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Melchor Serrano Lázaro

Biografía

Serrano Lázaro, Melchor. Bádenas (Teruel), 26.IV.1738 – Belchite (Zaragoza), 31.XII.1800. Escolapio (SChP), obispo auxiliar de Valencia Profesó como escolapio en el noviciado de Peralta de la Sal el 6 de octubre de 1757.

Asegura Fort que descendía “de noble linaje” y añade Latassa que “su linaje lleva en dos cuarteles el blasón de un aspa de plata y gules, una sierra por medio, un cáliz con hostia en rojo, y en sinople una mata sostenida con tres espigas de oro”.

Terminados sus estudios de Filosofía, Teología y Pedagogía, enseñó Latín y Humanidades en los colegios de Valencia (1764-1767), Daroca (1768-1770) y Zaragoza (1771-1772). Y sucesivamente Filosofía en Sos del Rey Católico (1773) y Teología en Valencia (1774-1777) a los juniores de la provincia de Aragón.

Sus notables dotes de educador, su fama de predicador y la bondad de su carácter impresionaron al arzobispo valenciano Andrés Mayoral (1737-1769), que había fundado el año 1763 en el colegio de las Escuelas Pías un internado “para la buena educación de la nobleza española y de conocido nacimiento”.

En honor a su fundador, el internado fue conocido desde su fundación como “Seminario Andresiano”.

Su primer director fue el P. Benito Feliú y el segundo, por expresa voluntad del arzobispo, el P. Melchor Serrano.

Del Seminario ascendió al rectorado del colegio, que dirigió durante dos períodos, entre 1782 y 1889. En estos mismos años fue elegido miembro de la Real Sociedad Económica de amigos del País, consultor del P. provincial de Aragón, y en 1784 vocal por su provincia al capítulo general de 1784, celebrado en Roma.

A su regreso de Roma fue nombrado sucesivamente examinador sinodal de la diócesis valentina, censor de las causas de la fe y consultor del Santo Oficio.

El nuevo arzobispo de Valencia, Francisco Fabián y Fuero (1719-1801), quiso contar con un obispo auxiliar.

Se inclinó, en principio, por el P. Benito Feliú, pero éste le aconsejó se fijase en el P. Melchor Serrano, hermano de comunidad. El P. Melchor aceptó “por obediencia”. Elevada la propuesta al Rey, recibió el decreto de nombramiento el 20 de junio de 1788 de manos del conde de Valdellano. Pío VI le preconizó obispo titular de Arca, o Arcén, y auxiliar de Valencia el 15 de septiembre de 1788. En la iglesia de las Salesas de Madrid recibió la consagración episcopal el 30 de noviembre de 1788. Actuaron en ese acto solemne el cardenal primado y arzobispo de Toledo don Francisco Antonio de Lorenzana, el obispo de Cuzco Juan Manuel Moscoso y Peralta y el auxiliar de Toledo y obispo de Sagaste Francisco de Aguiriano y Gómez.

Le apadrinó el duque de Villahermosa, Victorio Amadeo Azlor y Pignatelli.

Continuó viviendo en el colegio, hasta completar su rectorado, sin otra modificación en su modo de vivir que el cambio de hábito, como asegura el autor de su necrología. Pero como la diócesis clamaba por un seminario eclesiástico, que respondiese plenamente al canon 18 del decreto De Reformationes del concilio tridentino, el arzobispo Fabián y Fuero adquirió la casa de la Purísima que los jesuitas habían dejado en la ciudad al ser expulsados. En ella, tras no pocas dificultades burocráticas, instaló el Seminario, que fue inaugurado el 4 de noviembre de 1790 con el título de Seminario Sacerdotal Conciliar de la Purísima Concepción y Santo Tomás de Villanueva. Antes de esa inauguración, ya había nombrado el 28 de octubre rector del Seminario a su obispo auxiliar, P. Melchor Serrano, “a fin de dar la última mano a este establecimiento, y perfeccionarlo para todos los usos”.

Empezó a funcionar el centro con total normalidad en este mes de noviembre y su rector aparece participando en todos los actos relevantes. El 1 de enero de 1791, confirió personalmente y por primera vez órdenes sagradas en la iglesia del Seminario.

Pero su actividad fue más allá de las programaciones académicas. Colaboró generosamente con el arzobispo en la redacción de las Reglas y Constituciones del centro, que tomando como modelo las recientes Constituciones del Seminario de Zaragoza (1788), pudieron imprimirse en 1792. En el capítulo primero de estas Reglas y Constituciones, se hace un acertado elogio del P. Serrano. Durante diez años (1790-1800) figuró como rector del Seminario, aunque personalmente sólo pudo dirigirlo cuatro. Esos cuatro años, fundamentales en el arranque formativo del Seminario, fueron de gran penuria económica al no contar con la aprobación real el plan de gastos trazado por Fabián y Fuero, que sólo fue aprobado por el Real Consejo el 4 de septiembre de 1795, cuando el arzobispo y su obispo auxiliar sufrían las amarguras del destierro.

Fabián y Fuero (1719-1801), cansado y enfermo, traspasó todos los poderes a su obispo auxiliar nombrándole “gobernador de la mitra” el 13 de enero de 1792. A la dirección del Seminario tuvo que añadir, pues, la dirección y administración de la diócesis, iniciar la visita pastoral y presidir las numerosas representaciones oficiales y las solemnidades litúrgicas: estuvo presente en los funerales por la muerte de Carlos III, en la proclamación de Carlos IV, en la beatificación del venerable Andrés Hibernón, entre otras, sin contar la administración en las cuatro témporas anuales de las órdenes sagradas a los aspirantes al sacerdocio.

Todo discurría normalmente hasta que se iniciaron en Valencia los graves altercados contra los franceses en febrero de 1793. A raíz de la Revolución de 1789 numerosos franceses emigraron a España. Llegaron a Valencia sacerdotes, religiosos y cuatro monjas ursulinas, acogidos todos fraternalmente por el P. Serrano.

La medida indignó a los compatriotas de los emigrados, avecindados anteriormente en la ciudad. Los estudiantes valencianos invadieron airadamente el 27 de febrero las calles donde residían las familias francesas.

Calmaron a los amotinados el capitán general interino, algunos religiosos y, de manera especial, el obispo auxiliar, quien mereció por su actuación un reconocimiento expreso del Rey, firmado el 11 de marzo. Las consecuencias de estos alborotos fueron el arresto domicialiario inmediato de todos los franceses, residentes en la ciudad, y la expulsión un mes más tarde. Quedaron exceptuados de ambas medidas los eclesiásticos y las religiosas ursulinas. Pero en abril, una orden terminante de Godoy ordenaba expulsar del reino a todos los eclesiásticos franceses. El P. Serrano intervino para que fuesen distribuidos estos eclesiásticos, en número de seiscientos, en diversas provincias españolas.

Como la expulsión se llevó a efecto, volvió a intervenir a favor de las ursulinas, apoyándose en una real orden anterior, que permitía a estas cuatro religiosas vivir en Valencia. El P. Serrano marchó a Madrid en enero de 1794, expuso ante el Real Consejo la situación de las ursulinas y presentó al Rey una exposición objetiva de los sucesos valencianos. Los acontecimientos se precipitaron. El 9 de enero Fabián y Fuero renunció a su diócesis de Valencia por indicación de Pío VI. Y a principios de febrero una orden escueta de Godoy alejó de Madrid al P. Serrano, “obligándole a establecerse en cualquier lugar que no fuese la corte, sitios reales o reino de Valencia”.

El destierro del P. Serrano se prolongó hasta el día de su muerte. En febrero recurrió al Rey, implorando su piedad y haciéndole presente “la equivocación a que dio motivo su salida de la corte”. Contestó Godoy que “puede sosegarse y esperar las justas bondades del Rey”. Insistió Serrano en mayo. Y una vez más Godoy, en nombre del Rey, le dice que “no conviene que V.S.I. venga a la corte, ni vaya a Valencia”.

Vivió estos años de destierro sucesivamente en tres pueblos aragoneses, Daroca, Cella y Belchite. Su situación económica llegó a ser desesperada por falta de recursos económicos. Tuvo que empeñar su propia cruz pectoral y, como él mismo dice, buscar “algún oficio a ejemplo de los Apóstoles”, para no tener que mendigar. Esta situación y el triste abandono que sufría la diócesis de Valencia, le obligó a escribir por dos veces al conde de la Cañada, gobernador del Tribunal Supremo de la nación, al Sumo Pontífice, al cardenal Lorenzana, arzobispo de Toledo, al obispo de Orihuela Antonio Despuig y Dameto, arzobispo intruso de Valencia, al obispo de Segorbe fray Lorenzo Lay y Anzano y, por último, al rey Felipe V. Pero todas sus razones cayeron en el vacío.

Llenó sus seis años de destierro, ayudando a los prelados de Aragón, muy especialmente a la diócesis de Zaragoza, en la administración de las sagradas órdenes y del sacramento de la confirmación. El historiador Faustino Casamayor anota puntualmente en sus Años políticos los servicios prestados a la diócesis de Zaragoza durante los espacios que mediaron entre la muerte del arzobispo Agustín Lezo y Palomeque, febrero de 1796, y la promoción del nuevo arzobispo Joaquin Company y Soler a la diócesis de Valencia, agosto de 1800.

Un fuerte ataque de hemiplejía, que paralizó media parte de su cuerpo, cortó sus servicios pastorales.

Rodeado del clero de Belchite y de numerosos escolapios, falleció el último día de diciembre de 1800.

Trasladado su cuerpo a Zaragoza, como había indicado en su testamento, fue enterrado en la cripta de la iglesia del Colegio Escuelas Pías. Una inscripción latina, grabada en lápida de mármol, recordaba a la posteridad “sus méritos, la integridad de su vida, su ingenio y su cultura”. Una inscripción posterior, colocada sobre la primera pilastra del crucero, sigue recordando a los fieles las fechas importantes en la vida del obispo auxiliar de Valencia, “hijo carísimo” de la provincia escolapia de Aragón.

 

Obras de ~: De variarum linguarum cognitione et utilitate, Zaragoza, Francisco Moreno, 1769; Dissertatio de ltterarum cum bonis moribus affnitate, Valencia, Benito Monfort, 1770; Dissertatio de latinitate cum romana historia, cum chronographia et geographia conjungenda, Zaragoza, Francisco Moreno, 1772; Propositiones Philosophiae, Valencia, Benito Monfort, 1777; Reglas y Constituciones dispuestas y ordenadas bajo la real protección para el Real Seminario Sacerdotal y Conciliar, Valencia, Benito Monfort, 1792.

 

Bibl.: A. Horányi, Scriptores Piarum Scholarum liberaliumque artium magistri, t. II, Budapest, 1809, págs. 665-667; C. R. Fort y Pazos, España Sagrada. Continuada por la Real Academia de la Historia. Tomo LI, Tratado LXXXIX, De todos los obispos españoles titulares de iglesias “In partibus infidelium”, o auxiliares en las de España. Obra póstuma....coordinada y aumentada por D. Vicente de la Fuente, Madrid, 1879; F. Latassa, Biblioteca de escritores aragoneses, t. III, Zaragoza, Imp. del Hospicio, 1886-1888, págs. 204-205; E. Llanas, Escolapios insignes, t. IV, Madrid, Imp. de San Francisco de Sales, 1899, págs. 262-269; T. Viñas, Index bio-bibliographicus scriptorum Scholarum Piarum, t. I, Roma, Tip. Vaticana, 1908, págs. 284- 285; I. Lacruz, “Obispos escolapios”, en Revista Calasancia, 5 (marzo, 1917), págs. 46-48; C. Rabaza, Historia de las Escuelas Pías en España, t. II, Valencia, Miguel Gimeno, 1917, págs. 202-212; A. Clavero, Historia de las Escuelas Pías de Aragón,t. IV, Zaragoza, 1947, págs. 138-163; V. Cárcel Ortí; “El P. Melchor Serrano de San Nicolás (1738-1800), obispo auxiliar y primer rector del Seminario Diocesano de Valencia”, en Analecta Calasanctiana, 17 (1967), págs. 163-233; J. Lecea, Las Escuelas Pías de Aragón en el siglo XVIII, Madrid, Publicaciones ICCE, 1972, págs. 279-280 y 385-387; D. Cueva, Las Escuelas Pías de Aragón, t. I, Zaragoza, Gráficas Navarro, 1999, págs. 224-225.

 

Dionisio Cueva González, SChP

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