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Diego de la Haya Fernández

Biografía

Haya Fernández, Diego de la. El Puerto de Santa María (Cádiz), 1675 – Cartago (Costa Rica), VIII.1734.

Diego la Haya Fernández nació en El Puerto de Santa María (Cádiz), en 1675. Sus padres fueron Leonardo de la Haya y Sebastiana Luisa Fernández.

La infancia la compartió con sus hermanos Santiago, Josefa, Agustina Blanca y Laura. La última, esposa de José Quirós y Toledo y madre de siete hijos, vecinos del citado puerto.

De la Haya Fernández contrajo matrimonio en Panamá con Petrolina de Hoyo Carrasco, hija del capitán Miguel de Hoyo y Echavarría y de Francisca González Carrasco. De esa unión no hubo hijos, pero Diego reconoce como hijo suyo al capitán José Nicolás Próspero, de color pardo, habido con Isabel Gallegos o Isabel María de Márquez. José Nicolás nació en Panamá en 1699, casó en Cartago con María Josefa Chavarría, hija del capitán José Chavarría Díaz, vecino de Nicaragua y de María Calvo Cardoso.

La presencia de Diego en la región centroamericana se remonta a 1688, en Panamá. El 2 de noviembre de ese año obtuvo su primer puesto militar como alférez en la ciudad de Panamá. Poco después, en Cabildo abierto fue electo alcalde de las islas pobladas en la jurisdicción de Panamá y ensenada del Darién. Cuatro años más tarde, en 1708 fue nombrado teniente de factor veedor de la Real Hacienda en la ciudad de Portobelo, donde permaneció hasta junio de 1711.

Desde esa fecha hasta el 5 de mayo de 1716, fue proveedor y pagador general del reino de Tierra Firme.

Desde esta posición impulsó varias reformas que trajeron grandes beneficios para el reino. Entre ellas se encuentran las siguientes: suprimió dos bergantines guardacostas; recaudó más de 9.000 pesos de los derechos de almojarifazgo, sisa y alcabala de un cacao comerciado fuera de Portobelo; promovió la firma de un contrato con el comisario y religioso de la Orden de San Juan de Dios, para que se encargara del hospital del castillo de Chagre, donde no había atención médica para los miembros de la Infantería.

La excelente labor realizada por Diego fue reconocida por el Rey, quien al quedar vacante el cargo de gobernador y capitán general de Costa Rica por la muerte de Francisco Bruno Serrano y Reyna y por no haber comparecido a ejercerlo Gaspar de Oponte, designó a De la Haya en el cargo por Cédula Real de 15 de febrero de 1718. Para entonces, Diego se encontraba en Madrid, donde prestó el juramento y luego emprendió el largo viaje hacia Costa Rica. Entró en ejercicio de sus funciones el 26 de noviembre de 1718.

Como gobernador impulsó el progreso de la provincia en todos los ramos: economía, comercio, salubridad pública, desarrollo infraestructural, hacienda y milicias para defender la provincia de los invasiones de los Zambos Mosquitos y procuró el progreso de la Iglesia y la evangelización de los fieles. No obstante, el gobernador tropezó a cada paso con la indiferencia de la autoridades reales de la Audiencia de Guatemala que la mayoría de las veces callaron ante los pedidos de ayuda. De la Haya también tuvo dificultades con funcionarios provinciales involucrados en el comercio de contrabando, quienes devinieron en enemigos acérrimos de su gestión. Los vecinos del común tampoco comprendieron la ardua labor del gobernador de la Haya. El 7 de septiembre de 1724 la Audiencia de Guatemala nombró a José Parrilla juez de comisión para que viniera a Costa Rica a indagar las quejas que varios vecinos de Cartago había presentado contra el gobernador. Como parte del proceso se ordenó a Diego salir de la ciudad y delegar su cargo y sus funciones en el señor Parrilla, mientras realizaba la investigación. Luego de las indagaciones, el juez comprobó que las acusaciones eran falsas y De la Haya salió airoso del largo proceso.

Sin embargo, el cansancio, las enfermedades y el desánimo minaron al gobernador quien solicitó en 1726 a la Audiencia de Guatemala una licencia para ir a Panamá en busca de atención médica y para reunirse con su familia. En esa gestión De la Haya de nuevo enfrentó la incomprensión de las autoridades reales que en principio se negaban a acceder a su solicitud y finalmente otorgaron una licencia que el permitía viajar a Nicaragua o a Guatemala pero que le impedía ir a Panamá, contraviniendo su deseo.

Esta decisión motivó la renuncia de Diego, aceptada a fines de mayo de 1726. A pesar de esto, no pudo trasladarse inmediatamente a Panamá, porque el sucesor no había llegado y supuestamente había sido víctima de un naufragio. Finalmente, el 26 de mayo de 1727 Diego entregó la gobernación al coronel Baltasar Francisco de Valderrama.

De acuerdo a Chacón Umaña, el gobernador De la Haya libre del cargo permaneció dos años más en la provincia finiquitando asuntos personales. En 1729, De la Haya Fernández se dirigió a la ciudad de San Felipe de Portobelo, donde se encontraba su esposa. En esa ciudad se desempeñó como factor interino. Murió en agosto de 1734 a la edad de cincuenta y nueve años.

En su testamento manifestó su anhelo de ser sepultado en funerales solemnemente en la iglesia del convento Hospital de San Juan de Dios en Portobelo.

Como gobernador la obra de Diego de la Haya fue muy amplia y fructífera. La falta de un lugar adecuado para vivir concentró el inicio de su trabajo en la construcción de su vivienda, que vino a ser el más grande y mejor inmueble de la provincia y la morada oficial de los gobernadores durante el resto del siglo xviii y primeros años del siglo xix. Conforme avanzaron los años de su gestión el paisaje de la provincia se transformó producto de la erección de múltiples obras de adelanto material como la construcción de un cuartel, la reparación de la iglesia parroquial, la conclusión de la capilla de la iglesia del Carmen, las reparaciones a las iglesias de Ujarráz, Curridabat y Esparza y la erección de varios oratorios en el Valle de Aserrí.

Diego de la Haya también realizó los primeros intentos por dotar de un centro hospitalario a la provincia.

La falta de médicos y boticas impulsó al gobernador a fundar hacia 1719 un hospicio en una casa de habitación que fue provisto de camas, enfermeras, cirujano y medicamentos para la asistencia de los enfermos y pobres donde recibían atención médica, alimentos y sepultura en caso de fallecimiento. Además, preocupó a Diego obtener conocimientos sobre Medicina y consiguió libros. Este interés fue compartido por su hijo, el capitán José Nicolás de la Haya, quien ejerció la Medicina práctica. Durante la colonia otros médicos en la provincia fueron Pantaleón de la Padrosa (1728); Francisco de Lafons Vidor (1741) y el fraile Jerómino Sotomayor en fecha desconocida.

Entre los pobladores de Cartago, Diego fue reconocido como un hombre caritativo y muy religioso.

Las viudas, los indios y los menesterosos recibieron su ayuda de diversas formas. A las iglesias dio constantes donaciones, como, por ejemplo, la iglesia parroquial de Cartago beneficiada con un retablo de madera para el Cristo de la Victoria, dos frontales, dos manteles, dos palios, cruz, atril y tarima. La iglesia de Nuestra Señora de la Soledad fue obsequiada con una cruz pintada de verde, andas y faldones negros para la procesión del Santo Sudario, el Viernes Santo. Otros templos que recibieron valiosas ofrendas fueron el de Nuestra Señora de Ujarráz, la iglesia parroquial de Esparza, la parroquia de Barba y la doctrina del pueblo de Curridabat.

Durante la gobernación de Diego se luchó contra el comerció ilícito de mercancías y de esclavos. En Costa Rica, durante la colonia, el escaso comercio y el monopolio de España propagó el contrabando que se realizaba casi exclusivamente en el Valle de Matina y con los Zambos Mosquitos. El control de las invasiones de los Zambos Mosquitos ocupó la atención del gobernador De la Haya. Éstos eran un grupo de indígenas que apoyados por los ingleses saqueaban la zona del Valle de Matina, las ciudades y pueblos de la Costa Caribe de Costa Rica para obtener alimentos.

En 1721, producto de varias contactadas y arduas negociaciones Diego logró establecer la paz con el rey Aníbal de los Zambos Mosquitos a cambio del nombramiento del citado como capitán de Mar y Guerra.

Sin embargo, la paz fue de corta duración y no se respetó en lo sucesivo el tratado, continuando las hostilidades.

En el comercio ilícito participaron las mismas autoridades nombradas para evitarlo. Por ejemplo, en 1718 por orden de la Audiencia de Guatemala, De la Haya tuvo que seguir una causa contra su antecesor José Antonio Lacayo y Briones, a quien se le habíaacusado de comercio ilícito con enemigos de la Corona.

Otros enjuiciados por contrabando de géneros fueron los capitanes Luis Gutiérrez, Felipe Meza, José Bonilla, Dionisio Pacheco, el alférez José de Quirós, los sargentos mayores Pedro José Sáenz, Francisco de la Madriz Linares y Pedro José Sáenz Quintanilla. Las causas contra el contrabando fueron acciones muy engorrosas y, como se ha señalado, traían como consecuencia muchas enemistades y conflictos, que dificultarían la gestión de Diego.

En cuanto a la Hacienda Real uno de los grandes ideales del gobernador De la Haya fue mejorar la recaudación de los impuestos para procurar el enriquecimiento del Erario Real y de las colonias americanas. Por ejemplo, presentó una propuesta para eliminar el sistema de navíos de registro y el restablecimiento del sistema de galeones como medios de transporte de mercancías a América, los reinos del Perú y Tierra Firme. Procuró el aumento del comercio entre Costa Rica y Panamá; cobró con puntualidad los derechos reales de entrada y salida de embarcaciones del puerto de Caldera, el envío de zurrones de cacao a Nicaragua y pasaje de mulas a Tierra Firme. En consecuencia, entre 1714 a 1718 hubo un significativo aumento de la recaudación, resultado de la efectiva y eficiente labor de Diego.

En relación a la milicia levantó un censo, enumerando la existencia en la provincia de once compañías con 1.218 hombres, una de Caballería y los restantes de Infantería. En consecuencia, como resultado del deplorable estado del cuerpo militar solicitó en 1718 al presidente de la Real Audiencia de Guatemala el envío de armas y municiones, sin éxito. A pesar de la falta de apoyo logró aumentar considerablemente el contingente de soldados en poco más de 2.000 hombres.

Como sus antecesores, Diego de la Haya procuró la conquista de los territorios de Talamanca, pero a diferencia de ellos empleó más a fondo los medios pacíficos y la evangelización. La historiadora Luz Alba Chacón afirma que logró el bautizo de sesenta personas en la región, entre ellos, once niños de ambos sexos, quienes fueron ubicados en el pueblo Atirro al cuidado del alcalde y provistos de casa y de un instructor de la sana doctrina. No obstante estos logros, el gobernador no pudo conquistar los territorios de Talamanca.

En suma, la gobernación de Diego de la Haya Fernández se caracterizó por el denuedo en el progreso de la provincia, el saneamiento de la Hacienda Real, el mejoramiento de las condiciones de vida de sus pobladores y la búsqueda del desarrollo espiritual de sus habitantes. Por eso, los historiadores afirman que su gestión fue una de las destacadas y fructíferas durante la colonia en Costa Rica.

La labor de Diego fue poco reconocida por sus contemporáneos.

La incomprensión y las enemistades dificultaron su trabajo que tuvo poca ayuda de parte de la Audiencia de Guatemala. Estas situaciones desembocaron en su juicio de residencia en 1728. La comisión de la residencia del gobernador De la Haya fue encomendada en 1728 al señor José Poveda de Rivadeneira.

Sin embargo, por intromisión de los vecinos las acciones fueron suspendidas. En 1729, cuando Diego partió a Panamá dejó 2.000 pesos para gastos de residencia y nombró como sus fiadores a los señores: Francisco de la Madriz Linares, Juan Sancho de Castañeda, Antonio de Soto y Calvo, Tomás Muñoz de la Trinidad, José de Mier Cevallos y José Antonio López del Corral.

El juicio estuvo a cargo del comisario José de Fuentes, quien llegó a Cartago en 1734. Luego de largas y complicadas gestiones la residencia comprobó los buenos procedimientos seguidos por el gobernador De la Haya en su gestión tanto en la administración de la justicia como en los asuntos del Erario Real, quedó en claro que la mayor parte de sus salarios fueron usados en el culto, aseo y decencia de la Iglesia y obras de caridad y que al morir el gobernador no dejó bienes ni dinero.

Diego de la Haya fue un asiduo pensador y prolífero escritor de quien se conocen algunos libros, detallados informes y varias propuestas de ordenamiento de la Hacienda Real. En 1716 escribió su primer libro titulado Norte del Reino de Tierra Firme, resultado de 28 años de investigación en Panamá. La obra expone en forma detallada aspectos relativos a gastos de la Hacienda Real, ciudades, villas, pueblos, fundadores, viviendas, castillos, fortalezas, infantes, hombres de armas e indios. Otros temas son: las minas, lavaderos de oro, perlas, fauna y flora propios de la zona. Además, este volumen resume información sobre las cantidades de salarios y gastos de manutención en que incurre la Corona para mantener el Imperio de Ultramar. También se incluyen datos sobre los ramos que engruesan los caudales. En suma, el compendio tuvo como objetivo servir de guía a los distintos funcionarios encargados de la administración de las provincias del reino.

Otra de las producciones académicas de gran relevancia es el informe del estado de la provincia de Costa Rica de 1719. El documento fue escrito cuatromeses después de ocupar la gobernación y en él se incluye detallada información sobre la situación interna de la provincia de Costa Rica durante la colonia. El informe inicia por establecer los límites de Costa Rica y posteriormente describe detalladamente la ciudad de Cartago y las condiciones de vida de sus habitantes, los distintos grupos sociales y sus actividades. Sobre la ciudad de Cartago dice: “[...] Consta de una Iglesia, una ayuda de parroquia, un convento de San Francisco, dos ermitas y setenta casas hechas de adobe de tierra y cubiertas de teja.” Otras ciudades y pueblos incluidos son: la ciudad de Espíritu Santo de Esparza y la villa de Barba, de la primera afirma: “Desde el citado pueblo de Garabito a la ciudad de Esparza hay cuatro leguas, la cual se compone de una Iglesia de horcones y barro cubierta de teja, un convento de San Francisco, de la misma fábrica, y catorce casas con otras tantas familias de españoles y gente de color humilde; y desde esta ciudad al puerto de Caldera (que está al sur) hay cuatro leguas; tiene dos valles en la jurisdicción llamados el de Landecho y el de Bagaces, los que se componen de hatos de ganado vacuno en los cuales se hacen grandes matanzas con el fin del sebo que trafican con Panamá, pues de las reces solamente logran este fruto y la carne la dejan perder, por no haber quien la compre ni consuma, y en el mencionado puerto de Caldera se ponen de guardia tres hombres, que sirven para vigías de aquellas costas, a esta ciudad, y su jurisdicción la gobierna un teniente General nombrado por el Capitán General de la Provincia”.

También figuran en el informe amplias descripciones de los pueblos de Cot, Quircot, Tobosi y Ujarráz, los laborios de Tucurrique, Atirro, el Valle de Matina, pueblos de Pacaca, Quepo, Borruca y Térraba, Talamanca y la alcaldía mayor de Nicoya.

Finalmente, el informe contempla el estado general de la instrucción pública, la agricultura, el comercio y el contrabando. En resumen, el informe de Diego manifiesta el estado lamentable y extrema pobreza imperante en la provincia de Costa Rica.

El Informe de la erupción del Volcán Irazú es otra de las obras fundamentales escritas por Diego. Este documento es el primer informe vulcanológico escrito en Costa Rica. En él se documenta el inicio de las actividades volcánicas la tarde del 16 de febrero de 1723 y las acciones seguidas por el gobernador y sus subalternos durante todo el evento, cuyas consecuencias se extendieron por casi un año. El 3 de marzo envió a un grupo de hombres a reconocer el volcán. Sobre el particular escribió: “Observando la continuación de fuegos cenisas y haremas y particularmente con mayor aumento en los días de conjunción y oposición de luna y en inmediatos haviendo dia de quatro y ocho temblores sin que hayan ditrementrado cosa alguna y los campos que han fertilizado con la porción de harenas y cenissas que en ellos han caído”.

Con respecto a la exactitud y objetividad del informe cabe señalar que gracias a este excelente y preciso documento el doctor Karl Sapper, profesor de la Universidad de Wurzburg, Alemania, logró identificar el cráter que estuvo activo en 1723. Por esta razón, el mismo recibió el nombre de Cráter Diego de la Haya Fernández.

En el ámbito financiero cabe destacar los planes elaborados por Diego para mejorar la administración del Erario Real. La primera de estas obras la concluyó en Madrid el 21 de octubre de 1717 y dos años después el plan fue ejecutado por la Corona. Otro texto de esta misma naturaleza fue elaborado por Diego en 1721. En esa ocasión propuso un plan de reforma en la provincia de Costa Rica. En 1733 nuevamente se interesó por la suerte de Tierra Firme y propuso la continuidad del sistema de galeones para el beneficio del Erario Real.

 

Obras de ~: Norte del Reino de Tierra Firme, 1716; Informe de la erupción del Volcan Irazú, 1723.

 

Bibl.: L. Chacón, Diego de la Haya Fernández, San José, Costa Rica, Editorial Costa Rica, 1968; G. Naranjo, “Don Diego de la Haya Fernández, Arquitecto de la Provincia de Costa Rica”, en La Nación, 26 de noviembre de 2001, pág. 3.

 

Margarita Silva Hernández