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Santiago Francisco de Gattinara y Guasco

Biografía

Gattinara y Guasco, Santiago Francisco. Marqués de San Martino (I). Alessandria, antes Borgoglio (Italia), 15.X.1630 – San Martino Siccomario (Italia), 1693-1700. Militar, caballero de la Orden de Santiago.

Segundogénito de “Carlos Ambrosio Gatinara, conde del lugar de Sartinara, nacido en Genova [19 de junio de 1594-c. 1574], y de Isabela [María] Guasco, su mujer, natural de Alejandria de la Palla [13 de abril de 1599]” (según las pruebas para la concesión del título de Caballero de la Orden de Santiago).

Su padre, que fue hijo de Fernando Gattinara —hermano del IV conde, Honorio Gattinara, caballero de Santiago (1571)— y de la genovesa Camila Lomellina, había ingresado en la Orden de San Juan de Jerusalén, cuyas pruebas (1609) se transcriben íntegramente en el expediente santiaguista del hijo.

Aludía a la muerte de Carlos Mercurino Gattinara, V conde de Sartirana, que fue asesinado en 1622; homicidio en el que Carlos Ambrosio —que no era su hermano, sino su primo carnal— fue imputado, por lo que su sucesión condal quedó cautelarmente suspendida y los bienes y estados secuestrados por el Regio Fisco. De ahí que Francisco viniera al mundo en Borgoglio, burgo amurado frente a Alessadria, en la ribera opuesta del Tanaro, que Víctor Amadeo II arrasaría en 1728 para construir en su lugar la ciudadela que todavía permanece en pie. Allí, en la misma parroquia de San Esteban donde fuera bautizada su madre, recibió el agua bendita Santiago Francisco, al que se le impusieron los nombres de Giacomo Francesco, apadrinado por el futuro conde de Solero, Guarnerio Guasco (1595-1560). La fe de bautismo se transcribe al comienzo de sus pruebas, pero en el resto de ellas se le llama siempre por el segundo de sus nombres de pila, Francisco, con el cual aparece mencionado en toda la bibliografía y documentos que le citan, incluso los que él mismo firmó —como la capitulación de Évora en 1663 (Pereira, 1889)— y sólo unas lápidas recordarán también el primero. Fueron sus hermanos Fernando Francisco María —el mayor, VII conde de Sartirana (c. 1628-1711)— y César, el benjamín.

El condado de Sartinara, junto a los lugares de Breme, Refrancore y Torre Beretti, fue concedido por el duque de Milán a Mercurino Arborio Gattinara (1465-1530), gran chambelán del emperador Carlos V y cardenal de la Iglesia romana. A la muerte del canciller lo heredó su hermano César Arborio Gattinara, II conde y abuelo de Honorio. Arborio, feudo propio de la línea condal de Gattinara, de la que el aludido canciller fue también el primer conde, era desde tiempo atrás un toponímico familiar y, en tanto que emparentada aquella línea con la de Sartirana, fue utilizado igualmente los titulares propietarios de este condado, aunque exclusivamente ellos; es decir, exceptuando a su progenie. Por esa razón Francisco no podía anteponerlo a su apellido, aunque se titulase y firmase como conde de Sartirana; la misma por la que debe reputarse de anómala la inscripción que circunda a su retrato —grabado por F. de Grado y publicado en Nápoles, año 1691, por Parrino— en cuya cartela oval se lee: “D. Fra / Arbore / Gattinara / Marchese di S. Martino / vicerè di Sicilia”. Naturalmente, el propio marqués era más escrupuloso con estas cuestiones y en la lápida que conmemora la conclusión (1685) de la iglesia de la Virgen de Costantinopoli, erigida a sus expensas cerca de Tricase (Puglia, Nápoles), se titula: “jacobus franc. Cattinarius marchio de sancto martino” (Mancarella, 1996).

Durante su carrera militar fue conocido como conde Francisco Gatinara (sic) o simplemente por sus títulos sucesivos: primero el de conde de Sartirana, que usó desde su niñez; luego el de marqués de Cornieto (1664-1672) y, en adelante y hasta su muerte, el de marqués de San Martino. En 1674 redactó un memorial para solicitar un asiento en el Consejo de Guerra y el ascenso a maestre de campo general, esgrimiendo que “llevaba sirviendo al rey 35 años en Milán, Extremadura y Galicia” (Ribot, 2002: 280). Como no es creíble que empezara a servir con nueve años, puede colegirse que los prolongó artificiosamente, como en efecto él mismo vendrá a confirmarlo más adelante.

Lo que se sabe es que al comenzar la guerra con Francia (1635) el padre levantó una compañía de caballos en la que servirían también sus dos hijos mayores.

En 1644 Sartirana cayó en poder de los franceses; fue entonces cuando Francisco se incorporó a la compañía paterna, donde ya servía su hermano, apenas con quince años de edad, mientras que César se refugiaba con su madre en Alessandria. En 1650 su padre y hermano fueron capturados, viajando en carroza, por una partida enemiga, por lo que temporalmente se encargó del mando de la compañía; pero cinco años después mandaba ya una propia, también de Caballería (1655). Aquel año tuvo la satisfacción de recobrar el castillo familiar y el siguiente se distinguió en la victoriosa jornada de Fontana Santa (6 de junio de 1656), que resultaría estéril para evitar la caída de Valenza sul Po (julio de septiembre), sitiada por los ejércitos de Francia, Saboya y Módena. El conde de Fuensaldaña le dio patente para levantar un tercio de infantería lombarda para servir en España (1659), que pasó muestra en Badajoz (13 de noviembre de 1660) con unos efectivos de quinientos cincuenta hombres.

Lo mandó en la toma de Ouguela, Arronches y Alconchel (1661); de Vila Boim, Jerumenha, Monforte, Crato y Assumar (1662) y de Evora (23 de mayo de 1663), donde Juan de Austria lo eligió para gobernar la plaza, dejándole una guarnición de dos tercios italianos y dos regimientos alemanes. Allí fue cercado por un poderoso ejército anglo-franco-portugués al mando del conde de Villaflor, el 15 de junio del mismo año. Francisco condujo una ardorosa defensa, atacando dos veces las trincheras enemigas; pero sabiendo que no sería socorrido tras la derrota de Juan en Ameixal (8 de junio de 1663), aprovechó las generosas condiciones que se le ofrecieron para capitular (24 de junio), pudiendo salir de la plaza con todos los supervivientes, sus armas y efectos, con carruajes para los heridos y dos piezas de artillería, una honrosa marca de reconocimiento entre las formalidades militares de la época. También Felipe IV, a instigación de su hijo, la estimó acreedora de dos mercedes: el título marquesal de Corniete (sic), concedido por Real Cédula de 21 de abril de 1664, y el hábito jacobeo, por otra del 7 de mayo del mismo año.

Su tercio, que se hallaba muy disminuido, fue refundido en el de Fossano, desempeñando seguidamente el gobierno de diversas plazas extremeñas hasta que, en 1672, reabierta la guerra contra Francia en los Países Bajos, fue destinado a Galicia con el empleo de capitán general de la artillería de aquel reino y ejército, con sede en La Coruña, puerto del que a la sazón partían todos los socorros con destino a Flandes. Hallándose ya en Galicia, recibió los títulos marquesales de San Martino y Sannazzaro, en el bosque de Siccomario, junto a Pavía, a cambio del anterior de Cornieto, que no se ha logrado identificar en la toponimia actual.

Estos últimos nombramientos y mercedes los debía al favor de Juan de Austria, que perdonada ya su insumisión por negarse a mandar el ejército de Flandes, recobraba cierto predicamento en la Corte desde el vicariato de Aragón. Sin duda don Juan contaba con su antiguo subordinado en sus planes de acceso al poder y quería atraerlo a la órbita de sus partidarios. Ésta es la clave que permite comprender cómo un oscuro general de artillería, en un destino irrelevante, demandara simultáneamente un asiento en el Consejo Supremo de Guerra y el empleo de maestre de campo general, obviando el paso previo y obligado del generalato de la Caballería, y que ambos se le concedieran en el lapso de un año. El primero (13 de junio de 1674), que le sacaba de Galicia para residir en la Corte, le facilitó enormemente la obtención del segundo (24 de agosto de 1675), nada menos que la maestría de campo general de Cataluña (Ribot, 2002: 280). Este nombramiento, que no llegó a materializarse, revela una sorprendente imprevisión que no puede achacarse más que a la voluntad de agraciar al marqués. Era a la sazón maestre de campo general de Cataluña Antonio Paniagua y Zúñiga (Plasencia, 1638-Orán, 1687), I marqués de Santa Cruz de Paniagua, que venía sirviendo allí, ininterrumpida y sucesivamente desde 1662, los puestos de general de la artillería, de la caballería y, finalmente, la maestría de campo general. En esta calidad había sido el responsable táctico del ejército que culminó la brillante campaña militar de 1674 en el Rosellón derrotando por dos veces a los franceses junto al río Tech, y tomando las plazas de Maurellás, Boulou, San Juan de Pagés, Ceret y Bellegarde. Se sabe que Paniagua mantuvo su empleo en Cataluña hasta el final de la guerra (1678), por lo que, evidentemente, la designación de San Martino debió de revocarse. Aunque puede deducirse que se produjo de inmediato, al afirmar que fue nombrado maestre de campo general de Sicilia en agosto de 1675 (Ribot, 2002: 302), en otro lugar queda retrasada al 16 de octubre, como respuesta al escrito del marqués de Villafranca en que solicitaba el relevo del entonces titular del cargo, Fernando García de Rabanal “por su edad y achaques” (Ribot, 2002: 301); sin embargo, Juan de Austria un día antes, desde Zaragoza, ya pedía para el viaje de su protegido a Sicilia la muy generosa ayuda de costa de 4.000 ducados (10 de septiembre de 1575). Aunque designado, San Martino no llegó a ejercer el empleo de jefe de la infantería del Ejército de Cataluña, ya que no tuvo tiempo material para fungirlo; sin embargo, el propio marqués fue mucho más lejos, cincelando en una inscripción en latín las siguiente palabras: “Cataluña le conoce como capitán general de sus ejércitos” (Mancarella, 1996). Es la segunda ocasión en que se verifica que el marqués no se ruborizaba a la hora de darse lustre.

El retraso en el cobro de sus sueldos vencidos y de los 4.000 escudos de ayuda de costa demoró casi siete meses su partida a la isla, a la que llegó a mediados de junio de 1676. Fue muy sonado que, a poco de hacerlo, contrajera matrimonio con una pariente de la línea de los marqueses de Gattinara, Virginia Arborio Gattinara (1628 ant.-c. 1709), madre ya de Francisco Colmenero y Gattinara (c. 1645-1719) y tía-abuela de Francisco Arborio Gattinara (1658-1743), obispo de Alejandría y Turín. Esta señora era viuda del general de Artillería y antiguo maestre de campo del Tercio de Sicilia, Vasco Colmenero de Andrade (1614- 1674). Ciertamente no se comprenden las prisas en un matrimonio condenado a la esterilidad, pero los memoristas de la época, que hacen a nuestro marqués sesentón cuando no había cumplido aún los cuarenta y seis, se cebaron en criticar su concupiscencia transmitiendo la sensación de haber desposado a una joven. Así, Vincenzo d’Auria escribió aquella cursilería de “prima de raggiungere i campi di Marte si era adagiato nei molli e dolci campi di Venere”, que Ribot redujo a términos más actuales imputándole de “olvidarse de la guerra y sus responsabilidades”.

Tras la boda —alguien apunta que la misma noche nupcial—, se trasladaron a Milazzo, donde pronto se harían notorios: el primero por “las costosas imposiciones que hizo padecer a la población, su tendencia al derrotismo, sus diferencias con los demás mandos militares y con las autoridades civiles”, mientras que la esposa es descrita como “una arpía, que tiende a socavar la autoridad del marido en el ámbito de su profesión dando órdenes a las tropas y atormentando al pueblo con mil reclamaciones” (D’Auria, 1870: 276).

Ante tal cúmulo de desatinos, a finales de aquel mismo año el virrey Castel-Rodrigo hubo de cesar al marqués en el gobierno de Milazzo, reportando a la Corte (17 de diciembre de 1676) que “se halla tan sumamente pasmado después de su casamiento que está casi incapaz de poder servir y más con las cosas en que le hace incurrir la mujer, componiendo y robando todo cuanto puede” (Ribot, 2002: 307).

Lancina (1692), que escribió su historia en vida del marqués, refiere que éste “estaba por su mucha edad como inhábil y la mujer disponía todas las cosas”. En su lugar envió a Luis de Salcedo, a la sazón maestre de campo, a quienes sus iguales en el campo de Milazzo se resistieron a obedecer. En el entretanto (23 de enero de 1677) Juan José de Austria se hacía con el control del gobierno en Madrid, ordenando la inmediata reposición de San Martino en su puesto, constando por la correspondencia que publicó Luis Ribot (2002: 480) que ya lo había retomado el 13 de marzo de 1677.

El 16 de abril del mismo año moría en Palermo el virrey Anielo de Guzmán, marqués de Castel-Rodrigo, habiendo designado para sucederle interinamente al cardenal Portocarrero, a la sazón en Roma, a quien se escribió el mismo día para que viniese a la isla a desempeñar el cargo. Previendo aquella contingencia, el virrey había dispuesto que, en su defecto, se hiciese cargo del gobierno político su esposa, Leonor de Moura, quedando San Martino con el gobierno militar de la isla. El 17 de abril, el Sacro Regio Consiglio de Sicilia, escribió al secretario de Milazzo, donde el marqués se hallaba, una carta cuyo tenor se ignora, aunque no así la respuesta de aquél, Onofrio Baeli, que el día 22 comunicaba que “il marchese di San Martino aveva preso possesso da questo viceregno, giurando nelle sue mani alla presenza del Capitano Giustiziere e di tre giurati”. Su interinidad duró menos de un mes, ya que al anochecer del 12 de mayo desembarcaba en Palermo el cardenal Portocarrero, que el día siguiente se hizo cargo del gobierno. Durante su corto mandato, el marqués parece haberse preocupado, sobre todo, de que las remesas de fondos, tanto de Nápoles como de España, pasasen por sus manos. El 27 de junio llegaba también a Palermo el duque de Bournonville, proveído con el empleo de gobernador general de las armas; es decir, un peldaño superior en la escala de mando al empleo de San Martino, que en apenas dos meses pasó de ser jefe supremo del Ejército a tercero en el mando. Evidentemente, no tardó mucho en comunicar su malestar al virrey Portocarrero (5 de julio de 1677), anunciándole “la imposibilidad de continuar en el servicio” y su deseo de regresar a España para cumplir sus funciones de consejero de guerra (Ribot, 2002: 304). Probablemente la jugada había sido calculada por don Juan, que quería junto a sí a la criatura que tan esmeradamente había ido preparando. El problema para nuestro marqués fue que la muerte inesperada del bastardo real (17 de septiembre de 1679) precipitó su caída en desgracia. En 1684 se hallaba en Puglia (Nápoles), sin oficio, “in una pausa fra lo strepito delle armi”, por utilizar sus propias palabras.

En realidad se habían trasladado allí porque su mujer quería estar junto a su hijo, Francisco Colmenero, a la sazón capitán de caballos en aquel reino. Cerca de Tricase (actual provincia de Lecce), hizo levantar la iglesia, donde mandó colocar dos cartelas, ambas escritas en lengua latina, que todavía se conservan: una celebra la conclusión de la obra (1685) y la otra, mucho más extensa, recordaba a los feligreses la figura de quien la había costeado.

En 1692 se hallaba de vuelta en Lombardía, donde había sido destinado el hijastro y donde también su sobrino, Domingo Gattinara, obtuvo una compañía de Ordenanza (caballería pesada), en parte merced por los méritos de sus antepasados, especialmente los de su tío. En 1700, el mismo sobrino, a la sazón teniente de maestre de campo general y gobernador de Mortara, volvía a escribir un memorial pretendiendo un ascenso que de nuevo fundaba sobre los servicios de sus ancestros, incluyendo los de su tío “el Marqués de S. Martino, ya difunto”. No se puede fijar su muerte ni temporal ni espacialmente, pero podría suponerse que sobrevendría en sus dominios señoriales cercanos a Pavía, plaza que por cierto llegaría a gobernar su sobrino, antes de heredar el marquesado de Sartirana, y que entregaría sin resistencia el 2 de octubre de 1706, declarándose por el archiduque Carlos.

Su viuda se fue a vivir con el hijo a Alessandria, que gobernaba desde 1702 y de la que su sobrino-nieto, Francesco Arborio Gattinara, fue nombrado obispo el 12 de abril de 1706. Entre los tres fraguaron la entrega de la plaza al archiduque, que rindieron bajo la apariencia de una honrosa defensa el 21 de octubre, constituyéndose Colmenero en prisionero de guerra; pero una comprometedora carta del obispo, en la Biblioteca Nacional de París, descorre los entresijos de aquella trama. La marquesa de San Martino vivió todavía para ver a su hijo repuesto en el gobierno de Alessandria —del que tomó posesión en nombre de Carlos III de España, el 20 de marzo de 1707— pero murió dos años más tarde.

El marqués de San Martino no gozó entre sus coetáneos de lo que hoy se diría “buena prensa”. Sus coacciones, sevicias y latrocinios contra la población de Milazzo, que sus camaradas de armas —quizá por el fuerte corporativismo del estamento militar— intentaron disminuir o achacar a su esposa, han sido evidenciados y redimensionados por el profesor Ribot.

Quizá consciente de la necesidad de expiar sus culpas, dedicó una parte de sus rapiñas a levantar el mencionado templo de Tricase.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, Órdenes Militares, Santiago, exp. 3359 (pruebas para la concesión del título de Caballero de la Orden de Santiago del conde Francisco Gatinara y Guasco, natural de Bergollo [Milán], 1665); Órdenes Militares, Santiago, exp. 3358 (conde Honorio Arborio de Gatinara y Fresno [sic, por Fieschi], conde de Sartirana, 1571); Estado, leg. 1336 apd. 1 (relación de servicios del capitán Antonio Rodríguez de Valcárcel, 1679); Archivo General de Simancas, Secretarías Provinciales, Milán, lib. 1071 (traslado autorizado de la confirmación de Carlos V de la donación que Francisco Sforza, duque de Milán, hizo a Mercurino Gattinara, canciller mayor de Carlos V, del feudo de Valencia y Sartirana en el año 1522, con una declaración de dicho Emperador relativa al feudo de Sartirana en favor de Jacobo de Gattinara hecha en Milán el 3 de agosto de 1549); Secretarías Provinciales, lib. 1392, fol. 5 (título de marqués de Corniete a favor de don Francisco Gattinara, 21 de abril de 1664); Secretarías Provinciales, lib. 398, fol. 268 (título de marqués de San Martín y San Nazaro del Bosque Sicomaro [hoy San Martino Siccomario y Sannazzaro de’ Burgondi] a favor de don Francisco Gattinara, 26 de diciembre de 1672; Estado, leg. 3516. doc. 101 (carta de don Juan de Austria a la Reina Gobernadora sobre la ayuda de costa del marqués de San Martín. Zaragoza, 10 de septiembre de 1575); Estado, leg. 3417, doc. 30 (mando concedido al conde don Domingo de Gattinara de una compañía de Ordenanzas en Milán, 4 de noviembre de 1692); Archivio di Stato di Torino, Bibl. Antica, codice 42499, “Transazione tra il Conte Carlo Mercurino Gattinara di Sartirana del fù Conte Onorio, ed il Conte D. Ferdinando, lui zio”; Bibl. Antica, codice 42503; Bibl. Antica, codice 42570, “Consegna del Conte Carlo Ambroggio Gattinara del Feudo di Sartirana, colli Dazj dell’Osteria [...] beni ed Stati confiscati in odio di Carlo Ambroggio Gattinara per l’omicidio del Conte Carlo Mercurino Gattinara di Sartirana” “Atto di possesso preso dalli Conti Ferdinando Francesco Maria, Giacomo Francesco e Cesare, fratelli infanti, figliuoli del Conte Carlo Ambroggio Gattinara, del Castello, Luogo, Giurisdizione, Daciti, beni, e redditi della Torre de’ Beretti”; Archivio di Stato di Palermo, Protonotaro, reg. 657, fol. 119.

J. A. de Lancina, Historia de las Revoluciones del Senado de Messina, Madrid, Julián de Paredes, 1692, passim; G. Casalis, Dizionario geografico, storico, statistico, commerciale degli stati di S.M. il Re di Sardegna, vol. VII, Torino, Gaetano Maspero, 1833-1853, págs. 268-272; V. de Conti, Notizie storiche della città di Casale e del Monferrato, vol. VIII, Casale, Casuccio e Bagna, 1841, pág. 144; S. M. de Soto y Abbach, conde de Clonard, Historia Orgánica de las Armas de Infanteria y Caballeria espanolas, vol. 8, Madrid, Real Academia de la Historia, 1851, pág. 291; V. d’Auria, “Memorie varie di Sicilia nell tempo della ribellione”, en O. di Marzo (ed.), Diari della città di Palermo dal seculo xvi al xix, pubblicati sui manoscritti della Biblioteca comunale, vol. I, Palermo, L. P. Lauriel, 1870 (Biblioteca storica e letteraria di Sicilia, vols. 5-6), págs. 275- 276 y 290, 2 vols.; G. Pereira, “Os assédios d’Evora em 1663 (2.ª parte)”, en Estudios Eborenses (Evora), 1889, págs. 14, 17 y 21-22; G. B. y G. di Crollalanza, Annuario della nobiltà italiana, anno XII, 1890, Roma, Giornale araldico, 1889, pág. 147; F. Fita Colomé, “San Luis Gonzaga. Apuntes literarios y biográficos”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, t. 18 (1891), págs. 555-585; C. David, Évora encantadora: impressões, arte, história, Evora, Livraria Nazareth, 1923, pág. 135; S. Estébanez Calderón, “Fragmentos de la Historia de la Infantería española”, en Vida y Obra, t. II, Madrid, Atlas, 1955 (Biblioteca de Autores Españoles, vol. 79), págs. 94, 97, 104-105 y 111-112; F. Giunta, Mediterraneo medievale: scritti in onore di Francesco Giunta. Centro di studi tardoantichi e medievali di Altomonte, vol. II, Cosenza, Rubettino Editore, 1989, pág. 867, lám. XIII; M. Artola (dir.), Enciclopedia de historia de España, t. VI, Madrid, Alianza, 1993, pág. 1196; C. Mancarella, L. Barone y M. Monaco, Iscrizioni latine del Salento: Melendugno e Borgagne, Parabita, Tricase e frazion, Lecce, Congedo, 1996 (Associazione Italiana di Cultura Classica, quaderno, n.º 3), págs. 59-61; E. Mangiarotti, Archivio Cavagna Sangiuliani, Sezione relativa a Mede, Mede, Comune di Mede, 2000, págs. 28, 30, 40-43, 45-46 y 134; L. Ribot García, La Monarquía de España y la Guerra de Mesina (1674- 1678), Madrid, Actas, 2002, págs. 106-107, 177, 264, 271, 275, 280, 282-283, 298, 301-302, 304, 307-309, 361, 449, 453, 480-481, 551 y 578; C. Storrs, The Resilience of the Spanish Monarchy, 1665-1700, Oxford, OUP, 2006, pág. 212.

 

Juan Luis Sánchez Martín

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