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Mateo Cerezo Delgado

Biografía

Cerezo Delgado, Mateo. El Joven. ¿Burgos?, 19.IV.1637 ant. – Madrid, 29.VI.1666. Pintor.

El 19 de abril de 1637 era bautizado en la parroquia burgalesa de Santiago de la Capilla, adscrita a la catedral, un niño llamado Mateo Cerezo Delgado, hijo del pintor local Mateo Cerezo Muñoz y de Isabel Delgado Alonso, hija a su vez del afamado dorador Pedro Delgado, su abuelo. El licenciado Pedro Gallego, teniente cura de la iglesia parroquial y administrador del bautismo, le dio por abogado a San José, siendo sus padrinos el ilustre licenciado Juan de Angulo, capellán de los Lerma, y una tal Isabel Vallejo.

Nacido, pues, en una familia de artistas locales, Mateo Cerezo Delgado estaba destinado a convertirse con el tiempo en uno de los pintores más brillantes y reveladores de todo nuestro barroco, malográndose, empero, cuando falleció a los veintinueve años en plena juventud.

Los primeros años de su infancia debieron transcurrir en Burgos. En 1639, cuando sólo contaba con dos, la familia Cerezo decidió mudarse a una casa en la calle de las Platerías alquilada a la propia parroquia de Santiago. Domicilio que compartiría juntamente con su abuelo materno Pedro Delgado.

Es probable que los trabajos del padre, satisfaciendo las demandas pictóricas de otras localidades cercanas, obligara a la familia a desplazarse puntualmente con él, pues el 9 de julio de 1641 el progenitor se inscribía como parroquiano en la logroñesa Santa María de la Redonda. Esta estancia de Cerezo padre en Logroño debió ser corta, pues el año de 1644 ya estaba de vuelta en Burgos atendiendo la confirmación sacramental de su hijo Mateo celebrada el 25 de febrero en la parroquia de San Lorenzo adonde habían sido llevados los niños parroquianos de Santiago.

Familiarizado, pues, con la pintura, el entorno familiar del joven Cerezo, debió de constituir el ambiente más adecuado para el desarrollo de las facultades artísticas del niño que habrían de ponerse en práctica tal como refiere su biógrafo Palomino en el taller paterno.

De estos primeros años en los que el joven Cerezo va familiarizándose con el dibujo y las técnicas pictóricas se conserva un pequeño lienzo de Las lágrimas de San Pedro conservado en las Calatravas de Burgos. La obra está firmada con el diminutivo “Matheito Zereço” y es significativa de la dirección naturalista en que se mueve su estilo todavía infantil basado en un modelo grabado de Ribera.

Muy pronto las dotes excepcionales del muchacho, con grandes expectativas profesionales, hubieron de despegarle del ámbito familiar. Palomino cuenta que cuando “apenas tenía quince años”, es decir, hacia 1652, el joven Cerezo se trasladó a la Corte ingresando en la escuela de Juan Carreño de Miranda, un pintor por aquel entonces de gran prestigio y creciente significación artística. En su taller asistiría a la creación de obras tan emblemáticas como la Magdalena de las Arrepentidas (1653) o el San Sebastián de las monjas de Vallecas (1656) que marcarán profundamente el estilo del joven Cerezo en la doble dirección flamenco-veneciana tan de moda en aquel momento.

Esta formación, basada principalmente en el empleo del color y en el estudio del natural, se fue completando poco a poco con la asistencia a las “academias” de la ciudad. Probablemente fuese en éstas cuando conociese a Rizi y a Pereda recibiendo algunos de sus consejos que marcarían también el estilo de sus primeras obras como profesional.

Finalizada su formación a los cinco años, es decir, en 1657, Palomino refiere que tras salir de la escuela de Carreño se abrió paso en el mercado madrileño “con las maravillosas obras que hacía, así de Concepciones, como de otros asuntos devotos” refiriendo dos en particular hoy perdidas: una Huida a Egipto y una Natividad.

Sus primeros encargos importantes, sin embargo, se destinaron fuera de Madrid. Su biógrafo cuenta que “con el motivo de dar una vuelta a su patria, siendo bien mozo, hizo mansión en Valladolid... donde ejecutó diferentes obras”. Efectivamente en 1658 se le encargó toda la pintura del retablo mayor de la iglesia del convento vallisoletano de Jesús y María trazado en la Corte por el arquitecto Sebastián de Benavente. El pintor partió para esta ciudad en octubre de ese año. Ciertos contratiempos en el viaje debieron provocar el que Cerezo no pagase a su llegada el alquiler de la mula que le había trasladado desde Madrid apuñalando al animal. Como consecuencia el 29 de ese mes fue apresado en la cárcel de Valladolid, siendo puesto en libertad un día después tras salir como fiador Antonio de Tapia, mercader de joyería.

Las obras de Jesús y María debieron prolongarse hasta mediados del año 1659, fecha en que firmó el lienzo principal de la Asunción de la Virgen. El conjunto —conservado parcialmente— se completó con un San Buenaventura, una Santa Isabel de Hungría, una Adoración de los Pastores y una Adoración de los Reyes, expresivos de la influencia flamenco-rubeniana que recibe de Carreño especialmente en los tipos y modelos conjugados con ciertos resabios de Rizi y Pereda.

Para esta misma ciudad Cerezo realizó entre 1658 y 1659 otras obras públicas destinadas a tener un gran éxito, como un Cristo Yacente en la parroquia de San Lorenzo y una Asunción de la Virgen —perdida— al parecer realizada en 1658 para el altar mayor del convento de San Bartolomé (colección del marqués de las Marismas, vendida en 1843).

Tras esta estancia en Valladolid Cerezo se trasladó a Burgos. Aquí se le encargó en 1659 un cuadro de San Francisco y el Ángel para la catedral por 500 reales.

Es probable que también atendiera otros encargos de zonas limítrofes. Se ha conservado en la parroquia de Castrojeriz, en Burgos, un Bautismo de Cristo, muy ligado a la técnica de Carreño, que copia una escultura de Gregorio Fernández, acaso por imposición del cliente.

El panorama burgalés, sin embargo, no era el medio más adecuado para el desarrollo de sus capacidades como pintor. Cerezo regresó a Madrid entre 1659 y 1660. Carreño por aquel entonces había comenzado a trabajar en Palacio (1659) decorando el Salón de los Espejos junto a Rizi. Seguramente su contacto le facilitó el acceso a la colección real estudiando con especial atención la pintura veneciana. Como resultado su arte se transformó radicalmente estilizando sus modelos y abrillantando su paleta con una pincelada esponjada al modo de Tiziano. Los Desposorios místicos de Santa Catalina (Museo del Prado) firmados en 1660 responden bien a la citada transformación mostrando la asombrosa rapidez con que evoluciona el estilo de Cerezo.

Sus composiciones empezaron a ser famosas en la Corte reclamándose cada vez más sus pinturas. Versiona varias veces sus Desposorios místicos de Santa Catalina (catedral, Palencia, 1661; Mercado anticuario) y en 1661 volvió a tener otro rotundo éxito cuando realizó una Magdalena Penitente (Rijksmuseum, Ámsterdam) con una particular sensualidad rubeniana.

Las numerosas copias y versiones que se han conservado de este modelo (antigua colección Czernin, Viena, 1664) atestiguan el éxito que hubo de tener esta obra. Como contrapunto Cerezo también elaboró un dramático Ecce Homo de medio cuerpo (Museo de Bellas Artes, Budapest) interpuesto en un espacio indefinido que demuestra el estudio atento del arte de Velázquez.

Cerezo empieza a ser reconocido en la Corte atendiendo también otros encargos, como la copia de un Cristo crucificado del Greco (Museo de Arte Decorativo, Buenos Aires) que le enfrenta a la técnica del cretense.

Su carrera como pintor va ascendiendo y gran parte de su producción la destina a cuadros de devoción con figuras solas. Hacia 1662 Cerezo realizó otra de sus obras más famosas: un Cristo de la Agonía (catedral, Burgos) significativo de su gusto por Van Dyck.

Se conoce una bellísima versión autógrafa posterior en el Staatliche Museum de Berlín.

El estilo de Cerezo evoluciona vertiginosamente cuando colabora hacia 1663 con Francisco de Herrera el Mozo en la pintura de la cúpula de Nuestra Señora de Atocha. Su pincelada se vuelve más líquida empleando reflejos blancos para sombras y perfiles. Cambios que ya se aprecian en un San Agustín del Museo del Prado y en un San Francisco estigmatizado del Elvehjem Museum of Art de la Universidad de Wisconsin, ambos firmados en 1663 y al parecer procedentes del convento madrileño de San Hermenegildo.

El éxito de sus modelos hace que el pintor burgalés ensaye nuevas fórmulas. Rompe el esquema inicial de sus primeras Inmaculadas a lo Carreño (Cubillas de Santa Marta, Valladolid) con un tipo de virgen casi rococó (Comendadoras de Santiago, Madrid; Ermitage, San Petersburgo, 1664) a la vez que sus santos se vuelven cada vez más ascéticos y voluptuosos, como se aprecia en el San Juan Bautista del Staatliche Kunstsammlungen de Kassel.

El 12 de marzo de 1664 Cerezo se casó con una mujer humilde, María Fernández Campuzano, en la parroquia madrileña de San Justo y Pastor. Su economía no es muy holgada, pues no aporta al matrimonio “bienes ni dinero alguno” recibiendo sólo una exigua dote de la contrayente. Su amigo Francisco de Herrera el Mozo, asistió al enlace como testigo. En los últimos años de su vida Cerezo emprendió sus cuadros más ambiciosos. Para el convento madrileño de Santa Isabel inició hacia 1664 una serie de trabajos con una Visitación, un San Nicolás de Tolentino y un Santo Tomás de Villanueva dando limosna —destruidos— que reflejan —a tenor de unas viejas fotografías— el interés del pintor por la perspectiva y las composiciones muy complejas. La admiración por los modelos de Carreño se mantiene y la deuda con Herrera el Mozo es evidente en los contraluces de las figuras.

Simultáneamente el pintor dio también salida a obras con destino a Valladolid, debiendo mantener ininterrumpidos contactos artísticos con esta ciudad.

Para el convento de los franciscanos realiza una Aparición de la Virgen con el Niño a San Francisco (Museo Lázaro Galdiano, Madrid) y una Inmaculada Concepción (Ayuntamiento, San Sebastián) que suponen lo más maduro de su arte que muestra su dominio del color con tonalidades de extraordinaria delicadeza al modo de Francisco Rizi, especialmente en los rostros de las Vírgenes.

El último año de su vida Cerezo realiza una apasionada Magdalena Penitente de medio cuerpo (Hermandad del Refugio) que estaba destinada a tener también un enorme éxito, como avalan las numerosas copias y versiones que se han conservado de este modelo.

Su última gran obra fue al parecer una Cena de Emaús realizada para el refectorio del convento madrileño de los Agustinos Recoletos. La obra, en paradero desconocido, es conocida gracias a un grabado de Antonio del Castillo (1778) que muestra la adhesión del pintor a la tradición veneciana con solemnes arquitecturas y un amplio cortinaje que cobija a unos personajes fuertemente individualizados junto a una mesa donde se dispone un soberbio bodegón. Se han conservado dos importantes muestras de género en el Museo de San Carlos de Méjico, indicativas de la potencia del pintor en el tratamiento de la naturaleza muerta.

Un aspecto también importante en la producción de Mateo Cerezo son sus dibujos. En ellos el pintor expresó sus composiciones elaborando rasguños y modelos que luego empleaba como “patrones” en sus encargos. Se han conservado cabezas, cuerpos y figuras realizadas con lápiz negro y sanguina al modo de Carreño. Hermoso es especialmente un rasguño de Cristo crucificado (Museo del Prado) en el que con unos pocos trazos el pintor sintetizó el drama de la muerte.

El 29 de junio de 1666 Mateo Cerezo falleció en Madrid siendo enterrado en la iglesia de San Martín, anejo de San Justo y Pastor. Anteriormente el pintor había dado poder a su mujer para que formalizase su testamento en caso de fallecimiento ordenando se le enterrase en dicha iglesia a la vez que dejaba por herederos a sus padres. María Campuzano dispuso el testamento un día después de la muerte del pintor ordenando entre las mandas se devolviera a Antonio de Robres la altísima cantidad de 850 reales que le había prestado éste para gasto de su enfermedad, lo que indica que ésta no fue repentina.

La fama de Cerezo se extendió ya en propia vida del artista consignando Palomino algunas copias de sus obras entre los pintores. Su muerte eclipsó uno de los talentos más precoces de toda la historia de nuestra pintura.

 

Obras de ~: Lágrimas de San Pedro, convento de MM. Calatravas, Burgos; Retablo mayor del Convento de Jesús y María, Valladolid, 1659; Inmaculada Concepción, 1659; Cristo yacente, iglesia de San Lorenzo, Valladolid; Virgen con el Niño, y Santo Domingo y San Francisco abrazados; Bautismo de Cristo, parroquia de Castrojeriz, Burgos; San Francisco y el Ángel, catedral, Burgos, 1659; Desposorios místicos de Santa Catalina, Museo del Prado, 1660; Magdalena penitente, Rijksmuseum, Amsterdam; Ecce Homo, Museo de Bellas Artes, Budapest; Cristo crucificado, Museo Nacional de Arte Decorativo, Buenos Aires; Cristo de la agonía, catedral, Burgos; San Juan Bautista, particular, San Sebastián, 1662; San Agustín, Museo del Prado, 1663; Estigmatización de San Francisco, Elvehjem Museum of Art, Universidad de Wisconsin, 1663; Inmaculada Concepción (diversas versiones); Entrada de Jesús en Jerusalén, Palacio Real, Madrid; Aparición de la Virgen con el Niño a San Francisco (varias versiones); Inmaculada Concepción, Ayuntamiento, San Sebastián; Magdalena penitente, 1664; Bodegones de carne y pescado, Museo de San Carlos, México; Bodegón, Museo del Prado; San Juan Bautista (varias versiones); Cristo de la Agonía, Staatliche Museen; Estigmatización de San Francisco, Museo del Prado; Cabeza de la Virgen; Santo Tomas de Villanueva dando limosna a los pobres, Museo del Louvre, París; Magdalena penitente, Hermandad del Refugio, Madrid, 1666.

Dibujos: Cristo crucificado, Museo del Prado; Cristo flagelado / Gloria, Biblioteca Nacional, Madrid; San Juan Bautista, Museo de los Uffizi; Cabeza juvenil, Museo del Prado; Cabeza femenina, Biblioteca Nacional; Cabeza varonil, Museo del Prado; Cabeza de muchacho, Museo del Prado; Cabezas infantiles, Museo del Prado; Figura suplicante, Museo de los Uffizi; San Isidro labrador, Casa de la Moneda, Madrid; Ángel niño, Museo del Prado; San Diego de Alcalá, Biblioteca Nacional, Madrid; Aparición de la Virgen a San Félix de Cantalicio, Biblioteca Nacional, Madrid; San Francisco arrodillado, Museo del Prado; Estudio para Bautismo de Cristo, Museo del Prado.

 

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Álvaro Piedra Adarves