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Sancho Díaz de Leguizamo

Biografía

Díaz de Leguizamo, Sancho. Bilbao (Vizcaya), s. m. s. XV – Tarragona, VII.1543. Consejero de Castilla.

Descendiente de una rica familia de Bilbao dedicada al comercio, no le fue difícil completar estudios legales y relacionarse con personajes que le apoyaron en su nombramiento en 1515 como alcalde de lo Criminal en la Chancillería de Valladolid. Fue en ese puesto en el que destacó, junto a su compañero Zárate, informando con celeridad a Carlos V acerca de la actitud de la villa de Valladolid, contraria a contribuir a la leva ordenada por Cisneros. Con toda probabilidad, los servidores del nuevo Rey debieron de fijar su atención en Leguizamo, dados los contactos de su padre con comerciantes flamencos. Por lo demás, necesitados como estaban de servidores hispanos que pudieran secundar sus intereses, le promovieron el 14 de marzo de 1517 a la plaza de alcalde de Casa y Corte, en la vacante de Villafañe.

Entre las primeras ocupaciones a las que Díaz de Leguizamo hubo de hacer frente en su nuevo cargo, destacó la resolución de una violenta disputa fronteriza en el marquesado de Villena, en la que se le juzgó favorable a los litigantes murcianos. A tenor de esta inclinación, se creyó conveniente su envío a Murcia cuando el 17 de mayo de 1520 se iniciaron las Comunidades, dado el fracaso en pacificar la situación del licenciado Antón Pérez, teniente de corregidor de Murcia. Mientras esto sucedía, el Concejo mandó al jurado Fulgencio de Almela a informar al marqués de los Vélez y recibir ayuda de la Chancillería de Granada.

En los días siguientes, los representantes municipales, reunidos secretamente, acordaron remitir al jurado Diego Riquelme para conseguir ayuda del Consejo Real. Igualmente, el regidor Antonio Pacheco, acompañado de un enviado por los procuradores de Murcia en las Cortes de La Coruña, se dirigieron a Vélez Blanco para solicitar al marqués su inmediata presencia en la ciudad. Aunque la situación aún era peor en Valladolid, donde gran parte del Consejo se hallaba cautivo, el alcalde Leguizamo logró llegar a Murcia a finales de julio, para tratar de disminuir, y en lo posible apaciguar, la tensión que había en la ciudad.

Una vez en Murcia, aunque encargado de escuchar las quejas de la comunidad y Concejo, como su esfuerzo no alcanzara el éxito, dejó de actuar con total imparcialidad y se lanzó a colaborar con los regidores Juan Vázquez, Diego de Lara y el jurado Diego Riquelme, los tres delegados del Concejo nombrados para asistirle, tratando así de sofocar la insurrección.

No obstante, para esta estrategia carecía del apoyo militar adecuado y, además, sus asperezas de trato no le granjearon sino la negativa de todos los interlocutores con los que hubo de tratar, de modo que ninguno de ellos estaba dispuesto a ayudarle. El aumento de la violencia obligó a Leguizamo a liberar a un líder comunero y, finalmente, abandonó el reino el 4 de agosto, culpando al marqués de los Vélez de la continuidad de la revuelta por su tibieza en aportar efectivos militares suficientes. Pese a todo, su actividad logró a la postre que el Concejo se distanciara de los comuneros, lo que terminó provocando su expulsión de la ciudad.

A pesar de los magros resultados, al Emperador no le pasó inadvertida la misión de Leguizamo y le envió a su tierra con el fin de poner orden en las diferencias entre autoridades causadas por el ordenamiento jurídico vizcaíno y, de paso, reprimir las alteraciones surgidas allí al socaire del movimiento comunero, muy peligrosas porque detraían recursos para resistir a los franceses en Navarra. Vencido cerca de Vitoria el 7 de abril de 1521 el movimiento procomunero, encabezado por el conde de Salvatierra, el duque de Nájera se desplazó a detener el avance francés en Navarra. Se inició entonces un proceso contra Salvatierra, y el 18 de enero del año siguiente fue acusado en rebeldía de rebelde y traidor e infiel, por lo que fue condenado en agosto a la pérdida de todos sus bienes y señoríos —tarea a la que Leguizamo se aplicó con el mayor celo— y a muerte. Presentado poco después Salvatierra ante el tribunal que le juzgaba, murió al poco tiempo.

La actuación de Leguizamo como alcalde, junto a sus compañeros, los licenciados Gómez de Herrara y Sánchez de Briviesca, alcanzó cotas de extrema dureza en el castigo de los sedicentes. No pasó ello inadvertido al Rey, quien le premió con numerosas mercedes y comisiones de alta importancia. Las prebendas tuvieron lugar en Badajoz y en su tierra natal, donde el Emperador le vendió el 17 de diciembre la casa-solar de Orozco que él mismo había secuestrado al conde de Salvatierra. Entre las misiones, destacó el acompañamiento a Portugal de la princesa Catalina para su boda en 1524 con el príncipe Juan y su presencia en octubre de 1515 en los actos de recibimiento como legado papal del cardenal Giovanni Salviati, sobrino de Clemente VII. La confianza del Emperador en Leguizamo volvió a ponerse de manifiesto en la jornada a Italia de 1529, en la que se valió de él para ejercer la justicia cerca de su persona, gracias al oficio en su favor del presidente Tavera. Nuevos favores de Carlos V le permitieron consolidar su posición social en Bilbao, donde gracias a su derecho de patronato sobre la iglesia de San Antonio —donde había sido bautizado—, pudo labrar en ella una capilla destinada a entierro suyo y de sus descendientes.

A la vuelta a Castilla de la larga jornada italiana en enero de 1534, hubo de realizar una importante función como alcalde: la custodia de los bienes del difunto arzobispo de Toledo Alonso de Fonseca, bienes que suscitaban la codicia tanto de algunos de sus criados —descontentos por no haber obtenido recompensa— como de la cámara apostólica, hecho éste que indicaba la creciente voluntad de delimitación jurisdiccional con Roma patrocinada por el presidente Tavera. Dicha misión acabó de redondear sus méritos ante el Emperador y el grupo fernandino en el gobierno, de modo que acabó siendo premiado con la expedición del título del Consejo Real el 23 de mayo, en la vacante de Medina.

De nuevo en el Consejo pueden apreciarse señales de la gracia de que disfrutaba. Recién llegado a la plaza, formó parte de la Junta constituida durante las Cortes de 1534 para discutir sobre la saca de moneda de Castilla. Por otro lado, su hijo Tristán entró a servir de paje del Emperador desde el 28 de mayo de 1535, y más tarde del príncipe entre la fundación de su Casa y 1542. Él mismo destacó en las ceremonias cortesanas, como el entierro del obispo de Palencia, Francisco de Mendoza, en marzo de 1536.

Más relevante es que salió sin mácula de las acusaciones que se hicieron llegar al Emperador sobre su rápido enriquecimiento en la propia Corte. Parece haber gozado de esta posición hasta su fallecimiento, acontecido tras haber acompañado a Carlos V a su última jornada a Barcelona. Tras su muerte, tanto el Emperador como el príncipe atendieron la reclamación de mercedes para su mujer, Mencía de Esquivel, y sus ocho hijos, concediéndoles la remuneración íntegra de 1543. Con el tiempo, el linaje acabó recibiendo el marquesado de Gramosa.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Simancas, Escribanía Mayor de Rentas, Quitaciones de Corte, leg. 39, n.os 805- 819; Contaduría Mayor de Cuentas, 1.ª época, legs. 422, 573 y 1587.

P. de Sandoval, Historia de la vida y hechos del Emperador Carlos V, ed. y est. prelim. de C. Seco Serrano, vol. I, Madrid, Atlas, 1955 (Biblioteca de Autores Españoles, LXXX), págs. 90-91; P. Gan Giménez, El consejo Real de Carlos V, Granada, Universidad, Servicio de Publicaciones, 1988, pág. 244; C. Domínguez Rodríguez, Los alcaldes de lo criminal en la chancillería castellana, Valladolid, Diputación Provincial, 1993, pág. 50; I. J. Ezquerra Revilla, “Díaz de Leguízamo, Sancho”, en J. Martínez Millán (dir.), La Corte de Carlos V, vol. III, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2000, págs. 111-113; El Consejo Real de Castilla bajo Felipe II, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2000, pág. 37.

 

Alejandro López Álvarez

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