Ayuda

Luis Sánchez

Biografía

Sánchez, Luis. ?, m. s. xv – 4.XII.1530. Tesorero de Fernando el Católico y Carlos V.

Miembro de una familia aragonesa de origen converso que durante generaciones había servido a la Casa Real de Aragón. Los orígenes judíos de la familia y el favor de la protección real de que gozaban los situó en el epicentro de la persecución anticonversa y de la polémica sobre la instauración del tribunal de la Inquisición de Zaragoza en 1484. La resistencia al nuevo Tribunal tuvo en la familia Sánchez a los más enconados detractores, en una carta cifrada los hermanos de su padre, Gabriel Sánchez, informaban en la primavera de 1485 que la persecución brutal a los descendientes de judíos en el Reino de Aragón dejaba pocas esperanzas para su futuro, a menos que alguien pusiera fin a la vida del severo inquisidor de Zaragoza, Pedro de Arbués. Pudo ser algo más que un mensaje premonitorio, pero la noche del 14 al 15 de septiembre fue acuchillado Arbués mientras rezaba en la Seo de Zaragoza. Dos tíos de Luis, Juan Pedro y Alonso Sánchez estuvieron acusados de estar complicados en la trama criminal que organizó el atentado, y su padre, el tesorero general Gabriel Sánchez, logró zafarse a duras penas de la persecución gracias a la protección excepcional que le dispensó el rey Fernando. No obstante, la saña con que fue perseguida su familia, atribuible al poder del tesorero, hizo que éste se retirase apesadumbrado de la vida pública. Pero, antes de abandonar la Corte, tuvo la precaución de asegurar su vida y obtener del Rey el privilegio de traspasar el oficio a sus hijos. Por tal motivo, el 17 de septiembre de 1505 Luis Sánchez ostentó el cargo de tesorero general de la Corona de Aragón de manos de su padre.

Luis Sánchez fue uno de los hombres más significados del grupo de servidores conversos del Rey, odiados en Castilla por su poder. Cuando falleció Fernando el Católico, corrió la misma suerte que los aragoneses del séquito real y, para no ser víctima de ajustes de cuentas, viajó a los Países Bajos para escapar a las iras del cardenal Cisneros. En represalia, el cardenal desconoció su calidad de tesorero (pese a que su título y oficio fue ratificado por el rey-príncipe en 1516) y no atendía las libranzas que llegaban de su mano. Vinculado, además, a la facción encabezada por el justicia Lanuza y el señor de Ayerbe, Sánchez también se hallaba en muy malas relaciones con la regencia de Aragón, encomendada al bastardo de Fernando el Católico, Alfonso de Aragón, arzobispo de Zaragoza. La rotunda negativa de Cisneros de pagar los 45.000 ducados librados por el tesorero de Aragón fue uno de los motivos de mayor tensión entre la Corte flamenca y la regencia castellana, que reiteró su negativa por tres veces entre los meses de mayo y junio de 1516. Sólo a la muerte del cardenal pudieron hacerse esas libranzas.

La disputa con Cisneros debilitó la influencia de Sánchez haciéndole caer en desgracia por no ser útil a los flamencos ni en Castilla ni en Aragón. En 1517, antes del viaje de Carlos I para tomar posesión de sus estados españoles, Sánchez salió del ostracismo al utilizarlo Chièvres en sus propósitos para hacerse con el control de la Corona de Aragón. Atrayendo personajes influyentes y con contactos, el privado pretendía integrar al partido fernandino, particularmente al círculo de la reina viuda Germana de Foix, que aún ostentaba teóricamente la lugartenencia general, con el fin de garantizar el reconocimiento y jura de las Cortes de Aragón. Se pretendió que Sánchez intermediase entre todas las partes, pues gozaba de la confianza de la Corte de Flandes, donde residía, al tiempo que en Zaragoza se le tenía por una persona moderada dentro del grupo opositor a Alfonso de Aragón.

La embajada que envió el arzobispo Alfonso a Malinas, encabezada por el conde de Ribagorza, se dirigió a él recordándole los beneficios recibidos de Fernando el Católico y la necesidad de que, como bajo su reinado, los aragoneses disfrutasen de un papel privilegiado ante el nuevo Soberano, proponiéndole que él mismo fuera embajador del Reino en la Corte. Este acercamiento, así como la provisión masiva de oficios y beneficios a aragoneses en Castilla irritó profundamente a Cisneros.

Sánchez era una persona necesaria para poner orden en el estado caótico en que se hallaban las cuentas de la Corona de Aragón. Se le confirmó en su puesto y se le dieron amplios poderes para poner orden en la hacienda aragonesa. Ahora bien, una vez concluído el proceso transitorio de la sucesión, Chièvres creyó oportuno ir desembarazándose de sus apoyos fernandinos. El privado desconfiaba de los españoles y si había integrado a los antiguos servidores de Fernando el Católico fue sólo como medio, no como fin. A la postre, los fernandinos abrirían y guiarían a los flamencos en el control de todos los centros neurálgicos de la Monarquía y la tesorería de Aragón no constituyó una excepción. El 3 de agosto de 1520, estando la Corte en Gante, se nombró a Jean Lalemand notador y contrarrelator general del Patrimonio, Rentas y Derechos Reales de la Corona de Aragón, para fiscalizar las cuentas y balances de los bailes generales de Cataluña, Valencia y Aragón, los procuradores regios de Mallorca y Cerdeña, y los maestres racionales de Aragón, Cerdeña Rosellón y Valencia. Se ponía en marcha el anhelo, expresado por Gattinara, de tomar el control de ingresos y gastos, lo cual sólo podía hacerse por medio de una fiscalización efectuada por una persona de confianza, un flamenco del círculo de allegados al privado. Era, aparentemente, el comienzo de un proceso de liquidación de los últimos bastiones “fernandinos” en el gobierno de España. Al tesorero se le dio orden de mantenerse a la expectativa y ceder sus funciones al contra relator utilizando como excusa el gran volumen de denuncias que, contra su persona, habían llegado a la Corte. Pero esto no fue el fin de Sánchez. Chièvres se había equivocado radicalmente al pensar que el proceso de sucesión estaba liquidado.

Las revueltas de las Comunidades y las Germanías le obligaron a recuperar a los líderes fernandinos para restablecer el orden. Además, Sánchez era un hueso duro de roer, no era fácil desplazarle de su posición, pues tenía un grado de conocimiento de las rentas y los gastos que Lallemand difícilmente podría alcanzar sin su cooperación y, sobre todo, gozaba de una inmensa fortuna que supo utilizar para hacerse necesario. Se le encuentra así entre los mayores contribuyentes de los gastos de la Monarquía y entre los principales compradores de oficios y bienes de la Corona de Aragón. A pesar de que se dulcificó la presión, la muerte de Chièvres en 1521 y la pacificación de los reinos, llevó a Gattinara a intentar de nuevo una vigilancia e inspección rigurosas con el fin de controlar la Tesorería. Pero sus pretensiones se vieron, una vez más, frustradas. Según un informe secreto que obraba en poder del gran canciller, Sánchez tenía la rara habilidad de transformar a sus inspectores en hechuras y amigos, así ocurrió con Sigismondo di Loffredo y Jean Lallemand. La Pragmática que reguló el cargo de tesorero general de la Corona de Aragón en 1526 significó un éxito personal que muy bien se puede enmarcar entre las razones que condujeron a Gattinara a presentar su renuncia, pues ratificaba el poder omnímodo del que había disfrutado el tesorero general y lo prorrogaba. Ello no significó que quedara libre de presiones, pues no pudo impedir que se procediese a continuar las inspecciones, aunque estas se eternizaron sin llegar a conocer los cargos en vida. Murió el 4 de diciembre de 1530 y, veinte años después, aún no se había concluido la revisión de sus cuentas.

 

Bibl.: B. L. de Argensola, Primera parte de los Anales de Aragón, en Çaragoça, por Iuan de Lanaia... [por Pasqual Bueno], 1630; M. Serrano y Sanz, Orígenes de la dominación española en América, Madrid, Bailly Baillière, 1918; M. Giménez Fernández, Bartolomé de las Casas, vol. II, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1953-1960; J. Arrieta, El Consejo Supremo de la Corona de Aragón, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1994; J. Martínez Millán, La Corte de Carlos V, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Carlos V y Felipe II, 2000, 5 vols.; M. Rivero Rodríguez, Gattinara: Carlos V y el sueño del Imperio, Madrid, Sílex, 2005.

 

Manuel Rivero Rodríguez

Personajes similares