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Marcos del Barrio

Biografía

Barrio, Marcos del. Magaz (Palencia), c. 1495 – 1580. Monje cisterciense (OCist.), teólogo, canonista, abad de varios monasterios y general reformador con fama de santo.

Se ignoran muchos datos particulares sobre su persona; sólo se sabe que nació y murió en la misma villa palentina. Ingresó muy joven en la Espina (Valladolid), haciendo notables progresos en la piedad y en las ciencias, aun cuando los estudios en la Congregación de Castilla no estaban todavía asegurados en los colegios.

Comenzó muy pronto a figurar en puestos de relieve, sobre todo le eligieron de continuo para regir las distintas abadías. Yepes concreta: “Trece trienios me dicen que fue Abbad en diferentes Conuentos: y pensará alguno que por ser su gouierno suaue y blando era pedido en tantas partes por prelado. Pero no le pintan los que me han dado relación del sino por un hombre de rigurosa Observancia y que gustaua más de estrechar la Vida Regular que de ensancharla, mas a los Santos da Dios más gracia en los rigores que a otros en sus blanduras y dulçuras”.

La primera abadía que regentó por espacio de dos trienios fue Bujedo “de Juarros” (Burgos), a la que siguió la de san Pedro de Gumiel, en la misma provincia.

En ellas dio pruebas de tales cualidades para el gobierno, que pronto se fijaron en él los personajes más destacados de la orden, considerándole el sujeto más idóneo cuando llegara la hora de proceder al nombramiento de general. No tardó en presentarse la ocasión.

En 1551 saltó al régimen de las altas esferas de la Congregación, a pesar de que entre los candidatos a tal honor se hallaban una serie de varones ilustres en santidad y letras. Por añadidura la ocasión no podía ser más comprometida, por cuanto debía enfrentarse la Congregación a un gravísimo problema sin precedentes en la orden, y rarísimo en otras. Acababa de cesar en el cargo fray Julián Martínez. Este sujeto que desempeñaba el cargo de general, por ciertas anormalidades que se descubrieron sobre su manera de actuar, sin esperar a que se le formara un proceso para comprobarlas y recibir la sanción adecuada, dejó la orden y se fugó al mundo de una manera imprevista y anticanónica, quedando la Congregación desamparada o acéfala. El escándalo dentro y fuera de la orden fue soberano. Reunido el consejo de hombres graves, acordaron proceder a nueva elección de general, recayendo los votos en fray Marcos del Barrio, que sería la persona adecuada para hacer volver las aguas a su cauce, logrando que los monjes siguieran su vida normal, como si nada hubiera pasado.

Fuera de este servicio impagable, fray Marcos irradiaba torrentes de luz y paz sobre la Congregación y sobre todos los monasterios. La labor que desarrolló en todos los sentidos no pudo ser más fecunda para la orden. No pudiendo descender a muchos detalles, sí se puede decir que al año siguiente de su elección mandó imprimir las primeras Definiciones de la Congregación, es decir, ofrecer en una obra el resumen de los acuerdos adoptados en los diversos capítulos generales sobre los distintos temas de la vida monástica, ya que se hallaban dispersos por distintos documentos.

Entre los actos más salientes de su tiempo se encuentra el traslado del monasterio femenino de Santa María de Gúa, fundación de Fernando II de León entre Somiedo y Babia (Asturias), lugar inhóspito en demasía, a la villa de Avilés, que en aquellos tiempos estaba lejos de ser la gran ciudad que se conoce hoy día. En todo fue fray Marcos el que personalmente se interesó en llevar a las religiosas a un lugar delicioso a la vera del mar. Perseveró dicho monasterio lleno de vida hasta la revolución de 1868 en que sus religiosas fueron expulsadas, se anexionaron con las de san Pelayo de Oviedo, y por fin se acogieron a las cistercienses de Gradefes, dando vida a esta comunidad, en tanto que el monasterio de Avilés fue demolido.

No siendo posible referir más acontecimientos de ese tiempo, se puede decir que al finalizar el generalato, le eligieron abad de su monasterio de la Espina, luego de San Martín de Castañeda (Zamora) y poco después le sublimaron a la abadía de Oseira, en donde dejaría un recuerdo impagable, cual fue su continuidad de este monasterio hasta el presente. Se impone una sucinta explicación. En 1552 estalló en la casa un incendio formidable que redujo a escombros todo el edificio a excepción del templo. Acudieron los monjes al capítulo general pidiendo autorización y ayuda para reconstruirlo. Mas sucedió que en esas circunstancias trataban los padres de fundar una abadía dentro de los muros de Valladolid, para facilitar la estancia de muchos monjes que tenían que desplazarse a tratar asuntos económicos en la Real Chancillería.

El proyecto no era fácil, por ser enteramente ajeno a la espiritualidad del Císter, contar con un monasterio dentro de los muros de una ciudad; además, ninguna comunidad se responsabilizaba de facilitar una docena de monjes para iniciar allí la vida monástica.

Se había nombrado una comisión de monjes expertos que estudiaran el caso a fondo, y así lo hicieron.

Después de discutirlo en varias reuniones, al fin llegaron a la conclusión de que, supuesto se hallaba Oseira en ruinas a causa del incendio, lo mejor era trasladar sus monjes a Valladolid y dejar en Oseira una representación a modo de priorato para ocuparse del cobro de las rentas y demás. Ya estaba casi todo aprobado y preparado para llevar a cabo tal decisión, pero sucedió que en esa reunión se hallaba presente fray Marcos del Barrio, que acababa de ser elegido por abad de dicha casa de Oseira, el cual se levantó a hablar en medio de la asamblea, y no se sabe las palabras e ideas que adujo, sino sólo el resultado de las mismas: desbarató por completo todos los planes urdidos para el traslado y poco después se comenzó la reconstrucción del edificio con un despliegue de edificaciones grandiosas que cualquiera que lo desee las puede contemplar aún. Tal proceder demuestra el gran prestigio de que gozaba el padre Barrios en aquella concurrencia de varones respetables, que no encontraron palabras para rebatir sus argumentos. Con razón el autor de la primera guía de Oseira dice refiriéndose a la elección del monje palentino, que “fue un auténtico regalo de Dios” desde cualquier aspecto que se le mire. Está demostrado que, si Oseira sigue en pie, debe su continuidad a este abad castellano, que desmiente el parecer de algunos historiadores nativos que se quejan de que invadieran los monasterios gallegos monjes castellanos.

Antes de poner punto final a esta semblanza, se puede resumir con un cronista un poco posterior a su muerte, quien informa así: “Toda su vida, que fue muy larga, porque murió de Ochenta y cinco años los que le trataban le tenían sumo respeto. Hasta la Magestad del Rey Don Philipe Segundo que esté en el Cielo, siempre que auia de nombrar visitador de las Huelgas de Burgos echaba mano de Don Fray Marcos del Barrio. Murió este insigne varón siendo abad de Sandoval, el año de mil quinientos y ochenta en Magaz, su patria, donde los naturales respetan su sepultura y la veneran”. Coincide este cronista con el testimonio de fray Ángel Manrique, autor de los Anales Cistercienses, raro en alabar a las personas, pero hace una excepción con fray Marcos llamándole “Varón santo a todas luces, de quien después de muerto se refieren varios milagros”. Así es, la santidad de su vida era del dominio público. Su fallecimiento sucedió casualmente al transitar por la misma villa que le vio nacer. Habiendo intentado los monjes de la Espina recuperar sus preciados restos, sus paisanos nunca lo permitieron “convencidos de que desde el año de su inhumación, no habían sufrido los campos los terribles efectos del pedrisco”.

 

Obras de ~: Definiciones de la Congregación de Castilla, de la Orden de Císter, Toledo, 1552.

 

Fuentes y bibl.: H. de Aedo, Tumbo de la santa Espina, ms. f. 83; L. de Estrada, ms., pág. 62 (Archivo Histórico Nacional).

A. de Yepes, Crónica General de la Orden de San Benito, t. VII, Valladolid, 1617, pág. 334 (est. prelim. y ed. por fray J. Pérez de Urbel, Madrid, Atlas, 1959-1960, 3 vols., Biblioteca de autores españoles, 123-125); A. Manrique, Anales Cistercienses, t. IV, Lugduni, 1642, pág. 638: T. Peralta, Fundación, antigüedad y progresos del Imperial Monasterio de Nuestra Señora de Ossera, de la orden de Císter, Madrid, 1677, págs. 298-300 (2.ª ed. Santiago de Compostela, Junta de Galicia, 1997); A. Gutierre Cuñado, Un rincón de Castilla, Reseña histórica de la Santa Espina, Madrid, Imprenta ibérica E. Mestre, 1913, págs. 102-103; P. García Górriz, Descripción histórico-artística del monasterio de Oseira, Orense, Monasterio de Oseira, 1932; E. Martín, Los Bernardos españoles, Palencia, Monasterio de San Isidoro de Dueñas, 1953, págs. 34 y 42; D. Yáñez Neira, “El monasterio de la Espina y sus abades”, en Archivos leoneses, 51 (1972), págs. 69-149; “Fray Marcos del Barrio”, en Cistercium (1974), págs. 198- 215; A. Linage Conde, El Monacato en España e Hispanoamérica, Salamanca, Instituto de Historia de la Teología Española, 1977, pág. 284, n. 141; D. Yáñez Neira, “El Monasterio de Oseira cumplió 850 años”, en Archivos leoneses, 85-86 (1989), págs. 196-197.

 

Damián Yáñez Neira, OCSO

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