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Juan de Brouchoven

Biografía

Brouchoven, Juan de. Conde de Bergeyck (II). Amberes (Bélgica), 9.X.1644 – Malinas (Bélgica), 21.V.1725. Tesorero general, consejero de Estado, consejero de finanzas en Bruselas, consejero de Estado y del Consejo Supremo de Flandes en Madrid, embajador, asesor personal de Felipe V.

De familia noble, sus antepasados habían sido regidores de Bois-le-Duc. Su padre, Juan Bautista, había ejercido como tesorero y concejal de la ciudad de Amberes, y embajador en Londres y Aquisgrán al servicio de España. Su madre Elena Fourment, se casó en primer matrimonio con Pedro Pablo Rubens, antes de desposarse, a los cuatro años de enviudar, con Juan Bautista. Su hermano Jacinto María, canónigo de Gante, fue miembro del Consejo Supremo, del Consejo de Estado y presidente del Gran Consejo de Malinas.

Brouchoven estudio Derecho en la ciudad de Dole. A los veinticuatro años es nombrado miembro del Consejo de Finanzas de Bruselas, donde se encarga de la intendencia y de los subsidios a las tropas en las provincias de Haute Gueldre y Limburgo, y desde 1684 en la de Flandes, donde tiene ocasión de conocer la administración financiera y los problemas de la gestión política y militar y de ganarse la estima del gobernador general, el marqués de Gastañaga. En 1687, es nombrado miembro del Consejo Supremo de Flandes en Madrid, aunque no llega a aceptarlo, por decisión de Gastañaga, que prefiere mantenerlo a su lado. A principios de 1688, la dimisión de Felipe Francisco de Ennetières, hermano de su madre, del cargo de tesorero general, propicia el ascenso del hábil y tenaz Bergeyck a la Tesorería. En 1696 es acusado, ante Madrid, de despotismo al asumir las funciones de otros consejeros y no dar cuenta a nadie de sus trabajos, ni siquiera al rey de España. Con el permiso de Maximiliano-Manuel, nuevo gobernador general desde 1691, se traslada a Madrid, para defender su postura y también para informar a Carlos II de la situación que atraviesan los Países Bajos. Propone además mantener un ejército aliado capaz de autodefenderse y crear una barrera que termine con las apetencias territoriales de Francia. También propone reducir el número de consejos y funcionarios, para conseguir una administración más ágil, eficaz y menos gravosa. A mediados de septiembre abandona Madrid cargado de vagas promesas políticas y de nuevas esperanzas de ayuda financiera, aunque las reformas propuestas deberán esperar a la conclusión de la guerra.

Después de la paz de Ryswyck (1697), Bergeyck quiso implantar sus reformas, pero la alianza de los conservadores de Madrid con los de Flandes las impidieron; preferían continuar con el sistema del Antiguo Régimen, antes que introducir reformas que podían acabar con sus privilegios.

Otra de sus preocupaciones era frenar el declive económico de los Países Bajos. Entre las iniciativas que tomó para incentivar el comercio y la industria, las más importantes fueron: la creación de una Compañía de Comercio con las Indias Orientales, antigua aspiración de los comerciantes de Amberes; la construcción del canal de Bravante; o los decretos de prohibición de importar tejidos y exportar lanas, como medidas para proteger e impulsar la industria de pañería. Esta política económica provocó múltiples recelos no sólo en los países vecinos y en España, con los que ya contaba Bergeyck, sino también en las propias ciudades de los Países Bajos, aspecto que le sorprendió e incomodó de tal manera que en 1699 presentó la dimisión como tesorero general. A estas decepciones personales, hay que sumar una serie de rumores que llegaron a Madrid, en los que se vio envuelto el conde, y que le relacionaban con actuaciones secretas en Bruselas contra los intereses de España. La mediación de Maximiliano, que solicitó su relevo al frente de la Tesorería pero, que pidió mantenerlo en Bruselas para otros asuntos de Estado, a la vez que ponía en duda las acusaciones tendenciosas, dejaron satisfecho a Carlos II, que aceptó la opinión del gobernador general. Como tesorero general se nombró al conde de Tirimont, hombre de su confianza y técnico en finanzas, mas sin ambiciones políticas, lo que vino a confirmar que después del cambio Bergeyck seguía al frente de las finanzas y además mantenía su puesto en el Consejo de Estado.

Al llegar al trono de España, Felipe V había pasado a su abuelo, Luis XIV, los asuntos del gobierno de Flandes. Desde entonces Versalles dirigió la política hacia un cambio de la situación, hasta el punto de que las tropas holandesas, antes aliadas de España, fueron sustituidas por tropas francesas. Expertos franceses en asuntos militares y financieros fueron enviados a Flandes, con el fin de instaurar un nuevo régimen. Al poco tiempo, Bergeyck, que había aceptado el testamento de Carlos II, fue reconocido y valorado por los enviados de Luis XIV como el hombre capaz de atender el gobierno de los Países Bajos españoles, primero, durante las ausencias en Baviera de Maximiliano, y luego cuando este fue sustituido como gobernador general por el marqués de Bedmar. Ello le permitió reducir las instituciones: a una Cámara de Condes (antes había dos), y a un único consejo, el Consejo Real (antes había tres colaterales en Flandes, más el supremo de Flandes en Madrid), del que él es consejero de finanzas y ministro de la Guerra, con lo cual y en palabras del mariscal francés Bouflers, en referencia a Bergeyck «... es el amo del país y sin el cual no se puede hacer nada». En su mente está sin embargo la idea de hacer una política similar a la que ha llevado Colbert en Francia, es decir, agrupar y unificar las provincias en un Estado fuerte y respetado por los países vecinos.

En 1709, Bergeyck se trasladó a Madrid (casi todo Flandes había pasado a manos de John Churchill, duque de Marlborough, a excepción de Luxemburgo y Namur), donde desde 1711 queda al servicio de Felipe V como ministro y embajador, y donde desarrolló misiones que chocaban con los intereses de su abuelo Luis XIV. Finalmente (1712), Felipe V cedió la soberanía de Namur y Luxemburgo al príncipe elector Maximiliano. Otros de los asuntos que se encomendaron a Bergeyck, fueron los de preparar las respuestas a los ministros plenipotenciarios de Utrech, y el tratado de comercio anglo-español, donde se reveló como un astuto defensor de los intereses de España, aunque en apariencia él se dedicara a la política interior y a la reforma de la administración española. También intervino en las reales fabricas textiles, a las que trajo maestros flamencos, que instaló en los alrededores de Madrid.

En 1714, cansado de las intrigas palaciegas solicitó su dimisión como «última gracia» y volvió a los Países Bajos, donde todavía prestó algunos servicios al marqués de Prié, que hacía las veces de gobernador general. Murió en 1725, cuando contaba ochenta y un años de edad.

 

BIBL.: H. Pirenne, Histoire de Belgique, vol. V, Bruxelles, Maurice Lamertin, 1926; L. Cuvelier y J. Lefèvre, Correspondence de la Cour d’Espagne 1633-1647, vol. V, Bruxelles, Librairie Riessling et Imbrechts, 1935; R. de Schryver, Jan van Brouchoven, Graaf van Bergeyck, 1644-1725. Een Halve eeuw staatkunde in de Spaanse Nederlanden en in Europa, Brussels, Verhandelingen van den Koninklijke Vlaamse Academie voor Wetenschappen, 1965 (col. Letteren en Schone Kunsten van Bëlgie, vol. 27); J. Lefèvre, Documents concernant le recroutement de la haute Magistrature dans les Pays-Bas, sous le regime espagnol (1555-1700), Bruxelles, Palais des Académies, 1975.

 

Miguel Ángel RENGEL MANZANAS