Badajoz, Juan de. El Viejo. ¿Badajoz?, s. m. s. XV – 31.VIII.1522. Maestro de obras de las catedrales de León y Oviedo.
Posiblemente oriundo de Badajoz, su figura se presenta como la del patriarca de una notable familia de arquitectos en la que también destacan su hermano Rodrigo de Badajoz, maestro de obras de la catedral de Orense, y su hijo Juan de Badajoz, el Mozo, quien le sucedió al frente de la fábrica legionense en 1525.
Llegó a la capital leonesa en compañía de su hermano Rodrigo a finales del siglo xv, cuando ambos fueron llamados por el obispo Valdivieso para construir la librería de la catedral, pieza ésta que acabaría tornando más tarde su uso para convertirse en capilla de Santiago. Fue, sin embargo, Juan de Badajoz el encargado de llevar a cabo la obra: nombrado en 1499 maestro de obras de la catedral cuya construcción concluyó antes de 1505.
Aunque la tipología original de esta construcción ha de ponerse en relación con las inquietudes humanistas de su promotor, su arquitectura denota la ausencia de las novedades renacentistas que comenzaban a germinar en algunos enclaves del reino. Badajoz es una de las figuras descollantes de un tardogoticismo renovador que, aprovechando las influencias flamencas, triunfaba con la introducción de una nueva concepción del espacio, elaborada con el concurso de la tradición de raíz mudéjar y del variado repertorio escultórico de cardinas y florones, al que empieza a sumar ya algunos motivos de sabor renacentista. Esa originalidad en el marco de la tradición apreciada y legitimadora será la que dé fama a Badajoz y la que su hijo homónimo se encargue de ir depurando en la lenta transición experimentada por la arquitectura del entorno leonés hacia el Renacimiento pleno.
El resultado de la obra de la librería entusiasmó a sus promotores y otorgó a Badajoz una fama y un prestigio que trascendieron las fronteras más inmediatas de su jurisdicción profesional, lo cual redundó en una envidiable situación profesional y económica. Fue llamado por el cabildo ovetense, quien le nombró maestro de obras de esa catedral, de modo que pasó a simultanear dicho cargo con el homólogo que desempeñaba desde antes en la ciudad de León. Allí se le encargó la construcción del pórtico principal, que habría de constar de tres cuerpos con sendas torres en sus extremos, si bien bajo el episcopado de García Ramírez de Villaescusa (1502-1508) se decidió que la torre septentrional no se prolongase en altura, haciéndolo la otra con unas mayores proporciones. Badajoz dejó su impronta en estas obras, así como en la formación de los aparejadores que trabajaban a sus órdenes, por lo que resulta evidente en sus trabajos la presencia de algunos de los principios ejemplificados en la librería leonesa. Su labor como maestro de obras, sin embargo, no tuvo una continuidad muy dilatada. La simultaneidad de las maestrías de León y Oviedo provocó no pocos conflictos de competencias, de modo que mientras que los canónigos leoneses le presionaban para que se comprometiese a mantener su vecindad y servicios en León, los ovetenses se quejaban de cierta desatención, provocada por las continuas ausencias a las que le obligaban las obras que dirigía en León, Astorga y Benavente. Como resultado de esta situación, fue finalmente cesado en 1511 como maestro de la catedral de Oviedo, y le sucedió en el cargo su aparejador Pedro de Buyeres.
Con todo, a pesar de su recuperada dedicación exclusiva en la fábrica de la seo legionense, la estrechez económica de su cabildo y la descontrolada alternancia de obispos en su cátedra impidieron a Badajoz realizar obras sustantivas en la misma, salvo excepciones de gran valor, como la portada del Cardo, realizada entre 1514 y 1517, que permitía el acceso al altar mayor desde el propio palacio episcopal gracias al pasadizo operado sobre la desaparecida puerta del Obispo. Esta actividad tan precaria, no obstante, le otorgó una mayor libertad para trabajar al servicio de otras fábricas distintas que, reconociendo su solvencia profesional, solicitaron su concurso con diversos fines. Tal fue el caso de la colegiata de San Isidoro de León, cuyo abad Juan de León (1483-1509) le encargó el desmonte y nueva construcción de su iglesia. Esta labor de modernización, que puede resultar contradictoria con el parecer que expresó por las mismas fechas a favor de la conservación de la catedral vieja de Salamanca, no se llevó a cabo, sin embargo, hasta 1513. En ella se vuelve a hacer patente la semejanza con la obra de la librería de la catedral, especialmente en el exterior, donde repite idénticos elementos constructivos y decorativos.
Badajoz colaboró también en los procesos constructivos de otras importantes fábricas coetáneas, ofreciéndose incluso, de manera espontánea en 1508, a la Universidad de Salamanca para trazar su nueva librería. En 1512 acudía a esa misma ciudad como miembro de la Junta de maestros que habría de dirimir la ubicación y condiciones de la nueva catedral. Su presencia en la misma evidencia el prestigio del que gozaba en esos momentos, hecho que volvería a repetirse al año siguiente cuando fue igualmente solicitado para examinar la capilla Real de la catedral de Granada; también en 1513, cuando acudió a Sevilla para hacer lo propio con la capilla mayor de dicha ciudad, o en 1518, cuando se le documenta en los informes sobre el claustro de la catedral de Santiago. En 1522 se le vuelve a localizar en Salamanca evaluando el progreso de la fábrica de la catedral nueva. En aquella ocasión reprobó, en compañía del otro veedor, Francisco de Colonia, la labor que venían desarrollando Juan de Álava y Juan Gil. Este parecer, duramente replicado por Álava, ha sido interpretado por Chueca Goitia como una pugna dialéctica entre las dos concepciones predominantes en la arquitectura tardogótica hispánica: la más tradicional de Colonia y Badajoz frente a la renovación encarnada por los maestros de la catedral salmantina.
Obras de ~: Librería de la Catedral, León, 1495; Pórtico y torres de la Catedral, Oviedo, c. 1500; Capilla mayor de la iglesia de la colegiata de San Isidoro, León, 1513; Portada del Cardo de la Catedral, León, c. 1515.
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José Javier Rivera Blanco y Javier Pérez Gil