Pérez de Guzmán el Bueno y Seebacher, Tatiana. Condesa de Torre Arias (VIII), marquesa de Santa Marta (X) y marquesa de la Torre de Esteban Hambrán (IX). San Sebastián (Guipúzcoa), 26.X.1923 – Madrid, 1.X.2012. Aristócrata, grande de España y mecenas.
Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno y Seebacher vino al mundo en el lujoso barrio de Miraconcha, en San Sebastián, el día 26 de octubre de 1923. Era hija de don Alfonso Pérez de Guzmán el Bueno y Salabert, por entonces marqués de Santa Marta –luego por herencia paterna también conde de Torre Arias, Grande de España–, y de doña Ana Juliana Seebacher y Muller. Este matrimonio se había apartado de la vida cortesana de Madrid debido a la intransigencia de algunos familiares contrarios al enlace de don Alfonso, heredero de una de las casas nobiliarias más ricas y mejor posicionadas de la corte alfonsina, con Ana Juliana, que no pertenecía a la aristocracia. Por ello, tras su polémico enlace y el nacimiento de su primer hijo, Alfonsito, decidieron alejarse de su ámbito familiar y social y mudarse a la capital donostiarra. En esta ciudad nacería su segundo retoño, una niña que fue bautizada como Tatiana María de los Dolores Antonia Tecla.
Tras casi cinco años de aislamiento, en 1925 los marqueses de Santa Marta fueron aceptados por su familia y volvieron a Madrid. La pequeña Tatiana, su hermano y sus padres se instalaron en la planta superior del recién terminado palacio de Torre Arias, situado en el paseo del General Martínez Campos, hoy sede de la sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Madrid. Este inmueble había sido mandado construir por su abuelo, el riquísimo don Ildefonso Pérez de Guzmán el Bueno, conde de Torre Arias, que residía en la planta baja junto con su esposa, doña María Salabert y Arteaga. En la planta intermedia residía su hija –y tía de Tatiana–, doña María Pérez de Guzmán el Bueno, condesa de Quintanilla, y su esposo, don Luis de Figueroa Alonso-Martínez, hijo del poderoso conde de Romanones, rama familiar que se había opuesto inicialmente a la boda de Alfonso y Ana Juliana. Desde su asentamiento en Madrid, por tanto, la infancia y la juventud de Tatiana se movieron en el engranaje de las altas esferas del reino en que vivían sus más allegados.
Sin embargo, diferentes tragedias ocurridas con el paso de los años hicieron que su familia quedara cada vez más reducida. A la muerte de su tío Narciso en Marruecos en 1922, antes del propio nacimiento de Tatiana, se sumó la de su tía doña María, que con 31 años moría en un accidente de coche en 1927. Su viudo, don Luis de Figueroa, tardó solo dos años en contraer segundas nupcias con doña Blanca de Borbón, hecho que acabó por alejar a él y a sus tres hijos –Isabel, Luis y Casilda– del clan de los Pérez de Guzmán. La II República se desarrolló sin demasiados sobresaltos, pero sería la Guerra Civil la que terminó por desmembrar a la familia. A los pocos días de iniciarse la contienda, su abuelo, el conde de Torre Arias, fue asesinado en las calles de Madrid; y pocas semanas antes de acabar el conflicto, en febrero de 1939, moría en el frente de Cataluña el joven Alfonso, hermano mayor de Tatiana, con apenas veinte años. De este modo, tras volver de Francia, donde se habían trasladado durante los tres años de guerra, su familia se quedó reducida a su padre y su madre, ya convertidos en condes de Torre Arias por herencia del difunto abuelo. Tatiana se convertía así en la única y última heredera de todo su abolengo.
Los Torre Arias se instalaron nada más volver a Madrid en el edificio de enfrente del anterior palacete, en el mismo paseo Martínez Campos cruzando la calle Fernández de la Hoz, construido también por su abuelo en 1931. La posguerra madrileña en la que Tatiana pasó de adolescente a mujer transcurriría bajo la germánica educación de su madre, entre las precariedades del momento y el desahogo de su abultado caudal familiar que, aunque mermado, seguía manteniendo parte del vigor de antaño.
El 30 de junio de 1949 Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno contrajo matrimonio con don Julio Peláez Avendaño, un madrileño con ascendencia en la burguesía cántabra. Físico de profesión, desempeñaba por entonces su oficio en el Instituto Torres Quevedo. La boda se celebró por todo lo alto, primero con la ceremonia religiosa en la iglesia de los Jerónimos de Madrid y luego con el banquete en la grandiosa quinta de Canillejas, hoy ya conocida como Torre Arias, propiedad familiar. Al casamiento asistió gran parte de la flor y nata de la nobleza del momento, muchos de ellos parientes cercanos de la contrayente, como don Luis Fernández de Córdoba, duque de Medinaceli, y don Ramón de Narváez, marqués de Espeja. Para entonces su padre le había cedido a Tatiana el uso del marquesado de la Torre de Esteban Hambrán, del que desde la muerte en 1942 de su abuela doña Mª Dolores Salabert y Arteaga, última titular, no se había solicitado sucesión.
Pero su casamiento sería, en gran manera, el último gran evento al que doña Tatiana asistió. Su propia personalidad, unida a la muerte de su madre tan solo dos años después, hicieron que no sintiera especial predilección por vivir a la luz de las crónicas periodísticas o las fiestas de alta sociedad. El segundo matrimonio de su padre, en marzo de 1953, con doña María Belén Ortiz, precipitó que la marquesa de la Torre de Esteban Hambrán y su esposo se apartaran de la casa familiar y se instalaran en su quinta de Torre Arias. En vez de ocupar el palacio de la Quinta del siglo XVII, decidieron construirse una pequeña vivienda unifamiliar, con nuevos equipamientos más modernos. Allí encontraron su particular paraíso, dedicándose a la jardinería, la naturaleza, la mecánica o la lectura. Igualmente supieron administrar diligentemente su patrimonio, poniendo en explotación agrícola gran parte de sus terrenos y dando con ello empleo a decenas de familias. Uno de los pocos momentos en los que doña Tatiana salía anualmente de la quinta era la entrega anual del premio Torre Arias de hípica, creado por su abuelo décadas atrás.
Tras la muerte de su padre en 1977 doña Tatiana sucedió en los otros dos títulos familiares, con la Grandeza de España por añadidura, cuya real carta de sucesión fue firmada por Juan Carlos I ya en época constitucional, en septiembre de 1979. Junto a ellos, recibió una importante herencia patrimonial repartida por Madrid, Ávila, Cáceres o Córdoba. Era el resultado del legado de multitud de sus antepasados, así como de las inversiones que habían realizado los Pérez de Guzmán en el último siglo.
Al borde de cumplir la cincuentena el matrimonio no había tenido hijos, y ante la perspectiva de que doña Tatiana tampoco tenía hermanos ni sobrinos carnales, en los años ochenta empezaron a ocuparse del futuro destino de su fortuna. Una de las ideas más conocidas fue el acuerdo al que llegaron en 1985 con el entonces alcalde de Madrid, don Enrique Tierno Galván, para ceder la gran joya familiar, la quinta madrileña en la que vivían, a la propia ciudad, una vez que fallecieran ambos cónyuges. El otro gran proyecto fue la creación de una fundación que con el legado de sus bienes se pusiera al servicio de la sociedad.
Cuando en junio de 2003 falleció Julio Avendaño, la aristócrata se puso manos a la obra y a lo largo de sus testamentos fue dando forma a su Fundación que quedaría como su heredera. La constituyó por fin en abril de 2012, destinada a mantener su patrimonio en el tiempo dándole una utilidad social. La condesa de Torre Arias falleció el 1 de octubre de ese mismo año en su domicilio del paseo Martínez de Campos, al que había vuelto poco después de enviudar. Era la última descendiente viva que portaba el apellido de don Alonso Pérez de Guzmán, por cuya hazaña en la defensa de Tarifa fue apodado El Bueno, después de siete siglos de historia de su linaje. Fue enterrada dos días más tarde, con total discreción, en su panteón familiar en el cementerio de San Isidro de Madrid, fundado por su bisabuelo, don Enrique Pérez de Guzmán. Desde entonces la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno, domiciliada en su última residencia, es la encargada de mantener viva su memoria, cumpliendo sus ambiciosos objetivos de fomentar el estudio y la investigación del medio ambiente, la ciencia y la formación cívica de los jóvenes, objetivos todos ellos marcados por la fundadora en su creación.
Bibl.: G. J. Herreros Moya, Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno y su linaje. La casa de Guzmán en Córdoba, Madrid, Dykinson, 2018, pp. 461-474.
Gonzalo J. Herreros Moya