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Sebastián Álvarez

Biografía

Álvarez, Sebastián. Nicolás de Bustillo. Bustillo del Oro (Zamora), 1731 – Madrid, 1809. Ministro general de la Orden de Hermanos Menores Capuchinos (OFMCap.).

Se desconoce quiénes fueron sus padres, excepto que su padre se apellidaba Álvarez, y la extracción social de su familia. En el momento del bautismo le pusieron el nombre de Sebastián. De estos datos tan escasos se salta al tiempo de su ingreso en la Orden, que tuvo lugar cuando contaba diecisiete años, el día 8 de julio de 1748, en el convento noviciado de Salamanca.

Al año siguiente emitió profesión religiosa y seguidamente comenzó los estudios de filosofía y teología, recibiendo la ordenación sacerdotal en 1755, en el convento de Segovia. En el mes de julio de 1760 se presentó a las oposiciones que se convocaron en la provincia para cubrir la vacante de lector y maestro, consiguiendo esta última. El 6 de agosto comenzó a ejercer su nuevo cargo, que desempeñaría durante catorce años, hasta 1775, primero siete como maestro, asociado a un lector, y después ya como lector los siete siguientes.

En el capítulo celebrado el año 1776 fue elegido guardián del convento de San Antonio del Prado, de Madrid, donde residía el ministro provincial; en 1778 también lo fue del convento de Alcalá de Henares.

Al año siguiente, fue elegido ministro provincial. En el desempeño de su cargo insistió por medio de ordenaciones y cartas pastorales en el cumplimiento de la observancia regular, sobre todo en lo relativo a las dos horas de oración preceptuadas por las Constituciones y en el perfeccionamiento de los estudios.

Además tuvo que enfrentarse a un asunto delicado: la orden del Consejo de Castilla, de 3 de noviembre de 1779, por la que se le exigía comunicar a los provinciales capuchinos de España que en los colegios de la Orden se enseñara Filosofía por el curso publicado en 1777-1778 por el padre Francisco de Villalpando.

Pero el padre Bustillo, que seguía lo dispuesto en el Decretum de studiis ordinate et fructuose peragendis, de 6 de octubre de 1757, del padre general Ziegenhals, se opuso a ello hasta que no lo examinaran algunos padres de la provincia. La dificultad para aceptarlo residía en que en el curso del padre Villalpando no se citaba a san Buenaventura, ni se seguía su sistema filosófico, dando cabida en él al pensamiento empirista y racionalista de Locke, Condillac y Wolff de un modo muy ecléctico. Además, introducía el estudio del cuerpo humano y de las matemáticas, lo que era considerado poco necesario para la formación de un capuchino. Por estas razones no sólo no se introdujo el curso de Villalpando, sino que, el año 1781, el definitorio eligió el curso del padre Bernardo de Bolonia; y lo mismo, con las variantes normales, sucedió en las demás provincias capuchinas ibéricas (sobre todo en Cataluña y Navarra).

En el mes de mayo de 1782 el padre Bustillo participó en el capítulo general celebrado en Roma, siendo elegido quinto definidor, cargo en el que permaneció durante catorce años, pues en el capítulo de 1789 fue reelegido. Se desconoce o resulta muy vaga la actividad desarrollada por los definidores, pero parece que tramitaban algunos asuntos de las provincias a las que representaban: fundamentalmente privilegios y dispensas. Así, el padre Bustillo consiguió del papa Pío VI, con fecha 1 de agosto de 1795, la aprobación del oficio y de la misa propios de la Madre del Buen Pastor para las provincias de España.

Con fecha 25 de octubre de 1795, el cardenal protector comunicaba al ministro general, padre Angelico de Sassuolo, que, por causa de las circunstancias políticas tan adversas para la Iglesia, el papa tenía intención de nombrar por breve al nuevo ministro general, suspendiendo la celebración del capítulo, convocado para el 13 de mayo de 1796. Obtenido el consentimiento del rey Carlos IV de España, el papa nombraba al padre Bustillo ministro general de los capuchinos, por medio del breve Quum multa (19 de febrero de 1796), pero éste no tomó posesión hasta el 13 de mayo de ese año, lo que comunicó a la Orden mediante carta circular fechada el 13 de junio. En las primeras Ordenaciones que dirigió a la Orden (16 de diciembre de 1796), cifraba todos los males de ésta, sobre todo la relajación de la observancia regular, en la incompetencia de los superiores, en la inadecuada formación de los jóvenes, en la ignorancia de los confesores y en la violación de la pobreza. Además, amenazaba con la deposición a los que ocupaban cargos.

Pero, dadas las circunstancias políticas que le tocó vivir, es muy difícil saber qué efecto tuvieron esas normas.

Lo que sí parece seguro es que el padre Bustillo no practicó las amenazas anunciadas, ni tampoco vio progresos especiales.

Aunque al poco tiempo de ser elegido determinó iniciar la visita a las provincias de la Orden por las de España, habiendo obtenido el permiso requerido del rey, visto el cariz que iba tomando la situación política de Europa, permaneció en Roma hasta 1798, año en que fue proclamada la república y el papa deportado a Francia por Napoleón Bonaparte. El padre Bustillo, expulsado o huido, llegó a España en mayo de 1798, entrando en Madrid con gran recibimiento el 26 de junio, y cubriéndose como Grande de España el 11 de julio, siendo su padrino el duque de Medinaceli. Desde ese momento no dejó de visitar las provincias de España, reiterando una y otra vez en sus ordenaciones de visita la necesidad de volver a la vida común y a la observancia regular, así como la importancia de una esmerada formación de los religiosos jóvenes. En la provincia de Cataluña se detuvo durante casi dos años, 1802-1804, seguramente porque desde Barcelona le resultaba más fácil seguir los asuntos de la Orden.

Pero la situación del padre Bustillo todavía se iba a enrarecer más. Primero fue el nombramiento, conseguido por Godoy, del cardenal de Toledo, Luis de Borbón, como visitador apostólico de todos los regulares españoles, quedándole sometidos todos los religiosos.

Por otra parte, en 1803, expiraba el tiempo del generalato del padre Bustillo, pero el papa le reconfirmó en su cargo, suspendiendo de nuevo el capítulo.

Más adelante, Godoy, en sus planes regalistas para controlar las órdenes religiosas, consiguió la publicación de la bula Inter graviores curas (15 de mayo de 1804), por la que se establecía la alternancia en el generalato entre los religiosos españoles y los del resto de Europa, introduciendo así una división en las órdenes que sólo se salvaba canónicamente con la existencia del ministro general, que no tenía jurisdicción en la otra parte de la Orden para la que no había sido elegido. A esto se añadió el nombramiento, el 13 de marzo de 1805, del padre Francisco de Calanda, exprovincial de Aragón, como vicario general de los capuchinos para España. El padre Bustillo se encontraba así despojado de la jurisdicción sobre los capuchinos de España, que las Constituciones le concedían, aunque la conservaba sobre el resto de la Orden. Las circunstancias explican que no hubiera vuelto a Roma. Ante la muerte inesperada del padre Calanda, el 26 de junio de ese año, el padre Bustillo despachó títulos de predicador, siendo avisado por el cardenal de Toledo de la irregularidad que había cometido. La situación no parece fácil, ya que se veía alterada la estructura de la Orden. Ese mismo año, por el breve Quum nuper nobis (17 de octubre), era nombrado vicario general para España el padre Mariano de Bernardos, y el 25 tomaba posesión en presencia del padre Bustillo, que desde entonces no asistió más a los actos de comunidad. Pero todavía consiguió, como ministro general, del papa Pío VII y de la Congregación de Ritos, la aprobación del oficio y misa en honor de la Madre del Buen Pastor, con fecha 11 de enero de 1806. Ese año llegó el nombramiento, por breve, del nuevo ministro general en la persona del padre Miguel Ángel de Borgo S. Sepolcro. El padre Bustillo quedó libre de cargos y cargas, retirado en el convento de San Antonio del Prado, donde le sorprendieron las tropas francesas el 4 de diciembre de 1808. Probablemente no pudo salir del convento a causa de la enfermedad, muriendo seguramente en agosto de 1809, poco después de que se ejecutara el decreto napoleónico de abandonar los conventos.

 

Obras de ~: Melchor de Pobladura, Litterae circulares superiorum generalium Ordinis Minorum Capuccinorum (1548-1803), Monumenta historica Ordinis Minorum Capuccinorum VIII-IX, Romae, 1960, págs. 359-391; Sus ordenaciones se encuentran en todos los archivos de las provincias capuchinas de España (Barcelona, Madrid, Valencia, Sevilla, Pamplona), y en el Archivo General de Roma.

 

Bibl.: Documentos sobre su generalato, en Bullarium Ordinis FF. Minorum S.P. Francisci Capuccinorum seu collectio bullarum, brevium, decretorum, rescriptorum oraculorum &c. quae â Sede Apostolica pro Ordine Capucino emanarunt [...], IX, variis notis elucubrata a Petro Damiani a Munster, Romae-Oeniponte, Oeniponte Typis Wagnerianis, 1884, págs. 235-301; F. da Mareto, Tavole dei capitoli generali dell’Ordine dei FF.MM. Cappuccini con molte notizie illustrative, Parma, Libreria Editrice Frate Francesco, 1940, págs. 240-251; B. de Rubí, Reforma de regulares en España a principios del siglo xix. Estudio histórico-jurídico de la bula “Inter graviores” (15 mayo 1804), Barcelona, 1945; M. de Pobladura, “Los generales de la Orden capuchina grandes de España de primera clase”, en Collectanea Franciscana (ColFranc), 13 (1943), págs. 253-302; Necrologio de los frailes menores capuchinos de la provincia del Sagrado Corazón de Castilla, Madrid, Magisterio Español, 1943; Historia generalis Ordinis Fratrum Minorum Capuccinorum. Pars Tertia (1761-1940), Romae, Institutum Historicum Ordinis Fratrum Minorum Capuccinorum, 1951; “De superiorum generalium electione tempore regiminis alterni (1804-1885)”, en ColFranc, 27 (1957), págs. 166- 195 y 282-323; “Nicolaus a Bustillo”, en Lexicon Capuccinum.

Promptuarim Historico-Bibliographicum OFMCap (1525-1950), Romae, Bibliotheca Collegii Internationalis S. Laurentii Brundusini, 1951, col. 1215; B. de Carrocera, “Un capítulo de la historia de la filosofía en España: la obra filosófica del P. Francisco de Villalpando”, en Estudios Franciscanos (EstFranc), 49 (1948), págs. 56-78 y 379-389; L. de Aspurz, “Bustillo, Nicolás de”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 295; B. de Carrocera, La provincia de frailes menores capuchinos de Castilla. II: 1701- 1836, Madrid, Centro de Propaganda, 1973, págs. 521-532; G. Zamora, “F. de Villalpando (1740-1797), protagonista en la introducción oficial de la Filosofía Moderna en la Universidad española”, en Naturaleza y Gracia, 22 (1975), págs. 3-41 y 191- 224; “La filosofía de Francisco de Villalpando en Cataluña”, en EstFranc, 79 (1978), págs. 369-405; Universidad y filosofía moderna: Labor reformista de Francisco de Villalpando (1740- 1797), Salamanca-Roma, Ediciones Universidad de Salamanca- Istituto storico dei Cappuccini, 1989; V. Serra de Manresa, “Els caputxins de Catalunya i la renovació filosòfica del segle xviii. Notícia de dos manuscrits inèdits del Curs de Filosofia de Francisco de Villalpando”, en Actes del I Congrés d’Història de l’Església catalana, II, Solsona, 1993, págs. 179-190; Els caputxins de Catalunya, de l’adveniment borbònic a la invasió napoleònica: vida quotidiana i institucional, actituds, mentalitat, cultura (1700-1814), Col·lectània Sant Pacià 57, Barcelona, Facultat de Teologia de Catalunya-Editorial Herder, 1996; J. A. Echeverría, Los capuchinos en la España del siglo xix. Política religiosa liberal y vida institucional (1800-1877), Dissertatio ad Lauream, Romae, Pontificia Universitas Gregoriana, Facultas Historiae Ecclesiasticae, 1997 (inéd.).

 

José Ángel Echeverría, OFMCap

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