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Benito de Lué y Riega

Biografía

Lué y Riega, Benito. Lastres (Asturias), 12.III.1753 – Buenos Aires (Argentina), 22.III.1812. Sacerdote, obispo.

Era hijo de Cosme de Lué y de María Josefa de Riega. Adolescente aún, se enroló en las filas del Ejército español, en cuya escuela adquirió un carácter austero e inflexible, que conservó toda su vida. Doctorado en Sagrada Teología, ocupó el primer puesto en el concurso de oposición para la vacante del coro catedralicio de Lugo. Más tarde alcanzó el decanato del mismo Cabildo galiciano. Al quedar vacante el Obispado de Buenos Aires, por traslado de su titular, monseñor Pedro Ignacio Bejarano, el rey Carlos IV lo propuso al papa Pío VII en 1801 para ocupar aquella sede, y el 9 de agosto de 1802 el Sumo Pontífice lo preconizó obispo de Buenos Aires. Llegó a la capital del Río de la Plata el 22 de abril, y semanas más tarde, en posesión de las bulas papales, se trasladó a Córdoba, donde fue consagrado en mayo de 1803 por monseñor Ángel Mariano Moscoso. De inmediato comenzó el nuevo obispo a visitar su diócesis, pues quería conocerla personalmente, aunque sus visitas sólo se extenderían a las zonas pobladas de Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, Buenos Aires y la Banda Oriental; sin embargo, no recorrió La Pampa ni la Patagonia por considerarlas despobladas.

Incansable en su gira apostólica, no le arredraba los largos e incómodos viajes por caminos intransitables.

A pesar de su innegable celo y de su integridad sacerdotal chocó con muchos sacerdotes, y con varios de ellos llegó a tener ruidosas controversias. No supo hacerse querer, y no fueron pocos los de su clero y los fieles de su diócesis que no simpatizaban con él.

En cuanto a su conducta al producirse las Invasiones Inglesas, se ha dicho en varias ocasiones que si el virrey Sobremonte huyó a Córdoba con los caudales de la Corona, el obispo Lué huyó a Morón, en la provincia de Buenos Aires. Pero es un cargo falso que el propio obispo se encargó de desmentir en carta al virrey fechada el 19 de agosto de 1806 y ratificada por los fiscales Villota y Caspe, y el mismo Liniers. En los testimonios de la época se lo halló negándose a prestar juramento de obediencia al general inglés, administrando la extremaunción a un soldado alemán desertor de las fuerzas invasoras que fue fusilado. Además, según los testimonios de la época, aparecía salvando de la muerte a un cadete de los cuerpos veteranos, y salvando los caudales de obras pías. Años más tarde, en la Asonada de 1809, es decir, el levantamiento encabezado por Álzaga, el obispo Lué fue acusado de conspiración injustamente. Las palabras que el obispo pronunció ante el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 fueron maliciosamente malinterpretadas. Si bien era un español arraigado a las tradiciones y costumbres de la Península, siempre mantuvo el principio de respetar a la autoridad constituida. La Junta de Gobierno desconfió de él y tomó una serie de medidas contra su persona que culminaron con la orden dada el 23 de julio, prohibiéndole concurrir a la catedral.

A partir de ese momento se fomentó la figura del obispo enemigo de la revolución, pese a no aparecer en ningún documento oficial como reaccionario u opositor a la causa criolla. Siempre quiso mantenerse al margen de la lucha entre patriotas y realistas, pero no impidió que su clero actuara con absoluta libertad.

Su fallecimiento se produjo una noche después de una suculenta cena, hecho que dio lugar a hablar de un posible envenenamiento. El gobernador de Montevideo, Vigodet, en 1812, sindicó al canónigo Andrés Florencio Ramírez como el instrumento del crimen.

En 1820, el padre Castañeda culpó a Sarratea de propiciar el veneno al obispo. Su cadáver fue embalsamado por el cirujano mayor José Alberto Capdevila, y el entierro se realizó con gran esplendor y grandeza.

 

Bibl.: R. Carbia, Historia eclesiástica del Río de la Plata, t. II, Buenos Aires, Casa Editora Alfa y Omega, 1914, págs. 221- 222; F. Avellá, “Anotaciones históricas de Posadas referentes a Lué”, en Estudios (Buenos Aires), t. 77 (1947), págs. 135-137; G. Furlong Cardiff, “Monseñor Benito Lué y Riega antes y después de 1810”, en Archivum (Buenos Aires), t. IV (1960), págs. 466-576; F. J. Legon, “Los excesos de Monseñor Lué en el Cabildo Abierto”, en Archivum (Buenos Aires), t. IV (1960), págs. 183-184; Pereira Lahitte, “Benito de Lué y Riega”, en Genealogía. Hombres de Mayo, Buenos Aires, 1961, págs. 222- 228; C. Bruno, Historia de la Iglesia en Argentina, t. VII, Buenos Aires, Editorial Don Bosco, 1966-1981, págs. 41-71, 117 y 426; M. A. Scenna, “El caso del Obispo envenenado”, en Todo es Historia (Buenos Aires), n.º 32 (diciembre de 1969), págs. 8-31; L. García de Loydi, El obispo Lué y Riega, Buenos Aires, Secretaría de Guerra, 1969; V. O. Cutolo, Nuevo Diccionario Biográfico Argentino, t. IV, Buenos Aires, Elche, 1975, págs. 290-292.

 

Sandra Fabiana Olivero