Martínez Grima, Juan de. Corral de Almaguer (Toledo), 1590 – Madrid, 1676. Religioso dominico (OP), profesor de Teología, prior de varios conventos, inquisidor general interino, confesor real, escritor.
Ingresó en la Orden de Predicadores en el Convento de la Santa Cruz de Segovia en 1606, cuando contaba dieciséis años de edad. Sus estudios los continuó en el célebre Convento de San Esteban, de Salamanca, y los finalizó en el Colegio de Santo Tomás, de Alcalá de Henares. Terminada su formación y una vez ordenado, dada su extrema valía, pasó inmediatamente a ser profesor de Teología en varios conventos de la Orden.
Cuando era profesor en el de Plasencia (Cáceres), fue elegido prior del convento de Pamplona, dándole la misión de que promoviera allí un estudio general o universidad, un proyecto que llevaba muchos años sin llegar a realizarse. Pero Martínez, con el prestigio que ya gozaba, consiguió prontamente tanto la autorización real como la pontificia para llevar a cabo la erección, y se procuró la protección del Reino de Navarra, que no podía obtener otra cosa que beneficios propios de todo orden con tal erección, incluso desde el punto de vista económico, pero sobre todo del cultural, como así sucedió.
Poco después, debido a sus virtudes y excelentes dotes, fue nombrado prior del Convento del Rosario, de Madrid. Y, sucesivamente, del de San Pedro Mártir, de Toledo; del de Santo Tomás, de Madrid; del de la Santa Cruz, de Segovia (donde había ingresado de novicio) y en el que fundó dos Cátedras de Sagrada Escritura; y, de nuevo, por segunda vez, del de Santo Tomás de Madrid.
Muy bien conocido y apreciado en la Corte, fue nombrado, en 1642, confesor del príncipe Baltasar Carlos; después, por muerte del confesor Juan de Santo Tomás el 17 de junio de 1644, fue confesor de la reina Isabel, esposa de Felipe IV, y, finalmente, del mismo Rey. Pronto, ocupó un puesto entre los padres del Supremo Consejo de la Inquisición. Y cuando se produjo la vacante del cargo de inquisidor general, por el fallecimiento de Antonio de Sotomayor, el mismo rey Felipe IV, aconsejado por varios arzobispos, le instó para que aceptara el nombramiento de inquisidor general, pero el padre Martínez no asintió de ninguna forma por alegar que era excesiva la carga que iba a suponer para él, aunque no pudo negarse a ocupar dicha suprema autoridad, de una forma interina, hasta que se encontró un titular definitivo. Muerto Felipe IV en 1665, por la Reina regente, tutora de Carlos II, y como premio a sus trabajos, se le propuso para el Arzobispado de Santiago de Compostela, “que rehusó con magnanimidad para ejemplo de la posteridad. Son actos que suceden raramente”, informa y apostilla Nicolás Antonio (1783). En los últimos años de su vida fue confesor de la reina Mariana y del mismo rey Carlos II.
A pesar de sus muchos años de contacto con la realeza y de su cargo de confesor real, siempre antepuso en sus actos la justicia y el bien común y jamás se aprovechó ni un ápice del valimiento real. Prueba de ello son sus dos indicadas negativas a ocupar puestos eclesiásticos de relumbrón.
Entre sus obras destaca su monumental Discursos teológicos y políticos (Alcalá, 1664, con más de novecientas páginas, formato de gran folio e impresión a tres columnas), por cuyo escueto título no se comprende bien de qué trata. Pues bien, resulta ser un conjunto de diez discursos que, por su extensión, son, en la realidad, unos verdaderos tratados monográficos, sobre distintas cuestiones de la actualidad religiosa y civil; entre las cuestiones que atañen a la vida religiosa, discurre primero sobre los perjuicios de la continua traslación de obispos de una sede a otra, un abuso en que se había caído en España y que causaba sorpresa y hasta escándalo en Roma (Discurso I: Discvrso Theologico sobre las Freqventes Traslaciones de los Obispos de unas Iglesias à otras que se practican estos años, págs. 1-108, y 389 epígrafes); y sigue con los siguientes: Discvrso Segvndo en que se pregunta qvales sujetos son mas aproposito para ser Obispo, los Theologos, ò los Juristas? (págs. 109-211, con 331 epígrafes), Discvrso Tercero Theologico en qve se pregunta: qvales seran mas aproposito para Obispos, los Clerigos, ò los Religiosos (págs. 213-277, 196 epígrafes).
La opinión personal del autor se decanta por los teólogos y, dentro de ellos, por los religiosos. Sigue: Discvrso Qvarto Theologico sobre las ocupaciones de negocios seculares en que se ocupan algunos Religiosos (págs. 281- 334; 120 epígrafes). Y entra a continuación en asuntos de política interior muy práctica, con cuatro discursos con prólogo y dedicatoria especial al Rey que tratan sobre los impuestos a la harina, moliendas, y otros especiales últimamente impuestos (Quinto, sobre el tributo de la harina. Sexto, sobre el tributo de Qvatro Reales en cada fanega de harina. Septimo, sobre el tributo de cinco fanegas de cada ciento, impuesto en las Cortes en 1655. Octavo, del tributo de vn Real a fanega). Este bloque alcanza las páginas 340 a 483, con 364 epígrafes, y los cuatro Discursos pueden conceptuarse en su conjunto como un tratado de economía social y política dirigido al bien común. Martínez propugna la desaparición total de cualquier impuesto sobre los cereales. Siguen dos discursos de interés sobre las Órdenes Militares. Discvrso Nono, en el qval se pregunta, si los Cavalleros militares [...] son absoluta y esencialmente religiosos? (págs. 485-741, con 214 epígrafes, el más largo de todos). Y termina fustigando el negocio en que había caído la compra y venta de los hábitos de las Órdenes Militares (Discurso Dezimo, en qve se pregunta si es licito beneficiarse los Abitos de las Ordenes Militares como se propuso el Año de 1649?, págs. 743-769, y 84 epígrafes). Acerca de las cuestiones tan trascendentes que trató, el autor no quiso autorizar sus opiniones con solamente su nombre, sabiduría y dignidad, sino que solicitó los pareceres y las aprobaciones de numerosos prelados, teólogos, catedráticos, canonistas y jurisperitos de su época. Por eso su libro aparece con veinticuatro “aprobaciones” y nueve “pareceres”, un caso infrecuente, ¿único? en el siglo XVII.
Tanto Quétif como Jöcher y su continuador Adelung, así como la Enciclopedia Espasa, le atribuyen una Explicación de la Bula de la Santa Cruzada (Madrid, 1652), pero, aparte de que no la cita Nicolás Antonio entre sus obras y que no se encuentra pista alguna sobre ella, quizás pudiera tratarse de una confusión por la obra del mismo título que publicó en el mismo año 1652 el dominico Bernabé Gallego de Vera.
Juan de Martínez falleció en el Convento del Santísimo Rosario, de Madrid, en el año 1676, contando ochenta y seis años de edad y setenta de profesión religiosa.
Obras de ~: Discvrsos Theologicos y Polyticos, Compuestos por el Maestro Fr, Ivan Martinez, Confesor del Rey Nuestro Señor, y del Supremo Consejo de la Santa, y General Inquisición. Dedicados a la Magestad Del Rey Nuestro Señor [...], Alcalà de Henares, en la Oficina del Colegio de S. Thomas, por Fr. Diego García, 1664.
Manuscritos: localizados: Fr. Juan Martinez, confesor de Su Magestad, dice los inconvenientes de que las Comediantas se vistan de hombres en las representaciones de comedias que hacen en los corrales y assi mismo suplica se sirva S. M. mandar al Nuncio no permita que se hagan comedias ni otro genero de representaciones en la Iglesia y lugares sagrados, Madrid, 4 de abril de 1656 (se encuentra en los fols. 131-133 del códice Add.26.850 del British Museum, de Londres); Parecer del Pe Jun Martinez confesor de Su Magd D. Felipe 4º sobre hazer la guerra a Portugal.1656. Firmado en Madrid, a 23 de noviembre (exactamente; “Md, Nove 23 dia”) (se encuentra en la Biblioteca Nacional, Madrid, ms. 18.176, pieza n.º 26, fols. 173-183).
Sin localizar: Quétif y Echard (y solamente ellos) le atribuyen una Oratio eucharistica de principis Hispaniarum Baltazaris ortu (“ab eo pronunciata Placentiae”). N. Antonio enumera, además, los siguientes manuscritos suyos que tampoco están localizados en la actualidad: De translatione episcoporum no facile decernenda; Theologumne an jurisperitum magis espediat assumere in episcopum; Clericum an religiosum; De inmunitati tritici ab omni gabella; De statu equitum militarius ordinum.
Bibl.: J. Quétif et J. Echard, Scriptores Ordinis Praedicatorum Recensiti, Notisque Historicis et Criticis Illustrati [...], Lutatiæ Parisiorum, apud N. B. Christophorus Ballard et Nicolaus Simart, 1721, págs. 665-666; Ch. G. Jöcher, Allgemeines Gelehrten-Lexicon, vol. III, Leipzig, Gledicht, 1751, col. 225; N. Antonio, Bibliotheca Hispana Nova [...], Tomus Primus, Matriti, Joachimum de Ibarra, 1783, pág. 735; J. Ch. Adelung, Fortstzung und Ergánzungen zu Christian Gottlieb Jöcher allgemeninen Gelehrten-Lexicon von [...], vol. IV, Bremen, 1813, col. 840; J. Catalina García, Ensayo de una Tipografía complutense [...], Madrid, Imprenta y Fundición de Manuel Tello, 1889, págs. 342-343, n.º 1116; Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana [...], vol. XXXIII, Madrid, Espasa Calpe, 1917, pág. 518; É. Amann, “Martinez, Jean”, en Dictionnaire de Théologie Catholique [...], vol. X, Paris- VI, Librairie Letouze et Ané, 1928, col. 218; A. de Palau y Dulcet, Manual del Librero Hispanoamericano [...], vol. VIII, Barcelona, Librería Palau, 1954-1966, pág. 268, n.os 154.422 a 154.427; J. S imón Díaz, Bibliografía de la Literatura Hispánica, vol. XIV, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto “Miguel de Cervantes” de Filología Hispánica, 1984, págs. 302-303, n.os 2592 a 2595; J. Martín Abad, La Imprenta en Alcalá de Henares (1601-1700), vol. II, Madrid, Arco/Libros, 1999, págs. 757-764, n.º 602.
Fernando Rodríguez de la Torre