Chueca Robles, Federico. Madrid, 5.V.1846 – 20.VI.1908. Compositor.
Federico Chueca nació en Madrid, en la histórica Torre de los Lujanes de la Plaza de la Villa, y comenzó con nueve años sus estudios musicales en el Conservatorio de Madrid. Su profesor de Solfeo fue Juan Castellano, de Piano José Miró y de Armonía Antonio Aguado. Matías Aliaga, amigo de la familia, se ofreció para seguir complementando estos estudios musicales en vista de que tenía grandes aptitudes.
Con él se trasladó a La Granja (Segovia), donde estudió también con Rafael Aceves, estando allí sólo cuatro meses. Su capacidad para la música fue clara desde su infancia, destacando ya en una audición pública en el año 1855. Comenzó a estudiar Medicina en 1863 en la Facultad de San Carlos por deseo de su familia, estudios que pronto abandonó para dedicarse por completo a la música. En estos años empieza ya a dar conciertos en el río Manzanares y organizar una orquesta en la que conoció a Ducazal, futuro empresario del Teatro Felipe.
En el año 1865, en un motín callejero, fue detenido y pasó unas semanas en la cárcel del Saladero; allí compuso una tanda de valses llamados Lamentos de un preso. Con estas obras fue a ver a uno de los grandes compositores del momento, Barbieri, que se sintió interesado por su música y le prestó su apoyo. Fue mucho más que un mentor Barbieri para Chueca; en citas de críticos de la época, como Carmena y Millán en su libro Cosas del pasado, de 1905, apuntan que lo llamaba “su hijo único”, musical y espiritual, pese a ser una figura mucho menos preparada en lo musical y con muchos menos intereses culturales, sentido en el que eran opuestos, pero se encontraban en su apego a lo popular y a la melodía: “Así como entre los maestros ilustres que fundaron y dieron vida a nuestra zarzuela, fue principalmente Barbieri el que por más de treinta años regocijó a España entera con sus hermosas, geniales y castizas inspiraciones; Federico Chueca es, entre los modernos compositores que escriben para teatro, el que ha heredado este privilegio”.
Estos años son difíciles económicamente para el compositor, que trabajó como pianista e improvisador en diferentes cafés de la capital hasta que le contrataron como director de orquesta del Teatro de Variedades y como maestro de coros del mismo teatro.
En el año 1866 volvió a matricularse en el Conservatorio y continuó ganándose la vida como intérprete.
En la sala del Teatro de Variedades comenzó su carrera como compositor de zarzuelas y revistas, que gracias a su personalidad y originalidad no tardaron en abrirle un camino artístico. También ejerció de director de orquesta en este teatro, estrenando obras como De Getafe al paraíso o la familia del tío Maroma de Barbieri. Ligada a su actividad como pianista de café e improvisador se encontró su obra pianística, la mayoría son formas bailables, que llegaron a ser muy conocidas en su época, existiendo de muchas de ellas transcripciones para diferentes formaciones de cámara.
Solían ser colecciones o tandas de valses, polkas y demás formas populares de la época, dentro de las formas de piano de salón del xix.
Su obra se desarrolló a lo largo de treinta años, los mismos que personifican la historia del género chico, al que parece personificar: en los ochenta, período de formación; en los noventa, plenitud, y la primera del siglo xx, de decadencia. Siempre se ha definido a Federico Chueca como el músico de Madrid, creador de una música popular, netamente castiza, enraizada en el folklore urbano, donde se reflejan los tipos más característicos del Madrid del siglo XIX. Su poder creativo se basa fundamentalmente en una gran invención melódica, con buen gusto y facilidad para la creación.
Se dijo de él que era el músico más ingenioso, espontáneo y original de todos los maestros de finales del siglo XIX. No era su fuerte la instrumentación, pero esta falta quedaba como menor por la riqueza de sus líneas melódicas y por la facilidad para la memorización.
Además de con Barbieri, se relacionó su música con la de otros grandes nombres: fue considerado el Offenbach español, por su capacidad para la opereta.
Chueca siempre fue una personalidad polifacética y empezó a ser un personaje de la vida madrileña en los años setenta, de hecho una de sus principales características como músico fue el llevar a escena la vida madrileña: su música es el Madrid del último cuarto del siglo XIX. En algunas de sus obras intentó salir de este ambiente sin conseguir mucho éxito, como en La caza del oso, con ambiente asturiano, o La alegría de la huerta, en el murciano. Tuvo siempre gran curiosidad por todas las novedades que aparecieron a lo largo de sus años de vida, de hecho fue de los primeros en montar en bicicleta o en conducir un coche.
No estuvo lejos tampoco de los movimientos culturales del momento, se unió pronto a los fundadores de la Sociedad General de Autores, junto con Sinesio Delgado, Chapí o Bretón, fue de los que más contribuyeron al cambio de las circunstancias materiales de la música lírica española y de sus autores.
Siempre tuvo problemas para plasmar en partitura la música que surgía en su cabeza, por lo que contó con colaboradores para el acto material de escribir la música y para la orquestación de algunos pasajes. Estos colaboradores en algunos casos son grandes nombres de la música española, como Barbieri en ¡Hoy, sale hoy!, o Bretón en Bonito país, y en muchas ocasiones el compositor Valverde, desde el año 1877, colaborador entre otras obras en La Gran Vía. Se debe tener en cuenta la presencia de estos colaboradores incluso en las obras en las que aparece como único autor, especialmente a partir de los años 90, porque le faltaba, por su inconstancia, formación académica, técnica y recursos: era un compositor más intuitivo que técnico.
Se apunta que estos colaboradores anónimos fueron nombres como Saco del Valle, Úbeda y hasta un joven Manuel de Falla.
En el género sainete colaboró con los mejores autores de su época, casi siempre periodistas, por lo que tenía este género de trabajo instantáneo. Con Ricardo de la Vega, al que había conocido en el café Zaragoza, donde tenía en propiedad la plaza de pianista, hizo La canción de la Lola, estrenado en mayo de 1880. El éxito de esta obra fue el que le abrió las puertas del teatro a Chueca.
En 1882 compuso Luces y sombras, revista política, con letra de Lastra, Ruesga y Prieto, creadores del género; esta obra obtuvo un gran éxito pero se retiró pronto por ponerse en cartel La tempestad de Chapí, autor con el que desde entonces tuvo una relación tensa, pese a la admiración por éste que sentía Chueca. Colaboró con ellos también en De la noche a la mañana, de 1883, y Vivitos y coleando, de 1884.
En estos sainetes se ponía en escena a los políticos del momento, con alusiones al general Serrano, Cánovas o Sagasta, y también temas internacionales, como el canal de Suez o la Triple Alianza.
En 1886 compuso con Valverde y libreto de Felipe Pérez y González La Gran Vía, revista cómico-líricofantástico- callejera, una de sus obras más escuchadas en el mundo entero y que marca su momento de plenitud en el oficio de la lírica. La obra fue llevada a su antiguo compañero Felipe Ducazal que la estrenó en el Teatro Felipe. Ya en su estreno se tuvieron que repetir algunos números, señal de su éxito. Fue traducida a diferentes idiomas e interpretada por toda Europa y llegó a representarse simultáneamente en Madrid en cinco teatros en el año 1888.
Dentro del año 1886, el estreno siguiente al éxito de La Gran Vía fue el episodio nacional cómico-lírico Cádiz, con libreto de Javier de Burgos, basado en relatos antiguos de Alcalá Galiano y Adolfo de Castro. El influjo popular de esta obra viene, sin duda, de Barbieri.
Gira en torno al asedio de la ciudad en 1812 y el pueblo es el protagonista; las escenas de conjunto son las más importantes; se estrenó en el Teatro Apolo.
Estos éxitos hicieron que en ese año recibiera la Cruz del Mérito Militar de mano del general Azcárraga.
Mezclando los dos nuevos géneros, el sainete y la revista, compuso El año pasado por agua, con texto de Ricardo de la Vega, obra que permaneció en cartel dos años, debido a su rotundo éxito en el Teatro Apolo, desde su estreno en 1889.
También en este ambiente típico madrileño se desarrolla el sainete Agua, azucarillos y aguardiente, de Ramos Carrión, estrenado en 1897, año en que también se estrenaron La viejecita y La Revoltosa. En Agua, azucarillos y aguardiente se encuentra un sainete representativo del verano madrileño, con personajes muy bien caracterizados, y a pesar de partir de muchos tópicos, se encuentran muchas similitudes con la otra gran zarzuela madrileña, La verbena de la Paloma, precisamente en este muestrario de personajes.
El cambio de siglo supone el comienzo del declive del género chico y también de la carrera de Chueca.
Su primer estreno importante en 1900 es La alegría de la huerta, obra con ambiente murciano que busca reflejar el ambiente aldeano, aunque desde la crítica del momento se apuntó que la música estaba muy por encima del texto. Con esta obra Chueca consagró su dominio del género y además demostró que podía salir del entorno madrileño para sus argumentos musicales.
Otras obras de ese año, pero con poco éxito, fueron Los gitanos, que sólo estuvo tres días en cartel, El capote de paseo, de ambiente taurino, otro de los temas a los que Chueca siempre regresaba, parecido a otras obras como La corría de toros.
En noviembre de 1901 se presentó en el teatro de la Zarzuela El bateo, sainete en prosa y verso con letra de Antonio Domínguez y Antonio Paso. Fue el último triunfo resonante de Chueca y la única obra, de todo su enorme catálogo, que se estrenó en este teatro. La palabra “bateo” significa bautizo por la iglesia de un hijo ilegítimo, aunque esta anécdota es lo de menos en el argumento; como siempre destacan la variedad y riqueza de situaciones y personajes madrileños. En esta obra se encuentran pasodobles, polkas, habaneras, todos los ritmos de moda en el país por esos años.
Tras el éxito de El bateo, las últimas obras de Chueca son: La corría de toros, de 1902, con letra de Antonio Paso en colaboración con Jiménez Prieto, dedicada al torero Antonio Fuentes. En este caso el ambiente es andaluz. La zarzuela La borracha es el siguiente título; aquí lo más relevante son una serie de cuplés en que se hacían alusiones a personajes reales como Antonio Maura y al Gobierno de entonces.
En 1906, en el Teatro Eslava, estrena Chinita, un sainete lírico. En ese mismo año, en el Gran Teatro, estrena El estudiante, zarzuela cómica con texto de José López Silva y que Chueca compuso en colaboración con Fontanals.
Murió Chueca en plena actividad, el 20 de junio de 1908, de hecho el estreno de su última obra, Las mocitas del barrio, no lo llegó a ver. Completó la partitura Francisco Fuster, uno de sus discípulos favoritos.
Una de sus últimas composiciones fue una marcha, El dos de mayo, para la celebración del centenario de la Guerra de la Independencia, que se estrenó en la Plaza de la Armería del Palacio de Oriente de Madrid, mostrando una vez más su interés y su unión a todo lo que tenía que ver con la ciudad de Madrid, su historia y sus gentes.
Vivía en la calle de Alcalá 105, desde donde fue contemplando los cambios que surgían en la ciudad.
Su entierro en el cementerio de los Santos Justo y Pastor de Madrid se convirtió en un duelo popular.
El escultor Coullaut-Valera realizó en 1913 un monumento, llamado de los Chisperos, donde situó a Chueca junto a Barbieri como representantes de la música madrileña, en unión con los saineteros Ramón de la Cruz y Ricardo de la Vega.
Obras de ~: Música escénica: A los toros, zarzuela (zarz.), 1877; La función de mi pueblo, zarz., 1878; Las ferias, zarz., 1878; La canción de la Lola, zarz., 1880; Luces y sombras, zarz., 1882; Fiesta nacional, zarz., 1882; De la noche a la mañana, zarz., 1883; ¡Hoy, sale hoy!, zarz., 1884; Vivitos y coleando, zarz., 1884; La abuela, zarz., 1884; Caramelo, zarz., 1884; Medidas sanitarias, zarz., 1884; En la tierra como en el cielo, zarz., 1885; La Gran Vía, zarz., 1885; Cádiz, zarz., 1886; El año pasado por agua, zarz., 1889; De Madrid a París, zarz., 1889; La revista nueva o La tienda de comestibles, zarz., 1889; El arca de Noé, zarz., 1890; El chaleco blanco, zarz., 1890; La caza del oso o el tendero de comestibles, zarz., 1891; Los descamisados, zarz., 1893; Las zapatillas, zarz., 1895; Los inocentes, zarz., 1895; El coche correo, zarz., 1896; Agua, azucarillos y aguardiente, zarz., 1897; El mantón de Manila, zarz., 1898; Los arrastraos, zarz., 1899; La alegría de la huerta, zarz., 1900; Los gitanos, zarz., 1900; El capote de paseo, 1901; El bateo, zarz., 1901; La corría de toros, zarz., 1902; La borracha, zarz., 1904; Chinita, zarz., 1906; El estudiante, zarz., 1907; Un crimen misterioso, zarz., 1910; Las mocitas del barrio, zarz., 1913. Piano: ¡A las cortes constituyentes de 1869!; Belisa; Cupido y Esculapio; Diversiones infantiles; ¡Dos mil duros!; El dos de mayo; El zapador; Felices, D. José; Fuegos artificiales; Himno nacional Republicano; La milagrosa; La patinadora; Lamentos de un preso; Los marinos; Nini; Salmerón; Tute de caballos; Veloz- Club; Veni, vidi, vinci; Zamacois; Villita.
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Leticia Martín Ruiz