Cienfuegos Jovellanos, Francisco Javier. Oviedo (Asturias), 12.III.1766 – Alicante, 21.VI.1847. Canónigo, catedrático, arzobispo de Sevilla, cardenal.
Nació en Oviedo, seguramente en la casa que sus padres tenían en la calle Canóniga, y fue bautizado en la parroquia de San Isidoro de esta ciudad el 14 de marzo de 1766. Era hijo de Baltasar José Gonzalez de Cienfuegos y Caso Maldonado, sexto conde de Marcel de Peñalva, y de su tercera esposa, Benita de Jovellanos y Ramírez de Jove, hermana de Gaspar Melchor de Jovellanos, de la casa vincular de Jovellanos de Gijón, y de la marquesa de San Esteban del Mar.
Su padre, de sus tres matrimonios tuvo al menos nueve hijos, entre ellos José María, prestigioso militar en el primer tercio del siglo XIX. En el padrón de la ciudad de Oviedo del año 1766 ya figura Francisco Javier censado, junto con su progenitor y sus hermanos Rodrigo, Baltasar y José.
El también asturiano Alonso Marcos de Llanes y Argüelles, arzobispo de Sevilla (1783-1795), lo llevó a esta ciudad: en su Universidad se licenció y doctoró en Cánones (1794) y en la catedral hispalense consiguió las prebendas de racionero (1787) y canónigo (1790). También fue rector y catedrático de la Universidad bética, y bajo el pontificado de su paisano Mon y Velarde (1816-1819), provisor y vicario general de la archidiócesis (1817). Preconizado obispo de Cádiz el 4 de junio de 1818 o 1819, en esta diócesis destacó por su atención a los enfermos, su fidelidad a la Corona y su pensamiento antiliberal. A raíz del levantamiento de Cabezas de San Juan se opuso a él mediante una carta pastoral, predicando la sumisión a los poderes legítimos.
El realismo era una característica de su familia: su hermano José María era un militar muy estimado por Fernando VII, que lo quiso hacer ministro, y su sobrino, Juan González de Cienfuegos y Carrió, conde de Marcel de Peñalva, estuvo encarcelado en Oviedo, durante el Trienio por su adhesión a la Monarquía absoluta.
Restablecido el Rey en la plenitud de sus poderes, lo presentó para la metropolitana de Sevilla —después de una larga vacante, tras la muerte de Mon y Velarde— adonde fue trasladado el 20 de diciembre de 1824. Al año siguiente, el papa León XII lo creó cardenal, y lo fue con el título de Santa María in Populo, y Fernando VII lo condecoró con la Gran Cruz de la Orden de Carlos III.
En 1828, el cardenal Cienfuegos elevó una consulta a los superiores canónicos, sobre la mayor probabilidad del sistema copernicano, que entonces se discutía en Sevilla. En este año, y en los siguientes, sostuvo un litigio con monseñor Capellati, gobernador de Roma, por razón del pago de una pensión que a éste se le debía sobre la mitra de Cádiz. En 1831 protagonizó la primera fundación del seminario hispalense que se hizo en Sanlúcar. En este mismo año asistió al cónclave que eligió al papa Gregorio XVI. En 1832 (12 de marzo), consagró en la catedral de Sevilla al célebre fray Cirilo Alameda y Brea, apadrinado por el infante don Carlos de Borbón. En 1833 (19 de junio), Fernando VII lo hizo consejero de Estado. En Sevilla, lo mismo que antes en Cádiz, y a lo largo de toda su vida sacerdotal, destacó por su atención a los enfermos y a los menesterosos, y por su afecto a las Órdenes regulares.
El pleito sucesorio provocado por la lesión de la ley fundamental de sucesión le tenía que afectar. Como el cardenal primado, Inguanzo y Rivero, por su opinión carlista, se negó a asistir a la jura de la infanta Isabel de Borbón, como heredera del trono, fue Francisco Javier de Cienfuegos el que celebró el pontifical en la iglesia del monasterio de San Jerónimo de Madrid, el 20 de junio de 1833. Esta postura, que no entraba en cuestiones políticas, sin embargo, no le libró, a la muerte de Fernando VII, de las persecuciones por parte de los gobiernos liberales. Defensor de los derechos de la Iglesia frente a los excesos del constitucionalismo, en plena Guerra Carlista, y ante la coincidencia del pensamiento del prelado con el legitimismo, fue desterrado a Alicante. Entonces el papa Gregorio XVI le confirió la administración de la diócesis de Guadix. Al entrar los moderados en el Gobierno se le levantó el confinamiento, e incluso fue nombrado senador, pero su salud no le permitió el regreso a Sevilla. Falleció en Alicante y sólo bastantes años después los restos mortales fueron trasladados a la catedral hispalense y sepelidos en la capilla grande de la Concepción.
Obras de ~: Instrucción pastoral dirigida a prever a los fieles cristianos de su diócesis contra algunos errores peligrosísimos, esparcidos en varios papeles públicos en esta capital, Cádiz, 1820; [“Varias pastorales”], en La Voz de la Religión (1837-1841).
Fuentes y bibl.: Archivo del Ayuntamiento de Oviedo, B-47-1, Padrón y listas del vecindario de la ciudad de Oviedo (año 1766); Archivo de la parroquia de San Isidoro de Oviedo, Bautismos, 10.
C. Suárez, Escritores y artistas asturianos. Índice bio-bibliográfico, vol. IV, Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, 1955, págs. 275-279; V. Cárcel, Correspondencia diplomática del nuncio Tiberi (1827-1834), Pamplona, Editorial Universidad de Navarra, 1976; M. Artola Gallego, La España de Fernando VII, Madrid, Espasa Calpe, 1999, págs. 512 y 564; J. Pérez de Rada, Relación de los poseedores del Castro y Palacio de Priaranza del Bierzo de alguno de sus allegados y descendencia de ellos, Madrid, Fundación Jaureguizar, 1999, págs. 133-134.
Manuel de Abol-Brasón y Álvarez-Tamargo