Cabrera, Bernat de. Vizconde de Cabrera y de Bas, conde de Modica. Cataluña, 1352 – Sicilia (Italia), IX.1423. Almirante y maestro justiciero de Sicilia.
Era hijo de Bernat de Cabrera, conde de Osona, y de Margarita de Foix y nieto del famoso Bernardo de Cabrera, gran privado del rey Pedro el Ceremonioso.
Tuvo una adolescencia difícil, a causa de la ejecución de su abuelo en 1364 —que significó la confiscación de los bienes de la familia— y la prisión de su padre en Castilla. Fue librado como rehén de su padre a Pedro I de Castilla, en Bayona, en 1366, y quedó preso hasta que Enrique de Trastámara, a quien pasó a servir su padre en 1367, le liberó en un intercambio de prisioneros.
A fines de 1372, el rey Pedro el Ceremonioso decidió devolver a Bernat de Cabrera los bienes que habían sido confiscados a su familia y comisionó para ello al obispo de Lérida, Romeu Sescomes, que había influido en esa decisión y había logrado el consentimiento de la reina. La devolución de la mayor parte de los bienes tuvo lugar en 1373. El condado de Osona, concedido a su padre, comprendía los vizcondados de Cabrera y de Bas y, además, la ciudad de Vic, donde la esposa del conde de Osona poseía la parte de Montcada, mientras que la parte real había sido concedida al conde de Osona por el Ceremonioso.
Los Cabrera poseían, además, Montclús, Montpalau, Sant Iscle, Solterra, Vall d’Osor, Anglès, Sau, Taradell, Viladrau, Voltregà, Torelló, Cabrera, Roda, Orís, Gurb, Tona, Malla y otros lugares menores. Era uno de los estados nobiliarios más poderosos de Cataluña, puesto que, desde las tierras interiores de Vic, llegaba por el norte hasta cerca de Olot y por la costa hasta Blanes y la comarca del Maresme, encontrándose a caballo entre los obispados de Vic y de Gerona; se calcula que vivían en ese territorio veinticinco mil personas. En la devolución, sin embargo, se excluyó la ciudad de Vic, con el territorio circundante en el radio de una legua, el castillo de Senfores y el título de conde de Osona. Fue el primer paso que mostraba el arrepentimiento del rey por la condena de su antiguo ministro y que posibilitó que el nieto se convirtiera en el futuro en un gran servidor de la corona.
El segundo paso se dio en 1381 cuando se le devolvió el vizcondado de Bas, como premio a sus primeros servicios, consistentes en la dirección de una flota de cinco galeras con las que patrulló por los mares de Sicilia y Cerdeña en 1379, llevando a cabo, además, una embajada a Nápoles junto con el vizconde de Rocabertí ese mismo año. Entonces todavía no se había armado caballero.
Sus actividades en los diez años siguientes son poco conocidas. En 1390, Bernat de Cabrera asumió la defensa de Besalú ante la invasión del conde de Armagnac, una invasión que pretendía obtener un rescate o botín. El mismo año, en julio, capitaneaba una galera armada que Juan I quería mandar a los mares de Cerdeña para que protegiera las plazas catalanas hasta que hubiera pasado la flota francogenovesa que, bajo la capitanía del duque de Borbón, se dirigía contra Berbería.
Finalmente, Bernat de Cabrera se sumó a esa cruzada con su galera, junto con el vizconde de Roda, Ramon de Perellós, que capitaneaba otra. Los cruzados atacaron el lugar llamado África (El Mahdia), en Túnez, de donde los dos nobles catalanes volvieron a fines de octubre.
Poco después debió de comenzar a ocuparse de la preparación de la expedición a Sicilia del infante Martín el Humano, secundogénito de Pedro el Ceremonioso, misión que Bernat de Cabrera capitaneó en 1392. Esa expedición había de reinstaurar en el trono a la reina María de Sicilia y a su marido, Martín el Joven, hijo del infante. Los éxitos iniciales de la delegación permitieron la reorganización del reino y la atribución de las diversas responsabilidades de gobierno a gente adicta. A Bernat de Cabrera le correspondió el cargo de almirante del reino, que desempeñó de 1392 a 1397.
La reinstauración de la reina María se enfrentó pronto, sin embargo, a gravísimas dificultades cuando en 1393 estalló una vasta insurrección, que dejó a los reyes y al infante Martín aislados en Catania. Ante la insuficiencia de los recursos militares con que se contaba para dominar la rebelión, Bernat de Cabrera volvió a Cataluña ese mismo año con el fin de conseguir refuerzos. Las dificultades que encontró para conseguirlos, con la celeridad que exigía lo apurado de la situación, le llevaron a empeñar todas sus tierras y a pedir préstamos personalmente a mercaderes. Con los ciento cincuenta mil florines de oro que obtuvo, contrató a trescientos hombres de armas y a doscientos cincuena ballesteros a caballo, catalanes y gascones, con los que se dispuso a volver a Sicilia en octubre del mismo año. Le acompañaron, además, algunos caballeros catalanes con su escolta, reuniendo unos mil hombres, que embarcó en dos naves que le dejó el rey Juan I. No se podía pedir más lealtad ni más eficacia a este gran señor.
Una vez llegado a Sicilia, desembarcó en Termini, que se mantenía fiel al infante, y cruzó por tierra rebelde toda la isla, para reforzar el castillo de Castrogiovanni, en el centro de Sicilia, que también era fiel, y auxiliar a los reyes y al infante en Catania. Esos refuerzos permitieron resistir hasta que llegó el auxilio proporcionado por Juan I, en 1394, que desvió a Sicilia la flota y las tropas preparadas para una expedición a Cerdeña. La gesta de Cabrera produjo gran admiración y fue recompensada en 1393 con la creación del condado de Módica, un territorio donde vivían diez mil vasallos y producía una renta de veinte mil florines.
Bernat de Cabrera se convirtió en el personaje más influyente del reino.
Volvió a Cataluña en 1397 con el infante Martín, que había pasado a ser rey de la Corona de Aragón al morir su hermano Juan I en 1396. Marchó de nuevo a Sicilia en 1398 con una flota de socorro destinada a dominar otra revuelta, operación en la que brilló de nuevo su talento militar. Entonces fue designado maestro justiciero, el cargo de mayor importancia de la isla, que ejerció hasta 1418, aunque en los últimos tiempos la organización virreinal privó de contenido a este cargo; la dirección del consejo real, que ostentó desde 1399, consagró su influencia política y su poder en el reino.
Algunos años más tarde, sin embargo, su poder en el reino comenzó a ser cuestionado. Ocurrió a la vuelta de un viaje a Cataluña para acompañar a Sicilia a la nueva reina, Blanca de Navarra, casada con Martín el Joven después del fallecimiento de la reina María de Sicilia. Entre 1403 y 1404 chocó con los consejeros aragoneses de Martín el Joven, que consiguieron desplazarle de su posición de poder, después de una actuación ciertamente belicosa de Cabrera frente a Martín el Joven. El rey Martín el Humano intervino para suavizar las tensiones; recordó a su hijo los grandes servicios prestados por Cabrera, aunque le recomendó reforzar su propia autoridad y no actuar sólo al dictado del consejo de una sola persona o de una sola facción, sino de un número amplio de consejeros.
A Cabrera, el rey Martín el Humano le recomendó reconciliarse con su hijo y tener en cuenta que era muy joven.
En 1405, Bernat de Cabrera volvió a Cataluña, acompañando seguramente al rey Martín el Joven, que fue a visitar a su padre y los reinos que un día habían de ser suyos. A su vuelta, ya no ocupó la posición de poder que había tenido un tiempo. Antes de la muerte de Martín el Humano, Cabrera pudo participar todavía en una gran empresa bélica, la expedición a Cerdeña, y en la batalla de Sanluri (1409), a consecuencia de la cual moriría Martín el Joven.
Durante el interregno, entre 1410 y 1412, se esforzó en mantener, desde Sicilia, una comunicación constante con el Parlamento de Cataluña, para paliar el vacío de poder después de la muerte de Martín el Humano en 1410. Actuó primero de acuerdo con la reina Blanca, viuda de Martín el Joven, pero de nuevo entró en conflicto con los nobles aragoneses de la facción de Sancho Ruiz de Liori y con la misma reina Blanca, que pronto estableció contactos con Fernando de Antequera a través de sus padres los reyes de Navarra, primero para otorgar la corona de Sicilia a Federico de Luna, hijo natural de Martín el Joven, con ella como regente, mientras que Cabrera quería mantener el reino unido a la Corona de Aragón. Cabrera era francófilo en cuanto al problema sucesorio de la Corona de Aragón, como era lógico, puesto que sus enemigos eran filocastellanos; sólo en los últimos tiempos fue tibiamente urgelista. Lorenzo Valla le atribuyó, sin fundamento, el proyecto de casarse con Blanca para apoderarse del reino. En realidad eran los nuevos consejeros sicilianos de la reina, de quienes desconfiaba, quienes querían casarla con Nicolás de Peralta y promover la secesión.
Cabrera pudo resistir porque mantuvo a su lado a muchas ciudades sicilianas, que le respetaban por la política de pleno apoyo a los gobiernos urbanos frente al poder nobiliario que había inaugurado Martín el Humano y que él había seguido, mientras que la reina Blanca se apoyaba en la nobleza. Ambas facciones, la de Cabrera y la de la reina Blanca, llegaron a enfrentarse militarmente. Cuando Fernando de Antequera ocupó el trono de la Corona de Aragón, una de sus preocupaciones primeras fue precisamente reconducir la situación en Sicilia y, con precaución, privar de sus poderes como vicaria a la reina Blanca, su antigua aliada. Precisamente, ya elegido Fernando, Bernat de Cabrera había sido encarcelado a traición por Sancho Ruiz de Liori, pero fue liberado en 1413 y enviado a Cataluña por orden del monarca, a quien tuvo que prestar fidelidad y homenaje. No participó en la revuelta de Jaume de Urgell, pero quedó apartado del poder en Sicilia.
Con la nueva dinastía, tuvo tiempo de participar en el parlamento catalán de 1416, en el que formó parte del grupo de nobles que negó el subsidio al rey Alfonso el Magnánimo para luchar contra Génova, oposición que mantuvo en los años siguientes. A pesar de ello, acompañó al monarca en la expedición a Cerdeña, Córcega, Sicilia y Nápoles de 1420 a 1423, pero murió en Sicilia en 1423 y fue enterrado en la iglesia de San Jorge de Ragusa.
Se había casado con Timbor de Prades, hija de Juan de Prades, de la familia real, de quien tuvo un hijo, Bernat Joan, que le sucedió en sus dominios, y tres hijas, Timbor, Leonor y Sancha, que se casaron, respectivamente, con Juan Fernández de Híjar, señor de Híjar; Gilabert de Centelles, barón de Nules y Oliva, y Arquimbau de Foix, barón de Noailles. Casó en segundas nupcias, ya anciano, con Cecilia de Urgell, hermana del conde y aspirante a la Corona, Jaime de Urgell, para mostrar su apoyo a esa desgraciada familia.
La tendencia de la familia Cabrera a monopolizar el poder real se repetía con el nieto del gran privado, aunque sin las consecuencias trágicas de la actuación de este último.
Bibl.: M. de Bofarull y de Sartorio (dir. y ed.), Proceso contra Bernardo de Cabrera, mandado formar por el rey don Pedro IV, Barcelona, Imprenta del Archivo, 1868 (colección de documentos inéditos del Archivo General de la Corona de Aragón, vol. XXXIV), págs. 275-280, 299-300, 311 y 372- 373, docs. XVI-XVII, págs. 477-491; S. Sobrequés i Vidal, Els barons de Catalunya, Barcelona, Vicens Vives, 1957 (reimp. de 1961), págs. 172-176 y 268, nota 64; A. Boscolo, La politica italiana di Martino il Vecchio, re d'Aragona, Padova, Cedam, 1962, págs. 21, 23, 25-26, 56, 60, 65-70, 107-110, 113, 118, 131, 170, 176 y 183-184; M. T. Ferrer i Mallol, “Documenti catalani sulla spedizione franco-genovese contro Berberia (1390)”, en Miscellanea di Studi Storici, Genova, Bozzi, 1969, págs. 213-261; S. Sobrequés i Vidal, “El cas de Bernat de Cabrera. L’interregne vist des de Sicília”, en El compromís de Casp i la noblesa catalana, Barcelona, Curial, 1973, págs. 98-115; J. Zurita, Anales de la Corona de Aragón, ed. preparada por A. Canellas López, 4 y 5, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1973 y 1980; P. Corrao, Governare un regno. Potere, società e istituzioni in Sicilia fra Trecento e Quattrocento, Napoli, Liguori, 1991, págs. 87, 91, 98-99, 102-104, 107-108, 114-127, 138-150, 163-166, 222-224, 227, 233, 282-283, 332, 395 y 535-536.
María Teresa Ferrer Mallol