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Victoriano Hernando y Palacios

Biografía

Hernando y Palacios, Victoriano. Aldeanueva de la Serrezuela (Segovia), 1783 – Madrid, 20.III.1866. Maestro, editor y calígrafo.

Nacido en el seno de una familia humilde, de niño cuidaba el ganado de un vecino de su localidad natal, Aldeanueva de la Serrezuela. Después pasó a Segovia, donde aprendió las primeras letras, y luego a Valladolid, ciudad en la que se ganaba la vida al servicio de distintas personas e instituciones, como el convento de benedictinos.

En la capital vallisoletana aprovechó el tiempo para cultivarse, especializándose en el arte de la caligrafía. También se dedicaba a instruir a los hijos de un oidor de la Audiencia, a quien servía como paje.

En torno a 1810, durante la dominación francesa, llegó a Madrid, donde comenzó a dar clases particulares hasta que entró de pasante de un maestro que tenía escuela en la calle Atocha. Cuando finó el titular, Victoriano Hernando se hizo cargo de ella.

Con motivo del Decreto Real de Fernando VII, de 21 de enero de 1816, por el que se creaban sesenta y dos escuelas en la ciudad capitolina, gratuitas para los que no tenían recursos económicos y con una dotación de 200 ducados al año para el docente, Hernando fue nombrado en junio maestro oficial de la escuela del barrio del Hospital, en Lavapiés, según decisión de la Junta Suprema de Caridad, a quien correspondía su tutela.

Al mismo tiempo, consiguió que los principales autores de manuales le encargasen su venta y administración.

Era la génesis de su famosa Casa Editorial de obras educativas, en la calle Arenal, la cual llegó a monopolizar todos los libros referentes a la instrucción elemental. En 1826 publicó su Colección de muestras de letra bastarda española, siguiendo las pautas caligráficas del palentino Torcuato Torío. Las diez láminas que la componen fueron grabadas por Maré.

La reducción del número de escuelas en Madrid fue la causa de que el 24 de mayo de 1844 se trasladase a una de la calle Atocha. Sin embargo, una normativa aprobada dos años después obligaba a que los maestros que no se habían habilitado para tal tuviesen que opositar, a pesar de todo el tiempo que hubiesen estado dedicados a la docencia. Hernando y otros que se encontraban en estas circunstancias, como Zazo de Lares y Estévez del Ribero, prefirieron renunciar a sus escuelas públicas, volviendo a ejercer de forma particular a partir de 1849. No les faltó alumnado, ahora de clases pudientes. Fue el 13 de febrero del año siguiente cuando se concedió a Hernando la jubilación que había demandado anteriormente.

Antes de su muerte, acaecida en Madrid en 1866, mandó construir una escuela pública en Aldeanueva, su lugar de nacimiento.

Además de su labor pedagógica y caligráfica, cabe citar que este autor segoviano fue uno de los que más luchó por la reforma de la ortografía durante el siglo xix, fruto de la cual fueron diversas publicaciones científicas.

 

Obras de ~: Colección de muestras de letra bastarda, Madrid, 1826; Composición poética sobre la necesidad de reformar nuestra Ortografía dejando por único norte la verdadera pronunciación, Madrid, Imprenta de Victoriano Hernando, 1837; Impugnación razonada en contra del Prontuario de Ortografía castellana, que de Real Orden ha compuesto la Academia de la Lengua Española con arreglo a su último Diccionario para uso de las escuelas públicas, Madrid, Imprenta de Victoriano Hernando, 1845; Composiciones verídicas y crítico burlescas, Madrid, Imprenta de Cipriano López, 1857; Silabario para uso de las escuelas, Madrid, Imprenta de Victoriano Hernando, 1860.

 

Fuentes y bibl.: Archivo de la Villa, Secretaría; Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Biblioteca del Museo Pedagógico Nacional, Colección de Manuscritos y Raros.

M. Rico y Sinobas, Diccionario de calígrafos españoles, Madrid, Real Academia Española, 1903, pág. 90; E. Cotarelo y Mori, Diccionario biográfico y bibliográfico de calígrafos españoles, Madrid, Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1914-1916 (t. I, Madrid, Visor Libros, 2004, págs. 337-340).

 

Juan Carlos Galende Díaz