Mendieta, Juan Bautista. Julián de Délica. Délica, Amurrio (Álava), 1773 – Madrid, 1817. Predicador capuchino OFMCap., guerrillero durante la Guerra de la Independencia.
Exceptuada la fecha de su nacimiento, no se han conservado otros datos de su extracción social y familiar, ni tampoco de su infancia y juventud, o de su formación cultural y religiosa. La ausencia de datos lleva a pensar que, dado el origen social de la mayoría de los capuchinos de la época y las condiciones (buena fama, salud, familia que no estuviera en la miseria, instrucción religiosa básica) que se exigían a la hora de ingresar en la orden, sus padres debían de ser agricultores y que la educación tanto cultural como religiosa habría seguido los parámetros habituales de los pueblos del País Vasco de entonces.
Con todo, el primer dato conocido de su biografía da la pista de algunos posibles perfiles de su personalidad nada desdeñables. La documentación propia de la orden atestigua que vistió el hábito capuchino en Salamanca, lugar del noviciado, el 27 de enero de 1798, por tanto cuando contaba veinticinco años, y que sólo dos años después de la profesión religiosa, pues ésta la tuvo que hacer por fuerza de la ley canónica en 1799, fue ordenado sacerdote en el mes de mayo de 1801. Estos datos, por más que sean escuetos, indican que fue una vocación adulta, fenómeno muy conocido pero no por eso habitual, pues lo normal era ingresar en las órdenes religiosas entre los dieciséis y los dieciocho años de edad. Pero, además de vocación adulta, el hecho de que fuera ordenado a los dos años de la profesión religiosa quiere decir que para cuando ingresó poseía una formación suficiente, al menos en Latín y en Filosofía, pues de lo contrario no podía ser ordenado, ni siquiera aspirar a ello, ya que los largos años de estudio exigidos desaconsejaban que éstos se iniciaran en la edad adulta.
La decisión de hacerse capuchino a los veinticinco años, cuando normalmente a esa edad ya se había iniciado un tipo de vida y ocupación profesional, indica un cambio de orientación vital radical que implicaba una voluntad decidida y firme, incluso aguerrida, por lo que se verá después.
Fue al comenzar el noviciado en 1798 cuando a Juan Bautista, siguiendo la tradición de la orden, como signo de abandono del mundo, se le impuso el nombre de fray Julián de Délica, con el que se le conocería desde entonces. Es importante tener en cuenta este dato porque, incluso en los estudios más recientes sobre la Guerra de la Independencia, se confunde su nombre, dando origen a dos personas distintas cuando se trata de la misma; así se suele hablar de ‘Juan Mendieta’ y de ‘Juan Délica’ como de dos guerrilleros distintos. A los dos, indistintamente, se les aplica el apelativo de ‘el capuchino’. No suele aparecer mucho, aunque algunas veces sí, el nombre religioso ‘Julián de Délica’, al que también se suele añadir el apelativo ‘el capuchino’.
Fray Julián de Délica ha pasado a la historia por haber sido un guerrillero, organizador de una partida durante la Guerra de la Independencia. Pero una partida que consiguió objetivos de mayor importancia que otras; esa fue al menos la percepción del momento.
Cuando en 1808 los ejércitos imperiales de Napoleón Bonaparte invadieron España, fray Julián se encontraba residiendo, según algunos cronistas de la orden, en el Convento de Toro, y según otros en el de Valladolid. Si se encontraba en Toro, convento denominado “colegio de misioneros”, pues en él se preparaban algunos religiosos, en un ambiente de especial recogimiento, para predicar misiones populares, eso quiere decir que era predicador, lo que le estaba permitiendo conocer la región de una manera especial, pues los predicadores se dedicaban a la predicación de misiones y de sermones por los pueblos y regiones circundantes. Si habitaba en Valladolid, lo más probable es también que fuera predicador.
De todas formas, la actividad de la predicación desde cualquiera de los dos conventos, próximos entre sí, le había posibilitado un conocimiento óptimo y muy localizado de la región en la que se iba a mover su partida.
Aunque desconocemos los motivos que a fray Julián de Délica le llevaron a organizar una partida de guerrilleros, no resulta difícil adivinar que las circunstancias eran muy favorables para ello, pues también otros curas y frailes lo hacían, sobre todo desde finales de 1808, y por otra parte las autoridades animaban a seguir ese ejemplo intentando dirigir y coordinar el movimiento, inicialmente espontáneo, que tuvo su auge desde inicios de 1809. Las motivaciones de los que se enrolaban en las partidas eran evidentemente distintas, e iban desde el bandolerismo, el enriquecimiento mediante el saqueo y las venganzas personales hasta el más sano patriotismo, unido indisolublemente a la religión. Las partidas dirigidas por elementos del clero, aunque hubo excepciones, tuvieron como móvil fundamental el elemento ideológico, es decir, la lucha contra las ideas de la Revolución francesa, encarnadas ahora en su propagador Napoleón Bonaparte. Estas ideas eran consideradas subversivas del orden social y religioso y, por tanto, contrarias a las más puras esencias patrióticas españolas, cuyo acendrado catolicismo era la nota más característica. En este marco ideológico tuvo origen la partida del padre Délica, llamada también del Fraile, del Capuchino o de Mendieta, probablemente desde inicios de 1809. Según los datos de ques dispone sobre la composición de la partida (no todos coincidentes), no parece que los efectivos del capuchino fueran muy abultados: unos testimonios hablan de una veintena de voluntarios y otros, como Toreno, de hasta setenta mozos a caballo.
Algunos integrantes del grupo eran hermanos de religión del jefe, que se llamaba a sí mismo “comandante”; de ellos conocemos los nombres de fray Benito de Zaragoza, que murió en una acción contra los franceses en 1809, fray Francisco de Consuegra y el donado Francisco de Esquivias. La zona de actuación de la partida del “capuchino” fue la vega de Toro, donde cazaba correos franceses sobre la línea Zamora-Valladolid, y también muy probablemente la sierra de Gata, entre Cáceres y Salamanca; en conexión con las tropas del centro, que dirigía (desde mayo de 1809) el duque del Parque desde Ciudad Rodrigo.
En una carta escrita desde Ciudad Rodrigo el 27 de septiembre de 1809, publicada por el Correo de Sevilla el 19 de octubre, el padre Délica cuenta que en los ocho meses que ha estado al otro lado del Tormes ha puesto en dificultad a los generales Michel Ney y François Kellerman, y que a este último le ha arrebatado uno de los mejores oficiales. Además se había apoderado de dos valijas y tres correos con papeles muy interesantes y alhajas de conventos, y había dado muerte a varios soldados. Fue precisamente la captura del oficial del general Kellerman, el también general Franceschi, lo que dio fama y gloria al padre Délica. El mariscal Soult, en un momento apurado para el ejército francés, decidió enviar al general Franceschi con cartas y documentos en los que informaba de los planes inmediatos de la guerra al rey José Bonaparte. La acción de la partida tuvo lugar en el mes de junio, cuando Franceschi se dirigía a Madrid desde Puebla de Sanabria, acompañado de su edecán, de un capitán, ayudante de Soult y de la escolta de varios dragones. El día 29 de junio el padre Délica y sus guerrilleros, emboscados cerca de Toro, atacaron a los franceses, que se rindieron con poca resistencia. Los guerrilleros, una vez despojados los prisioneros de los valiosos documentos, fueron partidarios de acabar allí mismo con ellos, según cuenta Le Noble en sus Memorias, pero el padre Délica prefirió conducirlos a Ciudad Rodrigo, ante el duque del Parque. Éste, viendo la importancia de los prisioneros y de los papeles, los envió a la Junta Suprema, que residía en Sevilla, encargando al padre Délica el traslado. Según algunas crónicas, “el capuchino” entró en la capital del Guadalquivir entre las aclamaciones y agasajos del pueblo. La Junta Suprema, como muestra de agradecimiento, le regaló la espada del general apresado y le dijo que pidiera lo que quisiera por el servicio prestado a la nación. Mendieta pidió veinte caballos con sus monturas y poder volver cuanto antes a Castilla para seguir luchando contra los franceses. El general Franceschi fue conducido a la Alhambra de Granada y posteriormente a Cartagena, donde murió, contagiado de fiebre amarilla, el 23 de octubre de 1810.
El padre Délica, vuelto al teatro de sus operaciones, fue perseguido con determinación y saña por los franceses, sobre todo por los generales Marchand y Kellerman, que querían vengar su afrenta, hasta que fue hecho prisionero en el mes de enero de 1810 en las inmediaciones de Tordesillas. Diecinueve supervivientes de su partida, que quedó prácticamente aniquilada, fueron sentenciados a garrote por la Junta Criminal de Valladolid, pero el general Kellerman, conocido como el “verdugo de Valladolid”, no pudo esperar la ejecución de la condena, y acabó cruelmente con ellos. El padre Délica fue tratado como un prisionero e incluso se le trasladó a Francia, de donde regresó a España casi inválido, seguramente en 1815. En ese mismo año, residiendo en el Convento de El Pardo, pidió al Rey la secularización, pues no podía seguir el rigor de la orden, y una pensión mientras encontraba un beneficio eclesiástico, a lo que el Monarca accedió el 8 de agosto de 1815. No existen noticias de que finalmente dejara la orden o de que conseguiera un beneficio, pero sí de que murió al poco tiempo en Madrid, en el año 1817.
Bibl.: P. M. Le Noble, Memoires sur les operations militaires des français en Galice, en Portugal et dans la vallée du Tage en 1809, Paris, Chez Barrois d’Aine Libraire, 1821; A. de Valencina, Los capuchinos de Andalucía en la guerra de la Independencia, Sevilla, El Adalid Seráfico, 1910; B. de Carrocera, Necrologio de los Frailes Menores Capuchinos de la Provincia del Sagrado Corazón de Castilla (1609-1943), Madrid, Editorial Magisterio Español, 1943; “Délica, Julián de”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, págs. 681-682; La provincia de Frailes Menores Capuchinos de Castilla. II: 1701-1836, Madrid, Centro de Propaganda, 1973; N. Horta Rodríguez, “Un capuchino vasco en la guerra de la Independencia española”, en Revista de Historia Militar, 22 (1978), págs. 92-94; C. Esdaile, La Guerra de la Independencia. Una nueva historia, Barcelona, Crítica, 2004; F. Martínez Laínez, Como lobos hambrientos. Los guerrilleros en la Guerra de la Independencia (1808-1814), Madrid, Algaba Ediciones, 2007; M. Artola, La Guerra de la Independencia, Madrid, Espasa, 2007.
José Ángel Echeverría Echeverría, OFMCap.