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Francisco de Colonia

Biografía

Colonia, Francisco de. Burgos, c. 1470 – 1542. Arquitecto y escultor. Hijo de Simón de Colonia y nieto de Juan de Colonia.

Con él se cierra la historia artística de la familia, de la que participa más por sus antecesores que por su talento. Hombre mediocre, de escaso talento, gozó de un gran prestigio y supo aprovecharlo durante su vida. Buen e inmerecido renombre que ha pervivido a lo largo del tiempo y todavía hoy sigue vigente en gran parte.

Se supone que se formó al lado de su padre y que colaboró con él en algunas de las obras que hizo en Valladolid y Palencia, aunque hasta el momento no se conoce ningún dato documental que lo pruebe. En cambio, sí es totalmente cierto que su formación dentro del estilo gótico no pudo superarla en ningún momento, aunque lo intentó para ponerse a la altura de sus coetáneos, algunos de ellos colaboradores, que entendieron y supieron solucionar los problemas que las formas decorativas renacentistas les planeaban. Francisco de Colonia no consiguió abandonar del todo el estilo gótico, razón por la cual, en expresión de Sebastián López, sus obras presentan continuos solecismos al emplear alimentos renacentistas dentro de composiciones góticas, a lo que se añade un inadecuado uso de las proporciones.

La actividad de Francisco de Colonia, teniendo en cuenta las obras documentadas, se asocia más con la escultura que con la arquitectura. Y es en las obras escultóricas en las que se centran admiraciones y censuras. Sin embargo, no se tiene en cuenta su trabajo como maestro de cantería en el que gozó de gran prestigio, a pesar de que todo hace pensar que no llegó a poseer una buena preparación técnica en los aspectos constructivos, ni gran capacidad inventiva en el diseño de los proyectos de edificios. No obstante, su trabajo trascendió el ámbito burgalés e hizo que fuera llamado como experto en la solución de problemas constructivos o de proyectos, siempre para obras de una gran categoría, sin semejanza alguna con las que hizo en Burgos. Actuaciones que acabaron con frecuencia en discusiones, desacuerdos y enemistades con otros arquitectos. El primer enfrentamiento lo tuvo con Nicolás de Vergara, artista más joven que él y al que veía como un aventajado competidor, en 1502, por la adjudicación de la obra de la capilla de la condesa de Osorno, María Manrique, en el monasterio de la Santísima Trinidad. La capilla no llegó a levantarse, pero el dato constituye la noticia más antigua relacionada con la actividad de Francisco de Colonia y de su desacuerdo con otro maestro. En 1515, en unión de Martín de Solórzano, maestro de la catedral de Palencia, revisó la obra de la catedral nueva de Salamanca, que hacía Juan Gil de Hontañón. Poco después, en 1516, interviene en la catedral nueva de Plasencia, de la que, en opinión de Mélida, pudo hacer el proyecto y comenzó la obra, pero se le retiró de la misma por no desarrollarse satisfactoriamente, siendo sustituido por Juan de Álava que, con ocasión del desacuerdo mostrado por Francisco de Colonia cuando, en 1522, junto con Juan de Badajoz, revisó la labor que Juan de Álava hacía en la catedral nueva de Salamanca, declaraba que “es mi enemigo capital, en todo lo que pudiera dañarmelo lo hara, aunque faga uno o diez juramentos”. Igualmente tuvo problemas en su relación con Diego de Siloé y Juan de Vallejo, que no llegaron a revestir importancia por la actitud de los dos jóvenes maestros en las obras en las que colaboraron con Francisco de Colonia.

Se considera que su primera obra escultórica es el retablo mayor de la iglesia de San Esteban de Burgos, hecha por encargo de Gonzalo de Polanco, patrón de la iglesia. Estaba terminado en 1505, pero a falta de la imagen del titular, que se pagó a Francisco de Colonia, y sin acabar de montar. Se trata de un retablo que, dentro de los de su mismo gran porte y dimensiones, presenta la particularidad de estar labrado en piedra y adoptar el tipo de retablo-sepulcro, por los dos que se encuentran en los ángulos inferiores integrados en el magnífico conjunto. Se forma por numerosas imágenes y escenas agrupadas en una peculiar composición, que en su parte superior responde a un concepto gótico, imitación del retablo de la cartuja de Miraflores de Gil de Siloé, con la escena de la Santísima Trinidad rodeada de ángeles dispuestos en círculos concéntricos, en tanto que la mitad inferior, sin pérdida de su carácter gótico, adopta una composición más cercana a la claridad propia de los retablos renacentistas, con el abandono de la disposición centrífuga sustituida por una organización geométrica en cuerpos y calles, con amplias chambranas y arquitectura plenamente góticas, que definen encasamentos en los que se alojan las escenas dedicadas a la vida de san Nicolás. Representaciones plenas de viveza narrativa y precisión descriptiva, cuya disposición responde a un orden secuencial en relación con el contenido de cada una de ellas. Las dos zonas anteriores se limitan, a ambos lados, por un conjunto de imágenes de santos bajo amplios doseles góticos, organizados en calado con tres calles y tres cuerpos. Traza que a la vista del resto de las obras que hizo y de las que se le atribuyen no es posible asignar a Francisco de Colonia, que con toda probabilidad contó con un proyecto inicial de su padre, Simón de Colonia, de tal manera que en la ejecución de la obra su intervención, en principio, pudo ser equivalente a la de uno de los oficiales que formaban el taller, pasando a hacerse cargo de la dirección cuando sólo faltaba completar el montaje.

Las escenas e imágenes son, en general, de buena calidad, y se aprecia en ellas la intervención de diversas manos y del empleo de varias fuentes iconográficas, entre las que destaca la nórdica que define no sólo la forma de las imágenes, sino también la presencia de algunas de ellas, pertenecientes a santos alemanes que gozaban de escasa devoción en Burgos.

Santiago Sebastián documentó la autoría de Francisco de Colonia, en 1508, de la capilla de la Virgen del Rosario, en la iglesia del totalmente desaparecido convento dominico de San Pablo de Burgos. Edificio que es posible ofreciera algún carácter destacado, siempre contando con el irreductible estilo gótico flamígero en que se formó, por cuanto en ella tenía su sede la cofradía del Rosario, que podía haberse llamado la freiría de los artistas, por el número de los mismos que formaban parte de ella.

En octubre de 1511, el cabildo le nombro, maestro de obras de la catedral, plaza que había ocupado su padre y quedó vacante a su muerte. Posiblemente, los canónigos pensaron que Francisco podría completar la historia de la familia en relación con el templo mediante la hechura de una obra de categoría excepcional, como las de sus antecesores. No fue así, aunque no faltó ocasión para ello. En general, las aportaciones del nuevo maestro a la catedral no superaron nunca el carácter de obras de reparación y mantenimiento, sin que se relacione ninguna obra nueva o de reconstrucción, de cuya importancia ilustran las pequeñas cantidades que, además de su salario anual de maestro de obras, se le pagaron por la ejecución de aquellos trabajos que excedían su obligación como tal maestro.

La actuación más importante del último de los Colonia en la catedral fue la terminación de la sacristía de la capilla del Condestable, que había trazado y comenzado su padre, y de la que se hizo cargo al morir éste pocos meses después de iniciarla. Esta obra ha hecho pensar, y así se ha admitido desde que Mayer lanzara la idea, que Francisco de Colonia fue el encargado de terminar todas las obras iniciadas por su padre. Creencia que resulta muy difícil de sostener ante la falta de documentación en que pueda basarse y la ausencia de datos estilísticos que lo demuestren a través de la evidencia de las radicales diferencias existentes entre el modo de hacer del padre y el del hijo.

Muestras evidentes que sólo se encuentran en la sacristía citada, en la que parece que lo primero que hizo Francisco, al margen de la mera construcción, fue la puerta que la comunica con la capilla. Se trata de un vano de dimensiones puramente funcionales, con arco escarzano y decoración corrida en todo su contorno de arquivolta y jambas, a base de contarios y hojas de acanto, motivos que varían en las pilastras laterales en que aparecen grutescos en forma de ese formados por zarcillos de acanto, que se repiten, sin variación alguna, hasta siete veces, prueba del escaso repertorio del artista y de su incapacidad para adecuar la nueva decoración renacentista con criterios no góticos.

La portada debió de hacerse entre los años 1512 y 1517, fecha de terminación de la sacristía. La decoración del muro exterior responde al arte de Francisco de Colonia, distinto en los motivos y en la composición, más que diferente antagónica, a la empleada por su padre en el exterior de la capilla, contrastando la claridad de éste con la insistente complejidad de aquél, de tal manera que parecen invertirse en la decoración de exteriores las tendencias propias de cada uno, pues Francisco acumula y orientaliza, en tanto que Simón simplifica e italianiza. La abundancia de la decoración que invade el muro en sucesivos registros en altura y la obligada morosidad de la técnica, con abundancia de trepados y virtuosismo técnico explican que, aunque la obra se terminó en el año 1517, todavía en 1523 cobrara 145.000 maravedís por su labor que, junto a la de la puerta de la Pellejería, es una de las de mayor empeño de su labor en la catedral.

Trabajo que, en relación con la capilla del Condestable, completó el año 1525 con el asiento de los órganos. Labor por la que cobró veinticinco mil maravedís que, aunque parece excesiva por tal trabajo, queda justificada por la construcción de la escalera de acceso a la tribuna en que se encuentra el órgano, obra no excepcional pero sí de ingenio en la solución adoptada.

No fue única la obra de la sacristía durante el tiempo en que se labró, desde 1512 a 1517, sino que marca uno de los períodos de máxima y más interesante actividad de Francisco de Colonia. Se ha recordado su intervención y sustitución en la obra de la catedral de Plasencia, en 1516, al mismo tiempo que también se ocupaba de la construcción de la portada de la Pellejería de la catedral de Burgos que, sin duda alguna, es su obra magna. Su hechura respondió a un encargo hecho al artista por el obispo Juan Rodríguez de Fonseca, al año siguiente de haber ocupado la sede episcopal burgalesa, formando parte de un plan de reformas de la catedral, en el que entraban la construcción de una escalera de acceso desde la catedral hasta la portada y calle de la Coronería —la Escalera Dorada, de Diego de Siloé, iniciada en el año 1519—, que fue precedida, en 1515, por el encargo hecho a Francisco de Colonia de la ampliación de la puerta de la Pellejería.

En ambos casos, el obispo Rodríguez Fonseca, de culta y compleja personalidad y sin contar con el cabildo, actuó con la aspiración de engrandecer la catedral con obras en las que se mostrara el concepto estético y las formas del arte renacentista. Intento que consiguió a medias, como se advierte comparando lo hecho por Diego de Siloé y Francisco de Colonia en las obras encargadas por el prelado, cuya visión simultánea es posible mediante la apertura de una simple puerta.

En la portada de la Cerrajería, Francisco de Colonia se sirvió de la muy española solución de alojar una portada en una capilla, con los antecedentes más directos en las fachadas de San Gregorio y de San Pablo, ambas en Valladolid, y de Santa María de Aranda de Duero. Sin duda, pretendió hacer una obra semejante, en el nuevo estilo renacentista, pero falló en la idea inicial de modo inevitable al insistir en mostrar sus limitaciones en la comprensión de la composición y decoración renacentistas. Limitaciones e insuficiencias muy visibles en las columnas y sus capiteles, así como en la decoración a base de cabezas aladas de serafines colgantes del intradós del arco de la puerta, en una poco afortunada imitación de la decoración de caireles de su padre. Junto a cuyos detalles adquieren un peculiar relieve los niños con los colgantes de frutas. Motivos todos procedentes de variados artistas italianos.

Parece que Francisco de Colonia alcanzó en la puerta de la Pellejería el punto culminante de su carrera que, en extraña paradoja, a lo largo de los últimos veinte años, que por ser los de madurez hubieran debido ser los de realizaciones más brillantes, no alcanzó en ningún caso la altura anterior. Su trabajo en este período ofrece diversas peritaciones y obras, pero ninguna de interés cuya autoría pueda asignársele. El ya citado año 1516, el de más actividad para él, nombrado por la parroquia de San Esteban, intervino en un pleito que ésta mantenía con Felipe Bigarni. En 1524 tasaba, junto a otros maestros, la obra hecha por los Villarreal en la capilla mayor de la iglesia de San Román. El año 1534, la ciudad de Oviedo le llamó para asentar un puente. Poco después, en 1536, intervino con Juan de Álava, Juan Gil de Hontañón y otros maestros en el primer proyecto de la catedral de Valladolid y, culminando esta serie de actuaciones, el año 1540, el cabildo de Astorga pedía al de Burgos que autorizara la ida a dicha ciudad para que revisara la obra de construcción de la catedral, que ya conocía de una estancia anterior. Trabajos prestigiosos todos ellos, pero de los que nada quedó como recuerdo de su arte.

No fue tampoco favorable su actividad en Burgos, aun cuando intervino en algunas obras de importancia, gracias a su doble condición de maestro de obras de la catedral y de la ciudad. En 1527 fue encargado, junto a Diego de Siloé como autor del proyecto, de la reconstrucción del puente de Santa María, en Burgos.

Obra que hizo él solo por la marcha de Siloé a Granada y que, a pesar de carecer de todo valor artístico, le dio la oportunidad de hacerse cargo de la ejecución de la fachada monumental que, como complemento del nuevo puente, se proyectó levantar en honor del emperador Carlos y los personajes históricos más destacados de Castilla y Burgos, lo que al final resultó ser un retablo de personajes civiles con la presencia de la Virgen y el ángel protector de la ciudad. Pero antes había ocurrido, una vez más, que Francisco de Colonia fue apartado de la dirección de la obra, porque “no va bien fecha, antes mal fundada, e con otros defectos”. En esta ocasión, el sustituto fue Juan de Vallejo, que cobraba como maestro de obras de la catedral, a pesar de tener menor categoría que Colonia, que era maestro mayor, consecuente con una diferencia de capacidad, que se demostró plenamente cuando, al arruinarse el cimborrio de la catedral, en la noche del 3 al 4 de marzo de 1539, comenzaron los dos juntos la obra del nuevo, en la que Francisco de Colonia no hizo nada de interés. Este mismo año se lamentaba ante el cabildo catedralicio de la precaria situación económica en que se encontraba.

Francisco de Colonia debió de morir el año 1542, pues, partir del mismo ya no aparece su nombre en las cuentas de la catedral, como perceptor del salario de maestro mayor.

 

Obras de ~: Retablo de San Nicolás, iglesia de San Nicolás, Burgos, 1505; Capilla del Rosario, monasterio de San Pablo, Burgos, 1508 (desapar.); Sacristía de la capilla del Condestable, Catedral, Burgos, 1512-1517; Puerta de la Pellejería, catedral, Burgos, 1515; interviene en la Catedral nueva de Plasencia (Cáceres), 1516; Portada de la sacristía, iglesia de Sasamón (Burgos), c. 1524; reconstrucción del puente de Santa María, Burgos, 1527; Asiento de un puente, Oviedo, 1534; interviene en las trazas primeras de la catedral, Valladolid, 1536; inicia la construcción de la fachada, Puerta de Santa María, Burgos, 1536; colabora en la reconstrucción del cimborrio, catedral, Burgos, 1539.

 

Bibl.: R. Monje, “La parroquia de San Nicolás en Burgos”, en Semanario Pintoresco Español (SPE) (1843), págs. 33-35; “España pintoresca. Arco de Santa María en Burgos”, en SPE (1843), págs. 59-71; E. Bertaux, Exposición retrospectiva, Madrid, 1910; L. Huidobro Serna, “El templo de San Nicolás, en Burgos”, en Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones (BSCE) (Valladolid), 4 (1910), págs. 546-554 y 561-565; F. Fita, “Descripción arqueológica de la iglesia de San Nicolás de Burgos”, en Boletín de la Real Academia de la Historia (BRAH), 58 (1911), págs. 271-311; A. Michel, Histoire de l’Art, IV, Paris, 1911; C. Justi, “Estudios de arte español. Los maestros de Colonia en la catedral de Burgos [...]”, en España Moderna (Madrid) (1914), pág. 311; J. R. Mélida y Alinari, “La iglesia de San Nicolás, de Burgos”, en BSCE, 2.ª serie. Castilla artística e histórica, I (1917), págs. 79-82; VV. AA., Catálogo monumental de España. Provincia de Cáceres, vol. II, Madrid, Imprenta de la Ciudad Lineal, 1924; C. G. Villacampa, “La capilla del Condestable de la catedral de Burgos”, en Archivo Español de Arte y Arqueología, 33 (1928), pág. 38; J. Agapito y Revilla, “Para la historia de la Iglesia Mayor de Valladolid”, en Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, XXXVI (1928), pág. 231; M. Martínez Burgos, Arco de Santa María y Museo Provincial, Burgos, Marcelino Miguel, 1929; T. López Mata, El barrio de iglesia de San Esteban, Burgos, Publicaciones del Excmo. Ayuntamiento, 1946; La catedral de Burgos, Burgos, Hijos de Santiago Rodríguez, 1950; F. Chueca Goitia, La catedral nueva de Salamanca: Historia documental de su construcción, preámb. de M. Gómez Moreno, Salamanca, Universidad, 1951; M. Martínez Burgos, Puente, torre y arco de Santa María, Burgos, Publicaciones del Excmo. Ayuntamiento, 1952; “En torno a la catedral de Burgos. II. Colonias y Siloes”, en Boletín de la Institución Fernán González, XI (1955), págs. 851-863; “La iglesia de San Nicolás de Burgos. Los Colonia y Gil de Siloé”, en BRAH, CXXXVIII (1956), págs. 151-228 + XIV láms.

 

Alberto C. Ibáñez Pérez

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