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Onésimo Salamanca y Zaldívar

Biografía

Salamanca y Zaldívar, Onésimo de. Briviesca (Burgos), 24.II.1693 baut. – Burgos, 14.I.1761. Presbítero, canónigo, obispo de Zamora, arzobispo de Granada y de Burgos.

La fecha que aparece como de nacimiento es, en realidad, la de su bautismo. Pudo nacer en ese día o en otros anteriores. Fue hijo de Lorenzo de Salamanca Gutiérrez y de Teresa Fernández de Zaldívar. Se tienen escasos conocimientos o, por mejor decir, nulos, sobre los estudios eclesiásticos superiores de este presbítero, aunque se sabe con certeza que fue colegial del famoso de Santa Cruz, de Valladolid. Ordenado presbítero, pronto pasó como canónigo de la Catedral de Burgos, a arcediano de Briviesca, su villa natal. Después pasó a ejercer el cargo de inquisidor en Valladolid.

Cuando contaba cincuenta y dos años fue propuesto por el rey Felipe V como obispo de Zamora el 14 de diciembre de 1739. Recibidas las bulas del papa Clemente XII, el jueves 25 de febrero de 1740 fue consagrado obispo en la Capilla Real, por el cardenal Gaspar Mollea Oviedo, agustino, obispo de Málaga, asistido de Juan Antonio Pérez Avellano, obispo titular de Casius, auxiliar de Toledo, y por José Platas, obispo titular de Adramyttium, auxiliar de Santiago de Compostela y prior de las Órdenes Militares.

Rigió la diócesis zamorana hasta el 20 de marzo de 1752, en que el rey Fernando VI propuso su traslado a la archidiócesis de Granada. De su paso por Zamora se recuerda que restableció la armonía en el Cabildo (las relaciones con sus Cabildos eran, casi siempre, un quebradero de cabeza permanente para los obispos españoles) y arregló, enlosó y costeó de su bolsillo la hermosa sacristía de la Catedral. Creó para Aspariegos un montepío modélico, jubilosamente recibido en el pueblo.

Nombrado arzobispo de Granada, aunque envió sus buenos deseos de incorporarse pronto, tardó en llegar varios meses. No pudo jurar ante el arzobispo de Burgos la fidelidad al Papa y que aquél le diera el palio arzobispal, por causa de enfermedad. Luego le recomendaron que no se presentara hasta que no pasaran los calores estivales. Tomó posesión por poderes y nombró gobernador de la archidiócesis y vicario general a todo el Cabildo metropolitano. Puesto en camino, enfermó en Burgos y no llegó a Granada hasta fines de noviembre de 1752. Su primera actividad fue impartir el sacramento de la confirmación, descuidado por la vejez y enfermedad de su antecesor y por su propio retraso. Se calcula que confirmó a unos veinte mil fieles. Informado de ciertos abusos y desórdenes, se propuso erradicarlos mediantes edictos, y mandó que dos predicadores pasasen a diversos pueblos a poner paz entre vecinos “por hallarse encendidas ciertas disensiones que ocasionaban algunas ruinas entre las almas”.

Durante la sede vacante se había producido un hecho bastante inusual: la administración y gobierno de los bienes y rentas de todas las iglesias de la archidiócesis se habían intervenido a favor del presidente de la Real Chancillería de Granada, por Real Cédula de 23 de septiembre de 1751. Cubierta la sede no sólo no se le devolvió al nuevo prelado la intervención, sino que por Real Cédula de 26 de mayo de 1754 se nombró a Eugenio Trevent, oidor de la Chancillería, “visitador de las iglesias e interventor de las haciendas decimales del arzobispado”. Esto ya era un hecho insólito. Y el arzobispo Salamanca, en respuesta a la intromisión de la jurisdicción civil en los bienes de la Iglesia, se inhibió de hacer su canónica visita pastoral. “Y aunque mi ánimo y atención —escribió— ha sido y es el de cumplir con la precisa obligación del conocimiento de los súbditos que por la visita se adquiere, he discurrido menos culpable la omisión de hacerla”, porque así, si tenía que disponer algún remedio de faltas “padecería sonrojo” que sus providencias chocasen con la voluntad del ministro comisionado por la Corte, por lo que, “para evitar mayores escándalos”, huía de tener estos tropiezos. Con todo, el no visitar su archidiócesis no fue impedimento para que ejerciera una buena labor de gobierno, con atención y vigilancia.

Corrigió desórdenes, descuidos de los párrocos en el ceremonial de la administración de sacramentos, y luchó contra costumbres que, bajo la falsa atribución de “populares”, chocaban contra la moral (por ejemplo: reuniones de hombres y mujeres embozados con motivo del Corpus). Además, en la Granada de mediados del siglo xviii bien tuvo ocasión de ejercer la caridad. Cuando tomó posesión se habían sufrido graves crisis de subsistencias en los años 1750 y 1751 y una mortífera epidemia en 1752. Estas adversidades aceleraron la construcción de un hospicio y hospital real en 1753, que centralizó obras pías y hospitales dispersos, haciendo más efectiva la beneficencia. El arzobispo cooperó con mil fanegas de trigo y 24.000 reales cada año y buscó entre personas pudientes subvenciones y fuertes donativos. El gran terremoto de 1 de noviembre de 1755 que destruyó Lisboa, se sintió en toda España y produjo cuantiosos daños y víctimas (por el maremoto) en Huelva y Cádiz, también afectó a Granada y su comarca. Güevejar quedó asolada, se quebrantó la iglesia colegial del Salvador. Los canónigos se refugiaron en la iglesia de las Agustinas y mandaron a un miembro del Cabildo a Madrid para pedir ayuda en las restauraciones.

Dice M. A. López (1993) que al arzobispo vivió “un tanto obsesionado con la edad y con la salud. Estaba en los sesenta y con frecuencia hablaba de su ancianidad [...] padecía dolores en una pierna y estuvo gravemente enfermo durante diez meses hasta el punto de estar a la muerte, Por consejo de los médicos pidió ser trasladado”. En efecto, el 19 de diciembre de 1757 se le nombraba arzobispo de Burgos (su provincia natal), cuando contaba ya los setenta años de edad. Y en Burgos vivió enfermizo, esperando la muerte, que le llegó veinticinco meses después, el 14 de enero de 1761, a los setenta y dos años de edad y veinte de episcopado. Fue enterrado bajo el crucero de la Catedral.

 

Bibl.: “Carta orden del Marqués de la Ensenada por la que se aprueba el proyecto de reunir los centros de beneficencia de Granada en un Hospicio y Hospital Real”, Madrid, 13 de marzo de 1753 (publicado en M. A. López, 1993, pág. 207); “Burgos (diocèse). Liste des évêques... Onesimo de Salamanca y Zaldivar, oct. 1757, † 14 janvier 1761”, en R. Aubert (dir.), Dictionnaire d’Histoire et de Géographie Ecclésiastiques [...], vol. X, Paris-VI, Librairie Letouzé et Ané, 1938, col. 1229; D. Mansilla, “Burgos, Dióc. de-Episcopologio”, J. L. Santos, “Granada, Diócesis de-Episcopologio”, L. de Aspurz “Zamora, Diócesis de-Episcopologio” y L. Ruiz Hidalgo, “Obispos españoles”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, vol. I, 1972, pág. 294; vol. II, pág. 1048; vol. IV, pág. 2800; y Suplemento I, pág. 552, respect.; V. Guitarte Izquierdo, Episcopologio Español (1700- 1867). (Españoles obispos en España, América, Filipinas y otros países), Castellón de la Plana, Ayuntamiento, 1992, pág. 59; M. A. López, Los Arzobispos de Granada. Retratos y semblanzas, Granada, Editorial-Imprenta Santa Rita, 1993, págs. 202-207.

 

Fernando Rodríguez de la Torre