Masiá y Vidiella, José María. Montroig (Tarragona), 30.XII.1815 – Lima (Perú), 15.I.1902. Franciscano (OFM), obispo de Loja (Ecuador).
De padres pobres y cristianos, ingresó en el convento franciscano de Barcelona en 1831, al año siguiente emitió los votos solemnes y de simple corista en 1835, y abandonó España por la revolución liberal que suprimió los conventos y, a través de Perpiñán, siguió al Piamonte, donde completó sus estudios y fue ordenado en 1838 en Saluzzo.
Por más de diez años se dedicó a predicar misiones y ejercicios espirituales en los Estados Pontificios, “ganando la conversión de obstinados pecadores”. En 1850 lo hizo en la basílica de San Pedro. En 1852 viajó a Barcelona y el 1 de enero de 1853 formó parte de un grupo de misioneros franciscanos destinado al Perú. En junio arribaron a Valparaíso, donde conmovió a las multitudes con su oratoria y al llegar a Callao fueron conducidos a la iglesia matriz a cantar un Te Deum por el feliz término de la navegación.
En el convento de los descalzos de Lima se hizo célebre por sus profundos conocimientos y fácil palabra.
En 1854 fue electo guardián y le reeligieron tres veces. En 1872 recibió el nombramiento de comisario general de la provincia, colegios, misiones, conventos y monasterios del Perú y Ecuador y visitó ambas repúblicas.
En 1874 se malquistó con el Gobierno peruano a causa de una desafortunada intervención política y tuvo que salir con destino al Ecuador. Con fama de perseguido arribó a Quito. El dictador Gabriel García Moreno le fue a buscar y se entusiasmó tanto al tratarlo, que tras conferenciar con el nuncio apostólico Serafín Vanutelli, le encomendó la reforma de la Orden franciscana en el Ecuador y lo colocó en el primer lugar de la terna para dirigir la recién creada diócesis de Loja en América.
El 25 de septiembre de 1876 fue consagrado en Lima primer obispo de Loja. En noviembre hizo un triunfal ingreso en Loja con nutrida y selecta concurrencia, cantó el Te Deum, hubo pífanos, bandurrias y chirimías. Le agasajaron los estratos sociales, todo estaba por hacerse y comenzó a trabajar, pero al poco tiempo —tras la fallida revolución conservadora de Rafael Carvajal— el Gobierno estableció sus ramificaciones en diferentes provincias, entre ellas Loja. El obispo fue acusado y, antes de que le apresaran, huyó disfrazado a Lima, donde se mantuvo algunos meses.
El presidente peruano interpuso sus buenos oficios y pudo volver. El pueblo cantó la siguiente coplilla: “Tiernos hijos del manso Zamora / dulces himnos de gozo cantad / hoy que vemos en plácida hora / al amado pastor regresar”.
Desde entonces gobernó en paz, pero la mala influencia de los politizados obispos Pedro Schumacher y Arsenio Andrade Landázuri, de las diócesis de Portoviejo y Riobamba, respectivamente, que opinaba en todo asunto político, llevó a Masiá por ese despeñadero y, al ocurrir la revolución liberal de 1895, se sumó al clero rebelde. En 1896, con el liberalismo en el poder, cometió el error de bendecir a los guerrilleros conservadores de la expedición armada del Sur que entraron por Cajanuma, pero fueron inmediatamente dispersados sin integrarse al ejército conservador del Azuay. Nuevamente exilado en Lima, regresó meses más tarde, pero el 27 de febrero de 1897 el canciller ecuatoriano dispuso su expulsión definitiva del país. En Piura lanzó una última pastoral “condenando al radicalismo como enemigo de la Religión”.
El 21 de noviembre entró en Callao y “una humilde celda de los Descalzos le recibió acogedora y fue testigo de sus virtudes, oración, penitencia y ejemplaridad” hasta su fallecimiento el 15 de enero de 1902, a los ochenta y seis años de edad. Enseguida se inició su causa de beatificación que, sin embargo, no ha prosperado.
Bibl.: R. Pérez Pimentel, Diccionario Biográfico del Ecuador, t. VII, Guayaquil, Imprenta de la Universidad de Guayaquil, 2002 (2.ª ed.); www.diccionariobiograficoecuador.com.
Rodolfo Pérez Pimentel
