Spínola, Agustín. Génova (Italia), 1597 – Sevilla, 12.II.1649. Obispo de Tortosa, arzobispo de Granada y Santiago, cardenal de San Cosme y Damián, gobernador capitán general de Galicia y consejero de Estado.
Nacido en Génova en 1597, era hijo del vencedor de Ostende y de Breda, Ambrosio de Spínola, consejero de Estado y de Guerra y maese de Campo general de los ejércitos de Flandes, y de Juana Bassadone. La relevancia de su familia le dio acceso a la Corte desde la infancia, siendo allí durante cinco años menino de la reina doña Margarita. Estudió gramática en Alcalá de Henares, pasando después a la Universidad de Salamanca a estudiar ambos derechos —se graduó en Cánones— y después de estar en Madrid, en donde recibió órdenes sagrados, terminó su formación en la Universidad alcalaína. Allí estuvo hasta que Paulo IV lo creó cardenal el 11 de enero de 1621 —yendo luego a Roma para rendirle sus respetos— con el título de San Cosme y San Damián, lo que sólo se explica por la fortísima presión ejercida por Felipe III basándose en que “al presente no ay ninguno (cardenal) en toda la familia Spinola”; el Papa tardó varios años en ceder dado que Spínola era demasiado joven y sólo un estudiante.
También antes de la edad canónica, en 1623 fue presentado por el Rey como obispo de Tortosa porque “suplía con méritos de prudentes canas los años asignados a la prelacía”; su consagración por Alonso de Requesens, obispo de Barbastro, se hizo en la Capilla Real, ante los propios reyes. Spínola entró en aquella ciudad el 24 de julio de 1624 y durante su mandato mejoró el palacio episcopal, visitó la diócesis, repartió limosnas, e inició la construcción del templo de Santiago; estuvo presente en las Cortes de Monzón reunidas ante Felipe IV. En 1626, Felipe IV presenta a Spínola como arzobispo de Granada, en donde entró en julio; de su trayectoria, los cronistas subrayan su estrecha relación con la Compañía de Jesús, su celo en el culto, “del cuidado grande de la residencia de sus prebendados [...], la virtud de su clero ajustado al espejo de sus virtudes”, la defensa de la libertad de la Iglesia, su atención a los pobres y sus ayudas en desastres como la inundación de 1629, la persecución de los pecados públicos, en especial los escándalos de los de personas destacadas y nobles, el cuidado en el estudio y aumento de las letras, el interés en reclutar buenos maestros y discípulos para las cátedras, su asistencia y empeño en la celebración de actos públicos y conclusiones, conferencias, lecturas y en especial en los exámenes de órdenes, puesto que la formación del clero fue una constante en sus preocupaciones.
El 21 de mayo de 1630 fue llamado a la Corte, presentado ya para la archidiócesis de Santiago, y pronto pasó a Roma para asistir a diversos negocios de la Corona.
Allí, fue el papa Urbano VIII quien le impuso el palio el 17 de noviembre de 1630 en Santa María la Mayor. En la Corte romana fue uno de los cardenales españoles que en 1632 presionó al papa para conseguir formar una coalición de príncipes católicos contra los suecos y obtener permiso para que Felipe IV pudiese gravar al clero con un impuesto de tres años.
Asuntos de Estado y la misión de sostener al partido de España contra los franceses lo retuvieron en Roma hasta fines de 1634.
En Santiago la ausencia de Spínola fue protestada por el Cabildo catedralicio, que desde 1630 escribe cartas al Rey, al conde-duque de Olivares, al presidente del Consejo y al confesor real para que lo obligasen a residir en Compostela “atento las urgentes y grandes necesidades”, como lo eran el embargo ordenado por la Corona sobre los frutos y rentas de los beneficios del arzobispado y los perjuicios causados por las guarniciones militares y los preparativos de la armada de Flandes. En abril de 1635, entró Spínola en Compostela, pero pronto Felipe IV lo reclamó para que regresase a Roma a neutralizar las intrigas políticas de Richelieu.
Entre ausencia y ausencia, Spínola hizo en la diócesis compostelana una reunión sinodal a comienzos de su mandato, “suspendió curas ignorantes y obligó a estudiar a los clérigos, introduxo libros, que apenas los avia, y reduxo a honesta policía, con utilidad pública de su diócesis”; impulsó la realización de visitas pastorales, incorporándoles un sentido de periodicidad para hacer un seguimiento real del cumplimiento de los mandatos hechos al clero.
En 1638 fue nombrado consejero de Estado y por esa razón permaneció Spínola en la Corte; como consejero, actuó como presidente de la Junta de Inteligencia formada, contra Portugal, por Olivares como muchas otras para la resolución de cuestiones concretas.
Acompañó a Felipe IV en 1642 en la jornada que hizo a Aragón para pacificar Cataluña, y fue testigo de cómo el Rey daba licencia a Olivares para irse a su destierro. El Cabildo seguía protestando por su ausencia, por lo que en junio de 1643 regresó a Compostela.
El período compostelano de Spínola, coincidió con la primera fase de la guerra con Portugal (1640-1656), cuando Galicia tuvo que organizarse como región militar, a pesar de que la guerra no excedía el intercambio de incursiones entre ambas orillas del río Miño y de la frontera seca de Orense; las levas constantes para Flandes, Cataluña, Italia y Portugal eran una sangría para Galicia. Ante la posible invasión de Galicia desde el Sur, Spínola atendió las peticiones de cooperación del gobernador capitán general y canalizó los donativos del cabildo, pero la remoción de Frey Martín de Redín por aparentes motivos de salud —la razón real era el mal rumbo seguido por la guerra con Portugal—, hizo que él mismo fuese nombrado gobernador del Reino de Galicia (26 de agosto de 1643) en calidad de interino. Ocupó el cargo hasta 2 de diciembre de 1643, en que fue nombrado Enrique Pimentel, marqués de Távara; en su período no se celebraron Juntas del Reino, pero la necesidad de controlar la frontera, lo obligó a residir en Pontevedra, el núcleo más meridional en el que podía hacerlo sin introducirse en la diócesis de Tuy.
El ascenso de Spínola a Sevilla, sufrió diversas complicaciones y dilaciones, de modo que si el 1 de marzo de 1643 llegó a aquella ciudad la noticia de su nombramiento, de improviso llegó orden del rey de dar la sede al cardenal Borja y de que Spínola volviese a Santiago lo “que causó admiración”. El ascenso estaba encadenado a que se hiciese efectiva la promoción del Cardenal Borja a Toledo, de modo que éste regresó a Sevilla y Spínola a Santiago en varias ocasiones y sólo se resolvió la situación por muerte de Urbano VIII. Cuando en 1645 se hizo real el cambio, Spínola inició su último mandato; en Sevilla colaboró con la Corona durante la guerra con Portugal y Cataluña enviando cinco mil fanegas de trigo y otras tantas de cebada. Hizo testamento el 30 de noviembre de 1647, según el cual, el remanente de su hacienda, pagados mandas y legados, se invertiría en renta para la construcción y mantenimiento del Colegio de la Inmaculada Concepción —a cargo de la Compañía de Jesús—, fundación del arzobispo de Lima, Gonzalo de Ocampo. Spínola fue enterrado en la casa profesa de los jesuitas.
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Ofelia Rey Castelao