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Álvaro de Grado y Leguizamo

Biografía

Grado y Leguizamo, Álvaro de. Señor de Altino. Valdepramaro (Asturias), c. 1474 – Altino, Nápoles (Italia), 1543. Militar.

Sebastián de Miñano fijó su cuna en “la parroquia de San Pedro Apóstol de Grado, alfoz ó partido y arciprestazgo de Valdepramaro, arcedianato de Grado, obispado de Oviedo”, pero nada refiere sobre sus ancestros, si bien cita como originario del mismo lugar a un “Pedro de Grado, embajador por el rey de Castilla al concilio de Constanza”, que bien pudiera contarse entre ellos. Los hermanos García-Carraffa no lo mencionan en su monumental obra genealógica, al menos en el apellido Grado. El que ambos autores sean posteriores a Carlos González de Posadas, que trazó en sus Memorias históricas del Principado de Asturias y Obispado de Oviedo (Tarragona, 1794) la única biografía de un personaje de tal nombre que recoge el World Biographical Index (ABEPI, I, 413, 79-80), junto al hecho de que constara su fallecimiento en 1520, hizo que no se hiciera una consulta que ahora es de lamentar porque quizá hubiera arrojado alguna luz que coadyuvara a fijar la genealogía del biografiado.

En todo caso, ni siquiera sus contemporáneos se pusieron de acuerdo sobre el segundo apellido, pista igualmente útil al mismo propósito. Luis Zapata, que nació poco antes de su muerte, en su Miscelánea, le puso el de Alvarado, pero aquí se ha preferido el que menciona el militar cordobés Martín García de Cereceda, que sirvió a sus órdenes desde 1531 hasta 1538 y le cita profusamente en sus memorias.

En cambio, existe consenso en que comenzó a servir a los Reyes Católicos en la toma de Granada (1492), hecho que permite calcular aproximadamente su fecha de nacimiento. El contingente asturiano volvió a ser movilizado en el otoño de 1495 para reforzar las fronteras del Rosellón, por lo que debió de hallase entre los peones que allí se dirigieron. En enero de 1500, formando en la compañía de Alonso de Sotomayor, se hallaba presto a embarcar en Barcelona rumbo a Italia, careciendo aún de la experiencia suficiente para portar una espingarda. En Nápoles, siguiendo a su compañía, puede asegurarse su participación en la victoria de Seminara (21 de abril de 1503), así como en la subsiguiente toma de Barletta, pero después se abre un prologando paréntesis en su biografía, que no se está en situación de reemprender hasta un cuarto de siglo después, en 1528. No cabe duda de que prosiguió su carrera militar, aunque no en Italia, dado que no le citan allí ninguno de los cronistas que trataton sobre aquel teatro bélico, ni tampoco la documentación preservada en Simancas relativa a Lombardía, Nápoles o Sicilia. Pudo hallarse en la conquista de Navarra (1512) y es probable que, ya capitán, volviera a pelear en aquel escenario cuando la invasión francesa de 1521, saldada con su expulsión de Fuenterrabía en 1524, pero esto no pasa de ser una mera especulación. Ni siquiera se sabe cuándo ascendió a capitán, ni dónde sirvió tal puesto, aunque es probable que lo fuera en guarniciones fronterizas. Lo único cierto es que estuvo temporalmente en Fuenterrabía, donde Luis Pizaño, antiguo camarada en el Tercio de Sicilia que fortificaba dicha plaza en 1542, hubo de modificar una precedente actuación suya en los cubos de la muralla (Archivo General de Simancas, Guerra Antigua, leg. 25).

En el invierno de 1528, fue nombrado maestre de campo de las compañías de Infantería que partieron de España, rumbo a Calabria, para apuntalar la resistencia del reino de Nápoles, invadido por las tropas francesas del mariscal Lautrec. El inventario de la Contaduría Mayor de Cuentas (Simancas) no permite hallar el menor rastro de esta leva —que se encontrará por sus asentistas o pagadores—, a la que aluden Sandoval, García de Cereceda y uno de los raros vestigios documentales que se ha consultado, procedente de la colección de Salazar y Castro en la Real Academia de la Historia. Camilo Pignatelli, conde de Borello, se refiere únicamente al “servicio que a V. M.

hizo en Calabria, rompiendo allí [a] los enemigos”, siendo más pródigo en los elogios a su persona que en las anheladas referencias a sus servicios precedentes, a los que era frecuente aludir cuando —siendo éste el caso— se solicitaba alguna merced para el interesado: “No tendré ahora más que decir con esta salvo que ha continuado en servir siempre en esta guerra de Puglia, asi con su persona y compañía, como en el cargo de maestre de campo de esta gente española que acá ha servido, en que por cierto ha trabajado mucho, habiendo de tratar con gente que puede bien presumir de haber servido y no haber sido siempre pagada”.

Una relación anónima (Codoin, 1861) refiere que “el conde de Burello con mil españoles que tenia Alvaro de Grado y otra gente de caballo de Sicilia, habia vencido en batalla a Simón Romano, que tenía Calabria por los franceses con 5 ó 6.000 hombres”, precisando el aludido Cereceda que la victoria, obtenida cerca de Andria, la consiguieron “dos mil españoles que había traído de España el maestre de campo Alvaro de Grado y Leguiçamo, con otros capitanes y otra poca gente que se hizo en aquellas villas de la Calabria”.

Tras la expulsión de los franceses del reino, fue reformado a simple capitán. Con dicha graduación asistió a la reducción de la República florentina para la reposición de los Médicis, hallándose en la victoria de Gavinana (3 de agosto de 1530) a las órdenes del maestre de campo Pedro Vélez de Guevara, que obligaría a la República de Florencia a capitular ante Alfonso de Ávalos, marqués del Vasto y de Pescara, el 12 de agosto del mismo año. Sólo la tercera parte de la Infantería española presente en el asedio se libró de la desmovilización y con ella se formaría el primer cuerpo permanente que llevó el nombre genérico de Tercio, y específicamente el de Sicilia, aunque éste no comenzara a utilizarlo hasta 1534. Se formó en Asís el 1 de mayo de 1531, y Álvaro de Grado, que fue uno de sus diez capitanes originarios, serviría en él hasta su reforma disciplinaria el 28 de agosto de 1538, siendo el último de sus maestres de campo; antes, y siendo capitán, se halló con él en rechazar la invasión de Solimán II en Hungría (septiembre de 1532), en la defensa de Koroni (Corón), en Morea (agosto de 1533 – abril de 1534) y en la incursión que asoló Androusa (2 de febrero de 1534). Repatriado el Tercio a Sicilia y reorganizado sobre el pie de doce compañías, fue designado su maestre de campo —vacante desde la muerte de Rodrigo Machicao— por patente de 4 de julio de 1534. Ya al mando de la unidad, asistió al asedio y conquista de la Goleta (19 de junio – 24 de julio de 1535) y a la batalla de los Pozos del Agua contra el ejército de Barbarroja, ante Túnez (28 de julio de 1535), entrando en la plaza, abandonada por el enemigo el 31 de julio. De regreso a Sicilia, fue empleado nuevamenente sobre la costa tunecina en la toma de Bizerta (4 de noviembre de 1535) y, el año siguiente, en la escolta de Carlos V durante su estancia en Roma, donde el Emperador proclamó su famoso desafío personal contra Francisco I (17 de abril), en respuesta a la sorpresiva invasión y rápida conquista por los franceses de los estados del duque Carlos III de Saboya, tanto a una parte como a otra de los Alpes (enero-abril de 1536); en la invasión de Provenza, buscando a los franceses en su propio suelo, aunque éstos rehusaron el enfrentamiento y, para retrasar su avance, el mariscal Anne de Montmorency ordenó incendiar muchos lugares, practicando la llamada táctica de “tierra quemada”.

Tras invernar en Lombardía, en la primavera de 1537 comenzó la reconquista del Piamonte a las órdenes del capitán general marqués del Vasto y de Fernando de Gonzaga, virrey de Sicilia, maestre de campo general del Ejército, que hubo de retornar a la isla antes de que concluyera la campaña. El 27 de marzo se tomó Carmagnola, operación que Álvaro de Grado mandó en jefe al caer muerto Francisco Chiaramonti (1498-1537), marqués de Saluzzo, disponiendo la batería.

A dicha conquista siguieron las de Pocapaglia (30 de marzo), Racconigi (2 de abril) y Casalgrasso, todas protegidas de castillos que guarnecieron compañías del Tercio de Álvaro, cuyo cuartel estableció en Racconigi.

Ante el giro de los acontecimiento, Francisco I envió a Pignerolo un refuerzo de doce mil hombres al mando de Juan, señor d’Humières (1485- 1550), pero el marqués del Vasto tomó Agliè (Ayen) al asalto (24 de junio) y Chivasso por capitulación (27 de junio), mientras que d’Humières fracasaba en su intento de apoderarse de Asti, prontamente socorrida.

El jueves 9 de agosto, formado el campo en los contornos de aquella plaza, el marqués del Vasto “mandó que todos diesen la obediencia al maese de campo Álvaro de Grado como a su propia persona” (Cereceda, II, 267), lo que equivalía a designarle su lugarteniente; luego el ejército marchó sobre Moncalieri, ganándose la villa al asalto y el castillo por composición el día de san Lorenzo. La pérdida de aquel paso fundamental, que actuaba como gozne entre las tierras ocupadas por los franceses, determinó a d’Humières a retirarse hacia Saluzzo, tras dejar guarnecidas Alba, Cherasco, Savigliano y Turín. De camino, intentó tomar la villa de Busca, defendida por apenas noventa hombres, que resitieron el asalto en la brecha causando medio millar de bajas al enemigo (18 de agosto). Humières ordenó levantar el campo y, desde Pinerolo, regresó a Francia.

Saluces (1818), historiador de las guerras piamontesas, escribió que “Du Guast eut alors la liberté d’insulter les places ennemies. Il fit attaquer Cirié, Rivoli, Aveillane, Bussolin, Suse, Moncalier et Carignan; toutes furent emportées”. Moncalieri había caído anterioremente, y no hizo memoria de Cherasco (7 de septiembre), Alba (23 de septiembre) ni Volpiano (Gulpian en los textos españoles), como tampoco de las que tomó personalmente el maestre de campo Álvaro de Grado tras la última citada (Carignano, 28 de agosto), que fueron: Bricherasio (4 de septiembre), Perosa (6 de septiembre), el castillo de Miradolo, Abbadia y otras menores. Turín quedo aislada y comenzó a padecer la falta de subsistencias, pero el marqués del Vasto no se apresuró en caer sobre ella, prefiriendo sitiar Pinerolo, a la que pretendió rendir por hambre para cerrar el paso a futuros refuerzos franceses. Éstos estaban ya en marcha, bajo el mando del Delfín en persona y de Anne de Montmorency, pasando el Monginevro a mediados de octubre.

El marqués envió, para proteger el paso de Susa, a Cesar Maggi (1488-1568), más conocido como Cesare da Napoli, con cinco mil italo-alemanes, mientras que el tercio de Grado se encargaba de la defensa del de Fenestrelle, en Val Chisona, por donde se creía que lo intentarían, dado que un cuerpo de mil quinientos gascones había vuelto a ocupar y fortificar el castillo de Perosa, incendiado por Álvaro a principios de septiembre, y del cual volvió a apoderarse el 22 de octubre, como tambien de Dubbione y Pinasca. Pero los franceses forzaron el paso de Susa el 24 de octubre y recobraron aquella plaza, con Sant’Ambrogio, Avigliana, Bussolino y Rívoli. El marqués del Vasto levantó el campo sobre Pinerolo el 27, replegándose por Vigone y Carignano hasta Moncalieri, donde había dispuesto la concentración de sus fuerzas y adonde llegó el 31 de octubre. El 2 de noviembre, formó su ejército en cinco escuadrones —uno de caballería pesada, otro de ligera y tres de infantería, uno de españoles, otro de italianos y el otro de alemanes— y marchó en batalla hasta Rívoli, donde se hallaba el campo francés, capturando de camino gran cantidad de acémilas cargadas de municiones y pertrechos con destino a Turin. Reconoció al enemigo, fuerte de cuatro mil caballos y treinta mil hombres, y supo por prisioneros que aún se aguardaba al rey Francisco I con refuerzos. Entonces optó por replegar las guarniciones de Vigone y Carignano, regresando a Moncalieri, de donde el día 7 retiró su artillería a Chieri.

En la llanura de Moncalieri quería reñir la batalla al enemigo, pero sabiendo que éstos cruzarían el Po por el puente de Carignano y temiendo que le cortaran el paso a Asti, se replegó sobre esta plaza el 12, estableciendo fuertes posiciones defensivas en Chieri, Fossano, Alba, Casale, Trino, Volpiano y Vercelli. Poco después, a instancias del duque de Saboya comenzó a negociase una tregua de seis meses de duración, que se alcanzó en Carmagnola (22 de noviembre) sobre la base de que cada parte retendría sus conquistas. Antes de que expirase, y por mediación del papa Pablo III, que ya proyectaba una “ligra santa” contra los turcos, el Emperador y Francisco I la ratificaron en Niza por un plazo de diez años (9 de mayo de 1538).

El marqués del Vasto acometió importantes reformas militares como respuesta a los motines y fraudes detectados en las muestras del ejército. Tras una pasada en Crescentino (15 de agosto de 1538), los maestres de campo, capitanes y alféreces de los tres tercios de Infantería española a la sazón en Lombardía y el Piamonte —llamados Lombardía, Nápoles y Sicilia— fueron convocados por el marqués en el castillo de Vigevano, donde fueron obligados a entregar sus armas. Muchos de ellos saldrían de allí escoltados y presos para el castillo de Milán, y sólo a tres capitanes no se les formó ningún cargo: Álvaro de Grado, Luis Pizaño y Sebastián de San Miguel.

Otros cuatro, apoyados por sus servicios, los de sus antepasados o sus relaciones cortesanas —como fue el caso del cuñado de Cobos, secretario del Emperador—, también fueron exculpados. Junto a Gonzalo Hernández, al que se le dio compañía, formarían, por Decreto de 28 del mismo mes, el nuevo tercio llamado en adelante de Lombardía, segundo de los que ilustraría aquel nombre en los anales militares españoles, cuyo mando fue conferido a Álvaro de Grado por patente de la misma fecha. Pero éste, resentido por haberse visto obligado a entregar su espada, y quizá no muy conforme con la designación y el método de selección de sus nuevos capitanes (Cereceda, II, 362), prefirió abandonar el servicio real y retirarse a su villa de Altino, cerca de Chieti, en el Abruzzo Citeriore o Citra (reino de Nápoles), que había recibido como recompensa por sus servicios tras la muerte de Machicao, su anterior propietario (Amati, 1868). Allí moriría siete años después (1543), cuando su hija María Gutiérrez de Grado, “per la morte del padre Alvaro de Grado” pagó los derechos por la sucesión señorial en la villa (Orefice, 1988).

 

Fuentes y bibl.: Real Academia de la Historia, Col. Salazar y Castro, A-44, fol. 83, Carta de Camilo Pignatelli y Gesualdo, conde de Burrello, a Carlos V, en recomendación del capitán Alvaro de Grado y haciendo una relación de sus servicios. Andria, 13 de abril de 1529; Archivo General de Simancas, Guerra Antigua, leg. 25, Informe de Luis Pizaño sobre lo ejecutado en el castillo y murallas de Fuenterrabia, 1542.

P. de Sandoval, Historia de la vida y hechos del Emperador Carlos V, Máx. fortissimo, Rey Catholico de España y de las Indias, Islas, y Tierra firme del mar Océano, Pamplona, Bartholome Paris, 1614; J. de Ginés Sepúlveda, “De rebus gestis Caroli V. Imperatoris”, en Opera, cum edita, tum inedita, accurante Regia Historiae Academia, t. II, Madrid, Tipografia Regia de la Gazeta, 1780, pág. 4; A. de Saluces, Histoire militaire du Piémont, Turin, Pierre Joseph Pic, 1818, pág. 40; S. de Miñano y Bedoya, Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal, t. IV, Madrid, Imprenta de Pierart-Peralta, 1826, pág. 345; A. Wahlen, Dictionnaire géographique universel, vol. 6, Bruxelles, J. de Waet, 1829, pág. 359; A. von Gévay (ed.), Urkunden und Actenstücke zur Geschichte der Verhältnisse zwischen Österreich, Ungern und der Pforte im xvi und xvii Jahrhunderte, Bande II, Wien, Schaumburg, 1838, págs. 78 y 100; L. Zapata de Chaves, “De la Academia del Gran Capitán”, en Miscelánea de Zapata, Memorial Histórico, t. XI, Madrid, Real Academia de la Historia, 1859, pág. 194; Anon, “Relación del cerco de Nápoles por las tropas francesas en 1528, y de la victoria alcanzada por el ejército imperial”, en Codoin, t. XXXVIII, Madrid, Viuda de Calero, 1861, pág. 517; A. Amati, Dizionario corografico dell’Italia, Milano, Vallardi, 1868, pág. 241; M. García Cereceda, Tratado de las campañas y otros acontecimientos de los ejércitos del Emperador Carlos V [...] desde 1521 hasta 1545, Madrid, Sociedad de Bibliófilos españoles, 1873- 1876, t. I (1873), págs. 210, 315 y 450; t. II (1874), págs, 34, 72, 80, 83, 99-100, 102, 131, 174, 245, 247, 249, 251-253, 255, 258, 267, 271, 279-283; 286-294, 296-298, 300-303, 305, 313-315, 350-355 y 362; A. de santa cruz, Crónica del Emperador Carlos V, ed. de A. Blázquez Delgado y R. Beltrán Róspide, vol. III, Madrid, Real Academia de la Historia, 1922, págs. 143, 269, 301, 455, 459, 461-463 y 536; F. Díaz-Plaja, La historia de España en sus documentos. El siglo xvi, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1958, pág. 282; R. Magdaleno Redondo, Archivo General de Simancas. Catálogo XXIII: Papeles del Estado: Milán y Saboya: siglos xvi y xvii, Madrid, Dirección General de Archivos y Bibliotecas, 1961, pág. 30; R. Orefice, Petizioni dei Relevi. Repertorio e indice analitico per Puglia e Basilicata (1510-1698), Bari, Società Storia Patria, 1988, pág. 35; M. A. Ochoa Brun, Historia de la diplomacia española, Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1999, pág. 469.

 

Juan Luis Sánchez Martín

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