Gracián Dantisco, Jerónimo. Jerónimo de la Madre de Dios. Valladolid, 6.VI.1545 – Bruselas (Bélgica), 21.IX.1614. Primer provincial de la Descalcez Carmelitana (OCD) y polígrafo.
Hijo de Diego Gracián de Alderete, que fue secretario de Carlos V y de Felipe II, y de Juana, hija natural de Juan Flaxbinder de Danzig, embajador de Segismundo I de Polonia en la Corte española, más tarde obispo de Culn y Warmia. Aprendió las primeras letras en Valladolid. A los once años comenzó el estudio de la Gramática. Enfermó y se le trasladó a Astorga, donde permaneció ocho meses. Vuelto a su ciudad natal, prosiguió sus estudios de Gramática, Retórica y Griego; las clases de esta lengua las recibía además en casa, de su propio padre, gran helenista.
En 1559 la familia se trasladó a Toledo. Allí siguió estudiando Griego y Artes. “Sus padres —cuenta él mismo— no quisieran que prosiguiera los estudios, sino la pluma y la Corte en los oficios seglares, pero deseando estudiar, porfió que le enviasen a Alcalá”.
Allí en la Universidad comenzó el curso de Artes, sin dejar el Griego. Durante el estudio de la Lógica, a los dieciséis años iba a entrar en los jesuitas. Al terminar el tercer curso se hizo “bachillar en Artes” (12 de junio de 1563), y al año siguiente “maestro en Artes”.
Comenzó el estudio de la Teología en la misma Universidad el año 1564-1565.
El 17 de diciembre de 1569 se ordenó de diácono y comenzó a predicar ya en el año nuevo. El 25 de marzo de 1570 se ordenó de sacerdote. Concluidos los cuatro cursos de Teología, el último en 1568, comenzó los otros cuatro que le llevarían al doctorado en Teología. Fue haciendo sucesivamente los diversos actos para doctorarse: la Tentativa (octubre de 1568), Primer Principio (febrero de 1569), Segundo Principio (abril de 1569), Tercer Principio (febrero de 1570), Cuarto Principio (agosto de 1570), Magna Ordinaria, Parva Ordinaria y Alfonsina. “En estos actos públicos —dice él mismo— que por lo menos duran cinco horas cada uno, salvo la Alfonsina que dura todo el día desde las ocho de la mañana hasta la noche, le favoreció el Señor y dio gracia que agradase a los doctores y a toda la Universidad”. No le faltaba ya sino Quodlibetos para graduarse de doctor. Pero no realizó este ejercicio académico. El hecho es que prefirió ingresar en la Orden de Santa Teresa tomando el hábito en el noviciado de Pastrana el 25 de abril de 1572, después de haber batallado mucho consigo mismo por más de un año, después de haber tratado en Alcalá con las carmelitas de la Imagen, y de haber repasado las Constituciones de las monjas y leído algunos libros acerca del origen de la Orden del Carmen.
No le faltaron tribulaciones en el año de noviciado, regido por un maestro de novicios anormal, “que estuve, como él mismo refiere, a punto de dejar el hábito y no profesar”. Priora de las descalzas de Pastrana era entonces la famosa Isabel de Santo Domingo, que le animaba y consolaba eficazmente. Profesó el 25 de abril de 1573. En agosto de ese año el visitador de los calzados de Andalucía, Francisco de Vargas, delegó en Gracián sus propias facultades. Más adelante le nombró vicario provincial de todos los carmelitas, calzados y descalzos. Cumplir con todo lo que se le intimaba no era nada fácil, sobre todo después de las determinaciones tomadas contra los descalzos en el Capítulo General de la Orden en Piacenza (mayo-junio de 1575).
En el desempeño de sus funciones viajó con Ambrosio Mariano a Andalucía y desde Sevilla se llegaron a San Juan del Puerto a deshacer aquel convento híbrido de calzados y descalzos, devolviéndoselo a los Calzados. Fundaron en 1574 el convento de Nuestra Señora de los Remedios en Sevilla; entraron muchos y muy buenos novicios. Empeñado Gracián en esta extensión y gobierno de la Orden, deseaba verse personalmente con la madre Teresa, con la que se había comunicado por carta algunas veces. Se encontraron por primera vez a primeros mayo de 1575, en Beas de Segura, donde estaba la madre haciendo la fundación de aquel monasterio. Ambos se complacieron en contar entrevista tan trascendental para ellos y para el futuro de la Orden. La santa prefería ir a fundar a Madrid; Gracián le ordenó que fuera a Sevilla y ella le obedeció como a su superior. Dejando Beas partió Gracián para Madrid, donde requería su presencia el nuncio Nicolás Ormaneto. Le entregó el breve por el que le nombraba comisario y reformador de los carmelitas calzados en Andalucía y de los descalzos de Castilla. Con grandes dificultades pudo presentar el breve de visitador en el Carmen de Sevilla y allí tuvo que padecer lo indecible. En ocasión de encontrarse otra vez con la santa en Sevilla, mandó Gracián a Juan de la Miseria que hiciese, en 1576, el retrato de la madre; y a ella, al año siguiente, le mandó que escribiese el libro de Las Moradas o Castillo Interior. En medio de mil dificultades siguió Gracián trabajando incansable por el bien del Carmelo, hasta que se llegó a conseguir provincia aparte. El Capítulo de separación de la Orden en base al breve pontificio Pia Consideratione de Gregorio XIII, el 22 de junio de 1580, se tuvo en Alcalá de Henares, donde en marzo de 1581 fue elegido Jerónimo Gracián primer provincial de los carmelitas descalzos, con gran gozo de la madre Teresa.
Tuvo en sus manos los destinos de la obra teresiana, desde el gobierno de la nueva provincia “hasta el 1585, consiguiendo el afianzamiento organizativo y jurídico, extendiendo su presencia fuera de España y abriendo en África las primeras misiones” (E. Pacho).
El modo de gobernar de Gracián no convencía a todos, que lo consideraban excesivamente blando y condescendiente. Desde la elección del padre Nicolás Doria en 1585, como provincial, la figura de Gracián comenzó a ser discutida y atacada, aunque ya lo había sido en el Capítulo intermedio de 1583.
En el Capítulo de 1585 salió Gracián elegido vicario provincial de Portugal. Molesto Doria por la publicación que había hecho Gracián del librito Estímulo de la propagación de la fe (Lisboa, 1586), le dijo que si tenía tanto celo misionero que fuera él mismo a las misiones y no se contentase con embarcar a otros. Entonces Gracián hizo petición explícita de ir a Nueva España. El provincial difería la contestación hasta el Capítulo de 1587 en Valladolid. Choque frontal entre ambos hubo en ese Capítulo de 1587 cuando Gracián se opuso al nuevo sistema de gobierno que proponía Doria, que se llamaría “La Consulta”. La tensión entre ambos y los partidarios de uno o de otro obedecía, fundamentalmente, a una concepción diversa de la vida religiosa carmelitana. El error de los doristas era quedarse en elementos comunes y preponderantes en aquel mundo: penitencia, austeridad, observancia, huida del mundo, etc., y no ser capaces de asimilar la novedad del espíritu teresiano con su humanismo, con su humanidad, también con su radicalismo tal como lo ahondaba Juan de la Cruz, pero radicalismo evangélico, es decir, radicalismo en los valores más positivos del evangelio: caridad, bondad, misericordia, comprensión, etc. Gracián ha pasado a la historia como alguien que, fundándose en el querer y voluntad de la santa, promovió lo que llamaban “celo de almas”, es decir, amplitud misionera.
El enfrentamiento iba creciendo y vinieron a aumentarlo y agriarlo algunos acontecimientos puntuales: la ausencia de Gracián del Capítulo en que Doria fue elegido vicario general de los descalzos, ausente por haberle privado de voz activa y pasiva; la cuestión de las monjas descalzas que a espaldas del padre Doria obtuvieron de la Santa Sede un breve para blindar sus Constituciones estableciendo que en lo sucesivo ninguna autoridad, a excepción de la Sede Apostólica, pudiera mudarlas. Doria consiguió de la Santa Sede un contrabreve. A las discusiones legítimas por el carisma de la Orden se fueron añadiendo, calumnias e infamias contra Gracián. Tuvo que defenderse y explicarse mil veces acerca de tantas imputaciones sin fundamento ninguno. Se le procesó con gran notoriedad de la gente y, finalmente, después de tenerle encarcelado en el convento de San Hermenegildo de Madrid, se le expulsó de la Orden el 17 de febrero de 1592.
De Madrid salió para Alicante para tomar la nave hacia Génova, adonde llegó el 16 de mayo y a primeros de junio a Roma. Según sus propias palabras: “Fui a buscar remedio a Roma en hábito de ermitaño, bien peregrino del que profesé, hecho extraño de mis hermanos y peregrino de mi madre la Religión”. En agosto le recibió el papa Clemente VIII, a quien entregó un memorial de su causa. Se dio cuenta perfecta de que sus “contradictores” habían llegado antes a las altas esferas romanas y que estaban prevenidos contra él. A finales de 1592 o primeros de 1593 partió para Nápoles y después hacia Sicilia y en Palermo se entregó a un apostolado intenso, enseñando además Sagrada Escritura. Estando en Palermo se le entregó el breve de Clemente VIII Uberes fructus (27 de enero de 1593), por el que se le prohibía volver a la Orden del Carmen, sea de calzados o descalzos, y se le impuso que entrase en los agustinos ermitaños o en alguna otra de las religiones observantes aprobadas.
A mediados de agosto llegó a Nápoles y de allí fue a Gaeta. No hacía unas horas que se había puesto el hábito de agustino, cuando saliendo en una fragata para ir a Roma apareció —así lo cuenta Gracián mismo— una galeota de turcos “lunes, a once de octubre del año de 1593, a las diez horas del día [...] y en breve tiempo robaron toda la fragata y nos subieron a la galeota a nueve marineros, cinco pasajeros y un criado que iba conmigo soldado, y a mí”.
La galeota, después de no pocas andanzas, recaló en Biserta (Túnez), donde Gracián pasó su duro cautiverio durante dos largos años. Entregado allí mismo a ejercer su ministerio durante los años 1594 y 1595, trabajó por ir consiguiendo la suma necesaria para su rescate; en abril de 1594 ya tenía 600 ducados, pero no le bastaba y desde su cautiverio escribió varias cartas a su madre, a alguna de sus hermanas y a otros personajes, tratando de conseguir el dinero. Finalmente, el “día de San León, a 10 de abril —dice— me compró un judío llamado Simón y me trajo aquí a Tabarka”. Cumplidos todos los trámites, salió de su cautiverio en agosto de 1595. Ya en Génova escribió al general de los descalzos en España, pidiéndole que le admitiera. Desde su liberación le escribió tres cartas y no tuvo contestación ninguna. Le respondió evasivamente en marzo de 1596. Volvió a Roma a ver si resolvía su causa. Felizmente el papa Clemente VIII con el breve Apostolicae Sedis benignitas le rehabilitó y le restituyó a la Orden de los carmelitas descalzos, de la que había sido expulsado. Los superiores de España se opusieron a la readmisión; entonces, permaneció en Roma, y fue admitido generosa y fraternamente por los carmelitas calzados en el convento de San Martino ai Monti.
Fue nombrado teólogo oficial del cardenal Deza, secretario del Santo Oficio. Ejercitó el apostolado en Roma, Nápoles y otras partes. Y se alegró inmensamente de la proclamación del Año Santo de 1600. Se le encomendó la predicación del Jubileo en Marruecos.
Antes de pasar a África se detuvo cerca de un año en España, adonde llegó en octubre-noviembre de 1600. El 6 de octubre de 1601 murió su madre, Juana Dantisco, como una santa, asistida por Gracián; “Yo —dice— nunca me le quité de la cabecera, y tres noches la velé, que no me cansara, aunque fueran ciento”. Se embarcó en Gibraltar a mediados de noviembre y llevó adelante su labor de predicación en Ceuta, Tetuán, etc., hasta mayo de 1602, cuando volvió a Madrid, y se entrevistó con el Rey en Aranjuez.
Informó a los cardenales de Roma de su misión cumplida en África comunicándoles que estaba dispuesto a ir a evangelizar en Etiopía con otros doce religiosos. Entre tanto, el cardenal Federico Borromeo requirió su presencia en Milán. No se pudo negar.
Marchó a Alicante para embarcarse, pero el mal tiempo lo impidió. Volvió a Castilla: Madrid, Toledo, Consuegra. Retornó a Levante en noviembre de 1604 “y realiza una gira apostólica muy intensa por aquella región. Aparte su cargado programa de predicación se ocupa de visitar y reformar comunidades religiosas, en particular Agustinas. Los principales centros de su ministerio sacerdotal son Valencia, Alicante y Murcia” (E. Pacho). Terminó yendo a Pamplona para predicar la Cuaresma. Descartado ya definitivamente desde 1605 el viaje a Italia, se encaminó a Flandes. A primeros de julio de 1607 se encontraba ya en Bruselas.
Aquí se ocupó de la publicación de sus libros, pues le resultaba más fácil que en España. Resolvió definitivamente su duda de reingreso en los descalzos: no entraría ni en España ni en la nueva Congregación de Italia; y estaba convencido de que la Providencia le había ayudado para tomar esa resolución.
Lleno de celo por la conversión de los pueblos impulsó como pocos la obra misionera, sobre todo para Persia y Oriente. Y entre 1608 y 1609 le nombraron obispo de Armenia. Preconizado obispo, pero que no llegó a consagrarse.
Trabajó incansable por la beatificación de la madre Teresa y tuvo la alegría de verla beatificada por Pablo V el 24 de abril de 1614.
También se afanó de palabra y por escrito en la lucha contra los luteranos. Mantuvo excelentes relaciones con las monjas descalzas y con los descalzos, apenas llegaron éstos a Bruselas.
A la vuelta de uno de sus trabajos de predicación el 20 de septiembre de 1614, se sintió morir a las afueras de Bruselas y al día siguiente se le administraron los últimos sacramentos. Le visitaron calzados y descalzos y, trasladado al convento de los calzados, murió a las seis de la tarde del 21 de septiembre, a los sesenta y nueve años y dos meses.
Hombre eminente, admirado y alabado por santa Teresa como el más importante para la marcha de su Reforma en lo que se refiere a gobierno y organización, con un don de gentes extraordinario, entregado en cuerpo y alma a su ministerio sacerdotal, fue también un escritor fecundísimo. Sus obras han sido catalogadas en misionales, devocionales, apologéticas, carmelitanas, ascético-místicas y autobiográficas. Se desvivió también por la impresión y difusión de los escritos de santa Teresa. El Capítulo General de la Orden de 1991 emitió una declaración oficial de rehabilitación del padre Jerónimo Gracián de la Madre de Dios. Actualmente se trata de su beatificación; en enero de 2005 la Congregación para las Causas de los Santos concedió la autorización para que la Encuesta Diocesana sobre la vida y virtudes del padre Jerónimo Gracián de la Madre pueda instruirse ante el Tribunal del Vicariato de Roma.
Obras de ~: Obras del Maestro F. Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, de la Orden de N. Señora del Carmen [...], ed. y anotaciones del padre Silverio de Santa Teresa, Madrid, por la Viuda de Alonso Martín, año 1616; Constituciones del Cerro (1582), ed. de Moriones, Roma, Teresianum, 1974 (3.ª ed.); Historia de las fundaciones (desde 1568 hasta 1588), Roma, Instituto Histórico Teresiano, 1977 (col. Monumenta Historica Carmeli Teresiani, Fontes Selecti, 1); Escolias de la vida de Santa Teresa compuesta por el P. Ribera, ed. de J. L. Astigarraga, en Ephemerides Carmeliticae, 32 (1981), págs. 343-430; Cartas, ed. de J. L. Astigarraga, Roma, Teresianum, 1989 (col. Monumenta Historica Carmeli Teresiani, 9); Peregrinación de Anastasio, ed. preparada por J. L. Astigarraga, Roma, Teresianum, 2001 (col. Monumenta Historica Carmeli Teresiani, 19).
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José Vicente Rodríguez, OCD