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Cesáreo Sanz Egaña

Biografía

Sanz Egaña, Cesáreo. Madrid, 25.II.1885 – Madrid, 24.II.1959. Veterinario e historiador de la ciencia.

Realizó sus estudios en Madrid y en 1910, tres años después de su licenciatura, obtuvo por oposición la plaza de “Inspector de Higiene pecuaria y Sanidad veterinaria” en Málaga. Posteriormente, fue director del matadero y mercado de ganados de Madrid y profesor de la Escuela de Veterinaria. Su prestigio profesional saltó las fronteras nacionales y representó a España en el XI Congreso Internacional de Veterinaria, celebrado en Londres en 1930, así como en la Comisión Internacional de Congresos de Veterinaria. Ostentó dicha representación más de un cuarto de siglo, hasta que en 1959 le fue negada por las autoridades veterinarias españolas, lo que se interpretó como un intento de postergar a la figura más emblemática de la veterinaria española del siglo xx. El propio Sanz Egaña, no disimuló su pesadumbre. Fue, asimismo, corresponsal de la Academia de Veterinaria de Francia.

Cuando Sanz Egaña llegó a Málaga era un perfecto desconocido que acababa de realizar su primera comunicación en la Revista de Policía e Higiene Pecuarias (noviembre de 1909) con el título de “El ausentismo en Veterinaria”. El acontecimiento más llamativo de su etapa malagueña, fue su casi inmediata incorporación a determinados círculos locales muy especialmente al denominado “Decuria malagueña” cuyo objetivo fue aportar ideas, promover iniciativas y promocionar Málaga. Este grupo monopolizó durante una década la ocupación de cargos en las instituciones públicas y privadas malagueñas, pero apenas participaron activamente en la lucha política malagueña y su estrategia parece orientarse hacia el logro de un poder local sin entrar en el juego de los partidos políticos. Está demostrada la vinculación de este grupo con la Institución Libre de Enseñanza. Si Sanz Egaña perteneció o no a esa institución antes de su llegada a Málaga, no se sabe, pero llama poderosamente la atención la celeridad y facilidad con la que se incorporó al mismo. Por otra parte en diciembre de 1909, la “Decuria” había acometido a la Sociedad Malagueña de Ciencias Físicas y Naturales, que monopolizaba la actividad científica y cultural de la vida malagueña; de acuerdo con la estrategia general (la etapa institucionalista de la Institución Libre de Enseñanza) encaminada básicamente a la formación de minorías rectoras y a la promoción de actividades culturales minoritarias. Es muy significativo que, cuando sólo llevaba diez meses residiendo en Málaga, se le incluya en la candidatura que aspiraba a regir la Sociedad Malagueña de Ciencias durante 1911, como secretario de Sesiones. Con Cesáreo Sanz Egaña y José López Sánchez (1858-1948), los profesionales de la veterinaria se incorporan a las tareas de la mencionada Sociedad de Ciencias, que desde su fundación en 1872 no contó en sus bases sociales con este grupo profesional. Es más, Sanz Egaña no sólo fue el más característico representante de los veterinarios en la Sociedad Malagueña de Ciencias, sino que también jugó un destacado papel entre 1911 y 1923: secretario de Sesiones (1911), bibliotecario (1912), secretario general (1916) y vocal (1920).

Su admiración por Málaga y sus gentes fue notoria y en ese contexto se debe entender su empeño por abordar uno de los problemas sanitarios más importantes de la provincia de Málaga, el de la endemia brucelósica. Obviamente cualquier programa de lucha sanitaria contra la fiebre de Malta, exigía como paso previo un completo estudio epidemiológico de la misma, lo que Sanz Egaña propuso en 1913 a la Sociedad Malagueña de Ciencias, para que, con la colaboración municipal, se hiciera cargo del estudio de la fiebre de malta; lo que no tuvo eco en el seno de la institución. A partir de 1910, la Sociedad Malagueña de Ciencias había comenzado a desentenderse de los problemas sanitarios de la ciudad, abandonando su tradición que arrancaba del programa fundacional de Domingo de Orueta y que alcanzó su máximo esplendor entre 1902 y 1909, cuando, en el marco regeneracionista, la higiene pasó a ser un cuerpo de principios renovadores. Sin embargo, nuestro veterinario no claudicó en que los problemas sanitarios estuvieran presentes en la institución y cuando en 1911 se produjo un cambio en el nombre de la Sociedad Malagueña de Ciencias Físicas y Naturales y pasó al de Sociedad Malagueña de Ciencias, también se modificó el nombre de su órgano de expresión que se llamaría Boletín de la Sociedad Malagueña de Ciencias; Sanz Egaña aprovechó la oportunidad para publicar en él algunos artículos prácticamente desconocidos, hasta la fecha, por los autores que se han ocupado de su producción científica: en 1910, con motivo de la muerte del bacteriólogo Robert Koch, publicó una nota biográfica y ese mismo año un artículo sobre “Las cámaras frigoríficas en la conservación de las carnes”; en colaboración con José López Sánchez dio a la revista en 1911 una breve nota sobre el valor de la intradermorreacción de la tuberculina en el diagnóstico de la tuberculosis bovina; y el mismo año dos notas sobre “El Fletcherismo y la masticación racional” y otra sobre el aprovechamiento de las carnes decomisadas; por último, en 1912, redactó la “Nota preliminar” en un trabajo monográfico que la revista dedicó a “El Trocal de Antequera”. En Málaga se esbozaron, por otra parte, lo que después, en Madrid, centraría su dedicación tanto en la profesión como en su abundante producción científica (más de un centenar de trabajos recogidos en 1955 en un Libro jubilar en honor del profesor D. Cesáreo Sanz Egaña ofrecido por sus discípulos y amigos y en su estudio sobre la persona y la obra de Sana Egaña por F. Galindo García).

Entre sus múltiples publicaciones, hay tres que son genuinamente definidoras de su personalidad: Inspección Veterinaria en los Mataderos, Mercados y Vaquerías, posiblemente su mejor obra de carácter técnico, Ensayos sobre Sociología Veterinaria y la Historia de la Veterinaria Española. El primero, cuya edición príncipe es de 1917, estuvo ligado en sus comienzos a la Revista Veterinaria de España, con el modesto porte y contenido de un manual que José Farreras, prestigioso veterinario catalán y gran amigo de Sanz Egaña, no pudo concluir por su fallecimiento. Ocho años después aparece la segunda edición y de hecho su revisión y actualización es tan profunda y amplia que se puede hablar de una obra nueva. En ella Sanz Egaña ya manifiesta explícitamente la necesidad de trasformar el viejo “veedor” empírico en “Inspector” científico y técnico con conocimientos adecuados de Higiene y Sanidad Pecuaria, Zootecnia y Economía.

También en Barcelona salió a la luz la tercera edición en 1935, en ella colaboraron veterinarios como Agenjo Cecilia que rehizo todo lo concerniente a la higiene de la leche; o abogados como Farreras que actualizó todo lo concerniente a la legislación. Hacia 1942 se hallaba en prensa la cuarta edición, en la que Ajenjo intervino decisivamente.

Muy novedoso fue su intento de elaborar una Sociología Veterinaria. Entre 1909 y 1922 publicó en diversas revistas un conjunto de artículos, que en 1923 recogió en un primer y único volumen, con el título de Ensayos sobre Sociología Veterinaria. La obra no obedece a un plan unitario previamente establecido y de hecho son artículos de opinión sobre aspectos como la enseñanza, aspectos profesionales como el intrusismo, la mujer y la veterinaria, la colegiación, la divulgación científica, etc. Sanz Egaña demostró una cierta preocupación metodológica que no aplicó, aunque quiera convencer al lector de que sus ensayos “encierran muchos métodos”.

En 1941 apareció su Historia de la Veterinaria Española, obra desgraciadamente aún no superada. Con ella la historia de la veterinaria alcanza en España, como disciplina académica y objeto de investigación, su orto y su ocaso. Con Sanz Egaña la Historia de la Veterinaria alcanzó su más alta cota de dignidad, con él se inició un proceso de abandono de la disciplina, de la que fue profesor entre 1931 y 1935, de muy hondas repercusiones, derivado del nulo grado de institucionalización de la disciplina. Su visión de la historia como un complemento a su tarea estrictamente veterinaria y con sentido eminentemente “catártico”; y la incomprensión de los profesionales de la veterinaria a la actividad histórico-científica realizada por un compañero, aunque éste fuese un hombre del prestigio de Sanz Egaña, fueron el caldo de cultivo de ese proceso.

 

Obras de ~: Inspección Veterinaria en los Mataderos, Mercados y Vaquerías, Barcelona, 1917; Ensayos sobre sociología veterinaria, Barcelona, 1923; Historia de la Veterinaria Española. Albeitería. Mariscalería. Veterinaria, Madrid, Espasa Calpe, 1941.

 

Bibl.: F. Galindo García, “Cesáreo Sanz Egaña (1885- 1959)”, en M. Cordero del Campillo et al., Semblanzas veterinarias, vol. I, León, Valderas, 1973, págs. 265-286; J. L. Carrillo, M.ª D. Ramos y J. Castellanos, La Sociedad Malagueña de Ciencias. Catálogo de sus manuscritos, Managua, Universidad de Málaga, 1984; M. Muñoz Marín, Historia de la veterinaria malagueña (1500-1930), Málaga, Duplicaciones Marín, 1986; J. L. Carrillo, “Cesáreo Sanz Egaña”, en Dynamis. Acta Hispanica ad Medicinae Scientiarumque Historiam Illustandam, 7-8 (1987-1988), págs. 461-472.

 

Emilio Balaguer Perigüell