cargan de fantasías el episodio y hacen de Muŷāhid –a quien suelen llamar Mugettus rex– el prototipo de fiero pirata (según el Liber Maiolichinus), o el fundador de una “colonia di filibustieri”, según otros autores, y que seguía asolando las costas italianas… ¡todavía en 1050! De nuevo es Ibn al-Jaṭīb, en su citada crónica (Acmāl, pág. 219), quien transmite la más razonable noticia del suceso: “Emprendió Muŷāhid -Dios se lo tenga en cuenta- una campaña contra Cerdeña, isla de los cristianos de gran extensión, pues recorrerla toma 8 jornadas. Cuatro personajes la gobernaban en nombre del Emperador. La conquistó Muŷāhid con 120 naves en las cuales transportó 1.000 caballeros, ocupando un territorio considerable e imponiendo tributo a algunos de esos personajes [...] Planeó el trazado de una gran ciudad, que empezó a construir [...] Los soberanos del continente [europeo] se mandaron avisos y reclutaron tropas. De todo esto le llegaron a Muŷāhid tales noticias que, sin poderlas resistir, decidió tornarse a sus lares y regresar a su corte de Denia y Mallorca, pero los enemigos se le adelantaron [...] con terrible batalla [...] se apoderaron de sus barcos [...] de sus mujeres e hijas, y de su hijo cAlí, cuya madre era cristiana [...] A ellas pudo rescatarlas Muŷāhid enseguida [...] pero tardó [en recuperar] a su hijo cAlī, que había correspondido al señor de los alemanes [...] de quienes es fama que poseen 80.000 barcos de guerra [...] de toda su flota no salvó Muŷāhid sino 5 barcos y 4 cárabos”.

Este texto indica cómo Muŷāhid logró instalarse en parte de la isla, e intentó construir un enclave, seguramente entre finales del 1015 y comienzos de 1016, pero enseguida se produjo la reacción cristiana; otras fuentes latinas indican cómo el papa Benedicto VII impulsó a Pisa y Génova contra Muŷāhid, hacia la primavera-verano de 1016, expulsándole de Cerdeña con graves pérdidas, quedando en la isla una de sus mujeres y su hijo –luego heredero suyo– Iqbāl al-Dawla, “sin que su padre lograra rescatarle, aun pagando por él diez mil, hasta después de mucho tiempo”, como indica también Ibn al-Jaṭīb. Parece que Iqbāl al-Dawla volvió por fin a Denia en 423/1032. Sobresale la importancia de la marina de Denia y Baleares en este siglo XI en el Mediterráneo occidental, pero también en el Mediterráneo oriental, pues en los fondos manuscritos de la Guenizá de El Cairo se ha conservado un documento acerca de un cargamento de cinabrio, y por otro lado hay referencia cronística, fechable ya en 1055-1056, sobre la gran hambruna que asoló entonces las tierras fatimíes de Siria y de Egipto, y que una nave desde Denia les llevó alimentos. La actividad marítima de Muŷāhid se apoyaba en el dominio de las Baleares, donde Muŷāhid designó como gobernadores, sucesivamente, a su sobrino ‘Abd Allāh, luego a su liberto al-Aglab junto con Ibn Rašīq. Siguieron dos gobernadores más, hasta que Baleares se declaró independiente, tras la toma de Denia por Zaragoza, en 1076.

Al regresar de su aventura en Cerdeña, Muŷāhid volvió a intervenir en la política andalusí. No tenía ya un califa propio, tras expulsar a al-Muaytí, y tampoco quiso reconocer al entonces califa de Córdoba, Alí ibn Ḥammūd, impuesto por los beréberes, y por tanto, en alianza con los reyes de las taifas de Almería, Zaragoza, Tortosa, Albarracín y Alpuente, proclamó al omeya al-Murtaḍà, que murió como antes indicamos en 1018. Por entonces, Muŷāhid intervino en Valencia, muertos allí los reyes Mubārak y Muaffar; posiblemente, Muŷāhid compartió en esa taifa el poder con Labīd de Tortosa, hasta 1021, cuando en Valencia fue proclamado un nieto de Almanzor, llamado Abd al-Azīz (marzo-abril de 1021 – enero de 1061), con quien mantuvo alternativamente buenas y malas relaciones. Ambos compitieron por intervenir fuera de sus fronteras e incluso expandirse, a costa de la taifa de Murcia-Almería, según van muriendo sus reyes, primero Jayrān, en 1028: entonces Muŷāhid intervino en Murcia, apoyando allí la reacción de Ibn Jaṭṭāb contra Ibn Ṭāhir, a quien Zuhayr dejó encargado el gobierno; parece que Muŷāhid esta vez no consiguió apoderarse de ningún territorio, pero siguió en la brecha, y en 1035 se unió a la propuesta califal sevillana, reconociendo al pretendido Hišām II, mientras Zuhayr de Almería-Murcia se vinculaba al “partido beréber” del califa Ḥammūdí y de los Zīríes de Granada, con quien pronto se enemistó, pues en guerras con éstos murió Zuhayr, en 1038. Entonces, volvería Muŷāhid a considerar que la “herencia eslava” de la taifa Almería-Murcia le correspondía a él, aunque en principio aceptó que el rey de Valencia, Abd al-cAzīz, como patrono de los eslavos ‘āmiríes se anexionara dicha taifa vacante, incluso pareció dispuesto a acompañar a Abd al-Azīz en su invasión de Almería, aunque con propósito dudoso, como supo captar el emir Abd Allāh en sus Memorias (Abd Allāh, 1980: 116-117): “[Abd al-Azīz ibn Abī ‘Āmir de Valencia] se dio perfecta cuenta de que Muŷāhid tenía el propósito de dejarlo y abandonarlo, y cuando por fin se presentó le pidió explicaciones. Entonces dijo Muŷāhid, dirigiéndose a él y a sus mejores generales: ‘Si vosotros, oh gentes, no conocéis a los beréberes ni sabéis por experiencia lo que es hacerles la guerra, yo, por Dios, sí que lo sé; tened cuidado de no perecer a sus manos, y sabed que una guerra normal de veinte años es mejor que encontrarse con ellos una sola hora, en la que puede caer una dinastía, cambiar un trono y quedar aniquilado un gran ejército; no os precipitéis’. [Abd al-Azīz] ibn Abī ‘Āmir le respondió: ‘Eres un cobarde; vuélvete a Denia y no desmoralices mi ejército’. En vista de ello Muŷāhid se retiró inmediatamente, ofendido por la injuria que se le hacía. No tardó, sin embargo, en entrar la disensión en el ejército [de Abd al-Azīz ibn Abī ‘Āmir]. Los soldados vieron con inquietud la retirada de Muŷāhid, y los catalanes (francos: ifranŷ), llenos de codicia, formularon exigencias imposibles de satisfacer. Ibn Abī cĀmir tuvo, pues, que desistir de la campaña, descorazonado”.

Tensadas así las relaciones entre ambos, Muŷāhid invadió las tierras de Abd al-Azīz, y le tomó Murcia, Lorca, Orihuela y Elche con sus términos, “que conservó hasta su muerte, pasando luego a su hijo Alī ibn Muŷāhid hasta este tiempo nuestro”, según indica el geógrafo y cronista almeriense al-Udrí, escribiendo en la segunda mitad del siglo XI, y desde luego simplificando algo la realidad, pues Murcia volvió a reconocer al soberano de Valencia, antes incluso de la muerte de Abd al-Azīz en 1061, y Lorca pasó a poder de los Banū Ṣumādi, reyes de la taifa de Almería desde 1042, aunque allí se independizó al cabo el gobernador Ibn Sabīb en 1051-1052. Pero Muŷāhid sí se quedó con el norte del Segura hasta Orihuela, y con Baeza y Jódar, y quizás con el término de Albacete. Las guerras entre Muŷāhid Abd al-Azīz de Valencia fueron detenidas en 1041, gracias al arbitraje del rey de Zaragoza Sulaymān ibn Hūd, una de cuyas hijas casó con Alí, hijo y heredero de Muŷāhid, cuatro de cuyas hijas casaron además con los reyes de Zaragoza, Valencia, Almería y Sevilla: todas ellas interesantes alianzas, y entre las cuales el doble enlace con los Banū Hūd de Zaragoza acabará ocasionando la anexión de Denia a la taifa de Zaragoza, en marzo-abril 1076, cuando al-Muqtadir desposea de sus tierras a su cuñado Alī Iqbāl al-Dawla.

Murió Muŷāhid “en Denia, el sábado a 3 noches por pasar de ḏū l-qacda 436 [15 de junio de 1045]; había reinado treinta y cinco años”, como indica la crónica anónima ikr bilād al-Andalus, en exclusiva y con una exactitud fiable frente a las habituales dudas cronológicas de las fuentes. Sucedió a Muŷāhid este hijo suyo recién mencionado, Alī Ibn Muŷāhid Iqbāl al-Dawla, tras ciertos problemas en la sucesión planteados por otro hijo de MuŷāhidḤasan Sad al-Dawla: el nombre de los tres aparece en monedas acuñadas en Denia —y alguna en Mallorca—, de los años 1043 a 1045, pero antes, entre 1038-1039 y 1040-1041, en unas fracciones de dirham, con ceca de Denia, aparece sólo el nombre de asan, el cual tramó después un complot para asesinar a su hermano Alī, sin conseguirlo, es decir intentando asegurar la sucesión a su favor. Las emisiones de Muŷāhid reflejan algunas de las circunstancias y propósitos de su reinado; ya se destacaron antes sus tempranas emisiones en plata con ceca de “Elota”; también acuñó dinares de oro, con ceca ilegible, en 432/1040-1041, y dirhemes de plata con ceca de Denia, desde 430 /1038-1039 en adelante, y con ceca de Mallorca, en 435/1043-1044.

 

Bibl.: ‘Abd Allāh, al-Tibyān / Mudakkirāt, Magreb, fin. s. XI (ed. de E. Lévi-Provençal, El Cairo, 1955; trad. de E. Lévi-Provençal y E. García Gómez, El siglo XI en 1.ª persona. Las “Memorias de ‘Abd Allāh”, Madrid, 1980 [reimprs. post.]; ed. y trad. de A. T. Tibi, Leiden, 1986 y Rabat, 1995); al-Ŷazzār, Dīwān, Zaragoza, s. XI (ed. y trad. S. Barberá, Abū Bakr al-Ğazzār, el poeta de la Aljafería, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2005; Liber Maiolichinus de gestis Pisanorum Illustribus (trad. de M. Mulet Mas, Palma de Mallorca, Societat arqueologica Lul.liana, 1991); Ibn Bas­sām, al-ajīra, al-Andalus, s. XII (ed. de I. ‘Abbās, Beirut, 1979, 8 vols.); Ibn Sa‘īd, al-Mugrib, al-Andalus, s. XIII (ed. de J. al-Manṣūr, Beirut, Dār al-kutub al-‘ilmiyya, 1997, 2 vols.); Ibn ‘Idārī, al‑Bayān al‑mugrib, Magreb s. XIV (vol. IV, trad. de A. Huici Miranda, Nuevos fragmentos almorávides y almohades, Valencia, Caja de Ahorros, 1963); Ibn al‑Jaṭīb, Acmāl al-Aclām, al-Andalus s. 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María Jesús Viguera Molins

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