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Juan Subercase Krets

Biografía

Subercase Krets, Juan. Valencia, 1.VI.1783 – Madrid, 25.III.1856. Ingeniero de caminos, político y educador.

Nacido en Valencia, su padre, de nombre Salvador y del mismo origen, fue celador del camino de Oropesa, mientras que su madre Magdalena nació en Tortosa.

Tuvo al menos dos hermanos, uno de los cuales, Rafael, nacido en 1797, sucedió a su padre cuando se jubiló. En sus primeros años, Juan Subercase estudió humanidades y filosofía, pero en lo que destacó al poseer un talento natural para su cultivo fue en matemáticas puras, física experimental y astronomía. En 1804 apareció la oportunidad que tales dotes merecían, pues la apertura de la Escuela de Caminos en el Palacio del Buen Retiro madrileño facilitaba una carrera a jóvenes deseosos de dedicarse a una carrera tan prometedora como exigente, la de ingeniero de caminos. Así, en noviembre de aquel año se presentó a los exigentes exámenes de ingreso, que en esa oportunidad juzgaron Agustín de Betancourt y Juan López de Peñalver. Tras aprobarlos se integró en la tercera promoción, junto a Joaquín Rillo y Domingo de Regoyos, y dedicó los dos años posteriores, bajo la dirección del catedrático de la escuela José María de Lanz, a su formación científica en mecánica, hidráulica y ciencias exactas. En abril de 1807, tras un breve retraso en su graduación, pues Betancourt consideró que debían consolidar los conocimientos adquiridos, Subercase y sus compañeros fueron nombrados ayudantes terceros de la inspección de caminos. Él fue destinado a la carretera de Andalucía, en la que quedó al cuidado del tramo comprendido entre Puerto Lápice y la venta de Cárdenas, con residencia en Villarta de San Juan. Allí se ocupó de la construcción de un puente sobre el río Guadiana, obra que quedó inconclusa por la invasión francesa de 1808. En agosto de aquel trágico año se retiró a Valencia, pero poco después se trasladó a Madrid, posiblemente por influencia de Lanz, que había pasado a desempeñar a mediados de 1809 la jefatura de la primera división del Ministerio del Interior, desde la que acometió tanto la organización de un cuerpo de ingenieros civiles como la división prefectural de España. En el nuevo cuerpo técnico, Subercase fue nombrado ingeniero de segunda clase —lo que representó su primer ascenso— y pasó a ocuparse del canal de Manzanares.

Esta toma de partido a favor de los afrancesados —en el caso de Subercase como en el de muchos otros, si bien con posterioridad señaló haber servido un “empleo puramente científico y de reconocida utilidad” —no impidió que a fines de 1812, ante la evidencia de la derrota final de la monarquía de José I, optara por escapar a Cádiz, donde se unió a los patriotas y sirvió como maestro de geometría y cosmografía en la Real Academia de Guardamarinas y de geometría, planimetría y óptica en la Academia Militar. A mediados de 1814, cuando debió de tener noticia de que la petición de rehabilitación que había efectuado y su expediente de “purificación” le serían favorables, pues según declaró a su favor entre otros el párroco de San Martín en Madrid “le quitaron el empleo los franceses, no ha tenido trato con ellos, no ha comprado bienes nacionales ni consta que está procesado”, retornó a la capital, donde se reintegró en su empleo. En lo que sólo puede considerarse —él mismo lo percibió de esa manera— como una represalia por su dudosa conducta previa, Subercase fue enviado en agosto de 1815 por la inspección de caminos a Villafranca del Bierzo, un país “distante, desconocido y quizás poco favorable a su salud” según señaló, donde quedó a cargo del camino a Galicia, entre Astorga y Lugo. A la dureza del clima se sumó la negación de ayuda de costa, por lo que Subercase se vio en tan patética situación que careció de dinero para comprar una caballería y servir su empleo. Allí permaneció casi cinco años, hasta que con el advenimiento del trienio liberal, en 1820, fue elegido diputado suplente por su tierra natal. Sólo entonces fue trasladado a Madrid para que cumpliera con sus nuevos deberes políticos. En efecto, tras asumir el cargo parlamentario efectivo el 25 de julio de 1820 participó en comisiones dedicadas a la reapertura de la Escuela de Caminos, la mejora del salón de las Cortes y el proyecto de ley de obras públicas. Cesado en la actividad parlamentaria a fines de 1821, se dedicó a una comisión de estudio del canal de Aragón.

Ello no impidió que a partir de 1823, con la restauración del absolutismo, sufriera graves represalias por su liberalismo. Mientras un decreto dejaba suspensos hasta ser “purificados” a todos los ingenieros de caminos en sus empleos, sueldos y dignidades, como antiguo diputado afrontaba otra depuración. Después de trasladarse a Sevilla y Cádiz, retornó a Valencia, donde se retiró con su familia. Sin medios para sobrevivir, logró de la Real Sociedad Económica de Amigos del País la creación de un “establecimiento científico artístico” sufragado con las suscripciones de sus alumnos. Además, en Alcoy, donde existía una real fábrica de paños, organizó una institución similar, en la que enseñó desde 1828 geometría, mecánica, física, dibujo y química.

Allí también promovió la fundación de una sociedad económica y proyectó el puente de las siete lunas, construido a mediados de siglo. Por encargo gubernamental, realizó informes sobre la carretera de Valencia a Alicante por Alcoy, e impartió clases a los cadetes de Artillería a invitación del general subinspector del arma. En 1826 le fue reconocido un tercio del sueldo de ayudante tercero de caminos, el mismo rango que tenía desde su entrada en el cuerpo, pero hubo de esperar a la muerte de Fernando VII para librarse de la persecución y las represalias. En febrero de 1833, fue nombrado catedrático de Geometría, mecánica y delineación aplicada a las artes, y en enero del año siguiente el director de Caminos José Agustín de Larramendi lo destinó a la Escuela de Caminos, restaurada de manera definitiva tras la supresión absolutista de 1823; también fue ascendido a ayudante primero de ingenieros de Caminos. Nombrado procurador en Cortes por Valencia, culminó aquel año feliz con el ascenso a comisario de Caminos y Canales. En el nuevo establecimiento educativo situado entonces en la plazuela de la leña, en el caserón de la aduana vieja madrileña, Subercase imprimió un sesgo de exigencia y laboriosidad, mientras acumulaba honores y cargos. En 1835 fue designado intendente de provincia como miembro de la Junta de Obras Públicas y visitador del Canal de Aragón y desde 1836 fue jefe de despacho de gobernación. En 1837 fue nombrado inspector general de Caminos, Canales y Puertos y director de la Escuela de Caminos. En ella, fue en verdad un nuevo fundador, pues amplió la plantilla de profesores, consolidó el plan de estudios e introdujo un nuevo reglamento, aunque tuvo que hacer frente a una rebelión del alumnado, nada dispuesto a asumir reglas de disciplina, la “moral ascética” de quienes se entregaban a “la esclavitud y el estudio extraordinario”. En una ocasión, Subercase declaró: “por el honor de la nación española, el mío y el de ustedes, quiero que los alumnos de esta escuela puedan rivalizar con los extranjeros y aventajarles”. A partir de 1840 fue designado en distintas ocasiones director general interino de Caminos, participó en una efímera comisión sobre el mapa de España, se ocupó de nuevo del camino de Alcoy, presidió la Comisión de Faros, para cuyo servicio se promulgó en 1851 un reglamento, y participó en el intento de navegación del Duero, con el proyecto del muelle de Vega Terrón, terminado en 1860. Por otra parte, en 1844 presidió la comisión ferroviaria que determinó las condiciones de las concesiones estatales en esta materia, de efectos perdurables, tanto en su intervencionismo como en lo referente al ancho de vía prescrito, de seis pies castellanos (1,674 metros), mayor al europeo, por discutidas razones, de adaptación a la orografía peninsular y militares, a fin de evitar que el nuevo sistema de transporte facilitara nuevas invasiones extranjeras. En 1847 ingresó en la academia de ciencias como fundador por nombramiento real, mas al año siguiente fue destituido de la presidencia de la junta de Obras Públicas, al tiempo que dimitía de la dirección de la escuela, recién trasladada a la calle del Turco, junto a todo su claustro, en respuesta a una injerencia del ministerio, que intervino a favor de algunos alumnos sancionados por “díscolos, desaplicados e ineptos”, encabezados por el futuro presidente Sagasta. Al fin, nombrado director general de Obras Públicas en 1851 y diputado de nuevo hasta 1853, ajeno en su patriotismo y eficiencia profesional a las politiquerías del tiempo, Subercase dedicó sus últimos años de vida al trabajo, hasta el punto de que su deteriorada salud lo permitía. En 1852, cuando fue nombrado consejero real, tuvo que dimitir de la dirección de Obras Públicas, pero en aquella etapa bajo su influencia se tomaron decisiones de la importancia de la creación del canal de Isabel II, el ordenamiento general y plantación de viveros de árboles en las carreteras generales, la fundación de una escuela de torreros de faros, la construcción de casillas de peones camineros y la regulación de ferrocarriles. También realizó una inspección del puerto de Valencia, que dio lugar a obras posteriores en el muelle de Levante. En febrero de 1855, con el retorno de Espartero y los liberales al poder, fue repuesto, a la avanzada edad de setenta y un años, a la dirección de la Escuela de Caminos. La desempeñó con su habitual mezcla de espíritu liberal y autoritario hasta su muerte, acontecida en plena actividad, en la noche del 10 de marzo de 1856. Juan Subercase, que casó y enviudó varias veces, tuvo al menos dos hijos, el también célebre ingeniero de caminos José Subercase, y una hija de nombre Amalia.

 

Obras de ~: “Informe sobre las condiciones generales sobre las cuales se han de autorizar las empresas de caminos de hierro” [2 de noviembre de 1844, por Juan Subercase, Calixto Santacruz y José Subercase] en Gaceta de Madrid, 21 de enero de 1845; Plan general para el alumbrado marítimo de las costas y puertos de España e islas adyacentes, Madrid, 1847; Memoria descriptiva, presupuestos y pliegos de condiciones del proyecto de mejora del puerto de Valencia y de su limpia, Madrid, 1856.

 

Bibl.: J. Núñez del Prado, “Noticia del fallecimiento de Juan Subercase Krets”, en Revista de obras públicas (ROP), n.º 4, t. I (9) (1856); C. De Orduña Zarauz, “Memorias de la Escuela de Caminos”, en ROP, n.º 71, t. I, 2389 (1923); A. Rumeu de Armas, Ciencia y tecnología en la España ilustrada. La Escuela de Caminos y Canales, Madrid, 1980; J. Hernández Requejo, “Juan Subercase Krets, director de la escuela de ingenieros de caminos, canales y puertos (1837-1848) y presidente de la comisión de faros (1842-1856)”, en ROP, n.º 133, 3253 (1986); F. Sáenz Ridruejo, Ingenieros de caminos del siglo xix, Madrid, 1990; J. M. Gentil Baldrich, “Sobre Juan de Subercase y las Cortes del Trienio Liberal”, en ROP, n.º 142, 3347 (1995); J. M. Gentil Baldrich, “La Dirección General de Caminos, y otros personajes, en 1823”, en ROP, n.º 144, 3365 (1997); R. Alcaide González, “El ferrocarril en España (1829-1844): las primeras concesiones, el marco legal y la presencia de la geografía en las memorias de los anteproyectos de construcción de las líneas férreas”, en Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales, n.º 190, Universidad de Barcelona, 1999; A. M. Carreño y P. López Vizcaíno, Ingenieros de caminos en el congreso de los diputados, Madrid, 2000; M. Lucena Giraldo, Historia de un cosmopolita. José María de Lanz y la fundación de los ingenieros de caminos en España y América, Madrid, 2005.

 

Manuel Lucena Giraldo

Relación con otros personajes del DBE

Personajes citados en esta biografía