Fernández García, Amalio. La Gineta (Albacete), 30.VIII.1859 – Los Ángeles (Estados Unidos), I.1928. Escenógrafo español.
Desde su pueblo natal, La Gineta, llegó a Madrid con tres años. En 1873 empezó a estudiar el arte de pintar la escena con Antonio Bravo, artista valenciano residente en Madrid que había participado en todas las inquietudes de la generación romántica y que más tarde, en el momento en que tuvo como alumno a Amalio Fernández, se preocupó por la perspectiva y la severidad de sus composiciones. Probablemente este rigor pictórico caló pronto en Amalio Fernández que, estimulado por sus rápidos avances, entró en el taller de Ferri y Bussato al mismo tiempo que cursaba Perspectiva y Proyección con Avrial en la Real Academia de San Fernando. En esta enseñanza obtuvo el Primer Premio por oposición y, apoyado en este tiempo, entró como colaborador en el taller de los italianos, pero fue despedido enseguida. Marchó a París para trabajar con pintores italianos y franceses en decoraciones para óperas, trabajos que realizó en el clima estético del Realismo. Trabajó para el Théâtre des Italiens que dirigía Capelli, a quien se presentó por indicación de Francisco Plá, que se encontraba en París ocupándose del pabellón español en la Exposición Universal de 1878; Capelli valoró muy positivamente sus trabajos y lo puso en contacto con Carpezant, que hacía decoraciones para ópera en el Théâtre des Champs Elysées, en el que también colaboró. La llegada de los deportados de Nueva Caledonia obligó al Gobierno a despedir a cuantos extranjeros no nacionalizados trabajaran en Francia, por lo que hubo de abandonar París. De vuelta en Madrid entró, durante un período muy corto de tiempo, otra vez en el taller de Bussato hasta que en 1890 se estableció por su cuenta. Su formación era rigurosamente ecléctica, con una inclinación personal hacia el cuidado de la perspectiva y hacia los detalles que contribuyen al efecto visual de la decoración. Probablemente, mientras estuvo asociado con Bussato hizo alguna de las decoraciones para Sansón y Dalila y para Falstaff. También debió de hacer la decoración del palacio de Sesto para la ópera Hero y Leandro de Mancelli. En el marco de esta colaboración puede también señalarse la decoración del acto II de Tannhäuser, de la que la crónica de La Ilustración hizo grandes elogios poniendo de manifiesto la obsesión de la época: la adecuación perfecta de la imagen al texto de manera documental, sin ningún anacronismo. Hizo también en colaboración con Bussato los decorados para Los maestros cantores, El holandés errante y La walquiria, que iniciaron en la pintura española finisecular un capítulo de pintura simbolista.
Ya establecido por su cuenta en 1890, trabaja sin descanso para los teatros de Madrid. Cuando en 1899 Bussato regresa a Italia, Amalio Fernández queda al frente de las decoraciones teatrales madrileñas y pinta sobre todo para el Teatro Real sin dejar los otros, ya que es el primer pintor que se dedica profesionalmente a la escenografía. Inicia el siglo xx con las decoraciones para la Electra de Galdós, y sobre todo en estos primeros años de siglo hace decoraciones para ópera, por ejemplo para la Tosca de Puccini y Werther de Massenet. En el Teatro Real se anuncia un acontecimiento: el estreno de Sigfrido de Wagner. Aunque anunciada la Tetralogía, sólo se monta la citada obra y en las crónicas se señala que el triunfador no ha sido Wagner, sino el escenógrafo. Amalio Fernández interrumpió su labor en Madrid durante tres años (1905- 1908) en que viajó por Latinoamérica, primero con motivo de un contrato para el Teatro Albisu de La Habana y luego por México y Buenos Aires, con gran éxito en todas partes. Cuando regresó, el primer trabajo fue la decoración para el estreno en el Real de Margarita la Tornera de Chapí (24 de noviembre de 1909). Pocos días después se estrenó El ocaso de los dioses cuyos decorados, aunque no todos nuevos, corrieron a su cargo. El Teatro Real le hizo un contrato que implicaba retocar las decoraciones de repertorio y otras nuevas para los estrenos, entre estas últimas las del Fausto de Gounod, y Parsifal (1 de enero de 1914), y entre las repintadas Los maestros cantores, Roberto, Los hijos del batallón, y Mujer y reina, entre otras. A partir de este año de 1914 pintó para otros teatros de toda España e incluso hizo trabajos decorativos para la exposición de turismo que se celebró en Londres en la primavera de 1914. Para el Teatro Apolo de Madrid hizo las decoraciones para la revista La pandereta y París en Francia. Poco tiempo después se planteó bajo su dirección la construcción del escenario del Teatro del Odeón que luego se llamó Teatro del Centro. A finales de 1918 hizo un nuevo viaje a La Habana. Allí permaneció hasta finales de 1919, fecha en que se trasladó a los Estados Unidos. Se estableció en Los Ángeles (California), donde trabajó sin descanso y fue requerido por los estudios cinematográficos de Hollywood en los que hizo multitud de decorados para cine. Tuvo gran éxito y se quedó allí hasta su muerte, que tuvo lugar en enero de 1928.
Obras de ~: Decoraciones para Electra, Tosca, Werther, Sigfrido, Margarita la Tornera, El ocaso de los dioses, Fausto, Parsifal, Los hijos del batallón, Los maestros cantores, Roberto, Mujer y reina, y París en Francia; con Bussato, Sansón y Dalila; Falstaff; Hero y Leandro; acto II de Tannhäuser; El holandés errante; La Walquiria.
Bibl.: J. L. Mélida, “Alma y vida en las decoraciones”, en El Correo (Madrid), 9 de abril de 1909; J. Muñoz Morillejo, Escenografía española, Madrid, Blass, 1923; J. Subirá, Historia y anecdotario del Teatro Real, Madrid, Plus Ultra, 1949; A. M.ª Arias de Cossío, Dos siglos de escenografía en Madrid, Madrid, Mondadori, 1991.
Ana María Arias de Cossío