Uribe Castejón y Medrano, José Joaquín de. Jerez de la Frontera (Cádiz), 1666 – San Martín Texmelucán, Puebla de los Ángeles (México), 5.XII.1738. Oidor decano de la Audiencia de México y juez superintendente de la renta de azogues en Nueva España.
Hijo de Pedro de Uribe, natural de Lequeitio (Vizcaya), y de Isabel de Castejón, nacida en Ágreda (Soria), cursó dieciocho años de estudios superiores en la Universidad de Salamanca. En su afán de progreso, escribió antes de graduarse Discurso sobre la aptitud necesaria para el empleo de la toga. Obtuvo el bachillerato y la licenciatura en Cánones y fue miembro del Colegio Mayor del Arzobispo (1688). Opositó y sustituyó en varias cátedras de dicha Universidad consiguiendo la de Decretales Menores (1700).
El 16 de mayo de 1702 se le nombró oidor de la Audiencia de México y, junto al virrey Alburquerque, pasó a Nueva España ocupando su plaza el 29 de noviembre. Al año siguiente, se le distinguió con el título de caballero de la Orden de Santiago. Se casó en 1706 con Micaela Muñoz de Sandoval, después de su fracasado intento de desposarse con la bella y rica Ignacia Cruzat, huérfana del ex gobernador de Filipinas Fausto Cruzat. Tuvo que pedir licencia para poder contraer matrimonio y abonar por ella 1500 pesos, por ser su prometida natural del distrito donde Uribe ejercía su ministerio. Gracias a la considerable dote de su cónyuge, poseyó dos haciendas agrícolas y de ganados, un molino y ojos de agua en los términos de Tlaxcala y Huejotzingo y llegó a fundar un mayorazgo. Entre 1713 y 1721 la pareja tuvo pleitos con otros propietarios acerca del dominio de un remanso de aguas del río Quezatlán.
Denunció en tiempos del virrey Alburquerque un amago de deslealtad que se fraguó en México contra Felipe V, sin embargo, ya porque se tenían recelos de que pudiera ser uno de los implicados, ya porque este virrey le tachó de díscolo a su gobierno suspendiéndole de su empleo de oidor y con el destierro de esa capital, el Monarca le mandó comparecer ante su presencia. Finalmente, no tuvo que acudir y recuperó su plaza.
Su labor en la Audiencia coincidió con las medidas fiscalizadoras decretadas por el primer Borbón para Nueva España durante el gobierno de los virreyes Linares, Valero y Casafuerte. Fue Uribe uno de los ministros que resultaron sin cargos en la visita del inquisidor Francisco de Garzarón a la Audiencia. No obstante, el virrey Valero señaló su estrecha relación con el visitador y su calidad de compadre del también inquisidor Cienfuegos, y varios compañeros de ese tribunal censuraron su influencia y manejo con otros togados para fines particulares, opinión compartida por su propio cuñado, el presbítero Andrés Muñoz de Sandoval. También denunció Valero que, durante la pesquisa del fiscal Prudencio Antonio de Palacios a los oficiales reales de México, fue Uribe quien medió para que se les cesara.
A lo largo de su ejercicio se le encomendaron numerosas comisiones (bienes de difuntos, juez conservador del marquesado del Valle de Oaxaca, superintendente de la Ciudad de México y sus propios, alzadas del Consulado, minas de Rayas [Guanajuato], Real Compañía de Inglaterra, naipes) algunas de las cuales llegó a ejercer por dos veces. Desde 1723 hasta su fallecimiento estuvo al frente de la superintendencia de los azogues de Nueva España, cargo que llevaba unido el de la administración del impuesto de las alcabalas de Puebla de los Ángeles, aunque en esta última cesaría (1729) al haberse arrendado. Para un mayor cumplimiento de estas gestiones se le nombró, como era costumbre, alcalde mayor y teniente de gobernador de dicha localidad y el Monarca autorizó la retención de su plaza de oidor y el disfrute de su sueldo. El juzgado de arribadas, que anteriormente estaba anexo a dichos cometidos, pasaría por orden de Felipe V a estar bajo el cuidado del virrey, circunstancia a la que Uribe era contrario.
Tuvo dificultades para que en el despacho del virrey Casafuerte se le diera el pase de su puesto en la superintendencia de azogues y para que su antecesor en estos empleos, José Fernández de Veitia, decepcionado por no continuar en los mismos, le hiciera entrega de la documentación y de la vivienda donde debía de residir, por lo que Uribe defendía que se le impusiera un castigo ejemplar. Por su parte, el nuevo superintendente, al tomar posesión de la alcaldía, se negó a recibir el bastón de mando de manos de Sebastián de Echeverría, regidor del Ayuntamiento de Puebla y suegro de Fernández de Veitia, en quien éste había delegado dicho acto. En 1724 quiso Uribe renunciar a sus cargos, pero no se le admitió la solicitud.
Uribe tuvo también desavenencias con otras personalidades del virreinato, entre ellas el virrey Casafuerte en diversos asuntos, especialmente, en materia de azogues. Le imputaba de favorecer a Fernández de Veitia en perjuicio suyo y de pretender la superintendencia para su sobrino José Pardo de Figueroa. La Corona determinaría que Casafuerte no se inmiscuyera en la administración de dicha superintendencia. En cambio, sus relaciones con el virrey Linares habían sido armoniosas y, frente a las acusaciones de sus detractores, que le tildaban de tener un genio “ardiente, despótico y vengativo”, contó con el respaldo del fiscal del Consejo de Indias quien estimó que Uribe se había esmerado siempre en el real servicio y que le habían causado muchos perjuicios las siniestras acusaciones con que se intentó oscurecer su honradez.
Hizo un reglamento para que el manejo de las alcabalas de Puebla fuera más seguro y transparente e hizo algunos cambios en el régimen interno de la administración de los azogues reduciendo empleos. Hacia 1732 dispuso un conjunto de normas para la recaudación del valor del mercurio teniendo presente la conveniencia de los mineros. Sólo una de las reglas sería aceptada por la Junta de azogues establecida en España, quien le aconsejó que se ciñera a las ya establecidas en tiempos de Juan José de Veitia. Durante su ministerio se hicieron gestiones para trasladar nuevamente la administración de los azogues de Puebla a México.
Uribe fue tutor de María de Eguaras Fernández de Híjar, marquesa de Salvatierra. Tuvo cinco hijos que establecieron lazos familiares y económicos con notables familias novohispanas, especialmente, del círculo de la abogacía. Su hijo Manuel contrajo matrimonio con María Josefa, hija del oidor Domingo Valcárcel y Formento; Ana María y Juana María se casaron con José Rodríguez del Toro y Martín de Blancas y Ezpeleta, respectivamente, ambos oidores. Falleció cuando estaba visitando sus haciendas.
Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Escribanía de Cámara, 191C; 280 B, 298A, B y C; 1060B; Indiferente General, 6; 135, n. 111; 1776; México, 377; 399; 524-525; 528; 547; 646; 681 A y B; 827-828; 835-838; 2188.
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Ascensión Baeza Martín