Baeza, Álvaro de. Úbeda (Jaén), ¿1510? – Córdoba, 1545. Tesorero, escribano y comerciante.
Su familia utilizó los apellidos Baeza-Jaén-Molina-Cazorla-Quesada. Álvaro era hijo de Rodrigo de Jaén, cambiador de Úbeda, esto es, un banquero aprobado por el concejo. Hermana de Álvaro fue Guiomar de Molina, mujer de Francisco de Cazorla, escribano y cambiador de la misma ciudad. Guiomar fue apresada por la Inquisición en 1538, y salió reconciliada y sin bienes de la cárcel, poco después murió. De ese matrimonio habían nacido nueve hijos, los mayores eran Diego de Molina, mercader; Luis de Cazorla, mercader de paños, procesado por la Inquisición y huido a las Canarias; el bachiller Alonso de Cazorla (preso por el Santo Oficio en 1539 y fallecido poco después, que estuvo casado con la jiennense Francisca Gutiérrez), y Rodrigo de Quesada, escribano público.
Por su parte, Álvaro de Baeza casó con la jiennense Isabel Palomino, perteneciente a otra familia conversa, dedicada igualmente al notariado público y al mundo de los negocios. Fueron hijos suyos durante los escasos cuatro años que duró el matrimonio (1534-1538): María, Rodrigo y Constanza, apellidados indistintamente de Molina o Palomino.
En efecto, Álvaro había aprendido su profesión como escribiente en el despacho de otro destacado escribano público ubetense, Andrés Fernández Franco, convirtiéndose en personaje notorio cuando en 1538 cayó en la redada que llevó a cabo el Santo Oficio en Úbeda; trasladado a la cárcel inquisitorial cordobesa, ya no saldría con vida de la misma a pesar de todos los cuidados recibidos de sus sobrinos arriba mencionados.
En su trabajo como hombre de negocios había concertado numerosos préstamos hipotecarios a un amplio número de sus vecinos, y probablemente se entregase al otro apartado de las dedicaciones de su familia: el comercio de paños. En cualquier caso, dichas labores, de cierto calado económico, le permitieron establecer relaciones de amistad con personajes de importantes linajes de la ciudad, bien situados en la Corte: concretamente, el secretario real, Pedro de los Cobos, y el señor de Bedmar, Alonso de la Cueva.
Precisamente, esas buenas relaciones en el nivel más alto de la Administración permitieron a su viuda no sólo recuperar su cadáver, sino, sobre todo, salvar de la confiscación definitiva los bienes de ambos, valorados en torno a seis mil ducados. Gracias a ese capital, Isabel Palomino, viuda de Álvaro, ya vuelta a su Jaén natal, consiguió casar a sus hijos mayores con miembros de importantes familias hidalgas: a Rodrigo con Francisca de Guzmán, y a María con Alonso de Quesada, regidor veinticuatro de Jaén. Sin embargo, la principal renta obtenida por esta familia fue el ascenso de Rodrigo de Molina al cargo de veinticuatro.
De este modo, el vástago de dos familias (una jiennense y otra ubetense) de escribanos públicos y de origen judeoconverso consiguió encaramarse dentro de la oligarquía municipal de la capital del reino, pretendiendo en lo sucesivo deshacerse de su pasado que tantos problemas les había traído con el Santo Oficio.
Bibl.: P. A. Porras Arboledas, Comercio, banca y judeoconversos en Jaén, 1475-1540, Jaén, Caja Provincial de Ahorros de Jaén, 1993; Las comunidades conversas de Úbeda y Baeza en el siglo XVI, Jaén, Instituto de Estudios Giennenses, 2007.
Pedro Andrés Porras Arboledas