Bonel y Orbe, Juan José. Pinos del Rey (Granada), 17.III.1782 – Madrid, 11.III.1857. Cardenal.
Estudió la lengua latina en el colegio de San Gregorio de Granada y el 5 de octubre de 1796 vistió la beca de colegial jurista en el Real de San Bartolomé y Santiago de aquella ciudad, en el cual y en su universidad cursó estudios de Filosofía y Derecho, tanto civil como eclesiástico, y obtuvo el doctorado en Cánones el 4 de mayo de 1804, a los veintidós años de edad, y de cuyo claustro llegó a formar parte en calidad de catedrático de Historia de los Concilios. También fue pasante de Leyes y Práctica por espacio de cuatro años.
Inició en 1805 la carrera eclesiástica al ordenarse sacerdote, al ser nombrado en agosto de ese mismo año familiar del arzobispado de Granada, Juan Manuel de Moscoso y Peralta. De este modo estuvo desde muy joven al lado del arzobispo granadino en el despacho y expedición de los asuntos eclesiásticos por el dilatado espacio de trece años, hasta la muerte del mismo prelado.
El 31 de agosto de 1805 fue nombrado también fiscal general del arzobispado, cuyo cargo sirvió siete años desempeñando algunas veces el provisorato interinamente. Sin tener edad canónica hizo tres oposiciones en los concursos generales de curatos de la diócesis, y precedida la cuarta fue propuesto y presentado al Rey para la parroquia de San Pedro y San Pablo de Granada, de la que tomó colación el 17 de marzo de 1806, día en que cumplió los veinticuatro años, donde sirvió por espacio de once años. En este intermedio, en 1808 los párrocos de la ciudad de Granada le eligieron prepósito de su cabildo, en cuyo cargo fue reelecto los ocho años siguientes mientras fue párroco.
En octubre de 1812 fue nombrado por los mismos curas y demás partícipes menores del distrito de Granada, Vega y Sierra, vocal de la Real Junta de diezmos de aquel arzobispado, que sirvió el trienio que le correspondía en el cual se le nombró por la misma Junta visitador de las iglesias y fábricas. En el mismo año 1812 fue nombrado también fiscal de la subcolectoría de Espolios y Vacantes, que sirvió cuatro años.
En diciembre de 1815 hizo oposiciones a la canonjía doctoral de la catedral granadina, para la cual fue propuesto en segundo lugar. En junio de 1816 obtuvo, también mediante oposición, la canonjía doctoral de Málaga. A dicha prebenda fue propuesto por todos los votos en primer lugar y, obtenida la real cédula, tomó posesión el 10 de agosto del mismo año, cuya prebenda sirvió catorce años. Durante este tiempo fue también provisor, vicario general y gobernador de la diócesis por nombramiento del obispo Antonio Cañedo Vigil. Fue también vocal de la Real Junta de Diezmos por elección del cabildo y después presidente de la diocesana en representación del mismo prelado. Igualmente fue durante varios años secretario del cabildo, que le distinguió siempre con otras comisiones importantes. Además, fue miembro de la Junta de Sanidad en la que prestó varios servicios durante la epidemia de la fiebre amarilla, que afligió a la población en el otoño de 1821.
En 1817, por fallecimiento del obispo Manuel Martínez, el cabildo le nombró vicario capitular con la jurisdicción omnímoda, cuya elección aprobó el Rey, habiendo servido este cargo los dos años siguientes, hasta el 17 de noviembre de 1829 en que tomó posesión de la diócesis el nuevo obispo, Juan Gómez Durán, el cual le confirmó en los mismos cargos de gobernador, provisor y vicario general. A consulta de la antigua Cámara de Castilla, fue nombrado dignidad de arcediano de Antequera en la misma catedral de Málaga, de la que tomó posesión el 16 de mayo de 1830.
Fue propuesto el 13 de julio de 1830 para obispo de Ibiza —vacante por traslado a Santander del obispo Felipe González Abad—, si bien nunca llegó a tomar posesión de la diócesis porque al haber fallecido el obispo Gómez Durán, de Málaga, el cabildo le eligió vicario capitular sede vacante el 6 de octubre de dicho año 1830. Entre tanto, el rey Fernando VII lo presentó por la mitra de Málaga el día 29 del mismo mes, y fue aceptada la propuesta por el papa Gregorio XVI el 28 de febrero de 1831. Tomó posesión el 16 de mayo y recibió la consagración el 12 de junio de 1831 en la catedral de Granada de manos de su arzobispo, Blas Joaquín Álvarez de Palma. El 25 de febrero de 1833 fue trasladado a Córdoba, donde tuvo lugar su preconización el 29 de julio sucesivo. Permaneció en Málaga durante el cólera morbo que afligió a la población en el otoño del mismo año 1833 hasta que concluyó la epidemia. Entre tanto, el cabildo malagueño le rogó que admitiese el gobierno de la sede vacante mientras continuase en ella y lo mismo hizo el nuevo obispo José Gómez, quien le pidió que continuara en Málaga hasta la toma de posesión del mismo.
El 20 de enero de 1834 tomó posesión por poderes del obispado de Córdoba, para donde salió de Málaga el 7 de marzo siguiente, y el 20 del mismo entró en su capital, de la cual marchó para las Cortes el 4 de julio, al haber sido nombrado prócer del reino. Transcurrido un lustro, el 18 de octubre de 1838 fue presentado para la archidiócesis de Granada, vacante por fallecimiento del mencionado arzobispo Palma, y en la legislatura del mismo año desempeñó el cargo de vicepresidente del Senado, ya había sido nombrado senador varias veces por las provincias de Almería y Granada, hasta que el Rey le nombró senador vitalicio. En el transcurso de las legislaturas regresó varias veces a su diócesis, aprovechando las suspensiones de los trabajos legislativos, para continuar a visita de ella y ocuparse de las funciones pastorales.
El 19 de julio de 1839 obtuvo el nombramiento de capellán mayor de la reina, patriarca de las Indias, vicario general del Ejército y en octubre de 1840 alcanzó el privilegio de ser confesor de la soberana. Se le confío la diócesis de Almería el 6 de junio de 1845 en calidad de administrador apostólico.
El 16 de agosto de 1847 fue presentado por la Reina para la sede primada de Toledo y el 4 de octubre de 1847 fue preconizado por Pío IX, pero tardó en tomar posesión, ya que no lo pudo hacer hasta el 21 de enero de 1849, como consecuencia de una prolongada enfermedad que le acometió poco tiempo después de su nombramiento. Entre tanto recibió el sagrado palio el 1 de enero de 1848 de manos del nuncio Brunelli en la real iglesia de San Isidro y el 23 del mismo mes y año tomó posesión de la sede primada por poderes que concedió al deán de la misma Pedro Reales.
El beato Pío IX le concedió la púrpura cardenalicia en el consistorio del 30 de septiembre de 1850. El período durante el cual rigió los destinos de la sede metropolitana de Toledo, coincidió con un momento de fuerte agitación en el seno de la Iglesia española, que se vio en cierta medida atemperada con la promulgación del Concordato de 1851. Cuando aún no se habían acallado los ecos de la desamortización de Mendizábal, de nuevo se vio sacudida en 1855 por la que promovió Madoz, por lo que se originaron nuevos conflictos entre la Iglesia y el Estado, y fue el arzobispo Bonel, en calidad de primado, uno de los que más hizo sentir su malestar y condena de la política gubernamental, con la que en tiempos pretéritos había simpatizado. Mantuvo una intensa relación con el poder civil, y aunque en esta época la Iglesia se intenta desligar de las esferas de poder en busca de una mayor autenticidad y autonomía, él, junto a otros prelados, colaboró de una forma más o menos explícita con el nuevo régimen y simpatizó abiertamente con la ideología liberal moderada. Junto a otros obispos senadores ejerció notable influjo sobre la vida política, en particular en aquellos debates y votaciones que afectaban más directamente a los temas religiosos.
El Gobierno le confío la administración de los bienes de la Bula de Cruzada cuando en 1851 acordó suprimir la Comisaría de Cruzada. Bonel se había negado a firmar la carta colectiva suscrita por veinticinco obispos en 1839 y dirigida al papa Gregorio XVI, en el que se culpaba al gobierno de la situación tan deplorable en que se hallaba sumida la Iglesia española. Quizá por ello le concedieron las grandes cruces de Carlos III y de Isabel la Católica.
Escribió numerosas cartas pastorales de contenidos muy diversos. Particularmente sensibilizado se mostró con el proyecto papal de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción de María, en cuyo cónclave celebrado en Roma participó y donde con tal ocasión se le dio el título de Santa María de la Paz. Fallecido en Madrid, fue enterrado en la capilla de Santiago de la catedral toledana.
Obras de ~: Discursos pronunciados sobre asuntos eclesiásticos en el Estamento de Próceres, Madrid, E. Aguado, 1839; Carta pastoral [...] al publicarse la indulgencia Plenísima en forma de Jubileo, concedido por [...] Pío IX en el año 1851, Madrid, imprenta de J. Nieto, 1851.
Fuentes y bibl.: Archivo del Senado, Expedientes personales, HIS-0069.01.
V. Cárcel Ortí, “El primer documento colectivo del episcopado español. Carta al Papa en 1839 sobre la situación nacional”, en Scriptorium Victoriense, 21 (1974), págs. 152- 199; Política eclesial de los gobiernos liberales españoles (1830- 1840), Pamplona, Eunsa, 1975, págs. 158, 231, 401, 410-413, 417, 420, 456, 465, 468 y 501; Correspondencia diplomática del nuncio Tiberi (1827-1834), Pamplona, Eunsa, 1976, págs. 488, 540, 585 y 729; R. Ritzler y P. Séfrin, Hierarchia Catholica, vol. VIII, Patavii, Typis et Sumptibus Domus Editorialis “Il Messaggero di [...] Stuttgart”, Hiersemann, 1978, págs. 10, 50, 57, 128, 225, 387 y 558; V. Cárcel Ortí, Correspondencia diplomática del nuncio Amat (1833-1840), Pamplona, Eunsa, 1982, págs. 115 y 359; F. Díaz de Cerio, Regesto de la correspondencia de los obispos de España en el siglo xix con los nuncios, según el fondo de la Nunciatura de Madrid en el Archivo Vaticano (1791-1903), vol. II, Città del Vaticano, 1984, págs. 353-356; V. Cárcel Ortí, “Los nombramientos de obispos en España durante el pontificado de Pío IX. Primera parte: 1846-1855”, en Analecta Sacra Tarraconensia, 72 (1999), págs. 319-488; M. Nieto Cumplido (coord.), “Época contemporánea (siglos xix-xx). La diócesis en la sociedad secular”, en Historia de las Diócesis Españolas, VIII. Iglesias de Córdoba y Jaén, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2002, págs. 155-156 y 186.
Vicente Cárcel Ortí