Ayuda

Rafael Contreras Muñoz

Biografía

Contreras Muñoz, Rafael. Granada, 28.IX.1826 – 29.III.1890. Restaurador adornista, director de la Alhambra y estudioso del arte hispanomusulmán.

Hijo del arquitecto granadino José Contreras Osorio y de Ana María Muñoz Fernández, constituye el personaje más sobresaliente relacionado con la Alhambra durante todo el siglo XIX. Dotado de una fuerte personalidad y de un poderoso carisma, resultó un personaje esencial en la Granada de la época, ya que difundió la imagen de la Alhambra por todo el mundo a través de sus espléndidos “vaciados de arabescos”; ello le convertirá en una figura clave del “alhambrismo”, no sólo en España, sino muy particularmente en Gran Bretaña y otros países del continente europeo.

Tras estudiar en el Colegio Urbina las asignaturas necesarias para la carrera de Ciencias Exactas, Física y Naturales, ingresó en 1837 en la Escuela de Dibujo de Granada, junto con sus hermanos Francisco y José Marcelo. Entre 1841 y 1843 recibió lecciones de Química aplicada a las artes, impartidas por Francisco de Paula Montells y Nadal, en la que obtuvo la calificación de sobresaliente en los dos cursos. Asistió a clases de oficinista durante dos años y aprendió el lavado y trazado de planos con su padre; y entre otros estudios privados cursó clases de inglés y francés.

La primera constancia documental de Rafael Contreras en las obras de la Alhambra data de abril de 1842 en que aparece como “maestro de molduras y dibujos” a sueldo, junto a José Medina, su ayudante y cuñado. Fue entonces cuando concibió el proyecto de reproducir a escala y en yeso los aposentos de la Alhambra, comenzando por la sala de Dos Hermanas, cuyo modelo una vez concluido presentó a la Reina.

La fascinación con que la joven Isabel II recibió el presente quedó expresada con una gratificación de 20.000 mil reales, la exención del cumplimiento del servicio militar, el encargo de un gabinete árabe en el Palacio Real de Madrid —finalmente construido en el Real Sitio de Aranjuez— y el título de restaurador-adornista de la Alhambra —Real Orden de 23 de noviembre de 1847—, para dedicarse “especialmente á restaurar los adornos de aquel bellísimo recuerdo de la España árabe [...] inquiriendo con el mayor cuidado y más detenida crítica [...] á fin de no hacer en nada una invención artística, sino renovar hasta donde se pueda tal como se hallaba al tiempo de los Reyes Católicos”.

Aunque su tarea debía ceñirse estrictamente a la restauración de adornos, y estaba supeditada siempre a la del arquitecto-director, en la práctica Rafael Contreras fue asumiendo la responsabilidad absoluta sobre todas las obras, dando lugar así a la errónea y extendida consideración de que era titulado en Arquitectura.

Cuando el monumento fue enajenado y pasó al Estado, se aseguró de mantener sus anteriores prerrogativas sobre el conjunto, y fue nombrado director de las obras de conservación y restauración (1870-1888).

La valoración de las cuatro décadas en que Contreras “gobernó” la Alhambra debe ser estimada en líneas generales como muy beneficiosa, a pesar de evidentes desaciertos, y siempre dentro de la defensa de la restauración estilística. Resulta revelador cómo las referencias a su labor son contradictorias y prevalecen los juicios que le achacaban un excesivo personalismo en todo lo referente al monumento, imponiendo su particular criterio sobre el de técnicos aparentemente más cualificados, ya fuesen arquitectos, arqueólogos o historiadores. A pesar del extraordinario ánimo de lucro con el que la familia Contreras rodeó todas sus actuaciones, durante esta etapa se frenó una situación de incuria y abandono secular, modernizando las estructuras organizativas y recuperando una serie de valores que, si bien pueden ser calificados de románticos e idealistas, cuando menos contribuyeron a difundir una imagen universal tan prestigiosa como resultaba la de las catedrales góticas.

A través del taller de vaciados con el que Rafael Contreras atendía las restauraciones de la Alhambra, promovió una auténtica industria que difundió el “alhambrismo” por todo el mundo, proporcionando reproducciones exactas de las decoraciones de los palacios nazaríes, en colaboración con su hermano Francisco Contreras Muñoz, nombrado restaurador del Real Alcázar de Sevilla. El gabinete que construyera en Aranjuez pronto se convirtió en un modelo esencial del islamic revival tan reclamado por la nobleza y alta burguesía europea, desde Madrid a San Petersburgo y desde Londres a Estambul. Estas “esculturas en árabe” —como eran calificadas— participaron en la celebérrima Exposición Universal de Londres de 1851, así como en las Internacionales de Londres (1862), París (1855, 1865, 1867 y 1878) y Amberes (1885), “cuya exhibición interesa al Gobierno por lo mucho que contribuye a dar una idea del adelanto de las artes en España”. En todas estas ocasiones obtuvo importantes galardones y premios, contando con el aprecio de arquitectos como Matthew D. Wyatt y Owen Jones. Sus fluidas relaciones con Inglaterra quedaron manifiestas por su amistad con sir Austen Henry Layard, y por la adquisición en 1865 por parte del Victoria & Albert Museum londinense de una importante colección de modelos arquitectónicos procedentes del taller de Contreras en la Alhambra.

Estos trabajos los supo compaginar con una destacada actividad como estudioso del arte hispanomusulmán y con investigaciones específicas sobre el monumento que dirigió. Aunque eludía con frecuencia cualquier referencia documental, es indudable que buceó en el valioso archivo del monumento, cuyos datos completó con los vastos conocimientos adquiridos durante su gestión. Para autores que siempre le demostraron fidelidad, como Francisco de Paula Valladar, “no sólo salvó de la ruina el famoso palacio de los Alhamares; no sólo restituyó su carácter a aquellos edificios a los que la incultura [...] ocultaba la verdadera forma arquitectónica y decorativa de patios, salas y galerías, sino que encauzó la opinión y destruyó cuentos y consejas acerca del arte árabe en España, fijando sus verdaderos caracteres, especialmente en Córdoba, Sevilla y Granada”.

Sus extraordinarias dotes sociales le hicieron valedor del reconocimiento de sus contemporáneos, con la pertenencia a diversas instituciones como la Academia de Bellas Artes de Granada (desde 1865, y consiliario en 1885), la comisión provincial de Monumentos de Granada (desde 1866), la academia de Bélgica, además fue miembro honorario del Royal Institut of British Architecture, y comendador de número de las Órdenes de Isabel la Católica y Carlos III, así como de la Orden turca del Osmané. Formó parte, igualmente, del grupo denominado La Cuerda Granadina, al que pertenecieron ilustres artistas e intelectuales, adoptando el sobrenombre de “Mojama”. Contrajo matrimonio con Lina Granja Baena, de cuya unión nacieron varios hijos, entre los que destacó el arquitecto Mariano Contreras Granja, tercero en la saga de conservadores de la Alhambra y heredero en el exitoso y lucrativo negocio de las reproducciones de arabescos.

 

Obras de ~: Gabinete Árabe del Real Palacio, Aranjuez, 1847- 1851; Gabinete Árabe del Palacio de Liria, Madrid, c. 1852- 1855; Serre del Palacio de Montijo, Madrid, 1858; Alcázar Genil, Granada, 1863; Aposentos de la duquesa de Sesto, Palacio de Alcañices, Madrid, c. 1868; Patio de las Muñecas del Real Alcázar, Sevilla, 1869; Patio Árabe del Palacio de Anglada, Madrid, 1874-1878.

Escritos: “Monumentos Históricos y Artísticos. La Puerta del Vino”, en El Álbum Granadino (AG), 7 (1856); “Monumentos Históricos y Artísticos. La Puerta Judiciaria”, en AG, 10 (1856), págs. 74-75; “Memoria sobre la antigua forma de la Alhambra”, en El Arte en España, 92, págs. 63-77; La especialidad de la arquitectura árabe en España, e influencia de este arte en los monumentos de Granada (discurso de ingreso), Granada, en la Academia de Bellas Artes de Granada, 1865 (inéd.); “Del arte árabe en España”, en Revista de España (RE), ts. 7-11 (1869); “La Alhambra y el Museo Oriental”, en El Liceo de Granada (LG), 10 (1870), págs. 145-152; “Las restauraciones de la Alhambra”, en LG, 12 (1870), págs. 177-181; “Sobre la conservación de la Alhambra y creación de un Museo Oriental”, en RE, 13 (1870), págs. 526-539; Lista alfabética de las calles, plazas y monumentos de Granada para acompañar al plano de esta ciudad, Granada, Imprenta Indalecio Ventura, 1872; “Ligero estudio sobre las pinturas árabes de la Alhambra”, en LG, 2-3 (1875), págs. 17-24 y 33-40; Del arte árabe en España manifestado en Granada, Sevilla y Córdoba por los tres monumentos principales: La Alhambra, el Alcázar y la Gran Mezquita: Apuntes arqueológicos, Madrid, Indalecio Ventura, 1875; Ligero estudio sobre las pinturas de la Alhambra, Madrid, S. Noguera, 1875; Estudio descriptivo de los monumentos árabes de Granada, Sevilla y Córdoba, o sea la Alhambra, el Alcázar y la Gran Mezquita de Occidente, Madrid, A. Rodero, 1878; “Rasgos característicos de la cultura árabe”, y “Ligero estudio sobre las pinturas del Alhambra”, en RE, 62 (1878), págs. 194 y 356 y pág. 363, respect.; “Nuevos datos acerca de la guerra y expulsión de los moriscos”, en RE, 68 (1879), pág. 185; “Movimiento civilizador de los árabes”, en RE, 79 (1881), pág. 49; Recuerdos de la dominación de los árabes en España, Granada, El Defensor de Granada, 1882.

 

Bibl.: F. de P. Valladar y Serrano, “Crónica granadina. Mariano Contreras”, en La Alhambra (LA), 355 (1912), págs. 574-576; VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, t. XV, Madrid, Espasa Calpe, 1913, pág. 256; “Los hombres de la ‘Cuerda’”, en LA, 547 (1922), págs. 1-4; J. M. Javierre (dir.), Gran Enciclopedia de Andalucía, vol. III, Granada, Anel, 1979, pág. 979; T. Raquejo Grado, El palacio encantado: la Alhambra en el arte británico, Madrid, Taurus, 1990; N. Panadero Peropadre, “Recuerdos de la Alhambra: Rafael Contreras y el Gabinete Árabe del Palacio Real de Aranjuez”, en Reales Sitios, 122 (1994), págs. 33-40; J. M. Rodríguez Domingo, La arquitectura “neoárabe”. El medievalismo islámico en la cultura arquitectónica española (1840-1930), Granada, Universidad, 1997; La restauración monumental de la Alhambra: De Real Sitio a monumento nacional (1827-1907), Granada, Universidad, 1998.

 

José Manuel Rodríguez Domingo