Viladomat Manalt, Antoni. Barcelona, 20.III.1678 – 22.I.1755. Pintor.
Hijo de Salvador Viladomat, un dorador de retablos afincado en Barcelona, se convirtió en el pintor favorito de las órdenes religiosas, de la Iglesia y de la nueva burguesía catalana surgida tras la Guerra de Sucesión.
Como acertadamente definió Paul Guinard (1988), su obra es el reflejo de la continuidad de las mismas fórmulas exitosas de los pintores de la vida monástica del Siglo de Oro. Sin llegar a colegiarse jamás, motivo por el cual el Colegio de Pintores de Barcelona le interpuso dos pleitos (1723 y 1739), Viladomat contó con un activo taller, en donde impartió clases de dibujo a artesanos prestos a perfeccionarse en sus respectivas disciplinas. Sin duda, esta actividad pedagógica, unida a su abierta actitud antigremial, le valió el reconocimiento del entorno académico finisecular, fundamental para entender su enorme prestigio y ulterior fortuna historiográfica.
El origen de la formación de Antoni Viladomat cabe buscarlo en el taller de Pasqual Bailon Savall, un pintor oriundo de Berga (Barcelona) que disfrutó de cierto predicamento en el contexto catalán del último tercio de siglo xvii. La temprana muerte de Savall, en 1691, condicionó su paso al taller de Joan Baptista Perramón, maestro pintor barcelonés de escasa entidad con quien firmó contrato de aprendizaje en 1693. Según Antonio Ponz (1772), Viladomat se emancipó de su segundo maestro en 1698, momento en que estaría pintando ya para los jesuitas de Tarragona.
No obstante este archirrepetido supuesto, Ponz confundió la capilla de la Concepción de la catedral de Tarragona, decorada por Josep Juncosa, con la iglesia del convento de los jesuitas de la misma ciudad.
Según la historiografía romántica del siglo XIX, su primera obra importante fue la vera efigies del beato Josep Oriol, ejecutada en 1702. No obstante, Viladomat no aparece documentado en el panorama barcelonés hasta el año 1709, año en que recibe unas pocas libras a cuenta de haber pintado unos escudos y plateado unas bandejas para el funeral del prior de la Catedral de Tarragona Joan de Carreres y Erill. Vacíos cronológicos como el anterior, aún demasiado frecuentes en su biografía, no impiden suponer que aprendió los rudimentos básicos del oficio en los talleres de Savall y Perramon y que su formación se debió de completar a la luz de la pintura de los Juncosa —con quienes su obra y su estilo deben mucho—, y de los modelos del activo mundo de los escultores y pintores de su tiempo, como Joan Gallart o Pau Priu.
En este fecundo entorno artístico barcelonés de los primeros años de siglo xviii el arte de Antoni Viladomat echó raíces y no, como se ha interpretado con insistencia, en la efímera Corte barcelonesa del archiduque Carlos de Austria. Sin duda, esta oscura y difícil etapa de la historia catalana pesó en demasía para algunos historiadores que, como Raimon Casellas (1925-1926), convirtieron a Antoni Viladomat en un abanderado de la recuperación de los valores artístico- culturales catalanes supuestamente perdidos con el fin de la Edad Media. Por consiguiente, la presencia en Barcelona del pintor Ferdinando Galli Bibiena —y del resto de artistas extranjeros allegados a la Corte archiducal barcelonesa—, fue interpretada como un estímulo que acabaría por fertilizar intensamente el arte de Antoni Viladomat. Aun reconociendo la relación que tuvieron algunos artífices locales con este núcleo foráneo, como el caso del escultor Pau Costa, que llegó a poseer unas “manos” de Conrad Rudolph, y de su hijo Pere, que mantuvo una estrecha relación epistolar con Bibiena, lo cierto es que nunca se ha demostrado que Antoni Viladomat trabajase con o para el boloñés. Bien al contrario, la supuesta participación mutua en la decoración al fresco de la desaparecida iglesia de San Miguel Arcángel de Barcelona, realizada entre 1709 y 1711, parte de una hipótesis del historiador Antonio Averlino Pi y Arimon (1854) nunca atestiguada por la documentación. Además, el estilo de Viladomat no concuerda demasiado con las hipotéticas enseñanzas recibidas de F. Galli: ni sus composiciones reflejan un conocimiento especial del arte de la perspectiva escenográfica per angolo, motivo más que suficiente para retirarle de una vez por todas la autoría del famoso Proyecto de Monumento de Semana Santa para la catedral de Barcelona, ni su pintura representa una ruptura con las formas, los modelos y las iconografías de la pintura hispánica del siglo anterior. Poco hay de nuevo en el arte de Viladomat si no es el aplomo de sus composiciones y la blanda ecuanimidad de sus personajes, que parecen dejar atrás el intenso universo formal giordanesco que tanto sedujo a los pintores españoles del cambio de siglo.
No es imprescindible tampoco la aparición de F. Galli para justificar la mentalidad liberal que atesoró Viladomat, puesto que posicionamientos similares en este sentido venían produciéndose de la mano de los escultores catalanes a lo largo del siglo XVII, especialmente en su intento de separarse de los carpinteros.
El éxito de Antoni Viladomat, que según el Colegio de Pintores se tradujo en que pintaba más que seis maestros colegiados juntos, no llegó antes de los años veinte del siglo XVIII. El pintor, junto con su hermano Agustí, dorador como su padre, con quien compartió vivienda y taller en un chaflán de la barcelonesa calle Arcs con la plaza Nueva, aceptó grandes encargos para numerosos monasterios y conventos deseosos de renovar o reconstruir la decoración de muchos de sus espacios afectados por los avatares del conflicto sucesorio.
Aunque hoy son pocas las obras conservadas in situ, se sabe con certeza que su pintura llegó a colgar del interior de los muros de los principales conventos catalanes de las órdenes carmelitas, agustinos, servitas, cartujos, dominicos, oratorianos, jesuitas, etc.; además, su producción figuró en muchísimas capillas, iglesias y santuarios de la geografía catalana: Reus, Tarragona, Manresa, Girona, Lleida, Puigcerdà, Breda, Mataró o la Seu de Urgell tienen o tuvieron en su día pinturas de Antoni Viladomat. Incluso el capítulo del Pilar de Zaragoza llegó a interesarse por el arte y la habilidad del pintor catalán, aunque su candidatura para la decoración de la cúpula de la Santa Capilla no prosperó.
Sus mejores años fueron entre 1720 y 1730. Con el taller bien afianzado, estuvo en condiciones de asumir dos de los trabajos que más fama y prestigio le reportarían: la finalización de la decoración de la capilla de los Dolores de la iglesia de Santa Maria de Mataró, interrumpida por la repentina muerte en 1714 del pintor Joan Gallart, y la serie de óleos sobre la vida de san Francisco de Asís para el antiguo convento de frailes menores de Barcelona (hoy en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, en depósito de la Real Academia Catalana de Bellas Artes de San Jorge). Además, durante este mismo decenio afrontó la ambiciosa decoración del presbiterio de la iglesia del convento de San Juan de Jonqueras. También son de esta etapa los excelentes óleos de los retablos de la capilla de San Narciso y de los Dolores de la Catedral de Girona, la Conversión de San Pablo de la capilla de la Convalecencia de Barcelona —único lienzo de su vastísimo catálogo fechado con seguridad—; buena parte de las pinturas de los diferentes altares de las iglesias de Mataró, entre las que cabe destacar el Martirio de San Esteban y la Inmaculada Concepción de la iglesia de Santa María; y sus restantes series más famosas: la Historia de José de la antigua colección Cabañas y la Historia de san José de la colección Vidal y Barraquer.
Desde 1730 y hasta su muerte, el estilo de Antoni Viladomat evolucionó significativamente. Sus lienzos se volvieron más luminosos y gráciles y su paleta se convirtió en más heterogénea y sutil, con predominio de tonos asalmonados, turquesas y carmesíes. Sin abandonar jamás los modelos del clasicismo y del alto barroco italiano, que tanto marcaron su universo formal de referencia, con especial devoción a Pietro da Cortona y Carlo Maratti, se fijó también en Sebastiano Conca, cuya obra conoció a través del buril del suizo Jakob Frey. De esta etapa cabe destacar la Asunción de Santa María de Manresa y los lienzos de la iglesia de Breda (Girona), en especial el delicadísimo —en tono y expresión del santo— San Francisco con un ángel que le muestra la pureza del sacerdocio. Por otro lado, la potente y pujante burguesía comercial barcelonesa acudió a su taller con el propósito de comprarle lienzos con temáticas más desenfadadas, más acordes a su nueva condición; Viladomat supo abastecerla de bodegones, paisajes, alegorías, floreros, etc., con la misma eficacia y talento con que sirvió a su otra clientela religiosa.
Los Bodegones del Museo Nacional de Arte de Cataluña, puestos en relación por A. E. Pérez Sánchez con el bodegón napolitano, o la serie de alegorías de las Estaciones del año, son algunos de sus cuadros más representativos en este sentido.
De su etapa de madurez cabe finalmente destacar los más de veinte lienzos que decoraron las distintas capillas de la iglesia de los jesuitas de Barcelona, completamente arrasada en 1936. Joaquín Fontanals del Castillo (1877), que aún los vio in situ, los exaltó como las mejores obras de su repertorio. Hoy sólo se conserva, haciendo honor a la apreciación de J. Fontanals, la Dormición de la Virgen en el Centre Borja de Sant Cugat del Vallès. Aunque Viladomat, en contra de lo que afirmó Ceán Bermúdez (1800), pintó más allá de 1740, su actividad debió de ralentizarse gradualmente, siendo sus discípulos y colaboradores quienes paulatinamente asumirían los encargos.
Este pujante protagonismo del taller explicaría en gran medida la abundancia de temas seriados de su catálogo, además de las numerosas obras afines a su estilo que o bien deben considerarse autógrafas de sus discípulos o directamente copias de otros pintores anónimos. Exceptuando a Manel y Francesc Tramulles —sin duda sus dos discípulos más destacados, enfrentados como su maestro al gremio de pintores e impulsores como él del aprendizaje académico en Barcelona—, nada o muy poco se sabe de otros muchos discípulos que pasaron por su taller, entre los que cabe contar a su hijo Josep Viladomat Esmandia, con quien realizó una serie dedicada a santo Tomas de Aquino para la capilla del Seminario de Barcelona.
Antoni Viladomat murió en enero de 1755, cinco años después de testar ante notario. Tras su muerte, su fama no menguó: Nicolás Rodríguez Laso, fiscal inquisidor del Santo Oficio en Cataluña —próximo a Felipe Neri Esmandia, familiar y tesorero de la misma institución, amén de rico comerciante de Mataró emparentado con Eulalia Viladomat y Esmandia, esposa del pintor—, mandó grabar un célebre epitafio en la lápida de la tumba de Antoni Viladomat en la iglesia de Santa María del Pino de Barcelona. Poco después vendrían los elogios de A. R. Mengs, quien supuestamente comentó, ante su serie franciscana, que fue el mejor pintor de la España de su tiempo; y más tarde el interés de la Escuela de Dibujo de Llotja por poseer su obra para fines educativos. En la actualidad, y gracias en gran medida a este prestigio continuado a lo largo de más de dos siglos, su catálogo lo conforman alrededor de dos centenares de lienzos y más de cincuenta dibujos autógrafos.
Obras de ~: Piedad, c. 1700-1708; Ascensión, c. 1700-1720; Expulsión de los mercaderes, c. 1714-1730; Piscina probática, c. 1714-1730; Descendimiento, c. 1715-1725; San José con el niño, c. 1720-1730; Martirio de san Esteban, c. 1720-1740; Circunsición, c. 1720-1740; Inmaculada, c. 1720-1740; Jesús entre los doctores, c. 1720-1740; San Felipe Neri, c. 1722-1730; San Francisco, c. 1722-1730; Santa Cena, c. 1725-1730; serie de la Vida de san Bruno, c. 1726; Muerte de san Narciso, c. 1726-1728; Milagro de las moscas de san Narciso, c. 1726-1728; Vía crucis, apóstoles de la sala de Juntas y decoración mural de la capilla de los Dolores de Mataró, c. 1727-1730; Lamentación, c. 1727-1730; Piedad, c. 1727-1730; Caída y conversión de san Pablo, 1728; Asunción con Todos los Santos, c. 1728-1750; serie de la Vida de san Francisco de Asís, c. 1729-1733; Primavera, Verano, Otoño, Invierno (serie de las Estaciones), c. 1730-1740;Cristo con la Eucaristía, c. 1730- 1740; Transfiguración, c. 1730-1740; Dormición de la Virgen, c. 1730-1745; Fundación del orden de la Merced, c. 1730-1745; Misa de san Felipe Neri, c. 1733; Predicación del beato Vicente de Paúl, c. 1733; San Andrés apóstol, c. 1740; San Vicente Mártir, c. 1740-42; Aparición de un ángel a san Francisco, c. 1740-1747; Prédica de san Pablo, c. 1740-1747; Exorcismo de san Honorato, c. 1740-1747; Lágrimas de san Pedro, c. 1740-1747. [Otros lienzos de cronología incierta] serie del Patriarca José; serie de la Historia de san José; Dolorosa; Virgen de los siete dolores; Sagrada Familia; Cristo y la samaritana; Anunciación, Desposorios; Presentación de Jesús; Muerte de san Alejo; San Jaime Apóstol, Aparición de la Virgen del Pilar a san Jaime; Santo Tomás de Aquino; San Ignacio de Loyola; Santa Teresa de Jesús, Transverberación de santa Teresa; Santa Gertrudis; Santa Inés; Mujer con vano; Lección de música; Mujer con niños jugando; Escena de caza; Pescadores zurciendo redes; Pescadores con bodegón de peces; Pastores fumando; Bodegón con verdura, pavo y barquillos; Bodegón con verdura, limón y conejo; Bodegón con verdura, uvas, huevos y salmonete; retrato de caballero de la Orden de Malta.
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Francesc Miralpeix Vilamala