Fáñez, Álvar. ?, s. m. s. XI – Segovia, 29.III.1114. Infanzón castellano, sobrino del Cid y capitán de Alfonso VI.
Oriundo de la comarca del Pisuerga, fue probablemente, después del Cid, el más valiente capitán de la Reconquista en tiempos de Alfonso VI (1065-1109), muy activo a lo largo de más de treinta años en las guerras contra los taifas y almorávides y en las empresas de repoblación, especialmente en el área toledana y conquense. Su fecha y lugar de nacimiento son desconocidos.
Su primera comparecencia documental se registra en la carta de arras que el Cid dio a Jimena el 19 de julio de 1074, en cuyo texto el Campeador se refiere a él como a su sobrino, sin precisar quiénes eran sus padres ni el grado exacto de ese parentesco. En los diplomas de Alfonso VI confirmó por vez primera en dos de 1076, entre ellos, el fuero de Sepúlveda. Desde entonces y hasta 1107 figura en catorce diplomas reales, indicio de su rango y también de una presencia intermitente en la Corte, en consonancia con su vocación eminentemente guerrera. El diploma más solemne fue el de restauración y dotación de la iglesia catedral de Toledo, fechado en diciembre de 1086. A partir de 1093, su nombre aparecía entre los magnates portadores del título de conde que él, sin embargo, no ostentó nunca. Casó con Mayor, hija de Pedro Ansúrez, el personaje de más relieve e influencia en la Corte de Alfonso VI.
El Poema del Cid le incluye, con el sobrenombre de “Minaya”, en la mesnada del Campeador, circunstancia que se explica por el referido parentesco y, tal vez, por el hecho de que su carrera se iniciase en el entorno de su tío. Menéndez Pidal, apoyándose en la ausencia de documentos que avalaran su presencia en Castilla entre 1079 y 1084, admitió la posibilidad de que acompañase al Cid en los primeros años de su destierro. Reconocía, no obstante, que Álvar Fáñez gozaba ya por esos años de gran consideración en la Corte del Rey y estaba a punto de emprender por cuenta propia una carrera brillante. De ahí que deban manejarse con precaución las referencias épicas a su actividad al servicio del Campeador. Lo más probable, en realidad, es que nunca haya militado en la hueste cidiana.
En marzo de 1086, con el fin de dar cumplimiento a los acuerdos previos a la capitulación de Toledo, tropas dirigidas por él entronizaron en Valencia al depuesto rey de Toledo, al-Qādir. La hueste castellana se hizo con el control de la ciudad, que, aunque se hallaba bajo la tutela del soberano de Zaragoza, nominalmente seguía formando parte del Reino de Toledo. Játiva resistió y fue auxiliada por al-Mun¼ir de Lérida, pero Álvar Fáñez le obligó a retirarse y saqueó las tierras fronterizas de Burriana, que se hallaban a la sazón bajo el dominio del taifa de Lérida. Puede pensarse que, de no haber sido por la ofensiva almorávide, el sólido protectorado de Álvar Fáñez sobre Valencia hubiera concluido con la incorporación de la ciudad al reino de Castilla.
Álvar Fáñez salió de Valencia para incorporarse a la hueste real que Alfonso VI convocó para defenderse de los almorávides, a cuyo frente había desembarcado el emir Yūsuf b. Tāšufīn. Álvar Fáñez desempeñó un papel destacado en la batalla de Sagrajas o Zalaca (23 de octubre de 1086), cerca de Badajoz, la primera gran derrota cristiana frente a los norteafricanos: sus tropas se impusieron al ejército andalusí, pero se vio obligado luego a replegarse ante el contraataque masivo de las unidades norteafricanas que capitaneaba Sir b. Abū Bakr, yerno del Emir.
Entre finales de 1088 y la primavera de 1089, Álvar Fáñez actuó por orden de Alfonso VI en contra del rey ‘Abd Allāh b. Bādīs de Granada como represalia por la ayuda que había prestado a los almorávides en el sitio de Aledo y, bajo la amenaza de ocupar Guadix, le obligó a situarse de nuevo bajo la protección del rey castellano. Las Memorias del rey zirida dicen de Álvar Fáñez que era a la sazón “el jefe de los cristianos en los confines de los reinos de Granada y Almería”. Su intervención fue un éxito y, siguiendo sus recomendaciones, Alfonso VI obtuvo del granadino el pago de treinta mil methcales en concepto de parias impagadas desde la batalla de Sagrajas.
Yūsuf b. Tāšufīn emprendió el destronamiento de los taifas en 1090. Abū Bakr procede contra el rey de Sevilla al-Mu‘tamid que, cercado en la capital, sucumbió el 9 de septiembre de 1091, no sin que Alfonso VI enviara en su socorro a Álvar Fáñez con una hueste importante, cuyo avance fue frenado en Almodóvar del Río tras un sangriento encuentro en el que resultó herido el caudillo cristiano.
Los almorávides avanzaban sobre Levante, conquistaron Murcia y el disputado castillo de Aledo y amenazaron Valencia. Al-Qādir fue asesinado en octubre de 1092, dando ocasión para que el Cid se apoderara de Valencia (1094). Fue por entonces, con toda probabilidad, cuando Álvar Fáñez se adueñó de la zona sudorienal del reino de Toledo —con las plazas de Zorita, Belinchón, Uclés, Huete, Santaver, Masatrigo, Alarcón y Cuenca—, solar patrimonial de los Beni dil Nun que había permanecido en poder de al-Qadir tras la capitulación de Toledo. En adelante Álvar Fáñez ejerció el gobierno militar de ese sector fronterizo, que más adelante llevaría su nombre (“illam terram que fuit de Alvaro Fannici”, dirán las fuentes), y lo defendió frente a la sostenida presión de los almorávides. La documentación señala su autoridad de tenente sobre Zorita (1097) y de “dominus de Zorita et de Sancta Veria” (1097). En 1097 Álvar Fáñez acompañó a Alfonso VI en una campaña dirigida a Zaragoza, que se frustraría debido al comienzo de la segunda gran ofensiva de los almorávides sobre Toledo; intentando repelerla, Álvar Fáñez fue derrotado en el sector de Cuenca por el ejército que mandaba un hijo del emir almorávide, Ben ‘Aysa, gobernador de Murcia. A partir del año 1098, Álvar Fáñez asumió también la dirección de la defensa de Toledo, en el punto de mira de los almorávides. Las fuentes le dan los títulos de alcalde de la ciudad, de “príncipe de la milicia toledana” y de dux de Toledo. Durante el verano de 1099, la ciudad resistió las acometidas de Yaűyā, nieto de Yūsuf b. Tashufin, que logró, no obstante, ocupar Consuegra. Al año siguiente, Álvar Fáñez rechazó otra ofensiva almorávide.
En la primavera de 1108 Tamín, hijo del nuevo emir Alī b. Yūsuf, dirigió una expedición bien pertrechada con la intención de dejar expedito el camino hacia Zaragoza, interrumpido desde que Alfonso VI conquistara Medinaceli en 1104. Su primer objetivo fue quebrantar la “tierra de Álvar Fáñez” conquistando Uclés, posición de valor estratégico sobre el Tajo. La plaza fue ocupada, pero su alcazaba logró resistir. En sus alrededores fue derrotada la expedición de socorro que Alfonso VI envió al mando nominal del infante Sancho, primogénito del Rey. En la batalla de Uclés (29 de mayo de 1108) intervino Álvar Fáñez y en ella murieron el infante, su ayo el conde García Ordóñez y otros magnates destacados. Jiménez de Rada, en su relato de las supuestas recriminaciones que el desconsolado Alfonso VI dirigió a sus nobles, pone en boca de Álvar Fáñez, “vir strenuus et fidelis”, la defensa de su estamento, dato revelador de su elevado prestigio. El paso del Tajo quedó en manos de los norteafricanos y las posiciones que Álvar Fáñez regentaba en la frontera sudoriental se vieron muy afectadas. Alcalá de Henares cayó al año siguiente.
Al igual que su suegro el conde Ansúrez, Álvar Fáñez participó activamente, al servicio de la reina doña Urraca, en el confuso acontecer que siguió a su matrimonio con Alfonso el Batallador. Se le ve, no obstante, atento sin descanso a la frontera amenazada. Entre 1109 y 1110, el propio emir Alī b. Yūsuf dirigió una gran campaña sobre el territorio toledano. Dicen las fuentes que el ejército almorávide, procedente de Córdoba, pasó “por la tierra que fue de Álvar Fáñez”. Diversas localidades fueron saqueadas, Talavera entre ellas, y los atacantes obtuvieron un considerable botín.
Llegados a Toledo, a cuyo frente seguía Álvar Fáñez, destruyeron San Servando y Aceca y sitiaron la ciudad durante siete días, transcurridos los cuales se retiraron, dejando malparada toda la zona.
En abril de 1111 Alfonso I, rey de Aragón, se hizo con el control de Toledo. Álvar Fáñez siguió, no obstante, activo en la lucha contra los musulmanes: los Anales Toledanos I señalan que tomó Cuenca en el mes de julio. Y, a comienzos de 1113, recuperaba para doña Urraca la ciudad de Toledo y consta que dio su consentimiento a la donación que la Reina otorgó al arzobispo de Toledo, en marzo de ese año, del devastado Monasterio de San Servando. No pudo, sin embargo, impedir que en ese verano una aceifa almorávide, dirigida por Mázdali, gobernador de Córdoba, Granada y Almería, ocupase la fortaleza de Oreja, sobre el Tajo, consolidando así las posiciones musulmanas de Alcalá y Uclés, desde las que Toledo era constantemente hostilizada. Precisamente cuando la situación de Toledo alcanzaba una gravedad extrema, Álvar Fáñez murió en Segovia, el 29 de marzo de 1114, de resultas de una algarada urbana, cuando acababa de recuperar también esa ciudad para doña Urraca. Segovia volvió entonces a la obediencia del rey de Aragón, que por poco recuperó también Toledo.
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Andrés Gambra Gutiérrez