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José Borges

Biografía

Borges, José. Vernet (Lérida), 28.XI.1812 – Tagliacozzo (Italia), 8.XII.1861. General carlista.

Hizo sus primeros estudios en Cervera, de donde pasó a Lérida para asistir como alumno a la Academia Militar creada en aquella plaza. Al comenzar la Primera Guerra Carlista se unió a la partida levantada por su padre y, cuando éste fue sorprendido y fusilado por el coronel Cristino Niubó en 1835, se hizo cargo del mando de sus tropas y consiguió el desquite en 1837, cuando la columna de Niubó fue completamente batida y su jefe muerto por las tropas mandadas por Pons, entre las que se hallaban las suyas.

Durante la expedición real, las fuerzas de Borges se adelantaron para recibir a don Carlos, al tiempo que participaba en la acción de Barbastro y concurría también a la de Gra. Al llegar a Cataluña a mediados de 1838, el conde de España nombró al ya coronel Borges jefe de la 2.ª brigada de la 1.ª división, al frente de la cual se distinguió extraordinariamente en el asalto de Ripoll, donde obtuvo la Cruz Laureada de San Fernando. Tras la deposición y asesinato del conde de España, Borges fue apartado de todo mando y no participó en nuevas acciones, ni tan siquiera en la de Peracamps, la mayor de toda la guerra en Cataluña, que costó la vida a su hermano Miguel.

En junio de 1840 cruzó la frontera francesa y fue internado en Bourg-en-Bresse, donde recibió durante un año el subsidio que el Gobierno francés daba a los emigrados carlistas. Allí optó por aprender un oficio y entró como aprendiz de un encuadernador; posteriormente logró establecer su propio taller en 1844 merced al auxilio que le prestaron algunos legitimistas franceses. Pronto pudo permitirse contratar varios empleados y consiguió incluso algún tiempo de asueto que solía destinar a leer; su libro favorito era el texto latino de los Comentarios de César. Tras la proclama de Montemolín llamando a las armas en septiembre de 1846 Borges vendió su negocio, pagó con su producto el viaje de muchos de sus compañeros y los pertrechos necesarios y penetró en España para tomar parte en la nueva campaña. Después de la derrota y muerte de Tristany y el Ros de Eroles, Borges se trasladó a los distritos de Artesa y Lérida, donde logró reunir un batallón de Infantería y un centenar de jinetes, que equipó con los despojos tomados a las tropas de la Reina. A principios de 1847, sus tropas participaron en las sorpresas sobre Cervera e Igualada. En este último punto se salvó milagrosamente de una descarga a quemarropa, pero los fogonazos lo alcanzaron en los ojos y, aunque logró curarse, desde entonces tuvo una visión nocturna muy limitada. Borges, que tomó parte muy activa en las derrotas sufridas por el brigadier Manzano y el coronel Paredes, fue nombrado comandante general de Tarragona por Cabrera. Pero la guerra resultaba imposible de mantener, pues, pese a la presencia del caudillo de Tortosa, no consiguió extenderse por el Maestrazgo, y en el resto de España fracasaron los levantamientos que se intentaron. A ello se unió la detención del conde de Montemolín cuando se disponía a cruzar la frontera, cuya presencia era la última carta de que los jefes sublevados disponían para vigorizar la lucha, por lo que se retiraron a Francia.

Cuando el conde de Montemolín contrajo matrimonio con la hermana de Fernando II de las Dos Sicilias, el ya brigadier Borges pasó a Nápoles, donde residió cerca de un año y tuvo ocasión de contar a Carlos (VI) los pormenores de la campaña. Allí aprendió el italiano, que hablaba con facilidad. En 1855, a pesar de haber manifestado en varias ocasiones que creía inútil la campaña, cruzó de nuevo la frontera española y consiguió un par de sorpresas sobre las fuerzas gubernamentales, que le permitieron equipar dignamente a sus hombres. Al faltarle todas las asistencias prometidas, logró que sus representaciones fueran escuchadas y se le autorizase a regresar a Francia. Tras permanecer varios meses confinado en Besançon, a mediados de 1856 obtuvo permiso para regresar a Bourg-en-Bresse, en cuyo liceo consiguió un empleo de maestro de estudios. Allí permaneció hasta 1858, en que aceptó el ofrecimiento que le hizo una firma de vino de Burdeos para ser uno de sus representantes, oficio para el que no tardó en comprobar que no servía. Pudo entonces colocarse como cajero en el Hotel Español de Ambos Mundos de París, donde permaneció hasta 1860, en que una grave enfermedad le obligó a marchar a casa de su hermana, residente en Mâcon, donde tuvo vagas noticias de los preparativos de San Carlos de la Rápita, que desaprobó. Tras la prisión y renuncia de Montemolín, Borges marchó a Roma con el propósito de ofrecerse para formar un cuerpo en defensa de los Estados Pontificios similar a los organizados con voluntarios franceses, belgas e irlandeses, ofrecimiento que fue rechazado posiblemente por el temor de que un cuerpo formado en su mayor parte por excombatientes carlistas molestase a las autoridades españolas.

De regreso a Francia fue contactado por el príncipe Schila para que ofreciera sus servicios a la causa de Francisco II de Nápoles, y al efecto partió para Messina, donde nada pudo hacer, pues la fortaleza estaba sitiada y no había forma de penetrar en ella, e igual le ocurrió en Gaeta, por lo que marchó a Roma, donde no tardó en refugiarse Francisco II. Tras varias conferencias con éste pasó a Francia, y de allí partió para Calabria, donde desembarcó con tan sólo diecisiete compañeros el 14 de septiembre de 1861. En el Diario de Borges, capturado por los piamonteses, se pueden ver sus apreciaciones sobre la campaña, aunque siempre con la reserva lógica que debe inspirar un documento cuyo original no se ha visto y que podría haber sido alterado por los piamonteses: “He encontrado por todo el país un sentimiento monárquico que raya en el fanatismo; pero por nuestra mala suerte acompañado de un miedo que lo paraliza. Sin embargo, he llegado a convencerme de que si pudiera verificar un desembarco de 2.000 hombres en cuatro puntos, es decir, 500 en la provincia de Catanzaro, 500 en la de Regio, 500 en la de Cosenza, y el resto en los Abruzzos, la dominación piamontesa sería destruida, porque todas las poblaciones se levantarían en masa como un solo hombre”. El 5 de octubre se entrevistó con el jefe de partida Leonardo Baccaro, procedente de Serra Peducci, que le informó que en su tierra no era posible verificar un alzamiento general si no había tropas que lo respaldaran: “yo por mi parte también lo creo así. Esta gente quiere su autonomía y su rey; pero el temor de ver quemadas sus casas, y en estrecha prisión a sus mujeres y sus hijos les detiene”.

El día 22 se reunió con Crocco, jefe guerrillero de Basilicata que disponía de unos mil hombres, pero que estaba muy poco dispuesto a abandonar sus bosques y someterse a la disciplina militar: “¡Qué desgracia que yo no tenga trescientos hombres para hacer respetar mis órdenes! Entonces las cosas tomarían un aspecto favorable para la causa de S. M.”, se queja Borges tres días antes de la entrevista.

A pesar de todo, Borges logró imponer en parte sus criterios, y como ha señalado Molfesse, “en los primeros días de noviembre de 1861 la masa armada de Crocco y Borjes, en número de cerca de 1.200, descendió improvisadamente del macizo boscoso del Vulture, iniciando una de las más memorables correrías de la historia del brigantaggio post-unitario”. El 3 de noviembre se apoderaron de Treviño, sin que Borges pueda dominar los desmanes de sus hombres —“mi autoridad es nula”— y en varias localidades salieron las poblaciones a recibirlos, presididas por el párroco y la cruz, al grito de “¡Viva Francisco II!”. El día 10 derrotó en Acinnello a una columna de la guardia nacional de más de quinientos hombres en uno de los mayores encuentros de todo el brigantaggio, y este mismo día entraron en Astaguana, donde fueron recibidos con banderas borbónicas. El 16 de noviembre hubo otro encuentro y victoria, con la posterior entrada en Pietragulla, pero el día 19 Crocco se dirigió contra Avigliano, a pesar de la oposición de Borges, que se negó a colaborar, y fue derrotado. El día 20 del mismo mes Crocco abandonó la expedición y Borges y sus españoles se vieron privados del mando de las tropas que continuaban con ellos, y que pasó al francés Langlois, cuya impericia militar, unida a la desorganización de las tropas, llevó a diversos fracasos.

Finalmente, el día 28 Crocco reunió a sus antiguos subordinados y desarmó a los soldados que se habían unido a sus fuerzas en los últimos días, volviendo a sus bosques habituales. Borges, que al frente de unos veinte hombres trató de refugiarse en los Estados Pontificios, fue sorprendido por un destacamento de bersaglieri cuando se hallaba a pocos kilómetros de la frontera y fusilado con todos sus acompañantes “para que sirvan de ejemplo a los enemigos del gobierno del rey, y de la resurrección de la patria”.

 

Bibl.: J. Mañe y Flaquer y J. Mola y Martínez, Historia del bandolerismo y de la camorra en la Italia Meridional, con la biografía de los guerrilleros catalanes Borgés y Tristany, Barcelona, Imprenta y Librería de Salvador Manero, 1864; F. Molfese, Storia del brigantaggio dopo l’Unità, Milano, Feltrinelli, 1983.

 

Alfonso Bullón de Mendoza y Gómez de Valuguera