Anduaga y Garimberti, José Julián de. Madrid, 18.IV.1751 – 7.III.1822. Oficial de la Secretaría del Despacho de Estado, diplomático y calígrafo.
Nació en Madrid el 18 de abril de 1751 y fue bautizado cuatro días más tarde en la parroquia de San Sebastián.
Era hijo de Joaquín de Anduaga Larrea, natural de la villa de Oñate (1723), regidor por el estado noble de ella, teniente alcalde de la Santa Hermandad en 1750 y 1751 y archivero mayor del duque de Medinacelli, y de María Antonia Garimberti y Cárdenas, natural de Archidona (1728), que se casaron en Madrid, el 17 de mayo de 1741.
Quedó huérfano de padre con tan sólo un año, aunque su madre suplió esa falta dando a su hijo una esmerada educación. Entre sus preceptores destacó un abad aventurero italiano, que había venido a España con Carlos III, llamado Domingo María Servidori, que le inició en el arte de la escritura, al que con gran brillantez se dedicó posteriormente Anduaga. Con el apoyo de su antiguo protector, el duque de Medinaceli, en 1764 comenzó su carrera administrativa en la Secretaría del Consejo de Órdenes, donde trabajó como escribiente desde el 7 de marzo de 1766.
El 10 de abril de 1772 dejó esa Secretaría por haber sido agregado a la legación de Roma, bajo las órdenes de José Moñino. Una vez allí se le designó para la primera plaza que vacase de oficial en la Secretaría del Despacho de Estado (5 de septiembre de 1773).
Poco después, el 21 de diciembre de 1773, obtuvo la prometida plaza, al ser nombrado oficial noveno y último de dicha Secretaría, debiendo, no obstante, permanecer en su destino (21 de noviembre de 1773).
Desde Roma pasó a Viena, esta vez en calidad de secretario de embajada (25 de marzo de 1774), y con el mismo cargo marchó a Londres (30 de diciembre de 1776). Como consecuencia de la ruptura con Inglaterra, en noviembre de 1779 regresó a Madrid para tomar posesión de la plaza de oficial octavo de la Secretaría del Despacho de Estado, a la que había ascendido el 3 de octubre de 1776. En los años siguientes fue promovido a oficial sexto (28 de abril de 1780), quinto (14 de febrero de 1783), tercero (1 de diciembre de 1786), segundo (30 de diciembre de 1787), mayor segundo (17 de abril de 1791) y mayor primero (25 de junio de 1793). El 22 de enero de 1794 salió de la Secretaría para tomar posesión de su nuevo cargo de secretario del Consejo de Estado, pero, implicado en la desgracia de Aranda (14 de marzo de 1794) por haberle permitido llevarse algunos papeles tras su exoneración, fue cesado por Godoy y enviado a Suecia como ministro plenipotenciario (12 de abril de 1795).
Partió hacia su nuevo destino el 9 de julio de 1795 y llegó a Estocolmo el 8 de noviembre; cinco días después presentó sus credenciales. Al año siguiente, se le ordenó pasar a servir el mismo cargo a Holanda (8 de agosto de 1796). El 21 de octubre de 1798 recibió los honores, tratamiento, sueldo, gajes, casa de aposento y emolumentos de consejero de Estado. El 16 de noviembre de 1802 se le destinó, con la misma calidad de ministro plenipotenciario y embajador extraordinario a Londres. Tuvo su última audiencia en La Haya el 15 de febrero de 1803 y presentó sus credenciales en Londres el 27 de abril. Dejó esa capital el 22 de enero de 1805, tras la nueva ruptura de las relaciones diplomáticas entre Inglaterra y España (27 de noviembre de 1804). Enviado de nuevo a Holanda (18 de febrero de 1805), la invasión francesa le sorprendió en Ámsterdam, donde también se encontraba su hijo Joaquín, que ocupaba la Secretaría del Ministerio. En 1808 Joaquín se ausentó sin permiso para pasar a Londres; poco después él renunció al ministerio, entregó los papeles del archivo de esa legación al cónsul general Blas de Mendizábal y se reunió en aquella capital con su hijo (26 de septiembre de 1808). El 17 de octubre de 1809 volvió a ser llamado por la Junta Central. Llegó a Sevilla el 27 de diciembre y obtuvo autorización para instalarse en Mallorca, donde juró la Constitución el 23 de agosto de 1812. Volvió a Madrid en 1818, con el carácter de consejero honorario de Estado. Murió el 7 de marzo de 1822, a la edad de setenta y un años.
Se había casado el 21 de marzo de 1781 con María Agustina Ramona de Siles y Cuenca, nacida en Zahara (Cádiz), el 29 de agosto de 1752. Tuvieron tres hijos: María Josefa, que se casó en 1806 con Guillermo Curtois; Joaquín y María Antonia. Joaquín también fue diplomático, oficial de la Secretaría del Despacho de Estado, y titular de la misma. Era caballero pensionista de la Orden de Carlos III, por Decreto de 25 de mayo de 1783, y Gran Cruz de la misma, desde el 26 de febrero de 1808.
Su temprana pasión por la escritura le llevó a redactar un opúsculo titulado Arte de escribir por reglas y sin muestras, que imprimió anónimo en 1781. En él proponía un nuevo método para enseñar a escribir, mucho más general, breve y sencillo que el recogido en la célebre Arte nueva de escribir, de Palomares (1776), basado en la antigua letra bastarda española.
Él mismo había ensayado con éxito el nuevo sistema en las dos escuelas del Real Sitio de San Ildefonso y en la pequeña de Valsaín, establecidas por Carlos III para la educación de los hijos de sus criados, especialmente los que le acompañaban a los Reales Sitios, por lo que en septiembre de 1780 ordenó que quedase allí establecido.
Su sistema se basaba en seis reglas. Primero: simplificar de tal manera los movimientos de pluma, que desde el principio o raíz de las letras se prepare la mano a formarlas con una justa uniformidad, a observar la conexión que tienen unas con otras y a ligarlas sin violencia. Segunda: fijar con orden sencillo y con la mayor claridad posible los principios de la formación, aplicando a cada uno aquellas letras del abecedario que le convienen, y explicando las demás con toda la exactitud posible. Tercera: dar una figura que se adapte a todas las letras minúsculas uniformes de los caracteres europeos, para así probar su buena o mala formación. Cuarta: establecer reglas ciertas para las distancias de las letras minúsculas. Quinta: inventar un principio para formar todas las letras mayúsculas, excepto la S y la Z, fijando la proporción en cada una. Sexta: fijar un método para aprender por reglas, y no por pura imitación, la mayor parte de los caracteres europeos una vez conocidos los preceptos fundamentales del arte de escribir.
Pero el método tenía un error capital, que era el de creer que porque la mayor parte de las letras europeas tenían un fondo común de semejanza, podían establecerse unas reglas generales o adaptables a todas para escribirlas, razón por la cual el sistema no prosperó. Pese a todo, atrajo a algunos maestros y aficionados, a quienes molestaba el auge de Palomares, considerado por ellos como un mero tracista o imitador de letras. La caligrafía española quedó así dividida en dos bandos. La posición elevada de Anduaga dejó sentir su influencia. Y cuando, por Real Decreto de 25 de diciembre de 1791, se crearon a imitación de la de San Isidro ocho Reales Escuelas, correspondientes a los cuarteles de Madrid, los ocho maestros nombrados para dirigirlas pertenecían al bando de Anduaga. No habría de durar mucho este predominio porque la caída de Floridablanca en 1792 eclipsó su éxito, y ya nadie volvió a acordarse del método anduaguista.
No obstante, dejó sembrada una buena semilla, que fue el estudio analítico de las letras y las relaciones de unas con otras; su mayor belleza en armonía con la facilidad de trazarlas y la necesidad de dictar reglas especiales para cada clase de escritura. Además quedaron las escuelas reales, que satisfacían una verdadera necesidad pública. Y, sobre todo, dejó en el aire la idea de que el magisterio de primera educación no debía seguir entregado al empirismo.
Obras de ~: Arte de escribir por reglas y sin muestras, establecido de orden superior en los Reales Sitios de San Ildefonso y Valsaín después de haber experimentado en ambos la utilidad de su enseñanza, y sus ventajas respecto del método usado hasta ahora en las escuelas de primeras letras, Madrid, Imprenta Real, MDCCLXXXI [1781]; “Observaciones acerca del Arte de Morante explicado por D. Francisco Palomares, dirigidas á la Sociedad de Vizcaya”, en D. M.ª Servidori, Reflexiones sobre el arte de escribir, Madrid, Imprenta Real, 1789; Compendio del Arte de escribir por reglas y sin muestras, De D. Joseph de Anduaga y Garimberti, Caballero Pensionista de la Real orden Española de Carlos III, del Consejo de S. M., su Secretario con ejercicio de Decretos y Oficial de la primera Secretaría de Estado y del Despacho. Para uso de las Reales escuelas del Sitio de San Ildefonso, de la Comitiva de S. M. y de S. Isidro de esta corte, Madrid, Imprenta Real, 1791; Tratado sobre el modo de enseñar el conocimiento de las letras y su unión en sílabas y dicciones, Madrid, 1791.
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Beatriz Badorrey Martín