Carreño, Francisco de. Sevilla, c. 1520 – La Habana (Cuba), 2.IV.1580. Capitán de la marina, gobernador de Panamá, almirante, gobernador de la isla de Cuba entre los años 1577-1579.
Hijo de Bartolomé Carreño, capitán de la navegación de Indias y visitador de la Casa de Contratación de Sevilla. Desde muy joven se dedicó a la marina e hizo numerosos viajes a América. Allí prestó grandes servicios a la Corona, lo mismo en muchos combates contra corsarios extranjeros, que descubriendo grandes ostrales de perlas en diversos litorales de la actual Nicaragua y en el cabo de la Vela (hoy, Colombia). Combatió en Nombre de Dios (Panamá) contra los franceses que venían de incendiar Cartagena de Indias. Redujo a la obediencia muchas turbas de negros cimarrones en el actual territorio septentrional de Colombia y supo gobernar y conservar en orden la ciudad de Panamá durante la sublevación que promovió en aquella provincia el tirano Lope de Aguirre. Todo ello consta en las pruebas en que documentó algunas memorias que remitió al Consejo de Indias (Archivo General de Indias, cartas encuadernadas de Sevilla, Cádiz y otros puertos, años 1563-1567). Estas pruebas y otras más debió de presentar el capitán Carreño cuando, por Real Cédula de 8 de junio de 1573, le destinó Felipe II a la gran armada que se organizaba en Santander contra Inglaterra para socorrer a los Países Bajos. La muerte de Pedro Menéndez de Avilés, ocurrida un año después, y la reorganización que se dio a aquel armamento relevaron a Carreño de un cargo que no llegó a desempeñar y, en compensación, fue nombrado gobernador de la isla de Cuba por Real Cédula de 13 de febrero de 1577.
A los sesenta días de navegación se presentó, el 2 de junio de 1577, a tomar posesión. Empezó por residenciar y remitir preso a España a su antecesor Gabriel de Montalvo. “Marino distinguido, hombre recto, intransigente y, por algo de su vida interior o íntima, rencoroso, implacable”, así lo define C. Márquez Sterling (1969). Se ocupó de reconocer las obras del castillo de la Fuerza, en La Habana. Le disgustó que los trabajos no se hicieran sobre el proyecto de Menéndez de Avilés y detalló al Rey los defectos encontrados, remachando: “Porque entiendo que partidas éstas [las flotas], tendremos algunos rebatos de corsarios”. Encontró al maestro de obras del castillo Francisco Colona causante de la desviación de las obras sobre el proyecto y lo suspendió sin demora en su oficio, le incoó causa por fraude en las cuentas de suministros y jornales y le condenó a fabricar de nuevo el aljibe a sus expensas. También dio cuenta al Rey del estado en que se hallaban las obras de la “zanja” de la Chorrera, para llevar el agua potable a La Habana, y confirmó en su cargo a Hernán Manríquez de Rojas, que enmendó otros defectos del maestro Colona.
A solicitud de Felipe II envió maderas preciosas de la isla para la obra de El Escorial. El Rey pidió “los mejores troncos de su territorio”. Carreño remitió en las flotas “grupos escogidos de cedros, ébanos, guayacanes y caobas”, también “majagua, acana”, que fueron transformados por los mejores artífices de Europa en los fastuosos coro, retablos, techos y suelos del monasterio.
Además de reparar el castillo de la Fuerza, Carreño organizó la guarnición de La Habana, fijándola en doscientos hombres; licenció a los soldados flamencos y portugueses por desconfiar de ellos. Creó una partida fija de caballería de veinte hombres montados, con lanzas y rodelas; fue la primera caballería militar que se vio en Cuba. No obstante, los corsarios cometían muchas tropelías en las costas. En enero de 1578 dos navíos galos saquearon Bayamo, pero encontraron fuerte resistencia de los arcabuceros, que rechazaron a los franceses con pérdida de hombres y sin ninguna muerte de españoles.
También se produjo en la gobernación de Carreño, y con virulencia, uno de los habituales conflictos que se dieron en América entre gobernadores y obispos. El intransigente obispo Juan del Castillo llegó a excomulgar al gobernador por el cumplimiento de la manda de un testamento. El gobernador se quejó de esta manera al Rey: “En esta isla se padescen grandes trabajos con las descomuniones del obispo i sus vicarios. No es esta villa para dormir una noche descomulgado [...] y si la fuerza que el obispo aze para poner escomuniones, la tuvieran los gobernadores como la tienen las audiencias, remediaríamos tantos agravios como en esta isla se azen” (carta de 20 de junio de 1577, Archivo General de Indias). También tuvo el gobernador conflictos con algunas órdenes religiosas por cuestiones de conventos.
En la causa que por fraudes y trabajos inútiles siguió al maestro de obras Colona, le había condenado Carrasco a construir un aljibe a su costa, y a reintegrar a la Hacienda 2.000 ducados. Los autos del procedimiento los remitió la Corte, “recomendando la clemencia del soberano a un empleado pobre y con seis hijos”. La compasión del gobernador no suavizó el rencor. Carreño murió el día de su santo patronímico, el 2 de abril de 1580, algunas horas después de haber comido en un plato de un manjar blanco. Casi todas las historias hablan de envenenamiento provocado por la esposa de Colona, cuestión que pone en duda Silverio-Sainz, pues, dice, que está “desmentida por los documentos oficiales de la época” (1971). No expone más, y todavía después de él se sigue hablando de esa muerte ocasionada por envenenamiento.
Si Colona fue inocente de tal imputación, se explicaría así lo impune que quedó el supuesto crimen, “cuyo origen había sido el castigo de la malversación” (C. Sterling, 1969). El sucesor interino de Carreño fue Gaspar de Torres.
Obras de ~: Memorial sobre los examenes de los artilleros de la navegacioan de Indias y sobre las visitas á los buques procedentes de América, ms., en Archivo General de Indias.
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Fernando Rodríguez de la Torre