Torres Bollo, Diego de. Villalpando (Zamora) 1550 – Sucre (Bolivia), 8.VIII.1638. Sacerdote, jesuita (SI), provincial, rector, misionero.
“Fue uno de los Superiores más insigne que a tenido la compañía de Jesús en Sudamérica, rector de todos los colegios del Perú, primer provincial de las provincias del nuevo reino de granada y del Paraguay”. Nacido en Villalpando, en Castilla, en 1550, fue el primer provincial del Paraguay, después de haber sido el rector de los colegios del Cuzco y de Quito y de haber sido el vice-provincial de Nueva Granada. Se hallaba en Panamá cuando le llegó la orden de pasar al Río de la Plata o Paraguay, como entonces se decía, y de organizar la nueva provincia y establecer las reducciones de indios guaraníes; fue el gran defensor de la libertad de los indios contra las exigencias de los encomenderos e íntimo amigo y consejero del visitador Alfaro.
Su enorme experiencia en tantos cargos en América Hispana desde Panamá hasta Buenos Aires le dio amplitud de espíritu con que supo organizar acertadamente cuando emprendió durante su provincialato de ocho años (1608-1612) y le capacitó para elegir con acierto a los hombres más adecuados para cada obra.
Corresponde a Hernando Arias de Saavedra la “gloria del arribo de los Jesuitas a la Colonia” muy honrado caballero aunque criollo, “por que no hay regla sin excepción” afirma Eduardo Madero, a los Jesuitas le corresponde el merito de un labor vasta y trascendente. Pertenecían a la Congregación más joven de la Iglesia, por cuanto había sido fundada por Ignacio de Loyola en París en 1534; siendo aprobada su constitución por bula papal en 1540. Su misión específica era la de enfrentar la temeraria expansión de la reforma. Congregó en sus filas a numerosos contingentes, especialmente de la Europa central. Hombres austeros y disciplinados, pronto constituyeron una avanzada doctrina de la iglesia, proveyendo a esta sus más elocuentes exegetas y predicadores, sus más aguerridos polemistas y sus más calificados hombres de estudios. Sus Centros de Estudios, de nivel universitario, pronto promoverán el interés por desentrañar los misterios de los nuevos mundos que España incorporaba a sus dominios más allá del mar. Son ellos quienes advierten la profunda diferencia entre los Centros Coloniales del Perú y del Río de la Plata, y provincial general, el padre Claudio Acquaviva, el 9 de febrero de 1604 dispone constituir de Tucumán y el Paraguay una provincia muy distinta de la de Perú. Este nuevo dominio eclesiástico se denominará Provincia Jesuítica del Paraguay, que sería a lo largo de más de un siglo escenario de un singular emprendimiento social, político, cultural y religioso.
Así se estableció en forma definitiva la Compañía de Jesús en el Paraguay. En 1607 fue creada la Provincia Jesuítica del Paraguay, con la venida de religiosos de la orden, cuyo principal objetivo era la evangelización de los indios y la instrucción de los españoles y criollos de la colonia. Fue nombrado primer provincial al eximio padre Diego de Torres Bollo, quien tuvo que luchar contra las autoridades eclesiásticas del Perú, quienes consideraban muy prematura la creación de la provincia jesuita, y en él justificaban la extremada pobreza y un clima muy nocivo. Arribó al Río de la Plata a inicios de 1608 con trece sacerdotes: con ellos el gran misionero José Catalino y el estudiante, y después gran misionero, Ruiz de Montoya.
Al padre Torres se debe la creación de las primeras reducciones de los guaraníes. Las amplias zonas selváticas de las actuales misiones del Paraguay-Argentina y otras aldeas. Constituyeron el asiento de numerosas reducciones indígenas que sentaron las bases de una ordenada sociedad teocrática. Los naturales fueron atraídos por la persuasión cristiana de la selva y más tarde alejados de las crueles encomiendas, lo que motivó el recelo de poder civil.
Hernandarias, facultado por Felipe III, exhorta al padre provincial Diego de Torres Bollo a insistir a sus misioneros que asuman la conversión de los indios y la educación popular. Dicho exhorto expresa Suplico a V. S, “sirva que haga y ponga estudio en esta santa casa señalando para eso su Padre, que sea tal para que enseñen a los hijos de los españoles”. Fundadas las primeras reducciones, el provincial de los jesuitas Diego de Torres comunica una instrucción para que los padres religiosos que sean ocupados en las misiones del Paraná, Guaira y Guaicurúes. La instrucción comenzaba así: “En lo espiritual pongan luego la escuela de niños con un cura párroco que les enseñara la doctrina, además de las primeras letras y de cantos y como premio al que mejor lo hiciere y corrigiendo al que fallare, reiteraba constantemente que debían enseñar a leer a escribir, a contar a tener y que difundiera entre los niños, la vocación por el canto y la música y el hacer flauta”. Que los misioneros adiestraron a los indígenas a fabricar sus propios instrumentos de percusión como violines, arpa, guitarra despertando así la proverbial vocación del paraguayo. En Carta Anua del año 1610 informa con mucho entusiasmo que los niños van estudiando y escribiendo y empiezan a ayudar en la misa “teniendo en cuenta que hace apenas un año de su establecimiento en el Paraguay reducción de San Ignacio” así como a asistir a clases todos los días con mucho fervor. En 1616 el padre Diego de Torres comunica que la escuela estaba a cargo del padre Juan Salas, que creó la Compañía, aprendieron los muchachos a leer, a respetar y obedecer las órdenes superiores, aparte demostraron con fiestas y danzas y entusiasmo y como premio, a esa feliz presentación merendaron un plato de dulce. En todas las cartas enviadas por el provincial Diego Torres a sus superiores detalla de forma pormenorizada la labor de las distintas reducciones Jesuíticas, las grandes tribulaciones que tuvieron que sufrir de parte de los infieles, los constantes movimientos de los pueblos guaraníticos debido a las invasiones de los paulistas. Extremó sus energías en defensa de los feligreses.
Siendo muy adulto, viajo a Córdoba los últimos años de su vida, pero como los intereses de la Provincia Jesuítica del Paraguay requirieran su presencia en Charcas, pasó ya anciano y enfermo a esa ciudad, y allí terminó santamente sus días en el decurso de 1638. Su precioso librito Relatione Breve, publicado en Roma en 1603, y reeditado en Milán en 1603 y en Venecia en 1604, y traducido en este postrer año al alemán y al latín, es una de las memorias más antiguas referentes al Río de la Plata.
A través de las crónicas religiosas, se puede comprender la labor del gran misionero padre Diego Torres Bollo, señalando en primer lugar, su fecunda labor a favor de la conquista espiritual que era la única que respondía a la dignidad humana, la única que podía hacer obra real y perdurable, aunque lenta y costosa. Era la encomienda un vínculo jurídico impuesto al indio por la voluntad del Soberano y concedido al español como premio a sus servicios. En segundo lugar, protegió a los naturales del encomendero, obligándolos a ellos a cuidarlos, instruirlos en la religión, defender sus tierras en caso de peligro, cumplir sus obligaciones religiosas, morales y materiales. En tercer lugar, trató de redimir a los indígenas de la esclavitud a que los reducían los conquistadores y encomenderos. Y en cuarto y último lugar, recuerda por su interés en desenvolver las cualidades innatas de los nativos, que llevó a conservar y cultivar su incipiente cultura, cuya principal expresión estaba constituida por su idioma, el guaraní, tan elogiosamente ponderado por los primeros misioneros que aprendieron como mejor medio para ganar la confianza y penetrar en el espíritu aborigen. El guaraní fue aplicado a la ilustración de los nativos.
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Olinda Massare de Kostianovsky