López de Rojas, Eufrasio. Jaén, 1628 – XII.1684. Arquitecto, maestro mayor de las catedrales de Granada y Jaén.
Hijo de Francisco López y de María Moreno, Eufrasio López de Rojas nació en el seno de una familia de tradición canteril. Su padre trabajaba como simple cantero en las obras de la catedral de Jaén bajo las órdenes del maestro mayor Juan de Aranda Salazar, a quien le encomendaría el aprendizaje del oficio de arquitectura de Eufrasio en 1649, a una edad bastante avanzada para lo que era habitual, pues contaba ya veinte años. Hay que entender, por tanto, que el discípulo tenía una base de conocimiento de la cantería y que por sus aptitudes, sin duda, padre e hijo se concertaron con Aranda para su formación en un grado de conocimiento más elevado durante cuatro años en los que aquél le enseñaría “doce trazas de montea”, es decir, plantilla o modelos de diversos cortes de piedra, a la vez que trabajaba en la obra de la catedral. La relación entre maestro y alumno debía de ser estrecha desde un principio, no obstante, porque ya en su boda con María del Castillo Juan de Aranda firmará como testigo. Después, a la muerte del maestro, Eufrasio López compraría a los herederos sus útiles de trabajo y libros de arquitectura, cerrando de esta forma aún más la estrecha relación entre ambos.
Su matrimonio supuso para él enlazar con el grupo de los privilegiados social y económicamente, gracias a la posición familiar de su mujer en la sociedad jiennense. Del arrabal de San Ildefonso, dominado por oficios artesanales y agricultores, al que pertenecía por su origen, pasó a instalarse en la collación de Santa María, la más aristocrática de la ciudad, junto a la catedral, siendo nombrado además administrador de un Patronato benéfico para casar doncellas del linaje de los Castillo. A estos gajes habría que unir su nombramiento de familiar de la Inquisición, siguiendo así los pasos de su maestro, para culminar su ascenso social. Todo ello haría que el joven arquitecto mantuviera su vecindad en Jaén durante casi toda su vida, ausentándose de ella sólo con motivo de los encargos profesionales que tuvo fuera de la misma. Pero, sobre todo, el hecho decisivo de su permanencia será la estrecha y continua vinculación mantenida con las obras de la catedral de Jaén.
En efecto, Eufrasio López de Rojas comenzó colaborando con Pedro del Portillo, el maestro que sucedió por unos años a Aranda al frente de la catedral (1654- 1660), en la realización del altar mayor. En 1659 hace, bajo su completa responsabilidad, la lonja norte y aparece además con el título de maestro mayor de la catedral y del obispado. De hecho en estos años iniciales intervino en obras de diversos templos parroquiales de la diócesis: Baeza, iglesia de San Pablo; Linares, iglesia de Santa María; Cabra, iglesia de Santo Cristo; Mancha Real, iglesia de San Juan Bautista; Jódar, iglesia parroquial, en las que realizó portadas y torres, posiblemente en algunas de ellas con trazas dejadas por Juan de Aranda, en tanto que la continuación de las obras de la catedral estaban detenidas por falta de recursos. En estas circunstancias, Eufrasio López opositó y consiguió el puesto de maestro mayor en la catedral de Granada (1666), con un ejercicio de examen consistente en el diseño de una fachada para la catedral, siendo uno de los examinadores Alonso Cano.
Poco tiempo iba a estar en Granada, pues el mismo mes de noviembre, en que obtuvo la maestría, la catedral de Jaén decidió reemprender las obras y para ello deseó contratar de nuevo con López de Rojas, quien en enero de 1677 aceptó el encargo con nombramiento de maestro mayor y el oficio aparejado de veedor, por un salario de 500 ducados anuales, manteniendo además el título de gobernador en la de Granada. La catedral de Jaén, que consagró su nueva fábrica, comprendida entre la cabecera y el crucero, en 1660, decidió reiniciar esta nueva fase comenzando por los pies y construir antes que nada la fachada. Ésta fue la obra que absorbió el mayor tiempo y actividad de nuestro arquitecto, pues a la fecha de su muerte aún no se había terminado. Es también la pieza por la que Eufrasio López ha pasado a los manuales de historia del arte como la obra que marca, junto con la fachada de Alonso Cano para la catedral de Granada, el paso decisivo hacia la irrupción del Barroco en la arquitectura española. No obstante, el esquema compositivo estaba ya previsto, según se desprende de la planta levantada en pergamino por Juan de Aranda en 1635 y sin que se sepa a ciencia cierta si, a su vez, Aranda continuaba una traza de Vandelvira, pues la disposición de columnas pareadas flanqueando la puerta principal y aisladas en las laterales se corresponde bien con diseños renacentistas. El retranqueo del ático con un paso que enlaza las dos torres, recuerda, en cambio, la solución de la iglesia de El Escorial, modelo admirado por Juan de Aranda. Sin embargo, la teatralidad que alcanza el orden gigante de columnas rompiendo el entablamento y el despliegue de esculturas, relieves y la plasticidad de las placas ornamentales, dan la nota precisa del triunfo barroco al servicio de la Iglesia y de la Monarquía, con la apoteosis de Fernando III en el eje central de la composición (el Rey conquistador de Jaén había sido canonizado en 1671) acompañado de los padres de la Iglesia (san Gregorio, san Ambrosio, san Agustín y san Jerónimo) y de los cuatro evangelistas, coronando todos ellos los potentes ejes columnarios en clara alusión al papel de fundamento y sostén de la institución eclesial. Para esta labor escultórica se contó con el más afamado maestro andaluz, el sevillano Pedro Roldán.
En calidad de maestro mayor, responsable de todas las obras de la diócesis, López de Rojas intervino en todas las llevadas a cabo durante esos años, desde la construcción de templos enteros (San Amador, en Martos) o el nuevo seminario diocesano fundado en Baeza en 1660 por el obispo Fernando de Andrade, a reformas parciales en las que portadas y torres (iglesias parroquiales de Mancha Real, Jódar, Linares y San Pablo de Baeza) son los elementos más frecuentemente renovados y donde mejor se manifiesta su estilo barroco de fuerte molduración geométrica y placas ornamentales de carnosos vegetales (San Bartolomé de Jaén), derivado de su intervención en la fachada de la catedral.
Fuera de la diócesis, aparte de su colaboración con la catedral de Granada, mantuvo una estrecha relación con Sevilla, a donde fue llamado para informar y dar trazas en la Colegiata de El Salvador (1680) de aquella ciudad. Igualmente, se documentan visitas de inspección a Marchena (Sevilla) y a Luque (Córdoba), en cuya iglesia parroquial se percibe su estilo en torre y portada.
A su muerte, en diciembre de 1684, fue enterrado en la iglesia conventual de las monjas carmelitas descalzas, a cuyas espaldas tenía su casa, y que él había construido a sus expensas, ya que en dicho convento profesaron dos de sus hijas. Al no tener descendencia masculina, sus libros y utensilios de arquitectura los legó a su hermano Francisco, cantero, y a su sobrino, Bartolomé Martínez, los parientes más próximos que continuaron en la profesión.
Obras de ~: Iglesia de San Pablo, Baeza (Jaén); Iglesia de Santa María, Linares (Jaén); Iglesia de Santo Cristo, Cabra (Córdoba); Iglesia de San Juan Bautista, Mancha Real (Jaén); Iglesia de San Amador, Martos (Jaén); Nuevo seminario diocesano, Baeza (Jaén).
Bibl.: A. Ponz, Viage de España, t. XVI, Madrid, Viuda de Ibarra, 1791 (ed., t. IV, Madrid, Aguilar, 1990); E. Llaguno y Amirola, Noticias de los arquitectos y arquitectura de España, desde su restauración, Madrid, 1829 (Madrid, Turner, 1977); O. Schubert, Historia del barroco en España, Madrid, Calleja, 1924; G. Kubler, La arquitectura española de los siglos xvii y xviii, en M. Almagro Basch et al., Ars Hispaniae: historia universal del arte hispánico, t. XIV, Madrid, Plus Ultra, 1957; A. Galera Andreu, Arquitectura de los siglos xvii y xviii en Jaén, Granada, Caja General de Ahorros, 1979.
Pedro Galera Andreu