Jofré Tenorio, Alfonso. Sevilla, s. m. s. xiii – Estrecho de Gibraltar (Cádiz), 16.IV.1340. Almirante mayor de Castilla.
Hijo de Diego Alonso Tenorio, tesorero mayor de Alfonso X, y de Aldonza Jofré de Loaysa, Alfonso Jofré Tenorio es tenido por sevillano de nacimiento. Su madre era hermana de Garci Jofré de Loaysa, adelantado mayor de Murcia, copero de Alfonso X y alcaide de los Alcázares de Sevilla, e hija de Jofré de Loaysa, uno de los primeros repobladores de Sevilla y dueño de un importante repartimiento en esta ciudad, que heredaría su nieto Alfonso.
En 1314 fue nombrado almirante mayor de Castilla.
Este nombramiento hay que inscribirlo en el contexto de los acuerdos entre los infantes Pedro y Juan para repartirse el gobierno de Castilla durante la minoría de edad de Alfonso XI. Andalucía y Toledo quedaron bajo la influencia de don Pedro, quien también designó como adelantado de la Frontera a un pariente de Alfonso Jofré, Men Rodríguez Tenorio. En 1316 Alfonso Jofré intervino en la campaña contra Granada dirigida por dicho infante.
Estos oficios aumentaron el peso de los Tenorio en Sevilla, ya muy grande tras el enlace con los Loaysa.
En consonancia, el papel del almirante en la ciudad fue decisivo en el juego de alianzas entre magnates que condicionaba la obediencia de Sevilla a los diferentes aspirantes a la tutoría del reino, sobre todo tras la muerte de los infantes Juan y Pedro en 1319. Inclinada la ciudad por el infante don Felipe, pero con un potente partido adicto a don Juan Manuel, Tenorio maniobró entre unos y otros hasta conseguir el completo dominio de la situación. Ya en 1321, apoyándose en los partidarios de don Juan Manuel, en la posesión de los Alcázares y Atarazanas, que tenía en nombre de don Felipe, y en su condición de almirante, estuvo a punto de adueñarse de la ciudad, pero el plan fracasó por la resistencia encontrada. Pocos años después, en 1325, volvió a intentarlo, esta vez con éxito, expulsando de la ciudad a María Alonso Coronel, viuda de Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, a su hijo Juan Alonso de Guzmán, a Luis de la Cerda y a otros caballeros que se le oponían, cuya hacienda embargó. Se apoderó de las rentas reales y abrió la prohibida saca general del pan, con lo que obtuvo grandes ganancias.
Resistió el intento del infante don Felipe de reducirlo, pero fracasó en su pretensión de extender su dominio a Niebla y Jerez de la Frontera. Al parecer, esta acción fue inspirada o, al menos, contó con el conocimiento y acuerdo del propio Alfonso XI, deseoso de acabar con el régimen de tutorías.
A la llegada de Alfonso XI al poder efectivo en agosto de 1325, el almirante se convirtió en un eficaz colaborador en la guerra inmediatamente desatada contra los musulmanes. En 1326 se encargó del bloqueo naval del Estrecho con una flota de seis galeras, ocho naos y seis leños, con la que derrotó a la escuadra granadino-meriní, compuesta de veintidós galeras.
Hizo una entrada triunfal en Sevilla, saliendo el propio Rey a recibirlo. Poco después, en 1327, obtuvo el oficio de guarda mayor del Cuerpo del Rey y un puesto en el Consejo Real. De él dice la Crónica de Alfonso XI: “Et como quier que este Alfonso Jufre fuese de linaje de caballeros, por cuanto era muy costoso et de grand cabdal, aguardábanle muchos buenos omes et de grandes solares”. El 5 de julio de 1329 Alfonso XI le cedió una serie de rentas, propiedades y derechos en Moguer, aldea de Niebla, base del establecimiento del definitivo señorío obtenido, con la jurisdicción, en 3 de octubre de 1333. En aquel mismo 1329 fue como embajador ante el Papa, junto con los legados de Aragón y Portugal, para obtener los beneficios de cruzada en favor de la guerra contra los musulmanes, lo que no pudieron conseguir.
En los años siguientes se dedicó intensamente al almirantazgo y a la promoción de su recién adquirido señorío de Moguer, al que transformó en una floreciente villa, constituyendo el municipio con el fuero y franquezas de Sevilla y fundando el convento de San Francisco y el monasterio de Santa Clara, al que dotó generosamente.
Por otra parte, en 1333 intentó sin mucho éxito el auxilio de la guarnición cercada en Gibraltar, no pudiendo evitar la entrega de la plaza a los benimerines.
En las operaciones posteriores para la recuperación de la ciudad, el almirante tuvo un papel muy destacado, aunque finalmente Alfonso XI no consiguió su objetivo.
A principios de 1334 se firmaron treguas que dejaron Gibraltar en el lado musulmán.
En 1336 dio comienzo la guerra con Portugal, y en septiembre de 1337 Alfonso Jofré Tenorio obtuvo una resonante victoria sobre la armada portuguesa, a la que derrotó totalmente cerca de Lisboa, hundiendo seis galeras, apoderándose de otras ocho y apresando al almirante Manuel Pesaño. Tras una nueva entrada triunfal en Sevilla, en presencia de Alfonso XI, el almirante llevó a cabo nuevas operaciones en la costa del Algarbe, colaborando con el ejército castellano que saqueó la comarca.
Poco después, en 1339, se reinició la guerra en el Estrecho. Tras algunos encuentros victoriosos y el corte de las comunicaciones de los musulmanes entre las dos orillas, sostenido a lo largo de ese verano con la ayuda de la armada aragonesa, la retirada de ésta tras la muerte en combate del almirante Gilabert de Cruillas, hizo imposible el control del Estrecho. Alfonso Jufré no pudo impedir que en la primavera de 1340 una gran flota musulmana de más de doscientas cincuenta velas transportase a la Península al ejército benimerín y se refugiara en Gibraltar y Algeciras. A través de su mujer, el almirante supo de las sospechas extendidas en la Corte sobre su supuesta falta de celo y pericia. Para desmentirlas, y sin contar siquiera con todas las fuerzas a sus órdenes, el 16 de abril de 1340 se dirigió contra la flota musulmana, a la que atacó a pesar de su enorme superioridad. Tras un combate épico que la crónica describe con todo detalle, el almirante fue muerto con la mayor parte de los caballeros de su casa. De la flota castellana sólo se salvaron cinco galeras, que pudieron refugiarse en Tarifa. La cabeza de Alfonso fue arrojada al mar y el cuerpo entregado a Abu’l Hassan de Marruecos. La familia consiguió el rescate del cadáver, que fue enterrado en la capilla de Jesús de la catedral de Sevilla, que él mismo había dotado.
Casó con Elvira Álvarez o Sánchez de Velasco, señora de Albendín y La Bobadilla, hija de Sancho Sánchez de Velasco, adelantado mayor de Castilla en el reinado de Fernando IV, y de Sancha Carrillo. Esta señora le sobrevivió hasta 1351. Tuvieron numerosa descendencia.
Aunque sevillano, Alfonso Jofré Tenorio no rompió nunca los lazos de su linaje con Toledo, de cuyo Cabildo fue alguacil mayor, ni con el solar gallego del que procedía. Así, fue encomendero de dos monasterios pontevedreses, los de San Juan de Poyo y San Salvador de Lérez. Su poderosa personalidad marcó decisivamente el devenir del almirantazgo mayor de Castilla.
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Rafael Sánchez Saus