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Pedro Cirilo Uriz y Labayru

Biografía

Uriz y Labayru, Pedro Cirilo. Olite (Navarra), 8.VII.1799 – Pamplona (Navarra), 7.VIII.1870. Canónigo, jurista, conciliarista, catedrático, obispo de Pamplona.

Comenzó el estudio del Latín en su lugar natal y después cursó Filosofía y Teología en el Seminario Conciliar de Pamplona y Derecho en la Universidad de Huesca, donde obtuvo los grados de bachiller en Teología y doctor en ambos Derechos, y recibió la ordenación sacerdotal en 1824. Desempeñó la Cátedra de Decretales y Derecho Canónico de la Universidad oscense. Mediante brillantes oposiciones fue nombrado canónigo doctoral de Tarazona en 1833. Su valentía en defender los derechos de la Iglesia y su negativa a reconocer como vicario capitular al obispo intruso propuesto por el gobierno liberal le valieron tres meses de confinamiento en Jaca en 1836, al mismo tiempo que su obispo, Severo Andriani, era desterrado de la diócesis pamplonesa. No por eso cambió de actitud, viéndose obligado a emigrar a Francia hasta el año 1840.

Tras la normalización de las relaciones diplomáticas con la Santa Sede fue nombrado obispo de Lérida el 20 de mayo de 1850. En 1853 fundó el Boletín Eclesiástico del Obispado, que contiene innumerables cartas pastorales, circulares y edictos suyos. Fue nombrado obispo de Pamplona el 24 de diciembre de 1861, si bien el Gobierno le retuvo las bulas varios meses para dar tiempo a la erección de la diócesis de Vitoria, que tuvo lugar el 28 de mayo de 1862. La nueva diócesis se creó a expensas de la de Pamplona, que perdió la mayor parte de Guipúzcoa, quedando reducida a unas doscientas cuarenta y siete mil personas, de las cuales unas veinte mil vivían en la capital navarra. El mismo día de su entrada pública en la diócesis, el 5 de mayo de 1862, dirigió a su clero una apremiante exhortación al cumplimiento de sus deberes. Pocos días después atacó los abusos provocados por la libertad de imprenta. Sus pastorales y exposiciones al Gobierno trataron los temas más graves del momento: la libertad de enseñanza y de imprenta, la propaganda anticatólica, el Syllabus, la soberanía temporal del pontificado, el reconocimiento del Reino de Italia, la civilización moderna, el Papa.

Su energía en defender la doctrina y los derechos de la Iglesia le granjeó los insultos y las calumnias de los periódicos progresistas. En 1865 sostuvo una fuerte polémica con el antiguo ministro de Gracia y Justicia, Aguirre, y tras la Revolución de 1868 defendió la unidad católica y protestó contra la libertad de cultos, la incautación de las bibliotecas, archivos y obras de arte de la Iglesia, la enseñanza en las escuelas públicas y la supresión de las religiosas. Además de polemista vigoroso, fue también un obispo que supo gobernar con eficacia.

Fundó el Boletín Oficial del Obispado de Pamplona el 10 de mayo de 1862 y publicó anualmente la estadística del personal de su diócesis. Perfeccionó y sancionó con su autoridad los primeros estatutos del Cabildo catedralicio de Pamplona (1866), que por exigencia del Gobierno había sido secularizado. Consiguió restaurar el Cabildo de Roncesvalles (1866), pero los nuevos canónigos renunciaron o se negaron a llevar vida de comunidad según lo previsto en el concordato de 1851, aduciendo como excusa la inadaptación del edificio. Dotó al Seminario Conciliar de gabinetes de Física y Ciencias Naturales, y mejoró así tanto el plan de estudios como los métodos didácticos. Promulgó unas nuevas constituciones para el personal de las parroquias (1864). Dejó terminado el arreglo parroquial, pero no fue promulgado. Apoyó el restablecimiento de la vida regular y presidió la fundación en Marcilla de un colegio de agustinos recoletos como casa de formación para los misioneros de Filipinas (1865).

La restauración de los conventos de carmelitas descalzos de Pamplona y Villafranca con finalidades misioneras, aprobada por el Gobierno, quedó sin efecto a causa de la Revolución de 1868, la cual decretó la supresión de la mitad de los monasterios femeninos, pero el obispo logró que la ley no fuera aplicada en su diócesis. Fomentó la literatura religiosa, las misiones populares y el apostolado juvenil. Introdujo el catecismo del padre Claret y se encargó de una nueva edición corregida y aumentada del catecismo del padre Astete.

A pesar de una reciente enfermedad, asistió en 1867 a las fiestas que se celebraron en Roma con motivo del centenario del martirio de san Pedro y san Pablo. En recompensa, el beato Pío IX le concedió el título de prelado asistente al solio pontificio y le computó el viaje por dos visitas ad limina.

Tomó parte en el Concilio Vaticano I, sin intervenir nunca públicamente en el aula conciliar. Apenas regresó de Roma, falleció repentinamente de un derrame cerebral, siendo enterrado en el panteón de la Barbazana de la Catedral de Pamplona.

 

Bibl.: M. Mercader, “Nota biográfica de S.E.I.”, en Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Pamplona, 4 (1870), págs. 205-215; M. Arigita, “D. Pedro Cirilo Uriz y Labayru”, en La Avalancha, 5 (1899), págs. 170-172, 178-180, 187- 189 y 201-203; J. M. Cuenca, “El pontificado pamplonés de D. Pedro Cirilo Uriz y Labayru (1862-1870”, en Hispania Sacra, 22 (1969), págs. 129-285; R. Ritzler y P. Séfrin, Hierarchia Catholica, vol. VIII, Padua, Il Messaggero di S. Antonio, 1978, págs. 320 y 346; V. Cárcel Ortí, Iglesia y Revolución en España (1868-1874). Estudio histórico-jurídico sobre la documentación vaticana inédita, Pamplona, Eunsa, 1979, págs. 363, 508, 612-615 y 649; V. Cárcel Ortí, “El nuncio Barili y la erección del obispado de Vitoria”, en Scriptorium Victoriense, 30 (1983), págs. 203-224; F. Díaz de Cerio, Regesto de la correspondencia de los obispos de España en el siglo xix con los nuncios, según el fondo de la nunciatura de Madrid en el Archivo Vaticano (1791-1903), vol. II, Città del Vaticano, Archivio Vaticano, 1984, págs. 254-266; “Los nombramientos de obispos en España durante el pontificado de Pío IX. Primera parte: 1846-1855”, en Analecta Sacra Tarraconensia (AST), 72 (1999), págs. 319-488; “Los nombramientos de obispos en España durante el pontificado de Pío IX. Segunda parte: 1857-1868”, en AST, 73 (2000), págs. 213-389.

 

Vicente Cárcel Ortí