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Pelayo Pérez Correa

Biografía

Pérez Correa, Pelayo. Farelaes, cerca de Braga (?) (Portugal), c. 1200 – Montalbán (Teruel), I.1275. Decimocuarto maestre de la Orden de Santiago.

Nacido en Portugal, era hijo de Pedro Paes Correa y de Dordia Paes de Aguiar, y, por tanto, miembro, a través de la herencia materna, de un linaje nobiliario norteño de protagonismo social secundario, y emparentado, a su vez, con los Anes do Vinhal, uno de cuyos vástagos, Gonzalo, primo del futuro maestre, fundará en Castilla, por concesión de Alfonso X, la más primitiva casa de los Aguilar.

No se sabe la fecha exacta en que Pelayo Pérez ingresó en la Orden de Santiago, pero sí que ya era freire en 1228, cuando se encuentra en tierras catalanas, concretamente en Lérida, formando parte del séquito del maestre Pedro González Mengo. Fue cuatro años después, en 1232, cuando accedió a la dignidad de comendador de Alcácer do Sal y, en calidad de tal, responsable de la Orden en Portugal. Desde esa dignidad, y con cierta autonomía respecto al rey Sancho II de Portugal, protagonizó en buena medida la incorporación a la Corona lusa de una buena parte de territorios del Alentejo y del Algarve, procediendo a ocupar, entre 1235 y 1240, los enclaves de Aljustrel, Mértola, Alfájar de Pena, Ayamonte, Tavira y Cacela.

Pocos años después, Portugal daría por finalizada la reconquista de su territorio, pero ya entonces, y desde finales de 1242, Pelayo Pérez era maestre de la Orden de Santiago, no sin haber ocupado previamente, desde hacía más de un año, la encomienda mayor de Uclés.

Con respecto a etapas precedentes, su gobierno inició un período de mayor estabilidad institucional que hay que relacionar con su decidido impulso a la normalización organizativa de la milicia. Los seis establecimientos cuya promulgación cabe atribuirle se corresponden con los más antiguos desarrollos normativos de la Orden; fueron elaborados por los capítulos generales de León (1251), Montánchez (1252), Robredo de Montánchez (1259), Cabar (1265), León nuevamente (1266) y Mérida (1274).

Por otra parte, su política de centralización dio lugar al nacimiento de una primitiva mesa maestral que le permitió acometer iniciativas institucionales con un margen de maniobra que hasta entonces no habían conocido sus predecesores; inicialmente esa mesa —espacio privativo de generación de renta, ajeno al entramado de encomiendas, y que controlaba exclusivamente el maestre— está compuesta por cinco cámaras o encomiendas maestrales situadas en Castilla, Campo de Montiel, León, Portugal y Aragón, tal y como se explicita en los establecimientos emeritenses de 1274.

Esta tendencia centralizadora, sin embargo, fue la razón de que el maestre fuera objeto de tentativas desestabilizadoras llevadas a cabo por sus propios freires y comendadores, cada vez más conscientes de su aristocrático protagonismo. Lo fueron ciertamente la de 1245 y aún más la de 1263-1264; en ambos casos la Sede Apostólica movilizó sus recursos para evitar el cisma con que amenazaban los freires descontentos, y desde posiciones que, sin negar la autoridad del maestre sí desautorizaban la extralimitación en su ejercicio, intentó contribuir a la pacificación de la Orden.

El fundamento de las quejas apuntaba en una única aunque diversificada dirección, la del autoritarismo y la de una abusiva utilización de los recursos de la Orden, es decir, desde la óptica maestral, la del deseo de fortalecimiento de la máxima dignidad de la milicia.

La aristocratización de los miembros de la Orden, en la que desde 1259 nadie debería obtener el hábito si previamente no unía a su condición de hidalgo la de caballero, acabó haciéndola bascular, y con ella al propio maestre, del lado de los conservadores pronunciamientos de la nobleza a lo largo del reinado de Alfonso X, especialmente en 1272. Fue en el contexto de este último cuando el Rey Sabio aconsejaba a su hijo Fernando, responsable de las conversaciones con los nobles rebeldes, que “bien vos debedes guardar de la maestria del maestre de Uclés”.

El largo gobierno maestral de Pelayo Pérez se corresponde con la gran expansión patrimonial del señorío de la Orden. Su activa presencia en las más importantes acciones reconquistadoras del siglo XIII castellano lo justifican plenamente. Esa presencia fue especialmente notable en la ocupación del Reino de Murcia.

El mismo año de su acceso al maestrazgo, 1242, el estratégico núcleo fortificado de Segura pasaba a control santiaguista. Se consolidaba de esta forma la presencia de la Orden en el umbral del Reino musulmán de Murcia y a las puertas mismas del de Jaén.

Posición tan clave supondría para los freires de Uclés, en el contexto de la ofensiva castellana sobre tierras murcianas, su definitivo afianzamiento en el área serrana que no tardaría en convertirse en sede de su encomienda mayor. En el transcurso de 1243 obtuvo la meridional villa de Galera con todas sus “aldeas o torres”, los castillos de Híjar, Vicorto, Gutta (Villares) y Abejuela, así como la amplísima red de fortalezas que completarían la base señorial de la encomienda de Segura y de las que a partir de ella se generarían: Moratalla, Socovos, Letur, Priego, Liétor, Taibilla, Yeste, Catena, etc. El papel de los santiaguistas en esta primera fase de la integración de Murcia a la Corona de Castilla fue sencillamente clave, tanto desde el punto de vista estrictamente militar como político y económico.

Se entiende que el infante Alfonso, adalid de la conquista en representación de su padre, se viera acompañado en todo momento por el maestre Pérez Correa. En relación a la conquista de las tierras andaluzas del Alto Guadalquivir, es de destacar también el papel desempeñado por el maestre santiaguista en el asesoramiento del rey Fernando III cara al cerco de la propia ciudad de Jaén en 1246. Pero su protagonismo fue mucho mayor en el sometimiento del Reino de Sevilla. Ya fue importante su actuación en la curia regia convocada en el verano de 1246 por el rey Fernando en Jaén con el fin de diseñar un plan de conquista de Sevilla. Intervino aquel mismo año en los sucesivos ataques lanzados contra Carmona, Alcalá de Guadaira y el propio Aljarafe sevillano. Ya en 1247, el maestre recibía Reina como premio a su esforzada participación en la lucha reconquistadora y poco después, iniciado ya el cerco sistemático de Sevilla, el maestre defendió la expuesta zona del Aljarafe que, por orden del Rey, había ocupado. Las crónicas dan cuenta de diversos episodios protagonizados por el maestre santiaguista, entre ellos, y en compañía de otros caballeros, razzias sobre Gelves y Triana. Participó también en el complicado asedio de Triana y hubo de sustituir a los vasallos del arzobispo de Santiago en la ocupación de la zona de Tagret, relativamente alejada de los muros de la ciudad, y donde ya para entonces, vísperas de la capitulación de Sevilla, contaba “con veynte et çinco freyres solos, que y entonçe consigo tenie, et non mas, et de otra caualleria poca”.

Esta esforzada actividad de colaboración reconquistadora se tradujo en una seria ampliación del patrimonio de la Orden, y el maestre trabajó seriamente para organizarlo. Lo cierto es que es a partir de los días de Pérez Correa cuando el territorio santiaguista se muestra plenamente vertebrado sobre la base del sistema comendatario y su adecuación a algunos de los principales ejes de la trashumancia ganadera. También a él se debe una importante labor repobladora, como ponen de manifiesto los numerosos fueros que, durante su maestrazgo, recibieron muchos enclaves de su jurisdicción: Alhambra, Montiel y Segura de la Sierra (1243), Yeste (1246), Setúbal (1249), Aljustrel (1252), Mértola (1254), Garvao (1267), Segura de León (1274) y Usagre (?), entre otros. La intensidad de su obra administrativa, sin embargo, no siempre estuvo acompañada de una prudente gestión; destacan en este sentido sus sustanciosos endeudamientos con cualificados representantes de la banca toscana.

Desde luego, pocos maestres se han identificado tanto con el espíritu cruzadista de la Castilla plenomedieval, y esa identificación llegó a traspasar, al menos en proyecto, los límites de la Península. Entre sus objetivos estuvo la plaza africana Salé que, en poder del Papa desde la conversión de su gobernante Zeit Aazon al cristianismo, les fue confiada a los santiaguistas de 1245; en este hecho precisamente radica la legitimación de la ulterior y fugaz ocupación del enclave por Alfonso X en 1260, casi con toda seguridad con apoyo santiaguista.

También el maestre puso sus miras en el imperio latino de Constantinopla, cuyo titular, el emperador Balduino II, solicitó en 1246 el apoyo de la Orden para garantizar su supervivencia. Quizá los primeros contactos se hubieran producido ya el año anterior en el transcurso de las sesiones del I Concilio de Lyon al que había acudido Pelayo Pérez. El maestre se comprometió a partir para Constantinopla con cincuenta freires y otros caballeros, pero las circunstancias internas de Castilla, en vísperas de la ofensiva sevillana, lo impidieron.

Tras un dilatado y activo gobierno, el maestre Pérez Correa falleció a mediados de enero de 1275, en Montalbán, sede de la encomienda mayor aragonesa, adonde había llegado procedente de Francia, y es que, tras la finalización del II Concilio de Lyon, había acudido a la ciudad francesa para mantener algunos contactos con la curia papal. Hasta el último momento estuvo pendiente de las actividades de su altísima responsabilidad. No es raro que la fama del maestre se acabara proyectando en mitificación sacralizadora.

Una tardía leyenda, en efecto, le atribuye el conocido milagro de Tudía: la “detención del día” que la Virgen le concedió para poder coronar con éxito un encuentro con los musulmanes. Este supuesto milagro se halla asociado a la erección de la vieja ermita de Santa María de Tudía, fundada por el maestre al pie de Sierra Morena, en tierras santiaguistas cercanas a Llerena, y donde desde principios del siglo XVI reposan sus restos.

 

Bibl.: D. W. Lomax, La Orden de Santiago (1170-1275), Madrid, Escuela de Estudios Medievales, 1965; A. Madrid y Medina, “La encomienda de Portugal en tiempos de Pay Pérez Correa”, en VV. AA., Actas das II Jornadas Luso-Espanholas de História Medieval, III, Porto, Universidad, 1989, págs. 1179- 1195; A. González Bonilla, “Pelay Pérez Correa, Maestre de Santiago”, en Revista de Estudios Extremeños, LIII (1997), págs. 411-452; D. Rodríguez Blanco, “Pelay Pérez Correa. Entre la historia y la leyenda”, en M. González Jiménez (ed.), Sevilla 1248. Congreso Internacional Conmemorativo del 750 Aniversario de la Conquista de la Ciudad de Sevilla por Fernando III, Rey de Castilla y León, Madrid, Nodo, Fundación Ramón Areces, 2000, págs. 207-220; M. López Fernández, La Orden de Santiago y el maestre Pelay Pérez Correa, tesis doctoral, Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2001.

 

Carlos de Ayala Martínez

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