Valverde Durán, Joaquín. Badajoz, 27.XI.1846 – Madrid, 17.III.1910. Compositor, director, instrumentista y docente.
Dedicado al género chico, destacó en la generación de músicos madrileños de finales del siglo xix y comienzos del XX.
A los once años fijó su residencia en Madrid, donde ingresó en las Escuelas Pías, Ya en Badajoz había comenzado a estudiar música, continuando los estudios en Madrid. Posteriormente se trasladó a Valencia, ciudad en la que inició su actividad como intérprete de flauta en diversas bandas militares: se ha documentado que desde niño fue flautín de la Banda del Regimiento de Valencia, experiencia que le sirvió de plataforma para ingresar en la orquesta de varios teatros.
Al ingresar en un regimiento, fue nombrado profesor de Solfeo de sus compañeros del Ejército.
En 1859 regresó a Madrid junto a su madre y su hermana Balbina, por entonces una actriz famosa que le ayudó a encontrar empleo en la orquesta del Teatro Príncipe, (el actual Teatro Español). Al mismo tiempo que ejercía esta función, llevó a cabo estudios de Literatura y de carácter científico, logrando así hacerse con tal bagaje intelectual que llegó a escribir una serie de artículos y una colección poética.
En septiembre de 1863 ingresó como alumno en el Conservatorio de Música de Madrid, donde cursó las materias de Flauta con Ramón Sánchez, José Piqué y Pedro Sarmiento, Armonía con José Aranguren y Composición con Emilio Arrieta. En 1867 obtuvo el Primer Premio de Flauta en 1867 y tres años después finalizó los estudios de Composición con Arrieta en el mismo Conservatorio, recibiendo asimismo el Primer Premio final de carrera.
En 1871 fue contratado para dirigir la orquesta del Teatro Príncipe, pasando después al de la Comedia y más tarde al Teatro Lara. Durante esta etapa llegó a componer más de doscientas piezas instrumentales para los entreactos de los teatros donde dirigía la orquesta. Ese mismo año de 1871 obtuvo el Premio de la Sociedad Fomento de las Artes por su sinfonía Batylo. En 1874 compuso la colección de Estudios melódicos para flauta, obra que a partir de entonces fue adoptada como libro de texto de la Escuela Nacional de Música; al poco tiempo Valverde fue nombrado secretario del tribunal de oposiciones para cubrir la Cátedra de Fagot, encargándose de componer el solo que los opositores debían leer a primera vista: dicha obra gozó de tal aceptación que más tarde la publicó con arreglos para distintos instrumentos. Una nueva obra de carácter didáctico, titulada Preludios ad libitum, se publicó posteriormente, En la primavera de 1875, tras haber escrito con Bretón la música de la zarzuela El viaje de Europa, fue nombrado secretario en los tribunales de oposiciones para cubrir las plazas de instrumentistas en el Ejército. Los pasodobles Una bicoc y Parte y plaza, publicados en El Eco de Marte, son modelos con los que enseñaba a sus alumnos particulares de Armonía y Composición. A 1876 se remonta el comienzo de su amistad con Federico Chueca, iniciándose un período de colaboración, que estaría plagada de éxitos: con sus profundos conocimientos de composición, Valverde compensaba las carencias de Chueca. Sin embargo, el trabajo conjunto de ambos compositores suscitó reacciones encontradas: se llegó a escribir incluso que las notas que Chueca escribía eran “billetes de mil pesetas, de los que otro se aprovecha con escasísimo trabajo”.
Esta colaboración finalizó a finales de 1880, trayendo como consecuencia el declive —aunque lento— de Valverde, quien a partir de entonces no compuso ninguna obra de relieve al carecer de la vena creadora e intuitiva de su amigo y colaborador.
En agosto de 1879 se celebró en Ferrol (La Coruña) un concurso musical en el que Valverde obtuvo una mención honorífica por su sinfonía Todo es paz y dulzura.
En febrero de 1882 falleció su antiguo profesor de Flauta, Pedro Sarmiento, y al quedar vacante la cátedra, decidió presentarse animado por sus amigos, pero no obtuvo la plaza. Más tarde, en el prólogo a su método para la enseñanza de la flauta titulado La flauta: su historia, su estudio (Madrid, 1886), explicó las razones por las que no obtuvo dicha plaza. A raíz de ello, el Instituto Filarmónico, dirigido por el conde de Morphy, le hizo justicia nombrándolo profesor de Literatura Musical. También de 1882 data la publicación de los Estudios melódicos para flauta.
Como director de orquestas teatrales desplegó una intensa actividad entre 1871 y 1889. Consta, por ejemplo, que en 1873 dirigía la del Teatro Príncipe, en la temporada de 1875-1876 la del Teatro de la Comedia y entre 1876 y 1877 la orquesta del Teatro Apolo.
Por lo que se refiere a su producción musical, Valverde se dedicó plenamente a la música escénica. Su popularidad es debida principalmente a su colaboración con Chueca como orquestador, aunque también está reconocida su autoría en algunos números de zarzuelas. Miró Bachs afirma lo siguiente: “Fue uno de los compositores que podemos llamar castizos, de los que siguiendo las huellas de los Misón y Esteve, crearon la antigua tonadilla, que pasando luego por la musa retozona de Barbieri, desembocó en el género chico”. Por su parte, Augusto Martínez Olmedilla escribe: “Volviendo a Chueca, digamos que era un gran intuitivo, desconocedor de la técnica musical.
De aquí que necesitara imprescindiblemente la intervención de colaboradores para instrumentar sus admirables melodías”. Por esta razón, es ineludible citar a Joaquín Valverde al estudiar la obra compositiva de Federico Chueca, ya que de su trabajo en común surgieron numerosas zarzuelas, entre ellas La Gran Vía o Cádiz. En opinión de María Concepción Romero, “su obra se considera inspirada y de buen gusto, sin grandes complicaciones técnicas, pero tal vez habría alcanzado más popularidad si su carácter hubiera sido diferente, puesto que era conocido por su excesiva modestia”. Para Matilde Muñoz, “Chueca fue, con don Joaquín Valverde, el autor del primer sainete con música estrenado en España [La canción de la Lola, 1880]. Este sainete abría las puertas al ‘género chico’ en su aspecto lírico, el único en que después triunfó plenamente y se hizo representativo del nacionalismo musical español”.
Valverde compuso más de sesenta obras, muchas de ellas en colaboración con los músicos de su tiempo: M. Fernández Caballero, Arturo Saco del Valle, Tomás L. Torregrosa, Tomás Bretón, José Rogel, Ruperto Chapí, Romea y, por supuesto, Chueca y su hijo Quinito. Entre sus principales obras brilla con luz propia A los toros, una revista en dos actos con letra de Ricardo de la Vega, que fue estrenada en el Jardín del Buen Retiro el 1 de agosto de 1877. También destaca Las ferias, pasillo cómico-lírico en un acto, con letra de Ossorio y Bernard y Barranco, estrenado en el Teatro del Buen Retiro el 3 de julio de 1878, en colaboración con Chueca. Más tarde, en 1880, estrenó en el Teatro de la Alhambra La canción de la Lola o Celos engendran desdichas, sainete lírico en un acto en prosa y verso, con letra de Ricardo de la Vega. Fue esta obra la que abrió las puertas del teatro a Chueca y Valverde, y tiene un peso mítico en la historia de la zarzuela, puesto que con dicha obra se iniciaría el denominado género chico. Tras este primer éxito se sucedió Luces y sombras, una revista política estrenada el 1 de febrero de 1882 en el Teatro Variedades y en la que son frecuentes las sátiras y referencias políticas, pero siempre expuestas con gracia y buen humor. En la década de 1880 y con anterioridad a La Gran Vía aparecen Fiesta nacional, acontecimiento cómico-lírico, taurómaco, en un acto y seis cuadros, con letra de Tomás Luceño y Javier de Burgos, que fue estrenada en el Teatro Variedades en 1882, y Vivitos y coleando, pesca cómico-lírica en un acto, con letra de Lastra, Ruesga y Prieto (1884). La obra más famosa de la colaboración entre Chueca y Valverde fue, sin duda alguna, la revista La Gran Vía, que los consagró a ambos en el panorama lírico nacional. La colaboración conjunta de ambos autores culminó con una segunda obra de éxito, Cádiz, estrenada en 1885 en el Teatro Apolo, de cuya orquesta era director por aquel entonces el propio Chueca: tuvo tal repercusión que la marcha de esta pieza fue empleada como himno patriótico durante las guerras coloniales; en una entrevista hecha por Vicente Vidal a Valverde, éste dice lo siguiente sobre su autoría: “El borrador se halla en poder mío; pero escrito por mí, no por el maestro Chueca, de quien tomé a oído su parte, corrigiéndola a mi modo. Luego combiné las voces, y, por último, instrumenté en la forma que se oye por el teatro y en las bandas militares”. El año pasado por agua, revista estrenada el 1 de marzo de 1889 en el Teatro Apolo, con letra de Ricardo de la Vega, constituyó otro de los grandes éxitos surgidos del trabajo en común de Chueca y Valverde.
Obras de ~: Música escénica (todas se conservan en el Archivo de la Sociedad General de Autores de Madrid): A los toros, 1877; Los barrios bajos, 1878; La función de mi pueblo, 1878; El mundo nuevo, 1878; Salón Eslava, 1879; R. R., 1880; La canción de la Lola, 1880; Fiesta nacional, 1882; De la noche a la mañana, 1883; Vivitos y coleando, 1884; Caramelo, 1884; Medidas sanitarias, 1884; El último tranvía, 1884; Chocolate y mojicón, 1885; En la tierra como en el cielo, 1885; La baronesita, 1885; Cádiz, 1886; Pasar la raya, 1886; Niña plancha, 1886; La Gran Vía, 1886; El canario, 1886; Los domingueros, 1888; Lección conyugal, 1888; El año pasado por agua, 1889; De Madrid a París, 1889; La revista nueva o Tienda de comestibles, 1889; Las grandes potencias, 1890; Caretas y capuchones, 1890; La segunda tiple, 1890; La baraja francesa, 1890; Cerrado por nacimiento, 1891; Retolondrón, 1892; El novio de su señora, 1892; La noche de san Juan, 1894; La india brava, 1894; El candidato, 1895; Merendero de Toribio, 1896; La manía de Tomás, 1896; Portafolio madrileño, 1897; La primera vara, 1897; El barquillero, 1900; El estuche de monerías, 1905; Pícara lengua, 1905; Los bárbaros del norte, 1906; Sangre moza, 1907; La isla de los suspiros, 1910; Agua y cuernos; El amor no tiene edad; El pecado original.
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Paulino Capdepón Verdú